miércoles, 26 de septiembre de 2018

LA BOMBA SANDLERIS Por Raúl Dellatorre





Imagen: Captura de pantalla





Las medidas "antiinflacionarias" del Banco Central


La bomba Sandleris




En su primera conferencia de prensa, el flamante presidente del Banco Central, Guido Sandleris, anunció que la entidad no participará en el mercado cambiario mientras la divisa fluctúe entre 34 pesos (de piso) y 44 pesos (de techo). Si supera ese valor, el BCRA limitará su intervención a 150 millones de dólares por día, sin importar el valor que alcance el dólar. En el hipotético caso en que funcione la teoría, se alcanzaría una situación de equilibrio para el dólar y la inflación, pero con consecuencias sociales, en materia de recesión y caída de capacidad de demanda de los sectores de ingresos fijos (asalariados), impredecibles.




Además, el nuevo jefe del Banco Central anunció que para combatir la inflación se dispondrá “una tasa de crecimiento cero de la base monetaria” desde ahora hasta junio de 2019, una medida de concepción monetarista extrema que podría provocar una caída de magnitud impredecible en el nivel de actividad. Tampoco habrá un techo explícito al nivel de las tasas de interés, que se definirán a diario por el nivel de las Leliq (letras de liquidez), instrumento por el cual el Banco Central retribuye a los bancos por colocaciones a siete días. 

Ambas medidas, acordadas y respaldadas por el Fondo Monetario Internacional y de carácter ortodoxo extremo, supondría que el dólar y las tasas suban sin límite al sólo efecto de frenar la inflación. Al limitar el dinero en circulación, se espera que si suben los precios se reduzca la cantidad de operaciones que puedan concretarse, lo cual le pondría techo a la inflación. Y si los pesos en la plaza se fueran hacia la compra de dólares, podría subir su cotización pero hasta el límite de agotar los pesos disponibles. En teoría, se alcanzaría una situación de equilibrio para el dólar y la inflación, pero con consecuencias sociales, en materia de recesión y caída de capacidad de demanda de los sectores de ingresos fijos (asalariados), impredecibles. 




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SANDLERIS, UN TECNÓCRATA A LA MEDIDA DEL FMI Por Emiliano Guido




Fotos: Joaquín Salguero





ENTENDIENDO LAS NOTICIAS


Sandleris, un tecnócrata a la medida del FMI



Por Emiliano Guido|




La Reserva Federal de los Estados Unidos aumentará hoy su tasa de interés de referencia en 0.25%. A su vez, los miembros de la OPEP decidieron, en contra de los intereses de los EE.UU., elevar el precio internacional del petróleo. Sí, la inestable economía argentina, recibe las dos peores noticias esperables. En ese contexto, asume al frente del Banco Central Guido Sandleris, un académico experto en procesos de default en deuda soberana.¿Estaremos, como advirtió ayer la revista Forbes, al borde del Titanic?





La decisión se tomó el día viernes. El columnista Ignacio Fidanza, del portal La Política Online, fue el primer analista en percibirlo. La tensión,¡ y diferencia de criterios en política monetaria,¡ entre el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el ex presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Luis Caputo, había llegado a su punto límite. Ironía del destino, Caputo -el Pele blanco de las finanzas, el primo del alma del presidente se ganó ese mote en Wall Street, cuenta Hernán Iglesias Illia en su libro Golden Boys, por su manejo astuto de los bonos y otros títulos- había imprimido una política de contención del dólar que, a ojos del FMI, era intervencionista. Advertía Fidanza en su artículo del viernes 21 de septiembre: “Caputo prefería pedir perdón, antes que pedir permiso”, en referencia a que el ex ministro de Finanzas podía tolerar recibir apercibimientos de Hacienda y el Fondo, antes de dejar que la divisa norteamericana se apreciara aún más. La ortodoxia de Christine Lagarde no tolera esa displicencia, al parecer.

El día que llegó la primavera, cuando en La Rosada ya se había tomado la decisión que Caputo estaba caput, Guido Sandleris se comunicó con la futura Vicedirectora del BCRA, la también académica Verónica Rappoport. Profesora asociada de la London School of Economics and Social Science, Rappoport aceptó el convite de Sandleris y a los pocos minutos estaba eliminando los tuits econofeministas de su cuenta personal en la red social del pajarito azul. Dos días más tarde, el Jefe de Estado Mauricio Macri contestó muy suelto de cuerpo las inquietudes del periodista Román Lejtman sobre en qué consistiría el futuro acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. “Who knows” (quién sabe), intentó contagiar imprevisibilidad Macri.

Sin embargo, la primera consecuencia del nuevo pacto con el FMI -que se anunciará hoy y por lo tanto sepultará un anterior acuerdo de sólo tres meses de vida- ya estaba en marcha: Luis Caputo, a quién ayer con sorna caracterizaban en Twitter como el último exponente de la línea Aldo Ferrer del gobierno, el Messi de las finanzas -como lo elogió el Jefe de Gabinete Marcos Peña- estaba out de la administración Cambiemos. Por decisión del FMI, claro está.

