TÍPICO DE MACHIRULO
Ilustración Sarah Jones
“Machirulo” es una palabra nueva introducida por la marea feminista. Señala al micromachista que celebra que las mujeres luchen pero cree que se les va la mano, le irrita el lenguaje inclusivo y le hincha el pañuelo verde de las pibas pero sabe que no puede decir nada. Además, el contexto en el que se hizo viral evidencia una descalificación histórica que emparenta la locura con la portación de útero.
Un montón de machirulos se están preguntando qué es machirulo. Como dijo @aleli: “Machirulo sos vos, Jorge, que te encanta que tu pibe sea mujeriego pero con la nena no y que tu señora es una santa pero viste cómo son las minas y esas locas que muestran las tetas a dónde vamos a llegar. Vos sos un machirulo.”
El lenguaje es así, está vivo y se renueva. La marea feminista incorporó palabras nuevas y se revelaron fórmulas y giros que tenían la marca del machismo.
¿Qué es un machirulo y cómo reconocerlo?
En lenguaje feminista, un idioma que pronto hablaremos todxs, machirulo es el que te dice que a todas las minas les gusta que les miren el culo. Machirulo es el que le festeja las trampas al amigo pero es cuida con la mujer y la hija. Machirulo es el que dice que ni machistas ni feministas, que somos todos iguales y la que quiere un lugar que se lo gane. Que además, ahora que la mujer llegó a presidente qué más quieren de igualdad, y que hay cosas como la casa y los hijos sobre los que la mujer sabe más. El machirulo te adula y te dice: “La mujer es lo más grande que hay”, y ahí deja bien claro lo machirulo que es. Al machirulo le parece bien que las mujeres luchen para que no las maten, pero cree que a las feministas se les está yendo un poco la mano, ya no se les puede decir nada, che. Los varones también sufren violencia. Y además existen muchas denuncias falsas de mujeres despechadas que quieren cagar a sus ex o sacarles los hijos o plata. Al machirulo ya le hincha el pañuelo verde de las pibas, pero no dice nada, porque más le molesta que hablen con la e en lenguaje de género y eso sí que no se lo banca: ¿Le mer estebe serene? ¿Podés hablar bien?
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“Un machirulo es quién abusa de sus privilegios que tiene por ser hombre para ningunear e incluso dar cátedra de cómo tenemos que ser las mujeres”, dice Tatiana de las agrupaciones Mujeres empoderadas y Oktubre del Colegio Nacional de Buenos Aires.
Las feministas queremos cambiarlo todo. También el lenguaje donde se estructuran las relaciones sociales, un arma poderosa.
A las brujas las quemaban por brujas y por locas. Porque se movían en el margen de la incorrección. Por eso se criminalizó el autocontrol sobre su capacidad reproductiva y su sexualidad. Las parteras fueron las primeras sospechosas del delito de brujería. Hasta hace no mucho, para el Poder Judicial las mujeres puérperas eran consideradas igual que las personas psicóticas. Se tomaba como un atenuante el carrusel hormonal que conlleva un parto. Una igualación que al menos debería llamarnos la atención. Te está por venir, estás menopáusica, te hace falta un pijazo, estás con el subibaja emocional del embarazo: argumentos que convirtieron las diferencias en desigualdades sociales sedimentando la trama de una cultura patriarcal. Esa trama, en una constante a lo largo de la historia, desacreditó la palabra de las mujeres por hormonales o emocionales. Por locas. Esa operatoria emparenta la locura con el útero, con el aspecto más específicamente biológico de las mujeres. Esta perspectiva, además de ser oscuramente biologicista, pierde de vista que mujer se hace, no se nace, como nos enseñó la genial Simone de Beauvoir.
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Ayer, Macri les pidió a lxs senadorxs: “demuestren que existe un peronismo confiable, que no se deja conducir por las locuras que impulsa Cristina Kirchner. Confío en que van a actuar de manera racional”. Racional. La racionalidad masculina, heterosexual, patriarcal y, podríamos agregar, capitalista y occidental. Es importante también pensar lo que dijo @Hal______: Que lo machirulo no tape lo contrabandista, lavador serial, ajustador compulsivo, hijo de la patria contratista y tantos otros etcéteras.
