artículo destacado
"En la era del neoliberalismo globalizante, posterior a la emergencia de los “tigres de Anatolia” –que constituyen la base dura de respaldo al proyecto político del AKP-, Erdoğan busca ampliar la esfera de influencia del Estado turco en la región del Medio Oriente, con lo cual sueña con volver a edificar el Califato, pues el Islam –ante el retroceso del nacionalismo árabe y de los proyectos de izquierda secular- se convierte en el fundamento “legítimo” a esta expansión en el escenario regional. Por ello es que el proyecto islamista político rechaza el secularismo pero no el conjunto del Estado autoritario forjado por Atatürk y consolidado en décadas de hegemonía militar. Pareciera incluso querer imitar la figura paternalista de Atatürk (que significa, literalmente, “padre de los turcos”)".
09-08-2016
Una lengua, una raza, una bandera, una religión
Erdoğan y su proyecto nacional-islamista
Poco después de la tibia y mal preparada intentona golpista del 15 de Julio en el Estado turco [1], comenzó el contragolpe del presidente turco Erdoğan, quien suspendió la convención de derechos humanos europea -a la que estaba adscrito- y decretó el “estado de emergencia”. Erdoğan describió el golpe como un “regalo de Dios” y es fácil ver por qué. Con las facultades extraordinarias, busca cambiar la constitución y reclama, entre otras cosas, el re-establecimiento de la pena de muerte en el Estado turco. Más de 60.000 personas han sido sancionadas, 18.000 arrestados, decenas de miles de profesores han sido expulsados, sus licencias revocadas, el consejo de investigación científica turco (Tubitak) ha sido allanado y varios de sus miembros detenidos, miles de soldados, jueces y funcionarios del Estado se encuentran tras las rejas, junto a decenas de periodistas que han visto 24 medios de distintos tipos cerrados por el régimen. Hay denuncias de torturas y los espías del régimen están, día y noche, señalando a opositores del gobierno, tanto en territorio turco, como entre las comunidades turcas en otros países. El ensañamiento ha llegado incluso al más allá: los soldados muertos durante la intentona de golpe, están siendo arrojados en una fosa común, marcada con el nombre de “traidores”, atrás de una perrera, prohibiéndose el servicio religioso, para que, según palabras del alcalde de Estambul, no tengan paz siquiera en la tumba [2].
La escandalosa escala de la purga no se condice con la realidad de un golpe improvisado y con escaso apoyo (al punto que muchos soldados, apenas conscriptos, pensaban que había alerta terrorista y no eran conscientes que estaban participando en un golpe), sino que responde a la existencia de un plan prefabricado para comenzar una reingeniería profunda del Estado turco, que refleje las nuevas hegemonías, que lo aleje del modelo secular en que se fundó la república en la década de 1920 y lo acerque al modelo del neo-sultanato defendida por el sector islamista político del bloque dominante. Como se ha dicho, Erdoğan, por fin, ha tenido su “incendio del Reichstag”.
Erdoğan, maestro de la instrumentalización
Quienes estuvieron detrás del golpe parecieran ser, efectivamente, sectores medios ligados al clérigo Fetullah Gülen, el gran artífice del golpe según el gobierno turco (que exige a EEUU que lo extradite y cuyos partidarios están entre los sectores más perseguidos en esta purga), que habrían sido promocionados por el propio Erdoğan luego de las purgas en el ejército en el 2010, dirigidas en esa ocasión en contra de los sectores nacionalistas-seculares, bastiones del kemalismo republicano, hasta entonces hegemónicos en las filas castrenses. Después del 2013, en que Gülen rompe con Erdoğan, comienza una nueva pugna por el control de un ejército poderoso y miembro de la OTAN. Sin embargo, ni todos los implicados en el golpe parecieran haber sido Gülenistas, ni todos los Gülenistas estuvieron implicados en el golpe. De hecho, el movimiento kurdo ha denunciado que culpabilizar exclusivamente a los Gülenistas de la fracasada intentona golpista, es clave para que Erdoğan justifique una purga total de elementos cercanos a este personaje del aparato estatal, así como para polarizar la opinión pública, convirtiendo a Gülen en el chivo expiatorio, mientras avanza su proyecto autoritario [3].
