A ellos
Cuando pienso treinta
y ocho años, siento que el tiempo se hace uno con ellos, él ha sido solo un túnel
entre el pasado reciente que se va transmutando en una sola presencia que no
puede regresar, ni tocarme, ni besarme más porque lo detuvieron, lo
secuestraron, lo desaparecieron. Como a ellos...
Tantas
imágenes atraviesan la muralla de la conciencia que es necesario,
imprescindible, aprehenderlas con los ojos del corazón y del alma para que no
fuguen, porque el macabro fantasma del olvido tiene esa misión: dejar pasar,
naturalizar, encajonar y tapar lo relevante de lo insignificante. Y cada vez
que alguna raíz quiere hundirse en la memoria, su martillo se encarga de
golpear la verdad hasta desangrarla si puede, el
olvido hace esto, de este
ancestral oficio sobrevive. Cuando lo ha logrado, cuando ya no hay indicios de
lo que pasó y por qué pasó, cómo fue y cómo nos sucedió, cuando el olvido se
apodera del presente, "vive" como un príncipe en su corte
ordenando con potestad no ver más, sus anteojeras aprietan como la mordaza que
se cierne sobre uno, nos inverna pacientemente como los gélidos
témpanos que sobrevienen con él... Nos hacemos inmigrantes de nosotros mismos,
sin saber, ni siquiera imaginar quiénes somos en realidad.
Yo
quiero ser uno con ellos, los que se los llevaron
vivos y hoy no están. Conmigo el olvido no pudo, no dejé que se asomara, varias
veces me tentó; es más fácil cubrir el horror, el espanto, la tragedia que
asumirla. No lo dejé pasar esa frontera que marca la dignidad de lo llano, de
lo mediocre, de lo baladí. Lo sigo tiroteando... A fuerza de
escopetazos lo mantengo a raya, a veces se levanta conmigo y me acaricia,
me seduce... La mejor manera de espantarlo es ser, a pesar de todo, feliz,
feliz de ser fiel a uno mismo.
No
puedo dejarme arrasar por la tortura del dolor, no puedo, no debo!! Entonces,
es cuando opera esa transformación, única, original: trastocar aquél en vida que
reivindica la vida revolucionariamente.
Es
verdad: ellos nos hacen falta!! Los extrañamos, los necesitamos!! Pero, también
sé que solo la lucha nos vuelve más compañeros, más hermanos, más íntimos, más
presentes en ellos mismos, en aquella zona de lo humano que precisamente por humana,
late. Y eso, eso es casi todo lo que una ausencia tremenda puede hacer para convertir las mañanas y las tardes en mateadas conversadas, plenas de sus risas y sus miradas. Las noches, las noches ya no tanto...
Raúl Olivares.-
Todos los derechos reservados.-
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