¿Quién es Guido Sandleris? Al parecer, cuenta él, una persona que soñó de chico ser el número 5 del club de fútbol Boca Juniors. El siempre sólido periodista deportivo Alejandro Wall del semanario autogestivo Tiempo Argentino remarcó ayer que el nuevo titular del BCRA: “escribió en coautoría una trilogía de cuentos futboleros para niños que están muy bien: ‘Por la camiseta’, ‘Por los puntos’, y ‘Al Mundial’”. También sabemos que Sandleris proviene de esa usina de ideas académicas que está cada día más en línea con la administración Cambiemos: la Universidad Torcuato Di Tella. A su vez, trascendieron muchos datos de color de la vida de Sandleris: que trabajó en un quiosco, que fue mozo, que levantó cosechas y que enseñó natación y matemática. Pero, por supuesto, todo lo señalado son datos de color.

La joven economista y referente del espacio político capitalino Buenos Aires 3DDelfina Rossi advirtió a Nuestras Voces que el principal factor a tener en cuenta del pedigrí político de Sandleris no pasa, claro está, por su amor por el fútbol, los niños, o la pasión académica: “Sandleris fue investigador visitante en la Reserva Federal de Minneapolis, el Banco Central de Chile, el Banco Interamericano de Desarrollo, y el Fondo Monetario Internacional. Sandleris aparece así como el tecnócrata a medida para que el FMI digitalice la política monetaria. No me sorprende. En la eurocrisis, por ejemplo, la Troka también imponía tecnócratas a medida para cada país”.

SUBE

Hay que agarrarse fuerte. La tormenta, esa idea sobreutilizada por el gobierno para hacer pasar como casual el vendaval de errores económicos cometidos, todavía no llegó. La explicación es muy simple. El origen de la actual crisis económica tiene muchos factores, aunque uno soprepasa en peso al resto. Donald Trump al decidir elevar la tasa de interés de la Reserva Federal modificó drásticamente el escenario comercial de los países emergentes. Los dólares que andan dando vuelta por el mundo migraron naturalmente a los Estados Unidos porque el negocio de dejar la plata depositada ahí comenzó a ser mucho más fructífero. Macri quería lluvia de inversiones, pero Trump no lo dejó. Los países en desarrollo con cierto grado de desarrollo productivo capearon más el temporal. Devaluaron menos. Argentina no, claro.

“En su reunión del mes pasado, los miembros del comité de política monetaria de la Fed (FOMC) dijeron que sería apropiado subir pronto las tasas y señalaron la intención de elevarlas el miércoles (por hoy) en 0,25%. El marte, los mercados a futuro estimaban en 94,4% la posibilidad del aumento de las tasas. Un pequeño, pero creciente, número de inversores, casi el 6%, apuesta a que el incremento llegue a 0,50%”, pronóstico ayer un cable de la agencia France 24. No hace falta tener un postgrado en economía para contestar el siguiente interrogante: dónde va a poner sus fierros un operador financiero: en una plaza inestable como la Argentina, que promete tasas de oro, aunque con un nuevo titular del BCRA especialista en defaults, o en la madre patria del dólar, el país que tiene la maquinita de imprimir la cara en verde de George Washington. Sí, ahí mismo.

Segunda tormenta económica para el gobierno. El último fin de semana los países petroleros nucleados en la OPEP desoyeron la sugerencia de Donald Trump. Por lo tanto, sentenciaron no elevar la oferta de crudo y, en consecuencia, habilitaron un aumento del principal commodity energético de la economía mundial. La inflación global, por lo tanto, subirá unas décimas de grado en el termómetro. Encarecimiento del dinero, encarecimiento de la energía. ¿Deberá Guido Sandleris recalcular las metas de inflación del BCRA conocidas como REM?

¿Qué opina el mercado? ¿Espera con optimismo el anuncio del nuevo acuerdo con el Fondo? Veamos lo que dijo la revista ultraortodoxa Forbes: “Caputo agradeció elocuentemente la decisión del presidente Mauricio Macri de haberlo distinguido con el cargo. Sin embargo, lo que aparecía con más claridad para el mercado ayer era que Caputo ya no podía contener el hundimiento del Titanic. El barco se está hundiendo”. Si lo dice el mercado, todos a los botes.



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NOTAS SOBRE LOS PROBLEMAS ESTRUCTURALES DEL CAPITALISMO ARGENTINO Por Ignacio Trucco







OPINIÓN




Notas sobre los problemas estructurales del capitalismo argentino



Por Ignacio Trucco



La crisis económica se ha hecho presente una vez más en nuestro país. La recesión, combinada con una alta inflación, vuelve a golpear a la Argentina, mientras el gobierno no logra acertar el rumbo para revertirla. En una mirada de largo plazo y con una perspectiva diferente, el Grupo de Economistas Progresistas ensaya algunas respuestas alternativas. He aquí una parte de ellas. 




Es cierto que estamos parados en el cortísimo plazo, pero, como es sabido, ninguna salida o programa económico es sostenible si no se mide en relación a las problemáticas estructurales del capitalismo argentino. En este sentido, se intentará hacer un repaso de las misma para poder componer una mirada contextual que nos permita establecer posibles caminos de acción y, fundamentalmente, algunas condiciones sociales, institucionales y políticas que son necesarias para que ellas alcancen realidad y efectividad.


