Este no es un acto politizado, es un hecho político, porque esa es la manera de definir a esta unión en la que las diferencias desaparecen, para expresar una necesidad básica para nuestro crecimiento como sociedad: la exigencia de juzgamiento para los responsables de la muerte de inocentes.
Vengan de donde vengan, y se llamen como se llamen, los asesinos son asesinos, los corruptos son corruptos, los cómplices son cómplices y por eso deben ser juzgados y condenados.
Los repudiamos, que nos miren, levantemos los carteles para que se vean en todo el país, abracémonos a la distancia con los miles de argentinos que con su foto piden lo mismo que nosotros. Y si a nuestras espaldas cierran los ojos para no vernos, entonces gritemos, que escuchen como nuestras voces se multiplican por todo el territorio nacional.
Junto con nuestro dolor, comenzó nuestra búsqueda de justicia. Desde ese día dijimos, y hoy mas que nunca decimos, que es en los Tribunales donde nuestro reclamo judicial debe ser escuchado. La bandera que encabeza nuestro pedido no es la bandera del rencor ni la venganza. Es la de todos los hombres y mujeres de bien de este país, la de la justicia, la verdad y la memoria, la de la lucha para las victimas que han dejado la vida en ese tren, descansen en paz.
Desde el día de la tragedia, cuando la gente se acercaba a solidarizarse, era común escuchar que “en este País nunca pasa nada”. Todos nosotros, este grupo unido, un poco por necesidad y otro poco por convicción, salimos a dar la batalla legal, sabiendo que enfrentábamos al poder económico y al poder político.
Ya nadie duda que la tragedia empezó a gestarse muchos años antes. Lo que pasó el 22 de febrero no fue un accidente ni la maniobra de un conductor imprudente, fue una tragedia previsible, producto de la situación desastrosa en la que funcionaba el servicio, producto de la ambición desmedida y del descontrol cómplice de los funcionarios, empresarios y sus socios sindicalistas.
La tragedia de Once fue la consecuencia de la voluntad de enriquecerse sin importar las consecuencias. Actuaron con desprecio por la vida, creyéndose impunes. Hoy luchamos para que esa impunidad se termine. La corrupción no solo se llevó la plata del pueblo, esta vez se llevó muchas vidas. La cara visible de la corrupción es la muerte y su cómplice es el silencio. Para ser más claros, los empresarios y funcionarios corruptos mataron a nuestros seres queridos.
Pero para que la Justicia sea “justa” debe dar respuesta rápida, y en Argentina eso casi nunca pasa. Por eso, y más allá de de las diferencias que tenemos y tendremos, es de destacar la celeridad que el Sr. Juez Instructor, la Sala II y todo el personal de la justicia le imprimieron al trámite judicial. A un año, vemos que esta vez, gracias a nuestra lucha y con el apoyo silencioso pero constante de la gran mayoría de nuestra gente, la “justicia” en su concepto más amplio, se acerca inexorable para condenar a los responsables.
Hoy, con la elevación a Juicio Oral, iniciamos una nueva etapa, pero con muchas certezas y con los hechos y responsabilidades probados mediante el irrefutable trabajo pericial.
A partir de esta nueva instancia será el Tribunal Oral Nº1, el que tenga la responsabilidad de aplicar condenas justas y ejemplificadoras. A ellos les decimos que en estas familias tendrán el apoyo que necesitan para impartir Justicia. Pero también les decimos que estaremos esperando cada día que dicten una sentencia contundente e inflexible con el poder. Pelearemos para que absolutamente todos los responsables empresariales, políticos y sindicales sean condenados con la máxima dureza. Lo haremos por nuestros muertos y heridos, por nosotros y nuestras familias, por sus amigos, compañeros y por cada usuario del Sarmiento.
Y si del debate oral surgen las pruebas de que otros funcionarios, de mayor o menor rango actuaron con complicidad, nadie dude que seremos los primeros en iniciar una nueva lucha, para que todos, tengan el cargo que tengan y porten el apellido que porten, paguen por su responsabilidad.
Exigiremos que la causa avance todo lo rápido que sea posible, sin importar tiempos ni intereses políticos, para que de una vez por todas, nuestro pueblo sienta que 52 muertes no fueron en vano.
Y para que la sociedad argentina tenga la certeza que desde ese día ya nada será igual, que a partir de ese momento los que las hacen, las pagan, sin importar ni su cargo, ni sus contactos, ni su cuenta bancaria.
Todos los integrantes del gobierno tienen alguna responsabilidad sobre lo sucedido. Por acción o por omisión, por haber dejado de hacer o haber callado o por haber mirado para otro lado o agachar la cabeza, cuando se debió ser critico.
