domingo, 23 de junio de 2013

UTURUNCOS. EL ORÍGEN DE LA GUERRILLA PERONISTA de Ernesto Salas / 1


"Quienes no son del Noroeste precisan una explicación para comprender el profundo sentido simbólico de las palabras "uturunco" y "Puma". El puma es un tigre americano, poderoso y difícil de ver, pues habita en lo más profundo del monte. Durante el período de colonialismo hispano se conocía una leyenda, que contaba de un hombre, gallardo aborigen, que por las noches se transformaba en Puma. Lo hacía para combatir a los despiadados españoles, que sumían en la explotación y humillaciones sin límite al pueblo del puma. Esa leyenda, narrada en quichua, se llamaba Runa-Uturunco: "Hombre-Puma". Uturunco, pues, significa "puma". 
Quienes organizaban la guerrilla peronista convirtieron en un acróstico de batalla esa palabra: PUMA, empezó a significar entonces, para los iniciados en esta logia, "Por Una Mejor Argentina ". 
Los Uturuncos quedaron en el imaginario colectivo como un símbolo de la Resistencia Peronista, por entonces en sus primeros garabatos. Aún no se habían efectuado atentados de envergadura, aún no habían surgido los combativos grupos juveniles que comenzarían su actividad armada en Buenos Aires."




Uturuncos:  El orígen de la guerrilla peronista.

Ernesto Salas


Biblos, Buenos Aires, 2003, 138 pp. ISBN 950-786-386-9

El trabajo de Ernesto Salas se inscribe en la copiosa producción historiográfica sobre las décadas de 1960 y 1970 en la Argentina, que ha visto la luz en particular desde la segunda mitad de la década de los años 1990s. En esta producción, la década de 1970 recibe la mayor atención, lo que se explica si tenemos en cuenta que las dos organizaciones principales del período --Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)-- tienen su acto fundacional en 1970: el "Aramburazo" y el V Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en el que se fundó el ERP ocurrieron en mayo y en julio de ese año, respectivamente. Fue en esta última etapa en la que los procesos políticos y sociales que se abrieron en 1955 aparecen desplegados y adquieren dimensiones masivas.

En este sentido, la obra de Salas permite enlazar el proceso abierto a partir de la caída de Perón, la Resistencia Peronista, con los diferentes ensayos que sin solución de continuidad fueron conformando un espacio en el que se sucedieron diferentes experiencias hasta que a fines de los 1960s. --ante el proceso de radicalización masiva del que el Cordobazo y otros movimientos semi-insurreccionales dan cuenta--, se convirtieron en fuertes estructuras político-militares, con una importante llegada a sectores de masas y capaces de jugar un rol decisivo en la política nacional.

A la luz de esta investigación, el lugar que los Uturuncos ocupan en los trabajos más importantes sobre este período y específicamente sobre el movimiento peronista --v.g. el trabajo de D. James y el de R. Gillespie-- debe ser cuestionado. No nos parece que el problema de la interpretación de estos trabajos sea el atribuirle a esta organización un escaso impacto durante su corta existencia, sino el no haber entendido, desde la perspectiva que el tiempo otorga, en qué medida el desarrollo de la historia que llevó desde 1955 hasta 1976 tuvo en esta organización un escalón en el que pueden encontrarse tensiones que recorren todo el período. Intentaremos desarrollar este aspecto.

La labor historiográfica de Salas, quien en 1990 había publicado un trabajo sobre la toma del frigorífico "Lisandro de la Torre", le permite ubicar la experiencia de Uturuncos en el marco de ese proceso, con lo que esta organización se manifiesta como lo que el autor señala desde el título de su libro: el origen de la guerrilla peronista.