La respuesta de ella fue por Twitter. Y fue lapidaria:
Y las redes se volvieron una fiesta. Los memes no tardaron en llegar. CFK no solo corrió el eje de la discusión, sino que desnudó al Presidente en su misoginia más explícita con la contundencia de una única expresión.
Escuchar a Macri diciendo loca es escuchar el eco del macho del siglo XIX que mandaba al convento a la hija lesbiana, al macho de comienzos del siglo XX que dirimía las sucesiones de herencia declarando de insanía a la hermana, al macho de los años ´70 y ´80 que mandaba a la esposa a ponerse una boutique, señora de nadie. Un hombre que no puede dirimir los conflictos si no es descalificando a su adversario.
La descalificación por “locas” es tradición, desde Juana de Arco hasta las del altillo, cualquier rebelde que se saliera de la horma. A Cristina le dijeron parrillera, Miss Jesús, muere por los hombres; Miss predicado, siempre pegada a un sujeto; Milanesa de Kiosco, puro nervio; Sanguchito de miga: fiestera; Sobras de ayer: te hace la croqueta. A Eva le dijeron puta. A las Madres les dijeron locas. A Cristina le dijeron yegua. Nosotras, las feministas, nos reapropiamos de esos motes despectivos y nos reivindicamos así: putas, locas y yeguas. Una remera que diga.
A días del debate en la Cámara de Diputados por el aborto legal, seguro, y gratuito tildar de loca a una mujer no hace más que confirmar la distancia que existe entre el impulso de una ley urgente y necesaria para la ampliación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y lo machirulo que resultó “el feminista menos pensado”.
El feminismo es un kit de herramientas a mano de cualquiera. “El feminismo se amplió mucho más allá de los círculos militantes del movimiento de mujeres. Ha llegado a lugares impensados hace unos años. Hoy es un lenguaje que los medios de comunicación toman, replican, incluso hacen de eso un producto”, dice Carolina Spataro, Subsecretaría de políticas de género de la Facultad de Ciencias Sociales UBA.
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El término “machirulo” expone las transformaciones de un feminismo pujante y masivo que explotó en los últimos años de la mano de nuevas generaciones de mujeres que lograron meterse en los poros de la tragedia del lenguaje, al decir del politólogo Eduardo Rinesi. Significado y significante no tienen una relación necesaria, sino una relación histórica y social. Entre la idea de una estructura del lenguaje absolutamente inconmovible y la ausencia de esa estructura, en ese hiato, se mete la política entendida como la lucha por los sentidos que es, en definitiva, una lucha por el poder. Ahí es donde emerge lo nuevo, donde los sentidos cambian, mutan.
“Hay un trasvasamiento generacional de las hijas a una generación a la que el feminismo no había interpelado masivamente”, dice Spataro. “Muchas veces Cristina le agradeció a Florencia el descubrimiento de nuevos términos. Lo mismo dice Moria sobre Sofía Gala, o Jorge Rial, que sostiene que gracias a sus hijas es un machista en recuperación. Las nuevas generaciones modifican ciertas estructuras de pensamiento de sus padres y madres.” La revolución de las hijas es una realidad. Cristina reconoció que las discusiones con Florencia sobre el patriarcado le “rompieron la cabeza”.
El lenguaje mismo entendido como estructura social porosa es susceptible a la contingencia. Es precisamente a través de esos poros que se hace la historia, las luchas populares, la cultura, las transformaciones. El feminismo, como movimiento eminentemente transgresor, fue más allá de las desigualdades sociales y económicas más visibles para meterse de lleno a combatir esas bases en apariencia perennes.
Minitah, tetazo, pañuelazo, sororidad, machirulo. Lo que no se nombra no existe. Y nombrar, entonces, implica visibilizar. Si quien visibiliza tiene, además, la investidura de la primera presidenta mujer electa, la potencia y la resonancia es todavía mayor.
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