Gülen, acusa, a su vez, a Erdoğan de haber preparado un auto-golpe [4]; en realidad, no pareciera ser tal el caso. Lo que sí está claro es que el golpe fue instrumentalizado por Erdoğan. Inmediatamente después del golpe, personeros del partido gobernante AKP dijeron que sabían, desde hace un tiempo, que habría una intentona de golpe; cuando algunos generales se enteran que habría arrestos de oficiales el día 16 de Julio, hecho que los podría haber llevado a actuar precipitadamente [5]. No pareciera descabellado pensar que el gobierno dejó andar el golpe hasta donde les fue útil, mientras tenían todo preparado para derrotarlo a nivel institucional y en la calle: el rol fundamental lo jugó la policía, y en segundo lugar estuvo la base social del partido gobernante, que salieron cuando los clérigos desde sus minaretes llamaban a los fieles (mayoritariamente sunitas sectarios) a salir a enfrentar al ejército. Los oficiales golpistas habrían caído redondos en el juego de Erdoğan y habrían terminado sirviéndole en bandeja la oportunidad de consolidar el poder que no pudo lograr en las pasadas elecciones, por vía de las facultades extraordinarias que le otorga el estado de emergencia. Con estas facultades, busca cambiar la constitución y moldearla acorde a su proyecto islamista sub-imperialista.
No es el primer ejercicio de Erdoğan en la instrumentalización de terceros para avanzar su agenda propia. Erdoğan también instrumentalizó al Estado Islámico (EI) en su lucha en contra de los kurdos y lo que queda del nacionalismo árabe, representado en la figura de Bashar al-Assad en Siria. Objetivo clave en su consolidación del Estado a lo interno, y de la expansión de su influencia regional. Está claro que el Estado turco no es quien creó al EI, pero la evidencia de la complicidad de las fuerzas del Estado turco con esta organización –principalmente de la policía, pero también del Ejército y de funcionarios de aduanas- es abrumadora [6]: los combatientes que engrosaron el EI se pasearon como Pedro por su casa por territorio turco, hubo asistencia directa e indirecta al EI, particularmente en el período del cerco sobre Rojava entre el 2014-2015, que incluyó apoyo con bombardeos a las posiciones kurdas en momentos que éstas repelían al EI. Durante el período electoral, la inteligencia turca permitió que el EI realizara atentados suicidas en contra de manifestaciones de la izquierda kurda y turca en Suruç, Diyarbakır y en Ankara [7]: todo esto fue utilizado para instalar el miedo en el electorado turco –que terminó votando al AKP mayoritariamente en segundas elecciones. Pero los atentados terminaron golpeando al corazón mismo de la sociedad turca, cuya máxima expresión fue el atentado al aeropuerto Atatürk en Estambul el 28 de Junio, que dejó más de 40 muertos. Si estos atentados recientes indican que la instrumentalización del EI se devolvió en contra del bloque gobernante, o forman parte de la “estrategia de la tensión” por parte del mismo gobierno turco, es algo que aún no puede determinarse a ciencia cierta. Lo que sí es cierto, es que terminaron por fortalecer el proceso autoritario favorecido por Erdoğan.
El otro aspecto clave de la jugada de Erdoğan, es su instrumentalización de la crisis de refugiados para chantajear a la UE con el acuerdo migratorio, el cual, aparte de significar millonadas para el Estado turco, daría a los ciudadanos turcos la posibilidad de ingresar sin visa a la UE. Esta instrumentalización es particularmente repugnante, en tanto que el Estado turco y la UE actúan como auténticos traficantes humanos. Pero este chantaje garantiza la complicidad de la UE y su tolerancia a este proceso de arquitectura autoritaria, a la relación cómplice del Estado con los fundamentalistas sirios y con las violaciones masivas y crímenes de guerra en territorio kurdo.