Las características de esta organización, lo breve de su existencia, y el escenario represivo en el que actuó, resultan en la inexistencia de fuentes escritas originales: el autor manifiesta no haber encontrado ni documentos escritos, ni panfletos, ni proclamas que permitan conocer las ideas políticas del grupo. El trabajo de Salas tiene entonces el mérito de haber reconstruido vívidamente la existencia de esta organización a partir de artículos periodísticos --algunos de ellos con relatos de los actores--, de entrevistas -unas realizadas por el autor y otras por uno de los protagonistas de los hechos que poco después de la apertura democrática de 1983 viajó a Tucumán a entrevistar a sus ex compañeros--, y de cartas escritas por participantes en la experiencia, en general muy recientes. El conocimiento del período en el que surge esta organización, de los mecanismos objetivos y subjetivos por medio de los cuales la Resistencia Peronista encontró canales de expresión y de actividad política y sindical en el marco de la proscripción al peronismo, permiten al autor trazar las líneas fundamentales de la historia de esta organización, aún frente a lo exiguo de lo que de su experiencia logró pervivir. En este contexto, es destacable el rescate de los nombres y orígenes de los participantes, de sus trayectorias hacia la organización, de sus movimientos iniciales y, ya en el monte, de sus relaciones con los sectores que los apoyaron, de sus operaciones, y también de su final.

Producto de esta articulación, es posible entender y ubicar los orígenes de quienes compusieron los Uturuncos. Salas muestra convincentemente a esta organización como un producto del Comando 17 de Octubre. Este, operando en Tucumán y Santiago del Estero, estaba vinculado al Comando Nacional Peronista estrechamente ligado a John W. Cooke, y fue en este sentido uno de los exponentes de las formas de organización determinantes de la Resistencia. También, y a través de ese Comando, la organización de los obreros de la industria azucarera --la FOTIA--, de gran peso en esos años, estaba ligada a los orígenes de Uturuncos. Queremos señalar con esto que la ubicación que Salas da a esta pequeña organización, su emergencia tanto como producto de la Resistencia como el inicio de una táctica que de diferentes formas determinará la realidad política nacional por más de quince años, está, a nuestro entender, sólidamente fundada en la investigación.
Enero de 1959: Fuerzas conjuntas del Ejército, la Policía y la Gendarmería desalojan violentamente el frigorífico de la Capital, que había sido ocupado por sus trabajadores para evitar su privatización. Se declara la huelga general por tiempos indeterminado, los vecinos y obreros de Mataderos combaten contra las fuerzas represivas.
Fue también la reacción a la aplicación del primer plan económico recomendado por el Fondo Monetario Internacional.
Como respuesta, el gobierno de Arturo Frondizi ordenó la movilización militar de los obreros y amenazó con la aplicación del Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado). Contra ello, y en apoyo del conflicto, los comandantes de la Resistencia Peronista hacen estallar cientos de bombas en Buenos Aires.
La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, pese a ser un acontecimiento mítico de la resistencia peronista, no ha tenida hasta el presente demasiada atención para los historiadores. Con rigor científico y espíritu crítico, este libro analiza aquellos acontecimientos en el marco de las luchas sociales y políticas libradas por el peronismo como respuesta a la proscripción y represión de las mayorías populares.
Sin embargo, el lugar en el que la organización queda ubicada históricamente producto del estudio de Salas, no alcanza para soslayar lo relativo de su importancia y trascendencia concreta. Es decir, cuando el autor discute con la afirmación del relevante estudio de Daniel. James sobre la Resistencia Peronista, según el cual este grupo sólo tuvo escaso impacto en la mayoría de los militantes de la Resistencia Peronista, no nos parece que aporte suficientes datos para refutarlo. La importancia histórica de los Uturuncos pareciera más dada por ser una instancia que permite reconstruir un proceso en varios sentidos unitario, que por su importancia concreta en su época: su corta existencia se ilumina sólo a través de la cadena de acontecimientos de la cual es un eslabón.

En el último capítulo de su libro, Salas desarrolla las conclusiones de su estudio. Allí señala tres factores que explicarían por qué el primer foco de guerrilla rural argentina fue rápidamente desbaratado. Estos son la delación a la policía por parte de los propios compañeros o los vecinos, el hecho de que por su militancia previa los dirigentes hayan sido conocidos por los servicios de seguridad lo que habría hecho fácil descubrir la trama, y, por último, las divergencias entre los comandantes y la disputa por los liderazgos. Creemos que en estas conclusiones se manifiesta un problema más general de la investigación, el que remite a la relación entre historia y política. El análisis de esta organización es el análisis de un aspecto particular de la historia reciente argentina, una historia que en muchos sentidos está siendo escrita y que debe ser analizada, especialmente en tanto se reivindique la validez de algunos de los objetivos más generales de las generaciones de luchadores y luchadoras que en esos 30 años bregaron por una cultura alternativa y enfrentaron a los sectores hegemónicos. Todo movimiento social que se proponga enfrentar la dominación debe necesariamente abrevar en las experiencias pretéritas. Estas pueden solamente actuar de insumos para nuevas generaciones en la medida en que sean cruzadas por el arma de la crítica.

