"NO EN MI NOMBRE"
TROY DAVIS, EJECUTADO POR EL ESTADO DE GEORGIA, EEUU, EL 21/09/11.-
"Esta lucha para poner fin a la pena de muerte no se gana o se pierde a través de mí, sino a través de nuestra fortaleza para seguir adelante y salvar a toda persona inocente en cautiverio en todo el mundo. Tenemos que desmantelar este sistema injusto, ciudad por ciudad, estado por estado y país por país."
Carta de Troy Davis.
23.08, esa fue su última e incalificable hora, llevado por el pasillo de la muerte Troy Davis carga en sí con el asimétrico y espantoso peso de la condena del Estado. La discriminación de un sistema que ha institucionalizado las ejcuciones como forma de castigo, es siempre hacia los grupos más debiles e indefensos, hacia los que no cuentan con los medios económicos para sustentar un juicio justo, con la defensa apropiada que confirme la indispensable "presuncion de inocencia" que en Georgia y otros Estados de América no existe.
Con que derecho el Estado asesina?
Con ninguno!! La especulación del modelo norteamericano es que aquel que
mato, se ha salido del derecho a la
vida que ampara y garantiza la norma
Internacional del que EEUU es parte y por lo tanto, la constitución ya no lo protege, todo lo contrario, puede y debe condenarlo . Este sofisma no hace más que confirmar que
la sistematización de la muerte por el Estado es un problema ideológico, político y
social que de esa manera implementa la más absoluta arbitrariedad sobre el
primero y más esencial de todos como es el de la
vida.
Troy fue sentenciado y ejecutado
por ser negro, por ser pobre, por ser inocente, por ser uno más en la
larguísima cadena de explotación racial, estratificada en muchos Estados de
ese país que justifica así la criminalización de los marginados étnica y
socialmente.
La abolición de la pena capital en
todo el mundo es una meta alcanzable solo por el compromiso y la lucha de los
objetores a este inicuo método que nos retrotrae a las condiciones más brutales
y salvajes de la especie humana. Nada hay mas bárbaro, cruel y despótico que
arrancarle la existencia a una persona y superlativamente, si quien se la quita
es un régimen legal, una superestructura como la estatal. La ejecución de
alguien por pena de muerte configura al ser, como propiedad de los gobiernos, que
arremeten contra la persona humana arrogándose la facultad de decidir sobre
ella. Hay un "otro" que aparece para definir cómo y de qué manera debemos vivir
o morir. Hasta que no nos saquemos este autentico lastre social de encima, no
habrá paz ni justicia para nadie, de ahí la real dimensión del problema de fondo
en el que estamos inmersos.
Troy debe haberlo vivido así
durante estos atormentados años que mortificaron su mente y su cuerpo, porque para
más aún, el castigo no solo se circunscribe a la muerte en si misma, está el
calvario de la espera, la angustia de las interpelaciones, la aflicción de todo
el proceso hasta el detalle macabro del rito que denominan "protocolo", para que la
ejecución sea "mas humanizada", patético y funesto eufemismo que remite al matadero.
Hoy lo recordamos activamente como él hubiese querido, pero las preguntas vienen: Hasta cuándo vamos a permitir que sigan? Esta vez se cargaron con otra vida
más... Pero, qué vamos a hacer para detenerlos? Tal vez la clave este en ese lema de Amnistía Internacional: "El mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo."
Raúl Olivares.-
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