UNA SÍNTESIS DE LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS ESTRUCTURALES


– La restricción externa: Presente en Argentina desde siempre, inclusive en el modelo agroexportador en donde los ciclos económicos eran intensos y estaban caracterizados por la especulación financiera. La restricción externa se profundiza en la Industrialización Sustitutiva en su etapa difícil, y finalmente vuelve a intensificarse luego de la apertura económica de los ’90. La transformación del agro argentino a partir del ’95 supuso cierta relajación de la restricción externa, pero se la encontró nuevamente desde el 2007 en adelante. La dinámica del consumo de productos importados o del turismo, las necesidades de maquinaria, equipo o insumos de origen extranjero para el funcionamiento de la industria local y la importación de combustibles fósiles explican fundamentalmente este problema.


– La puja distributiva: Desde comienzos del siglo XX la organización sindical y política de los trabajadores urbanos industriales inicia una dinámica de puja distributiva que será, de allí en más, una marca registrada de la República Argentina. A diferencia de otros países de América Latina, o de los propios EEUU, donde la crisis de los ’70 se resolvió debilitando los sindicatos y favoreciendo una reconversión de intensa flexibilización del mundo del trabajo, en Argentina tanto el trabajo registrado como los sectores populares mantienen un elevado grado de organización y capacidad para incidir, año a año, en la pauta salarial. El nivel general de precios funciona, en este contexto, como una válvula de escape que distiende el conflicto distributivo y permite que en ciertos períodos los salarios reales avancen mientras que en otros retrocedan. Naturalmente, esto produce una inflación estructural del 20% aproximadamente, que se refuerza con shocks inflacionarios por incremento del tipo de cambio o de algún otro costo de producción (como los costos energéticos o de financiamiento).


– La fuga de capitales: Diferentes investigaciones han puesto de manifiesto que, particularmente después del “rodrigazo” (1975), Argentina se precipita sobre un sostenido crecimiento de la fuga de capitales que no se revierte hasta el presente. Estimaciones varias indican que más de un PBI argentino se encuentra fugado, muchos de estos valores se encuentran colocados en títulos de baja rentabilidad y alta seguridad, es decir que no son inversiones de riesgo que contribuyen a la expansión global del capital argentino. Tampoco estos capitales remiten utilidades a nuestro país. Este hecho pone en evidencia una ruptura institucional, cultural, social y política, que fracturó la relación de los capitales argentinos con el territorio. La ruptura del marco institucional de referencia que permitía contener y radicar capitales es uno de los principales problemas socioeconómicos de nuestro país.


La apertura y la movilidad de capitales han dejado en evidencia la poca rentabilidad del capitalismo argentino, concentrado principalmente en sus cadenas de valor de carácter global (agroindustria y minería) y actividades conexas.




– La baja inversión privada y estancamiento estructural: Relativamente relacionado con lo anterior, pero no exactamente, se puede observar que la Argentina, a partir de la década ’80, registra una inversión privada muy baja que la coloca en una situación de estancamiento estructural, ya que la inversión pública también es baja y no está en condiciones de reemplazar las inversiones privadas. Como puede verse en el Gráfico 1, el capitalismo argentino de fines de siglo XIX y comienzos del XX tenía tasas de inversión muy elevadas pero sujetas a ciclos económicos muy profundos. El peso de la agricultura y la ganadería en la economía nacional y global explican la tasa tan elevada y por qué la argentina se transformó significativamente en dicho período. Después de la Segunda Guerra Mundial, la tasa de inversión cae pero se sitúa en niveles nada desdeñables, en torno al 25%, apoyada también en la inversión pública, permitiendo buenas y sostenidas tasas de crecimiento del PBI, como las que se verificaron entre 1963 y 1973. Finalmente, con el comienzo de la década de los ’80 la tasa de inversión cae y apenas podemos reponer capital, lo que implica una tasa de crecimiento estructuralmente estancada. El capitalismo argentino se detiene.


La apertura y la movilidad de capitales han dejado en evidencia la poca rentabilidad del capitalismo argentino, concentrado principalmente en sus cadenas de valor de carácter global (agroindustria y minería) y actividades conexas (metales, metalmecánica, productos químicos, etc.). Ello contrasta con la trama industrial media y pequeña, donde la baja productividad industrial, el desguace del sistema público de transferencia y desarrollo tecnológico, los salarios industriales relativamente altos, y la ruptura del marco institucional, dejan a este fragmento del capitalismo argentino en un situación vulnerable, apenas pudiendo resistir el paso del tiempo.


Gráfico 1: Evolución de la tasa de inversión en Argentina. 1900-2005


Fuente: Panigo y Pasquini, 2007


– La dualidad en el mercado de trabajo y mala distribución del ingreso: Luego de la profunda recesión de los ’90, la descomposición de la trama industrial y del desguace del Estado nacional (en particular de su sistema educativo), el mercado de trabajo se ha vuelto dual en términos estructurales (aún en condiciones de pleno empleo). En definitiva, una porción significativa de la población ha quedado fuera de los empleos de calidad técnica (cada vez menos y con trabajadores sobre calificados para la tarea) y con seguridad social. Este fenómeno empezó a verse a mediados de los ’70 y fue profundizándose de a poco hasta que, en los noventa, saltó significativamente. Este proceso vino acompañado por una variable correlativa, la desigualdad estructural se incrementó significativamente, es decir que, aún con crecimiento económico y plena ocupación, la desigualdad no rompe cierta barrera, muy superior a la registrada durante la segunda mitad del siglo XX. En este caso, se suma el efecto del sistema tributario que impacta de manera regresiva en la distribución, donde porcentualmente pagan más los que menos tienen y menos los que más tienen. La justicia distributiva no tiene realidad en la Argentina contemporánea.