En este sentido, el trabajo de Salas nos ofrece un relato de los acontecimientos pero carece de una mirada reflexiva que permita elevarse por sobre las vicisitudes de la vida de esta organización para que su experiencia pueda ser más que un tramo de la historia argentina reciente. En la medida en que en su breve historia los Uturuncos ponen de manifiesto algunas de las tensiones que recorren todo el período, esta falencia resulta más acuciante.

En este sentido, los elementos señalados por Salas como causantes de la derrota de los Uturuncos dejan de lado los profundos problemas políticos que, sin embargo, su investigación permite vislumbrar. La delación por parte de compañeros o vecinos refleja un problema político que implica analizar las relaciones al interior del grupo y con los sectores periféricos. Del mismo modo, los servicios de seguridad no conocían más a estos dirigentes que lo que conocerían a centenares de cuadros unos años después, no pudiendo sin embargo por ese solo motivo detenerlos. Evidentemente ha de buscarse otra explicación. Tampoco las divergencias entre comandantes o la disputa por liderazgos es una característica exclusiva de esta organización. No parece que pueda atribuirse a estas causas el rápido desenlace de la historia de este grupo. El análisis debería centrarse en las caracterizaciones políticas de este grupo, sus estrategias y sus tácticas, su inserción social, sus vínculos con otras organizaciones de masas, todos aspectos que, más allá de las dificultades específicas ante la falta de documentación, hubieran permitido una perspectiva más rica.

Por otro lado, es en el análisis de estos aspectos que, si Uturuncos debe ser leído en el marco de todo el período del cual es una instancia, podrían vincularse conclusiones emanadas de su estudio con algunos problemas que se repetirán en los 1970s. Aspectos de los que Salas da cuenta como problemas ligados a la relación entre dirigentes y base de la organización, las relaciones, sobre todo desencuentros, entre el grupo y organizaciones sindicales --especialmente la FOTIA--, o la preeminencia de la acción como andamiaje organizativo, más que la comprensión común de la situación y las tareas planteadas, son efectivas, ente problemas que se presentaron, en otra dimensión, en las organizaciones que hegemonizaron las luchas populares desde fines de los 1960s.

El trabajo de Salas es, en síntesis, un muy valioso aporte a la comprensión de los procesos por los cuales se fue configurando la explosiva situación que estalló especialmente desde fines de los años 1960s. Una mirada desde una posición más crítica, un énfasis en los problemas que se insinúan en la investigación pero que cobrarán absoluta trascendencia años después, hubiera permitido que su esfuerzo historiográfico se insertara en la búsqueda de respuestas para renovados espíritus emancipadores de nuevas generaciones de luchadores.

Eduardo Weisz



[Imágen: Símbolo de Uturuncos, una "U" sobre una estrella de 8 puntas, llamada estrella federal]


Uturuncos. Los orígenes de la guerrilla peronista (1959-1960)


Por Ernesto Salas


En la primavera de 1959 un grupo de hombres de los comandos de la resistencia peronista de la zona noroeste del país decidieron encarar la primera experiencia de guerrilla rural de la Argentina contemporánea. Durante ese año y el siguiente, varios grupos de militantes intentaron instalarse y mantenerse en la zona boscosa de Tucumán, en el departamento de Chicligasta, al sur de la provincia . El nombre que eligieron para la guerrilla fue Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, aunque han sido conocidos con el que popularmente han pasado a la historia: Uturuncos.

Surgida en un punto alejado de las grandes ciudades que dirigían la vida política del país, la guerrilla de los Uturuncos solo pasó a formar parte de los antecedentes lejanos de las formaciones armadas que se extendieron por todo el país a principios de los setenta. Se sabe de ella, como de algunas otras similares, poco y nada. Los estudiosos del fenómeno insurgente no repararon en ella ni intentaron determinar si existía una relación con la nueva guerrilla, o el grado en que ésta conocía los intentos anteriores.