La política autoritaria de masas
Según un artículo escrito por Basheer Nafi, un académico que propone una fusión del nacionalismo y el islamismo y que es un entusiasta simpatizante del AKP [8], el fracaso del intento del golpe rectificaría el equilibro de fuerzas entre los revolucionarios y los contra-revolucionarios, dando una primacía supuestamente a los “revolucionarios” (que él equipara con los seguidores del AKP) sobre los “contrarrevolucionarios” (que él equipara a una nebulosa conspiración transnacional). Nada más alejado de la realidad. En efecto, el único movimiento revolucionario en territorio turco está representado por dos momentos que ni siquiera aparecen en el artículo de Nafi: las protestas multitudinarias del parque Gezi (2013) y el serhildan, o levantamiento kurdo (2014). Ambos momentos han sido aplastados por Erdoğan antes de que pudieran florecer, por lo cual, si resulta estúpido hablar de una “revolución” por parte del conservadurismo islamista, tampoco es preciso hablar de una contrarrevolución en marcha, pues los dos momentos mencionados no desarrollaron su potencial. A lo que asistimos es a un “golpe a lo Fujimori” que sume las formas de un contragolpe, capitaneado por Erdoğan, que busca una reingeniería de la arquitectura estatal turca, dando palo al mismo tiempo a los sectores nacionalistas-seculares, a los rivales islamistas y al movimiento popular.
Nafi disfraza las advertencias de Erdoğan a EEUU y la UE de que se ocupen de sus propios asuntos, como si fueran expresiones de un supuesto ícono del anti-imperialismo. Toda la propaganda del mundo no podrá convertir a Erdoğan en otra cosa que lo que realmente es: un oportunista pragmático. Los berrinches hacia “occidente” son lo mismo que sus amenazas y alaridos en contra de Israel después del incidente de la Flotilla de Gaza (Mayo 2010) [9] –son útiles para atizar el chovinismo de las muchedumbres, para mostrarse como un “duro” que frentea al que sea, pero al tiempo enterró la verborrea, se olvidó de las amenazas y terminó en la cama con Israel. Y el Estado israelí ni siquiera tuvo que recurrir a sanciones como los rusos tuvieron que hacer después del incidente del caza-bombardero (Noviembre 2015) [10], para tenerlo de vuelta con el rabo entre las piernas. Lo mismo pasará con las amenazas y diatribas hacia “occidente” las cuales son calculadas para ganar aplausos domésticos sin poner en riesgo su condición de país miembro de la OTAN del Estado turco: de hecho, ya han planteado que la re-estructuración militar en curso será cautelosamente acorde a la normativa de esta organización [11]. Es decir, a cada paso, tratan de ganarse la aprobación de sus patrones extranjeros. Pueden arriesgar la frágil negociación con la UE, pero jamás arriesgarán la sólida pertenencia a la OTAN.
Por lo pronto, agitando un chovinismo superfluo y la religiosidad manipulada, la calle –las mismas calles en las que Erdoğan prohibió la protesta popular después del 2013- se ha convertido en un espacio de movilización (domesticada, dirigida, instrumentalizada) permanente para los partidarios de Erdoğan, alentados y protegidos por el Estado, azuzados por clérigos obscurantistas que chillan desde sus minaretes centenarios, que recuerda a los peores momentos de la derecha europea en la década de 1930. Aparte de los linchamientos a soldados y la saturación chovinista, las turbas de Erdoğan atacaron a barrios kurdos, refugiados sirios, barrios tradicionalmente de izquierda y barrios de la minoría religiosa Alevi [12]. Erdoğan les ha facilitado la tarea declarando transporte público gratuito y mensajes de texto gratuito durante varias semanas, para que sus partidarios pudieran comunicarse y movilizarse libremente, representando el ejército de choque que da una dimensión de masas al golpe al estilo de Fujimori que Erdoğan desarrolla desde su palacio. Su rol es intimidar a la posible oposición y convertirse en la voz que demanda el linchamiento mediante medidas como la pena de muerte por razones políticas, para que aparezca como una decisión popular y no como lo que realmente es, una decisión del propio gobierno.