– Asimetría territorial e inconsistencia tributaria federal: Finalmente, la Argentina es un país sumamente asimétrico en términos territoriales. No sólo en lo que respecta a la estructura demográfica y el desarrollo socioeconómico, sino, y sobre todo, en relación al proceso de definición de los programas económicos que definen la naturaleza y accionar de nuestras instituciones económicas soberanas.


Porcentualmente pagan más los que menos tienen y menos los que más tienen. La justicia distributiva no tiene realidad en la Argentina contemporánea.




En términos generales, la dinámica política argentina y la definición de los programas económicos oscila entre dos centros territoriales de gravitación política (CABA -centro financiero y portuario- y PBA -mayor aglomeración urbana e industrial-). Estos centros atractores de poder económico y político no han podido articular un proyecto nacional en las últimas cuatro décadas y han colocado al resto de los territorios en una condición periférica para la discusión política y la construcción institucional.


Esta asimetría institucional y política tiene como correlato una marcada disfuncionalidad en el federalismo fiscal: es la nación la que concentra las instituciones económicas soberanas (política monetaria, cambiaria y fiscal, administración del comercio exterior) y los mejores impuestos (directos), mientras que a las provincias quedan los peores impuestos (indirectos como ingresos brutos) y las principales responsabilidades o funciones del Estado (educación, salud, justicia ordinaria, seguridad, etc.). En consecuencia, las provincias son objeto permanente de extorsión ya que quedan fuera de la discusión económica (política monetaria y cambiaria, fiscal y de comercio exterior) mientras que concentran las responsabilidades básicas de nuestra estatalidad.


Frente a este resumido diagnóstico, podemos pensar que estos problemas estructurales son “relativamente” independientes entre sí, de manera que, lamentablemente, no es posible resolver uno con la esperanza que otros se resuelvan en un encadenamiento de causas. En este sentido, sólo un programa que tenga por objeto todas estas problemáticas de un modo simultáneo es el único que tiene alguna probabilidad de éxito.


LINEAMIENTOS DE POLÍTICA ECONÓMICA Y SUS CONDICIONES INSTITUCIONALES




En este contexto, no sólo debemos preguntarnos qué programa económico y político debería llevarse adelante, sino también bajo qué condiciones sociales y políticas es plausible que la Argentina avance en la resolución de estas problemáticas, logre estabilizar la macroeconomía y alcance una senda de desarrollo acorde a sus potencialidades humanas y naturales.

En líneas generales, la segunda cuestión es, por lejos, la más difícil y desafiante, tanto en el orden del conocimiento (es decir, en la construcción de un buen diagnóstico) como en el orden práctico (es decir, en la realización de dichas condiciones). En todo caso tenemos una idea bastante acabada de las políticas económicas necesarias para corregir estas problemáticas estructurales. Sobre este punto hay pocos secretos, sin embargo, estamos lejos de haber caracterizado de forma acabada la naturaleza de las fuerzas sociales, políticas y territoriales que existen en nuestro país y las condiciones a las que deben someterse para dar la legitimidad suficiente a un programa de reformas adecuado.


Sobre ciertas líneas programáticas pocos tienen dudas, por ejemplo:

  • El mantenimiento de un tipo de cambio real, competitivo y estable, con tipos de cambios diferentes para la exportación de bienes que impactan en la canasta básica de alimentos.
  • Un programa de obras públicas que permita activar la economía en tiempos recesivos y modernizar la infraestructura económica y social.
  • Establecer un programa de dinámica de los salarios reales compatible con la restricción externa, es decir, relacionado con el crecimiento de la productividad y la capacidad de generación devisas.
  • Crear un programa sólido de transferencias sociales a fin de eliminar la pobreza extrema y complementar los ingresos de los hogares para alcanzar una canasta básicas de alimentos y servicios que permita una vida digna mínima para el conjunto de la población.
  • La regulación de ciertas importaciones de lujo, particularmente en el turismo, y protección inteligente de ramas de actividad que pueden desarrollarse en nuestro territorio y compiten con el condiciones globales adversas.
  • Revisión y creación de acuerdos comerciales sectoriales y regionales, orientados a la reducción del déficit de cuenta corriente, entre países de mutua conveniencia y con horizontes comunes.
  • Una política de tarifas y de regulación del mercado energético que también propenda a la reducción del déficit comercial y a alcanzar la soberanía energética basada en pluralidad de fuentes.
  • Regular la entrada y salida de capitales para evitar las corridas contra la moneda nacional, así como también la compra de moneda extranjera por minoristas y mayoristas y penalizar con impuestos el mantenimiento de activos en el exterior.
  • Regular el sistema financiero para proteger los depósitos en moneda nacional para que el capital no pierda valor con la inflación y asegurar la existencia de un fondo para la financiación de proyectos productivos a tasa razonable.
  • Restringir el endeudamiento externo al financiamiento de proyectos económicos públicos o privados de rentabilidad probada y al desarrollo de proyectos de infraestructura productiva, ciencia y tecnología.
  • Desarrollar un programa público de inversión en servicios tecnológicos para industria que propenda a resolver los “cuello de botella” tecnológicos que hoy impiden el incremento de la productividad.
  • Reformar el sistema educativo para darle volumen, calidad y una intensa articulación con el sistema productivo, promoviendo carreras, terminalidades, tecnicaturas y prácticas en el seno de las empresas.
  • Construir un sistema tributario progresivo basado en el cobro de impuestos a la personas, a las rentas extraordinarias y a la herencia, y no a los factores de producción.
  • Establecer una nueva coparticipación de impuestos basada en el reconocimiento de las autonomías provinciales y su solidaridad con la unidad y el desarrollo nacional.
  • Modernizar y especializar la burocracia estatal a fin de que incremente su productividad a la hora de proveer bienes y servicios públicos y regular la actividad privada.