Obviamente que no nos olvidamos de las frases hirientes, fuera de lugar y de pésimo gusto, ni de sus autores. Recordamos lo dicho, los nombres y las caras de quienes lo dijeron, pero ante cada barbaridad pronunciada se reprodujeron quienes las aplaudían, por eso son todos parte de las muestras de miseria y olvido que hemos sufrido a lo largo del año. Anoche, como sucedió recién cinco días después del desastre, la Presidenta se acordó de nosotros, con un mensaje más hiriente que el propio silencio, con un abrazo solidario tardío. Nuestro dolor no es solo un momento malo de la vida, como expreso en su discurso, sino producto de la inacción de su propio gobierno, la masacre de inocentes no solo es un momento triste, es producto de la corrupción amparada por Jaime, Schiavi, Sícaro, Luna, Ochoa Romero y otros funcionarios de esta gestión. Y la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo debe ser un ejemplo, pero no queremos ni debemos pasar 35 años para obtener justicia. Este no fue mas que la continuación de un discurso que empezó en febrero de 2012, cuando se culpabilizó a las víctimas y se pidió tiempos ridículos para las pericias.
Schiavi debió ser echado del gobierno el mismo día 22, sin embargo se le aceptó la renuncia días después y se lo despidió con una ovación, como si se tratara de una víctima mas, amparando a uno de los que hoy están procesados.
En otra muestra de cinismo inexplicable, se intentó poner a Antonio Sícaro como Subsecretario de Regulación Normativa en el Ministerio de Transporte cuando estaba imputado en la causa, y solo nuestra oposición lo hizo renunciar. Hoy es otro de los procesados.
En otra frase inentendible, desde el ministerio de transporte se hablo de revolución en el transporte.
Las revoluciones no se hacen por cumplir con el deber de funcionarios.
Todos conocemos la inseguridad constante a la que estamos expuestos en el transporte ferroviario.
Será una revolución cuando llegue el día de poder viajar seguros.
Cumplir con las funciones que impone la función pública no es una revolución, invertir en transporte no es una revolución. Mejorar las líneas de tren devastadas por la corrupción sindical, empresarial y estatal no es una revolución.
Eso es una obligación de quienes decidieron formar parte de un gobierno y es un derecho que deberíamos tener todos. Y que reclamaremos hasta que sea una realidad.
Desde el poder ejecutivo se vanaglorian de lo hecho en un año, olvidándose de que antes tuvieron nueve años para hacerlo. No hablen más de la herencia recibida. Sabemos que fue desastrosa, pero nada cambió hasta que llegó la tragedia.
¿Falto plata? No. Plata hubo.
¿Faltaron avisos? No. Los avisos abundaron.
¿Falto tiempo? No. El tiempo sobró.
Les faltó querer cumplir con las promesas que quedaron solo en anuncios allá por 2006 y cuidar a los usuarios en vez de darle lugar a los corruptos y asesinos que se llenaron los bolsillos a costa de sangre.
Tuvieron todas las oportunidades y todas las posibilidades no quisieron hacerlo y su incumplimiento nos arrastró a ese miércoles fatalmente inolvidable.
Por estos meses se cambiaron vías, se refaccionaron estaciones, y hasta se pusieron televisores de plasma que marcan horarios de trenes que jamás se cumplen. No entendemos las prioridades de las obras. Primero las estaciones antes que las señales, primero los monitores de video antes que los cruces de barreras. Ni hablar del soterramiento y de una tunelera mostrada con bombos y platillos que jamás entró en funcionamiento. Otra mentira más.
Mientras se montan campañas publicitarias gastando cientos de miles de pesos en spots y folletería, los usuarios siguen viajando igual de mal y la imagen que se pretende mostrar en televisión es muy diferente a la realidad. Basta acercarse a cualquier estación para comprobar que eso es así. Los desperfectos son cosa de todos los días y no solo en el Sarmiento. Los usuarios de cada uno de los ramales ferroviarios viven en estado de alerta. Retiro, Constitución, incluso Once no están tan lejos de repetir otro desastre de una magnitud similar a la de febrero.
Se refaccionan las cosas menos importantes, pero más visibles, como si nadie se diera cuenta de la maniobra. Pintan vagones de celeste, sobre una chapa corroída por el oxido, y encima en la empresa Emfer, que sigue perteneciendo a los Cirigliano. Pedimos la estatización de esa empresa, para salvaguardar los puestos de trabajo, y para que este Gobierno deje de negociar con los responsables directos del 22 de febrero. ¿Cuando van a dejar de ser socios de los Cirigliano, que, en este caso, es lo mismo que decir cómplices?