Califato/Neo-sultanato a la vista
El proyecto de Erdoğan ya adquiere contornos cada vez más claros, imposibles de pasar por alto aún para aquellos que no pueden ver más allá de la punta de su nariz. El mismo Nafi, en un artículo más reciente, en el que defiende la necesidad de una nueva constitución, expone de manera entusiasta el carácter profundamente reaccionario y sub-imperialista de este nuevo Estado: “Por sobre toda las cosas, la nueva Turquía debe redefinir su rol y su posición en la región y en el mundo. No hay una necesidad de romper de manera absoluta y completa con el Estado kemalista (…) Lo que es necesario hoy en día es volver a poner junto toda la herencia turca, a lo menos desde los últimos años del Imperio Otomano. Este legado debe ser remodelado y el trabajo de sentar las bases para una nueva república debe comenzar” [13]. Une nueva república, claro está, que mezcle lo peor de la política islamista y secular, erigiendo un nuevo sub-imperio regional.
La República turca se edificó sobre las ruinas del Imperio Otomano y sobre los cadáveres sangrientos del genocidio armenio, con la consigna autoritaria “una raza, una bandera, una lengua” –la cual excluía a la enorme diversidad dentro de las fronteras de ese Estado, que han debido enfrentar sangrientas políticas de asimilación y/o exterminio, de lo cual el pueblo kurdo es hoy un ejemplo vivo (aún). Pero también se construyó desde la negación del Califato, desde un secularismo autoritario y feroz, fruto de la obsesión de Mustafá Kemal Atatürk de consolidar un Estado-nación moderno. En la era del neoliberalismo globalizante, posterior a la emergencia de los “tigres de Anatolia” –que constituyen la base dura de respaldo al proyecto político del AKP-, Erdoğan busca ampliar la esfera de influencia del Estado turco en la región del Medio Oriente, con lo cual sueña con volver a edificar el Califato, pues el Islam –ante el retroceso del nacionalismo árabe y de los proyectos de izquierda secular- se convierte en el fundamento “legítimo” a esta expansión en el escenario regional. Por ello es que el proyecto islamista político rechaza el secularismo pero no el conjunto del Estado autoritario forjado por Atatürk y consolidado en décadas de hegemonía militar. Pareciera incluso querer imitar la figura paternalista de Atatürk (que significa, literalmente, “padre de los turcos”). En las plazas, la masa adicta al régimen ondea banderas de Erdoğan junto a las de Atatürk, como se apreció en la manifestación pro-régimen del 7 de Julio, en que el himno se cantó junto a las plegarias religiosas. Por eso es que en la visión de “unidad nacional” que pretende forjar el AKP, tienen cabida tantos los kemalistas del CHP como los proto-fascistas del MHP –mientras se sigue criminalizando a la principal expresión de izquierda en el Estado turco, a los pro-kurdos del HDP. Incluso el ejército, después de sucesivas purgas, se muestra respaldando a Erdoğan en este proyecto, junto a los partidos del establecimiento. Erdoğan, lo que ha hecho, en medio de toda la retórica de la “nueva Turquía” y la “segunda independencia”, es agregar un cuarto pilar a la doctrina autoritaria en la cual se asienta tradicionalmente el Estado turco, para hacerlo apto para las ambiciones sub-imperialistas de su bloque dominante: “una raza, una bandera, una lengua y una religión” [14].
Qué implicancias tendrá esto en la región es algo difícil de pronosticar. Cómo reaccionarán las potencias de las cuales el Estado turco objetivamente depende, qué pasará con la OTAN, con Rusia, con EEUU y con la UE. La realidad, es que Erdoğan ha quedado al desnudo y tendrá que enfrentar un escenario geopolítico incierto y un pueblo que, pese a todo, sigue siendo el único límite objetivo que Erdoğan tiene hoy en el poder, y el cual, aunque hoy pueda estar intimidado y perseguido, tiene importantes reservas políticas y sociales para oponer una firme resistencia. Y la resistencia es creadora.
Notas
[5] Ibid
[14] En la manifestación del 7 de Julio, expresó esta fórmula en términos inequívocos: “Nos erigimos unidos como una nación, una bandera, una patria, un Estado, un espíritu”.https://www.theguardian.com/world/2016/aug/07/turkish-authorities-hold-anti-coup-rally-in-istanbul
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Fuente: https://www.rebelion.org/
ENLACE RELACIONADO:
No hay comentarios:
Publicar un comentario