Estas medidas o líneas de política económica requieren un análisis de las condiciones sociales y políticas en las que pueden ser llevadas a la práctica con la legitimidad suficiente para alcanzar realismo y efectividad.


Sin embargo, estas medidas o líneas de política económica requieren un análisis de las condiciones sociales y políticas en las que pueden ser llevadas a la práctica con la legitimidad suficiente para alcanzar realismo y efectividad. Sobre este punto las cosas se ponen más borrosas, ya que los desafíos son mucho mayores e implican cambios institucionales significativos en la sociedad argentina. En cualquier caso, podemos indicar que es preciso construir tres pilares fundamentales:

  • Crear puentes sólidos de dialogo social entre el capital industrial y agropecuario en sus distintos tramos, los sectores exportadores, el trabajo, las organizaciones sociales de la economía popular, el sistema científico y tecnológico y el propio Estado, que tenga la capacidad de establecer caminos de acción de corto, mediano y largo plazo de política económica que permitan alcanzar los fines o lineamientos precedentes.
  • Fortalecer el parlamento como instancia de toma de decisiones que obligue a la concreción de acuerdos inter-partidarios que den fortaleza a las instituciones económicas en nuestro país y promuevan políticas orientadas al desarrollo económico y social, defendiendo la acción del Estado en la provisión de bienes estratégicos.
  • Creación de un nuevo pacto federal que construya instituciones de diálogo entre las provincias y el gobierno nacional, con la capacidad de incidir en las políticas económicas y fiscales de nuestro país, así como en la planificación obras de infraestructura estratégicas, con el objetivo de conectar todo el territorio nacional, desarrollar actividades económicas y alcanzar la soberanía energética.


Estas problemáticas, lineamientos y condiciones institucionales definen una perspectiva primaria y estructural acerca de la economía y la política nacional. Si bien parecen estar lejos de los problemas de cortísimo plazo que hoy atravesamos, intentan mostrar aquello que debe resolverse para que nuestro país no retorne sobre las mismas dificultades en una repetición histórica y algo patética que, sistemáticamente, nos expone a nosotros mismos 








IGNACIO TRUCCO
LICENCIADO (UNL) Y DOCTOR EN ECONOMÍA UNR. DOCENTE DE LA FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL (UNL). MIEMBRO DEL GRUPO DE ECONOMISTAS PROGRESISTAS.






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LA PRESENCIA RUMOROSA DE COOKE Por Horacio González








A VOS TE CREO


La presencia rumorosa de Cooke







Situado en el filo de la navaja, John William Cooke ­suele ser recordado por su famosa frase sobre el peronismo como el hecho maldito del país burgués. Es la frase crucial del insatisfecho, del hombre que es imprescindible para todos y que sin embargo parece estar demás. Muchos inadvertidos lo interpretaron como un momento específico, una debilidad momentánea de Perón, o un perro muerto abandonado al costado del camino. Estaban muy equivocados. Sin Cooke y los miles de corpúsculos enigmáticos que siguen flotando a su alrededor, nada de lo mejor del peronismo podría hoy justificarse. A 50 años de su muerte Horacio González asegura que el momento actual reclama una vez más su presencia rumorosa.




Nada escribía sin ironía, es decir, sin el fino azote de humor interno en todo lo que afirmaba con extrema seriedad. Era una revolucionario severo y desesperado. Las frases que surgían de su oratoria regañaban duramente a los que pudiendo comprender, esgrimían sus excusas, su temor o su llamado recurrente a postergar los actos necesarios. Podría decirse que había una clase de desprecio allí. Pero se trataba de una pesadumbre que iba al fondo del drama militante. ¿Por qué se habría de preferir la militancia, que es robarle horas a la cotidianeidad o al amor, en vez del cultivo personal de las artes, el compañerismo barrial o los pequeños deleites hogareños? Se tomaba en serio ese problema, y él, que se había carteado con Perón con el estilo de planificadores clandestinos de una insurrección y que se había fotografiado en bahía de los Cochinos en Cuba, con uniforme de miliciano junto a Fidel y Guevara, quiso mirar la existencia con todas sus dimensiones, la épica y la doméstica, la histórica y la íntima, la del tronar de las fuerzas de la historia y la de la reflexión filosófica como lector de las grandes obras del nacionalismo y del marxismo. Por eso son recordables sus cartas de amor a Alicia Eguren y su despedida a Homero Manzi, al que compara con Borges. No hablaba el profesional de las letras; hablaba el revolucionario en tanto “solicitante descolocado”.

