INCOMPETENCIA ESTRUCTURAL
Como generar un efecto Lava Jato sin verdadero Lava Jato
Por Ricardo Aronskind
El macrismo no ha perdido las capacidades que lo distinguen.
Sigue siendo el dueño del sentido común de una parte de la población que entiende que el único problema público relevante es la corrupción (kirchnerista). Y sigue siendo el que capitaliza el control cuasi monopólico de la comunicación social a través de los dos grandes diarios y sus respectivas redes de medios. Por esa vía, y en un contexto de deterioro económico y político significativo, lanzó la Operación Cuadernos que le está dando un respiro en la opinión pública, permitiéndole enviar nuevamente hacia el pasado la mirada del público.
Sin embargo las realidades materiales son crueles con el mundo de la posverdad, y demuestran los límites que tienen las prácticas manipulatorias. Las expectativas económicas siguen siendo malas, aun cuando pareció que se había logrado estabilizar el valor del dólar cerca de 28 pesos. Eso hasta el viernes pasado, donde llegó a los 30.
El Operativo Cuadernos: ida y vuelta a la economía
Según el manual neoliberal de manipulación de masas, a estas hay que mostrarles cosas bien concretas, conocidas, para que las puedan visualizar: bolsos, bóvedas, cuadernos. En los años ’80, Bernardo Neustadt le mostraba a Doña Rosa un teléfono que no andaba para explicarle por qué había que privatizar YPF.
Le tocó el turno a los cuadernos. Reality show que se las trae, porque se pone sobre el tapete directamente a altos empresarios y sus vínculos con la corrupción (kirchnerista, se entiende). El juego desatado por el oficialismo es riesgoso para sí mismo, dado que su líder forma parte del club de los contratistas del Estado. No es el propósito de estas líneas avanzar en el análisis de una causa que está en pleno desarrollo, pero sí llamar la atención sobre un hecho: tuvo que lanzarse un tema de enorme envergadura política y mediática, precisamente porque el cuadro actual es muy malo, y la dinámica de las semanas previas mostraba un baja acelerada de la imagen pública del gobierno, de Macri y de Vidal.
Se puede hablar de un éxito táctico del gobierno: cambiar el eje de la discusión pública, cuando el financiamiento de las campañas electorales de Cambiemos hacía peligrar la imagen de transparencia y de nueva política que se había querido fingir.
Pero se pueden observar dos nuevas amenazas sobre la gestión macrista: a) La denuncia de los contratistas del Estado puede ser inmanejable: los vínculos son muchos, todos saben cosas y es un equilibrio inestable. Por ahora se ha convertido en un cuento de hadas, donde laboriosos empresarios fueron extorsionados por perversos funcionarios (kirchneristas, claro). Pero no se sabe cómo sigue, porque se está jugando con combustible muy inflamable. Y b) no faltan malas noticias económicas globales y locales, como para que se genere un efecto Lava Jato sin verdadero Lava Jato. En Brasil, la operación mediático-judicial le está costando la salud de las grandes empresas del país, además de una paralización de inversiones concretas. En el caso argentino, si bien el macrismo quiere transformar el caso en un festival de acusaciones anti-k que ni rocen el fenómeno estructural de la obra pública, el hecho de afectar a las constructoras —que deberían ser el año que viene junto con el campo los dos motores que impulsen la salida de la recesión— puede ser un problema serio, no sólo microeconómico y sectorial, sino también político.
El neoliberalismo espantoso
Desde abril se han empezado a ver los efectos combinados de la política macrista de “a los amigos, todo”. La corrida cambiaria fue el efecto de la irresponsabilidad de manejo del Banco Central, que promovió maravillosos negocios para fondos externos y bancos locales. La inflación fue el resultado de la sanguinaria política energética de Shell-Aranguren, de la eliminación de retenciones y de la “libertad” de la que gozan todas las empresas dominantes en todos los mercados para fijar cualquier precio.
La novedad increíble a partir de julio es que los subsidios a la energía y el transporte, que deberían estar bajando dado el peso tremendo que están trasladando a los bolsillos de las mayorías, ¡han empezado a subir! Sí: el monto de subsidios que paga el Estado no sólo no baja, sino que sube.
Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal, desde mayo de este año se verifica “un constante crecimiento mensual en las erogaciones mensuales en los subsidios de energía y transporte”, que presentan fuertes incrementos en relación a meses similares del año pasado. ¿La explicación de semejante fracaso de la política oficial? Los aumentos internos en el precio de los combustibles y las devaluaciones sufridas, que no estaban en los cálculos, obligan al gobierno a destinar mayores recursos a cubrir la diferencia con los precios a los usuarios. Lo cierto es que según el IARAF, “de mantenerse la tendencia, los subsidios económicos podrían experimentar un crecimiento real a lo largo de 2018, lo que podría llegar a implicar una mayor participación de los mismos en el PIB”. Nada de esto es producto de la naturaleza, sino del irresponsable marco regulatorio macrista.
Lo que no baja tampoco es la bomba de las LEBACs. Es cierto que su monto en dólares es menor, pero sigue siendo explosivo. Vencen ahora, en agosto, el equivalente a 17.600 millones de dólares. Las reservas del BCRA ascienden aproximadamente a 57.000 millones de dólares, de las cuales 31.000 millones son depósitos de particulares en los bancos, con lo cual no son de libre disponibilidad. Le quedan netos para vender 26.000 millones para enfrentar un eventual vuelco hacia el dólar de quienes quieran salir de las LEBACs. No hace falta profetizar catástrofes para observar la endeblez de la situación creada por el gobierno, y la incapacidad para resolver problemas. La gestión de Caputo en el BCRA continúa generando nuevos nubarrones, al aumentar la oferta de títulos públicos (LETES) a ser pagados en dólares a lo largo del año que viene.
Claro, la mirada de los mesadineristas que están al frente del BCRA alcanza para hacer piruetas transitorias con los instrumentos que tienen a mano: aplacar al dólar por unas semanas, patear deuda para adelante, idear nuevos títulos públicos que exciten la imaginación de los especuladores. Pero no pueden pensar una estrategia global para el sector externo de la economía. Dante Sica, un funcionario incorporado recientemente, apuesta a un impulso a las exportaciones. Si este gobierno no fuera el producto del cortoplacismo empresarial, seguramente desde el primer momento de la actual gestión debió pensarse en múltiples formas de estimular y diversificar las exportaciones, pero eso está afuera del rentismo especulativo que caracteriza la mirada del neoliberalismo local. Además es una tarea de mediano plazo. En el corto, para equilibrar la balanza comercial, lo único que está a mano es reducir las importaciones. Ni hace falta decir que en un contexto de guerras comerciales múltiples, desatadas desde el corazón del sistema capitalista mundial, no es un momento especialmente propicio para encontrar mercados ávidos de comprar productos argentinos. Al menos no los mercados con los que obstinadamente sueña la elite argentina.
Volviendo al mundo mesadinerista, se complicó una operación para rescatar parte de los 528.000 millones de pesos en LEBACs que vencen el 15 de agosto. Un grupo de bancos extranjeros había propuesto una operación “Repo”, que consiste en un préstamo de 5.000 millones de dólares que estas entidades le darían al gobierno contra una garantía de títulos públicos BONAR que vencen a partir de 2022, que el gobierno se comprometería a recomprarles en un plazo determinado. Parece que el enrarecimiento de la situación financiera y política, en un contexto de caída importante de las acciones del Merval y de suba gradual pero continua del índice de riesgo país, llevó a los banqueros extranjeros a retirar la propuesta. Francamente un escenario muy delicado, que probablemente precipitó el adelantamiento de una misión del FMI al país para la semana próxima.
Vale la pena recordar que según lo que está proyectado en el Memorándum que dio origen al acuerdo aprobado por el FMI el 20 de junio pasado, la deuda externa argentina debería llegar a fin de 2019 a un máximo que equivaldría al 65% del PIB para luego comenzar a caer. Sin embargo, debido especialmente a la contracción del PIB en dólares, producto de las devaluaciones en curso, según el Observatorio de la Deuda de la UMET, el monto de la deuda pública podría alcanzar el 82% del PIB en el cuatro trimestre del corriente año.