Grupo de Uturuncos detenidos por Gendarmería


Fue justamente el impacto de las nuevas guerrillas lo que opacó el conocimiento del proceso de formación de ellas mismas . En efecto, a partir de 1959, los Uturuncos y otras protoguerrillas tanto urbanas como rurales iniciaron el camino y fueron consecuencia de un intenso debate de la militancia peronista y marxista acerca de la conveniencia u oportunidad de formar focos guerrilleros en el campo o la ciudad; las posiciones éticas acerca de la utilización de la violencia como camino de liberación fueron también una parte importante de dicho debate.

Aquí lo que trato de marcar es que muchos argentinos se sintieron lo suficientemente convencidos de que la opción por la violencia era un camino que les tocaba de cerca y que se creó un clima favorable a las guerrillas que se instaló durante la década del sesenta, sobre todo cuando se extendieron por América Latina con el apoyo y el ejemplo de la Revolución Cubana. Aunque cada grupo insurgente fue desarrollado en un contexto particular, la mayor parte de ellos atravesó un período de militancia política que les permitió a futuro sentar las bases del apoyo social al foco guerrillero. Estos grupos comenzaron a ser activos desde fines de los cincuenta, sin influencia directa de la Revolución cubana, y sus documentos reflejan con claridad el proceso de discusión que desembocará no solo en la instalación sino en la permanencia de fuertes organizaciones político-militares a comienzos de los setenta.

Sin embargo no siempre ha sido reflejado con claridad este proceso. Tan grande fue el impacto de la formación del Ejercito Revolucionario del Pueblo y de los Montoneros y tanta la insistencia de las sucesivas dictaduras en la identidad foránea de las causas del crecimiento de la insurgencia en Argentina, que el foco de atención quedó fijado en el surgimiento de estos dos grupos y no en los diez años de historia previa. Por otro lado, la necesidad de explicar el pasado reciente, previo al exterminio practicado por la última dictadura militar, ha traído tres interpretaciones centrales y bastante conocidas. En primer lugar, la de los propios dictadores: según ellos, fueron obligados por su rol social a combatir una guerra que era planetaria contra el comunismo y sus intentos expansionistas y que en Argentina se expresaba en las guerrillas y sus apoyos políticos. En segundo lugar, la posición hegemónica de la llamada teoría de los dos demonios, centralmente formulada por el escritor Ernesto Sábato: guerrilleros con ideas foráneas y militares en poder del Estado se enfrentaron frente a una sociedad absorta ante la violencia, que añoraba el retorno a la democracia y que no había participado en el enfrentamiento. Por último, los que incorporan todas las experiencias guerrilleras a las diversas formas de lucha social como respuesta a la situación represiva y excluyente de los gobiernos, tanto civiles tutelados por las Fuerzas Armadas, como a las dictaduras militares desde 1955. Esto ha traído como consecuencia algunas distorsiones en el conocimiento que generalmente acepta hoy la opinión pública sobre la guerrilla en Argentina.

Dejo de lado la primera interpretación, que tiene origen en el enfrentamiento de la Guerra Fría y el decidido alineamiento de las Fuerzas Armadas Argentinas con el objetivo represivo norteamericano de control interior mediante la Doctrina de Seguridad Nacional. Decididamente, la sociedad argentina no existe en este planteo o apoya uniformemente aquello que los militares ejecutan sin consultarla.