Fue el político de su época más dotado intelectual y literariamente. No incomodaremos con los ejemplos, pero para buscar algo parecido hay que remontarse al siglo XIX, incluso a Echeverría o a Moreno. Al primero, lo desvalorizaba, relegándolo a una acción proyectada en el tiempo, vinculada al posterior antiperonismo, que contrastaba al autor de La cautiva como alternativa a quienes gobernaban cien años después. Le parecía insignificante ese acto; en cambio Moreno le interesaba, y con ello marcaba una señal en su revisionismo histórico no hispanizante. No obstante, en aquel siglo lejano están sus semejantes, los escritores de gran altura que se empeñaron en modificar el curso de una historia como activistas que arrastraban al compromiso diario las tramas más altas de una formación intelectual. Cooke, a diferencia de muchos de aquellos, no vio los frutos de lo que se proponía como promesa y poco obtuvo de los consuelos que a veces acompañan los sacrificios que demanda la política. En ese sentido, junto a un selecto núcleo de argentinos de todas las épocas, puede considerarse el político por excelencia. Los numerosos actos anónimos de militantes desconocidos, rostros difuminados entre los hierros calcinados de la lucha –sugirió–, recién recibirían reconocimiento cuando la humanidad quedara al alcance de la luz general de la emancipación. Este moderado y tenue mesianismo, pertenece a las incisivas reflexiones de Cooke. Sin ellas no lo entenderíamos cabalmente.

No obstante, a los signos de la política, que no parecían inescrutables para la razón crítica, los trataba con los más diversos lenguajes, que sin quitarles su halo trágico, los contoneaba con las virtudes del conversador, del jugador de póker, del amante a destiempo y del prologuista de poetas, como las líneas precisas y perentorias que escribe para el poemario de Leónidas Lamborghini. Sin abandonar nunca las notas y estrofas del peronismo, a pesar de haber cortado relaciones con Perón, que en un tiempo anterior lo había considerado su heredero indiscutible y final, formulando la idea de “conciencia posible” que había obtenido del más exigente marxismo de la época, aceptó las vicisitudes enigmáticas de las identidades populares.

Que las puso, y él mismo se puso en una inédita tensión, lo sabemos. Con todos los elementos disponibles para estar afuera, pues era el mejor de los de afuera si así lo hubiera querido, se empeñó en debatir con los que no lo consideraban el mejor estando adentro. Del peronismo; a él nos referimos. Y allí se comportó como el sibarita de una consigna que no era existencialista, pero parecía serlo –como él, que sin serlo lo era–, la de aceptar “la libertad en la necesidad”. Fue un hombre libre en el asentimiento con una historia que imponía sus condiciones sin consultar con nadie. No se privó de la apuesta, la contingencia y la fisura repentina, pero también llamó a no descuidarse en los rumbos del insurreccionalismo adolescente. Por eso es tan interesante la biografía de Cooke, en un doble plano desdoblado. Es la de un ser político desgarrado entre el momento de superar con el empuje imaginario de la voluntad esas precondiciones, y también alguien que las hace parte de sus análisis más ocupados en señalar límites, obstáculos, corduras.

Hijo de las revoluciones comunistas y nacionalistas del siglo XX, ni las tomó literalmente, ni impidió que todas ellas funcionaran como un extraño eco de los nombres que había que postular, privilegiando al final de un largo ciclo, solo uno de ellos. Lógicamente, ya había entre nosotros un nombre que sostenía ese eco, pues estaba instalado en los umbrales previos a cualquiera de esas revoluciones, y su clave estaba en la configuración de un humanismo popular “sabio y prudente”. Se llamaba peronismo y Cooke nunca abandonó ese nombre y nunca dejó de considerarlo incompleto, amputado o incapaz de resolver sus enromes vacilaciones. Situado en el filo de la navaja, Cooke suele ser recordado por su famosa frase sobre el peronismo como el hecho maldito del país burgués. Es la frase crucial del insatisfecho, del hombre que es imprescindible para todos y que sin embargo parece estar demás. Por demasiado hombre, está a punto de sobrar. Muchos inadvertidos dispuestos a pasar por alto aquello que más acabadamente los justificaba, se basaron en ese acto de exceder, para desconsiderarlo o interpretarlo a Cooke como un momento específico, una debilidad momentánea de Perón, o un perro muerto abandonado al costado del camino. Estaban muy equivocados. Sin Cooke y los miles de corpúsculos enigmáticos que siguen flotando a su alrededor, nada de lo mejor del peronismo podría hoy justificarse.

Ahora el estudio de la peripecia trágica de Cooke resulta imprescindible. Lo maldito es la propiedad de un conjunto político que puede poner en jaque un sistema sin la posibilidad de anularlo. Es lo mismo que una dialéctica suspendida o una tragedia imposibilitada de sintetizar sus contradicciones. Se podría decir que todas las obras de reflexión política más significativas en el seno de las izquierdas mundiales tratan este mismo tema. Basta leer Mi vida de Trotsky o Cuadernos de las Cárcel de Gramsci para constatar que las nociones revolucionarias son analizadas por el visor de sus esfuerzos inconsumados o sus energías incapaces de alcanzar con plenitud los programas vaticinados. Nada de diferente hay en Cooke. Este significa un alto nivel de exigencias para todo el conjunto de los hombres y mujeres comprometidos con la vida política; y estas exigencias parten del estudio y análisis de las propias acciones, colectivas o grupales, y todo ello bajo el signo de las experiencias históricas acumuladas. Por eso, el militante no se vuelve historicista o historiador, sino que en la medida en que percibe sus propias realizaciones o aspiraciones a la luz de un tejido complejo de hechos, que serían “la bibliografía práctica de la historia de un problema”, aprende que no es beneficioso actuar de un modo solamente “conveniente” o “inmediatista”, ni aceptar la facilidad que introducen las consignas anti intelectuales, sino inspirado en el corsi e recorsi de la historia.

