miércoles, 26 de junio de 2019

LOS DOS / A20 años de Maxi y Darío




A 20 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.




Resultado de imagen para MASACRE DE AVELLANEDA






A Maxi y Dario .-



Veintiuno y veintidós, veintiuno y veintidós, son sus jóvenes, únicos, extraordinarios años... 

Los dos nos dejaron todo. 

Los dos lucharon con veintiuno y veintidós por sueños que no caben en la imaginación de un mundo mediocre. Imposible encajar tanto amor multiplicado en ideales tan terrenales como ciertos. 

Los dos se entregaron con veintiuno y veintidós, inconfundibles, de lleno, por los trabajadores, los desocupados, los excluidos de todo derecho, los olvidados de toda justicia, por todos aquellos que no cuentan para este sistema. 

Los dos dieron sus vidas hermosas en plenitud revolucionaria, para que otros vean que lo que se asume con el alma y la conciencia, se pone con el cuerpo. 

Los dos lo pusieron, pusieron el cuerpo a la iniquidad de una vida sin oportunidades y repleta de negaciones de todo tipo. 

Los dos militaron condicionando la realidad opresiva, de baldío, de abandono para el hambre y la miseria; construyendo los dos (aun distantes, lejos de imaginar su trágico final), cimentando los dos un proyecto ejemplar, desde sus barriadas, desde las carencias más increíbles, transformándolas en casas, bibliotecas, comedores, escuelas; organizando y edificando el poder de la gente común desde abajo, desde un abajo profundo que solo se conoce cuando se lo vive trabajando con los que sufren, los desposeídos, los que han sido desechados. 

Los dos demostraron, precisamente, que ese poder, el de la lucha, el de la solidaridad social, el de las utopías, no solo es posible, sino que porque es posible es imprescindible. 

Los dos, entonces, crearon conciencia de clase entre los suyos y en la práctica; su militancia fue ya una revolución germinal. Contra todo eso dispararon aquel día en Avellaneda, porque era todo eso lo que buscaban silenciar, no fue solo la brutalidad policial, no fue solo una prueba de sadismo de la bonaerense, fue un plan concebido y ordenado por el otro poder, desde los gabinetes de la rosada, desde los despachos de Solá, desde los intereses más espurios de la Unión Industrial, en definitiva, una masacre más en el inventario de los mismos facinerosos de aquel diciembre de 2001. Intentaron fusilar  todo eso, dispusieron fusilar su belleza, su impulso, desearon fusilar su dignidad. Es lo que  creyeron... Y asimismo, creyeron que aniquilaban la Esperanza. 

Ese mismo Estado de poderEstado de clase, neo-liberalismo depurado, ahora travestido en mesiánicos guardianes "demócratas", "Señores" del pasado reciente, regurgitado en constitucionales plataformas electoralistas, esa misma ralea, estaba convencida en masacrar para ejemplificar con el terror. Sin más, sin dudas, en las antípodas de cualquier titubeo, sin importar nada, resguardados y cobijados en su nido impune, maquinaron el envilecido designio de aquella jornada. La faena estaba en proceso de ser sangre derramada: Asesinos de la Vida, Carniceros, Mercenarios y Verdugos!! 

Pero ellos, los dos, viven más allá de sus balas homicidas. Ellos, los dos, viven más allá de su crimen atroz. Ellos, los dos, viven, y ustedes, ustedes, esbirros del odio, no son más que muertos caminando. Ustedes, algún día verán, como ellos, los dos, vuelven, haciéndose justicia por justicia por más justicia, hasta el fin de ésta impunidad y las que les son consecuentes...

Los dos con veintiuno y veintidós, hoy nos hablan, nos abrazan en cada esquina, en cada calle... Gritan feroces allí, donde el corazón manda en cada compañero. Los dos, ya saben, (porque ellos, los dos, Maxi y Dario, ya saben), que su sangre corre, no se ha detenido, no la han frenado, antagónicamente, su generosa sangre, va por los caudalosos ríos, aquellos que se pierden en la mirada, que "suenan porque agua traen", que brotan y pasan porque son indispensables al cauce de esa hidrografía portentosa de los pueblos en rebelión.

Los dos, ya no son dos. Los dos, son tres, son cuatro, son cinco, son diez, son cien, son mil, son más, muchos más... Como hablan las pintadas y las banderas en las calles: "Maxi y Dario no están solos" !!  Esa, esa es insoslayable, análogamente, su singular, su subjetiva, su más preciada y sublime "venganza"...




aportes en la crisis.-
Todos los derechos reservados.-





¿QUIÉNES FUERON MAXI Y DARIO? Por Norita Cortiñas


A 17 años de la masacre de Avellaneda






¿Quiénes fueron Maxi y Darío?