La de Sábato ha sido probablemente la versión con mayor éxito y difusión de las tres, pues fue funcional al proceso de reconstrucción democrática después de 1983 . El prestigio del propio escritor se reforzó cuando dirigió el equipo de investigación de la CONADEP (Comisión Nacional por la Desaparición de Personas), creada por el presidente Raúl Alfonsín y cuya investigación sirvió para la condena de las Juntas Militares en el llamado Juicio a las Juntas. Sin embargo, contiene un profundo vaciamiento de la verdad histórica. El punto central se encuentra en el origen de la violencia y la contraviolencia en Argentina. La imagen de Sábato de una sociedad civil que asiste impávida al desarrollo de la violencia es tan ajena a la realidad argentina de las décadas del 50 al 70 que no requiere comprobación; la creciente actividad represiva y el deterioro profundo de los derechos humanos durante las mismas, tampoco. La Resistencia Peronista, desde 1955 y 1960, la llamada época de los caños y las luchas sindicales, el ingreso masivo de la juventud a las luchas políticas y sociales de la etapa, las decenas de muertos en las movilizaciones callejeras o por tortura en las prisiones, los miles de detenidos por cuestiones políticas en todo el país, las puebladas insurreccionales de fines de los sesenta y las movilizaciones de principios de los setenta por el retorno de Perón, no abonan la idea de una sociedad ajena a los acontecimientos y absorta frente al enfrentamiento. En otras partes de su relato, Sábato explicita aún más los sujetos que fueron objeto del terror de la dictadura: jóvenes que ayudaban en las villas, curas comprometidos con la cuestión social, etc., pero ellos son sacados por el autor de todo contexto político al convertirlos en poco menos que voluntarios desinteresados y sin filiación política ni objetivo más vasto que la caridad y un básico humanismo . Esto tampoco es cierto, nos parezca bien o mal su acción. La militancia social y política lo hizo encuadrada conciente y crecientemente en organizaciones políticas y político-militares. Su trabajo formaba parte de una lucha más vasta y en ella se encontraron en la situación más difícil cuando la represión decidió eliminar las agrupaciones de apoyo a la guerrilla o cuando los grupos parapoliciales salieron a asesinarlos. En un sentido general, esta postura elimina la necesidad de profundizar el conocimiento del conflicto social y político en el que estuvo envuelto el conjunto de la sociedad argentina por acción o por omisión y, en particular, anula las causas vernáculas del desarrollo de la violencia al coincidir con los militares en el origen foráneo de la misma.

En las antípodas de la teoría de los dos demonios se ubica la hipótesis de que las guerrillas formaban un todo con las múltiples, y por momentos dispersas, acciones defensivas de los sectores populares frente a un régimen totalitario y violento, cuya exclusión política y accionar represivo fueron en aumento en todo el período. La violencia política, cuyo origen se sitúa en el bombardeo a la Plaza de Mayo por pilotos de la Marina en 1955 y los fusilamientos de junio de 1956, provocó en los quince años posteriores el desencadenamiento de una cuasi guerra civil en la que la guerrilla cobró creciente legitimidad vinculada a las luchas sociales. Esto, que pareció realmente así por lo menos hasta los últimos años de la dictadura de la llamada Revolución Argentina, sin embargo, contiene el defecto de no analizar para todo el período la relación entre guerrilla y movimiento popular y de colocar en todo momento el accionar guerrillero en un todo de acuerdo con el crecimiento del enfrentamiento social y político, que no fue unívoco sino confuso y por momentos contradictorio. Esto no quiere significar que los guerrilleros no tuvieran sobrados motivos para convertirse en tales en las circunstancias posteriores a 1955, ni tampoco que muchos de ellos no surgieran del desarrollo del enfrentamiento. Solo que atribuir una excesiva unidad de objetivos y procedimientos en todo momento a sindicatos, vecinos y guerrilleros también ha llevado a la confusión en el análisis. 

Por otro lado, el intento de ver a las guerrillas meramente como agentes internacionales de gobiernos extranjeros que las apoyan y las digitan y sin raíces en el conflicto nacional, conduce a la teoría del terrorismo irracional e internacional, presentada en congresos sobre el terrorismo organizados por los Estados Unidos en la década del setenta y cuyo único objetivo no es comprender las causas de su desarrollo en determinados momentos históricos en situaciones nacionales dadas sino a justificar la intervención internacional para mejorar los regímenes represivos . El porqué muchos hombres y mujeres decidieron incorporar sus vidas a la lucha armada en la Argentina es mucho más complejo. Este trabajo intenta profundizar el conocimiento sobre el primer grupo de guerrilla contemporánea, conocer sus vinculaciones con el movimiento popular de la zona de origen, tanto como su relación con el peronismo surgido después del golpe militar de 1955, sus concepciones ideológicas y las causas de su rápido fracaso en lograr un levantamiento generalizado del noroeste argentino. Tal vez, ello devuelva un poco de claridad al desarrollo de las distintas experiencias similares posteriores. 

[De Ernesto Salas: "Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista (1959-1960)"]



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