Pero, así como Cooke fue absolutamente riguroso en el estudio de las singularidades de la historia mundial, latinoamericana y argentina, su “literatura política” nunca puso una identidad teorética por encima de las banderas colectivas que en cada situación fueran levantadas por una mayoría popular. Esta cuestión, tan exigente y primordial hoy, pone nuevamente el nombre de Cooke bajo nuevos focos de atención. En el país que lo tuvo como una de las mentes políticas más esclarecidas, la penuria cultural que vivimos en la esfera pública, causada por los gobernantes macristas que a su vez inventaron su propio “peronismo racional”, reclama una vez más su presencia rumorosa. Pero el mensaje sensible y audible que emana de esas trágicas figuraciones cookistas, ahora con sus cenizas sutiles flotando sobre el Río de la Plata, es que en las luchas se hace necesario reconocer las paradojas, y en las paradojas es necesario reconocerse uno mismo. Las tecno burocracias en el movimiento popular siempre existieron y en estos momentos buscan disputarle al macrismo su plan económico, relevarlo para asumirlo en pleno, solo cambiando detalles. Rememorando a este gran escritor del Informe a las Bases, nada de fundamental ocurrirá en la historia del presente si no se releen sus magníficas páginas de crítica a las caparazones que surgen de la propia actividad popular, con el solo propósito de asfixiarla. Como este es el gran nudo de la historia, pensar y actuar es en gran medida, hacerlo sobre nuestras propias conciencias. Así es como lo debatían dos atormentados hombres a los que los une la diferencia y el afán de diversificar las interpretaciones, el propio Cooke y León Rozitchner. Finalmente, dos amigos en un cruce de caminos.



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jueves, 20 de septiembre de 2018

ALICIA Y JHON, EL PERONISMO OLVIDADO (VIDEO COMPLETO) / A 50 años de la muerte de John William Cooke



AUDIOVISUALES


19 de septiembre de 2018 

A 50 años de la muerte de John William Cooke 








Alicia y John, el peronismo olvidado





Un 19 de setiembre de 1968 fallecía en el Hospital de Clínicas el militante peronista John William Cooke producto de un cáncer de pulmón. El "bebe", como era llamado cariñosamente en su círculo político, había sido el diputado nacional más joven del primer peronismo, director de la mítica revista "De Frente" y delegado de Perón en los tiempos de la resistencia peronista. Artífice del pacto Perón-Frondizi, organizador de la Huelga del Frigorífico Lisandro de la Torre. Amigo del che Guevara y seguidor ferviente de Fidel Castro fue, junto con su compañera de la militancia y de vida Alicia Eguren, creyeron posible la fusión entre el peronismo y la revolución cubana.



El film documental "Alicia y John, el peronismo olvidado" de Carlos Castro, rescata una vida de un militante al que pretendieron desterrarlo.




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SEMBLANZA DE JOHN WILLIAM COOKE, por Ernesto Goldar Lecturas destacadas



19 de septiembre de 2018


A 50 años de la muerte de John William Cooke








Semblanza de John William Cooke


Por Ernesto Goldar


Presentamos este texto escaneado de un viejo libro de textos de Cooke compilado por Ernesto Goldar, autor de esta detallada semblanza. Importante sobretodo para quienes empecinados en combatir al peronismo, coinciden en sus posiciones presuntamente revolucionarias con el establishment conservador, que solo busca restaurar el predominio de sus intereses, no viéndose afectado por las "luchas" de los puristas ideológicos del trostkismo. Cooke decidió en su momento dar la lucha contra los oportunistas, burócratas y acomodados, desde el peronismo y siendo un revolucionario, lo que equivale a pararse al lado del pueblo y no enfrente de él, para alcanzar la liberación nacional y social, poniendo el cuerpo y no poniendo trabas.





La biografía para los biógrafos. Es cierto, la historia no es ajena de significados y los hechos valen tanto como el pensamiento cuando de un militante se trata. El revolucionario, demuestra su condición transformando, uniendo la teoría a la práctica y la acción a la lógica de sus escritos. Mas para una reconstrucción de la vida política de Cooke reconocemos en mejores condiciones de hacerla a los que convivieron la precisión nerviosa de sus propuestas y la compleja realidad que junto a él cambiaban creando. Dejamos por ahora los detalles reveladores y preferimos las grandes y rigurosas líneas de su pensamiento original y coherente. Trabajaremos sobre cuatro ideas que se reiteran en sus escritos, ejes ciertos que estructuran con seguridad más subtemas pero que, en conjunto, guardan relación entre sí como "clásicos" a los que Cooke empecinadamente vuelve.