El contexto actual del financiamiento del sector externo es muy grave tanto por razones externas como locales. Pero este estado de fragilidad fue provocado por este gobierno, que no está tomando medidas serias que apunten a consolidar un poco la situación.
Hay propuestas alternativas
A esta altura, son muchos –de diverso signo político— los que están trabajando en ideas alternativas al actual rumbo oficial. Descartemos a los fundamentalistas de derecha que con lo único que sueñan es con echar un millón de empleados públicos para cerrar las cuentas públicas. Si eso ocurriera harían colapsar al estado central y a las provincias. A la fuga de divisas se sumaría la fuga de los funcionarios que deberían refugiarse en el exterior del caos provocado por ellos en Argentina.
Desde diversos espacios, como el Plan Fénix o Felipe Solá, se han sugerido ideas para poner bajo control la situación. Dado que hoy lo que apremia no es un debate estratégico sobre modelos de desarrollo, sino sobre cómo evitar un nuevo default y un derrumbe económico que precipite grave sufrimiento y conflictividad social, las propuestas que surgen están orientadas básicamente a contener la crisis externa, socorrer a buena parte de la sociedad, y a reencauzar la producción.
Las ideas son sencillas, claras, concretas: controles de cambio, priorizar la utilización de los dólares según fines públicos, administrar coordinadamente su compra y venta, evitar al capital especulativo desestabilizador así como las maniobras extorsivas de los exportadores, y evitar importaciones innecesarias. En líneas más generales, aparece el rechazo a las políticas eternamente contractivas del FMI, y a nuevos acuerdos ruinosos de libre comercio, como por ejemplo el que impulsan Macri y Temer con la Unión Europea. Conscientes del desequilibrio social provocado por Cambiemos, se apunta a fortalecer el mercado interno, recuperar salarios, enfrentar el desempleo y restablecer el crecimiento a través de la expansión de la demanda.
Como diría Trump, ¡está despedido!
Nadie puede decir, en la Argentina actual, que faltan ideas.
Sin embargo, toda medida sensata, hasta la más pequeña, como poner un impuesto adicional al turismo en el exterior, no pasan por el filtro ideológico macrista. La inacción que está mostrando el gobierno en el plano económico externo contrasta con su creatividad publicitaria. Si la fertilidad imaginativa que muestran con temas como los cuadernos se trasladara al campo económico, seguramente se alejarían los riesgos crecientes a los que estamos sometidos.
El memo del FMI dice en un párrafo que muestra creatividad: “A rigorous and systematic analysis indicates that debt is sustainable but not with a high probability”, que traducido significa: “Un análisis sistemático y riguroso indica que la deuda (externa argentina) es sostenible pero no con una alta probabilidad”.
Lo notable es que esa “no alta probabilidad” es bajada aún más, todos los días, por la ineficacia de las políticas públicas. La obstinación ideológica —y de negocios— de mantener el liberalismo pro-fuguista lleva a que se necesite contraer más y más la economía real, los salarios y el consumo, la producción y el empleo, para que se reduzca la salida de divisas como efecto de una contracción dramática de la economía. O sea, para preservar los derechos actuales de una minoría social al acceso al dólar sin restricciones, están obligando a promover una caída mucho mayor de la actividad económica de la necesaria, profundamente dañina para las mayorías nacionales.
La incapacidad estructural del gobierno para manejar la situación deviene de los compromisos económicos de la cúpula gubernamental, de los nexos internacionales de este gobierno, y del ideologismo liberal que le surge cuando no son los negocios los que los orientan.
¿En una empresa cómo se llamaría a los gerentes que provocan una crisis y no saben cómo resolverla? Incompetentes. Y se les enviaría un telegrama de despido. En política, en cambio, los mecanismos institucionales establecen las formas de que dispone la ciudadanía para desprenderse de los elencos que sólo consiguen generar desesperanza, endeudamiento y miseria.
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