Entonces, hagan lo que hagan, anuncien lo que anuncien, inviertan lo que inviertan, nunca van a poder borrar los nueve años de abandono. Pero por sobre todo no podrán olvidarse ni hacer olvidar a los 52 muertos, que son, como tantos otros, victimas de este gobierno que debió haber trabajado para evitarnos este dolor y no quiso hacerlo.
Todo lo que estén haciendo, y lo que hagan será una consecuencia lógica del desastre . Las obras anunciadas se están ejecutando sin ningún tipo de control ni de gastos ni de plazos. Exigimos que, de acuerdo al compromiso ya asumido por la Comisión de peticiones especiales, en cuanto se reinicie la actividad parlamentaria el Congreso le dé tratamiento urgente al proyecto de creación de una Comisión Bicameral para el control de las obras. Falta mucho por hacer, ya que los cambios profundos siguen sin aparecer, por eso es necesaria una supervisión profunda realizada por diputados de distintas fuerzas políticas, en nombre de todos nosotros.
Y pedimos al Estado, no solo al Poder Ejecutivo, sino también al Legislativo que haga realidad lo solicitado por las Sala 2 de la Cámara Federal cuando señala que “compete al Estado brindar apoyo y contención a las víctimas previendo y disponiendo todos los medios adecuados para darles integral asistencia”. Integral significa en todos los aspectos y para todos, sin ninguna clase de discriminación, que cubran todos los aspectos de los daños causados.
Un día es mucho pero un año es demasiado para el grado de abandono que, no solo las familias de los fallecidos sino los 800 heridos, hemos vivido. El daño es inmedible, tan difícil de dimensionar como la vergüenza que da que tengamos que pedir ayuda en lugar de recibirla.
El 22 de febrero debiera ser instituído como un día de duelo nacional, un día para recordar a tantas muertes absurdas.Y no nos referimos solo a nuestros muertos. Nos rodean muchas familias que, como nosotros, han sido víctimas de la corrupción enquistada en el poder como Cromañón, Kheyvis o Beara. Pero también las víctimas de la violencia policial, institucional, de género, de tránsito, tanta muerte evitable, que dejó lugares vacíos para siempre. Mariano Ferreyra (víctima de la misma trilogía siniestra de empresarios, sindicalistas y funcionarios que nosotros)Marita Verón, los pibes de Ecos, tantos otros hermanos en el dolor. A todos ellos nuestro abrazo solidario, y el agradecimiento por acompañarnos siempre.
A esta tragedia se sumo una víctima más, aún cuando no se hayan esclarecido los motivos del crimen. El asesinato de Leonardo Andrada nos conmueve, y por ello es que reclamamos fuertemente que se esclarezcan los motivos y circunstancias del asesinato, que se encuentre y juzgue a los responsables, y que la familia de este trabajador encuentre en ello algo de paz. Desde aquí toda nuestra solidaridad con su familia.
Los asesinos de escritorio hicieron que perdiéramos físicamente a 52 seres irrepetibles. Por su accionar negligente, y delictivo ya no podemos abrazarlos, ni mirarlos a los ojos y no podremos nunca dejar de extrañar sus voces. Sin embargo, nuestros seres amados acá están, porque los corruptos no pueden matarlos, porque están en nosotros, y en cada uno de ustedes, porque están cada vez que los pensamos y los lloramos, pero también cada vez que gritamos justicia, porque sus sonrisas nunca podrán ser opacadas por las miradas oscuras de los culpables, porque no hay silencio que pueda tapar sus risas. Acá están los 52, junto a nosotros, no hay nada que pueda llevarlos al olvido, y es en su recuerdo adonde encontramos todos los dias los motivos para seguir. Para seguir levantándonos, para seguir caminando, para seguir exigiendo justicia, pero sobre todo para seguir manteniendo viva la memoria, para que nadie olvide ni la cara ni las culpas de los responsables políticos, empresariales y sindicales de esta masacre.
En memoria de los mártires del 22 de febrero, aquellos que sintieron como se les iba la vida esa mañana sin entender porque, nos hemos encontrado esta noche. Pero también por nosotros, y por los que vendrán, por los que creemos que es posible un país justo, libre de delincuentes con cargos públicos, libres de empresarios enfermos de codicia, libres de sindicalistas entregadores de trabajadores. Levantemos una vez mas nuestros carteles.
Libres, justos, unidos. Como hoy, por la Argentina que queremos todos.
Justicia por las víctimas de la tragedia de Once.