* Por Norita Cortiñas


Hoy, en esta fecha tan significativa para todos los luchadores de la vida, se hace difícil no pensarlos, no recordarlos, no extrañarlos. Se hace imposible. Militantes populares, ambos, fueron mucho más que “dos víctimas de la crisis”. Fueron nuestros hijos, fueron nuestras hijas, fueron 30 mil compañeros detenidos desaparecidos, fueron gargantas poderosas. Algunos, distraídos, podrán pensar que ya no están acá, pero nosotros sabemos que sí, que nos acompañan ahora y siempre, porque ellos han sido tan importantes como lo siguen siendo, para que todos podamos alcanzar por fin una vida verdaderamente digna. Son ellos, los jóvenes que luchan día a día, quienes dan el presente cuando el Estado está ausente. Y somos nosotros, quienes debemos valorarlos, recordarlos y honrarlos, a toda hora. Porque no sólo le dieron un ejemplo a las nuevas generaciones: le dieron su vida a la militancia, defendiendo la Patria para incubar justicia social, esa misma justicia social que exigía mi hijo Gustavo junto a tantos compañeros. Y entonces no, no me pidan que les responda quiénes fueron Maxi y Darío, porque Maxi y Darío no fueron: Maxi y Darío son… 

Maxi y Darío somos todos nosotros.






http://www.lapoderosa.org.ar





LOS SUEÑOS DE DARÍO Y MAXI, FRENTE A LA HISTÓRICA REPRESIÓN ESTATAL Por Giuliana Sordo










Derechos Humanos




Los sueños de Darío y Maxi, frente a la histórica represión estatal




Hace 17 años, el Estado mataba brutalmente a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Ambos jóvenes fueron asesinados por la Policía Bonaerense en un contexto de estallido social y bajo órdenes de un gobierno que mantenía políticas económicas que condenaban a los sectores populares a la pobreza, el hambre y la miseria. Frente a los sueños de rebelión social de Dario y Maxi, la respuesta estatal fue y será la represión. (Foto: Colectiva Fotografía a Pedal/El Furgón)
A pocos meses del estallido de la crisis del 2001, el miércoles 26 de junio de 2002, organizaciones de desocupados y piqueteras decidieron cortar el puente Pueyrredón, como parte de un plan de lucha contra el gobierno incipiente de Eduardo Duhalde. Un gobierno que mantenía las mismas políticas económicas neoliberales que acrecentaban la desigualdad social y seguían condenando a miles de personas a la exclusión de un sistema hecho para pocos.
Allí se acercaron Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Ese día, con 25 y 22 años respectivamente, fueron asesinados por las fuerzas represivas en un operativo que desde los funcionarios estatales preveía muertos, detenidos y heridos. Frente al estallido social, la única solución para controlar los reclamos populares era la sangre de los militantes. Una condena, sin juicio, para contener a los excluidos que se estaban rebelando.
Darío y Maxi eran militantes en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) en diferentes localidades. No llegaron a conocerse antes. Ese día, en el medio de la salvaje represión, Darío entró a la estación de Avellaneda para auxiliar a Maxi, que ya agonizaba por los disparos de plomo que había recibido pocos minutos atrás. No pudo hacer mucho, los efectivos de la Policía Bonaerense lo obligaron a irse y ahí, de espaldas, recibió los disparos asesinos. Los mataron.
Kosteki y Santillán creían en el cambio social desde abajo, en los barrios y de los sectores populares. Sufrían las políticas económicas en carne propia y se resistían a un modelo económico y social que desde hace rato los excluía. La desigualdad se acrecentaba al ritmo en que la pobreza y el hambre se hacían sentir de forma muy dura en los barrios más vulnerables del conurbano bonaerense.

La represión en Avellaneda fue un intento de imponer un freno a la movilización social que aumentaba desde la década del ’90 con los movimientos de desocupados y piqueteros que conformaban una resistencia al neoliberalismo que golpeaba cada vez más fuerte. Sin embargo, la sangre de Darío y Maxi -como señala la canción popular- no fue derramada, sino que sus sueños de cambio social fueron recuperados, una y otra vez, para la rebeldía de los movimientos sociales hartos de un sistema que oprimía y sigue oprimiendo.
En la actualidad, la lucha contra la desigualdad, los despidos, el endeudamiento y las políticas represivas que intentan contener el reclamo social son banderas que se mantienen, frente a un sistema que nunca dejó de excluir. Esta experiencia de lucha popular, y el reclamo que motivaba la militancia de Darío y Maxi, es un ejemplo de la cruda represión a la que muchos movimientos sociales están expuestos cuando lo que intentan es modificar un sistema de raíz.
En un contexto en que la represión se consolida como política de un Estado mediante la acción de las fuerzas y el aval discursivo de los funcionarios actuales, en un proceso creciente de criminalización de la protesta social y con un gobierno que cumple el récord represivo en democracia, es necesario reponer la Masacre de Avellaneda para entender que la respuesta estatal ante la liberación social es, y va a ser, la represión. A pesar de eso, los sueños de Darío y Maxi seguirán intactos.





https://www.laprimerapiedra.com.ar