Vamos a redondear los problemas que siguen -nada definitivos, es verdad- pero que pueden ayudar a la sistematización de un pensamiento rico de experiencia, crudamente incitativo y vigente:


l. La Correspondencia Perón-Cooke leída como no correspondencia, vale decir, una relación Perón versus Cooke.

2. Intransigencia, insurrección e idea del partido.

3. La crítica de la Razón Burocrática.

4. El peronismo entendido (y realizado) como "negatividad", y el socialismo.


Esta aproximación implica un rastreo -una ida-regreso "ad frontes"- intentando demostrar el curso impaciente del marxismo en la expresión práctico-teórica más lúcida del peronismo revolucionario, marxismo primero anticipado y después explicito en el pensamiento de John William Cooke. Por eso escribimos directamente pensamiento socialista, para evitar estériles escarceos semánticos.

Dos párrafos (inevitables) para ubicar a Cooke en la historia reciente. Nace en La Plata en 1920 y la proximidad de correligionarios de Hipólito Yrigoyen le dan el tono nacional y nostálgico a sus primeros discursos antiimperialistas en la Cámara de Diputados. Está del buen lado del parlamento cuando en 1946 ocupa un escaño peronista que le permite intervenciones medulares, oscilando entre fundamentaciones jurídicas y recurrencias a los ciclos paradigmáticos de la historia argentina. Abogado nacionalista en la década del cuarenta, profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho, especializado en monopolios y deterioros en los términos del intercambio, vota en contra del Acta de Chapultepec y de la Carta de San Francisco en 1947. Es un peronista consecuente que se rebela contra la obsecuencia de los "verticales" de su bloque que de tan serviles prohijaban acuerdos ciegos con el imperialismo. En las elecciones de 1952 no integrará las listas. Para ese tiempo la crisis de la prosperidad económica comienza a enrarecer las soluciones sencillas y la dirección del Movimiento iniciado en 1945 se enfrenta con las urgencias históricas que el país obliga, debiendo optar entre seguir de una vez por todas hacia adelante o detener la marcha para conciliar v terminar finalmente claudicando. Cooke visualiza la debilidad ideológica del "gigante fósil" que es el peronismo sin dirección revolucionaria. Desde 1954 dirige el semanario De Frente criticando a los ineptos que bloquean la movilización organizada e insiste en cambios políticos y de estructura indispensables. Pero Eva Perón ha muerto, aumenta el costo de la vida, se exige oficialmente "mayor productividad" y los sindicatos siguen controlados por sumisos negociadores de plusvalía en un mercado interno decreciente. El imperialismo, ya totalmente recuperado, acerca de nuevo a su lado al aliado natural que había perdido ---esa burguesía nativa tan elogiada por los panegiristas de la "armonía de clases"- y junto a sus socios reverentes, la oligarquía, el gorilaje militar apátrida, los burgueses "progresistas" y la cómplice omisión de los burócratas corruptos del peronismo declinante, descarga el golpe fácil en setiembre de 1955. Allí, en esa triste noche de la desbandada, es donde Cooke aparece haciendo "pata ancha".

Había demostrado a Perón hasta el cansancio que se podía resistir. Pero el general elige el exilio y dona a Cooke, que ha sufrido prisión y vejaciones junto a mi]es de trabajadores, los anónimos oropeles de la acción clandestina, esos galardones que ahora queman en las manos de los defenestrados personajes de las buenas maneras pues contienen ese submundo de "caños", torturas, insomnio y ráfagas de ametralladora del cual ni siquiera conviene enterarse.

Cooke pelea, organiza, crea, hace la historia silenciada, cae preso y escapa a caballo a través de la cordillera y de nuevo en Chile sigue organizando, planifica agitaciones y atentados desde la cárcel, extiende la red de "resistentes" armados, y critica, polemizando con los inservibles, escribiendo con tinta simpática desde el encierro y pasando directivas y memorándumes en clave. Cooke es el "duro", el clandestino,firme en los principios, optimista y flexible, no dogmático en las alternativas infinitas de la acción.

De esa Resistencia sólo queda esta palabra que escribimos con mayúscula, pues todo lo han borrado el horror y las requisas, menos un puñado de compañeros mutilados, otros tantos muertos que el olvido borrará y los nervios quebrados de los sobrevivientes de esos primeros "comandos" peronistas. 1956-1957: noches de cólera, consignas y sigilo. Pero también de traición: frente a los duros, además de las picanas de los servicios de inteligencia, están los "blandos" que han comenzado a conspirar contra Cooke, el intolerable dirigente de la línea insurreccional que parece no detenerse nunca. Estas acciones perjudican los enjuagues de los que siempre han pactado con los mandones de la Casa Rosada.

Éstos le chismosean a Perón, le cuentan cositas "imperdonables" de Cooke y de Alicia, su mujer, escarban en los errores. Y después del pacto con Frondizi, cuando la "integración" del peronismo perseguido al sistema, abre las miserables expectativas de los blandos, cuando estalla y se extiende una de las huelgas generales más virulentas que registra la historia obrera argentina -la del 17 al 21 de enero de 1959, en repudio a la desvergonzada entrega frigerista - los honorables correveidiles de la "causa popular" se adicionan al coro de los salvadores del Orden y denuncian a Cooke a la policía por supuesta asociación con las fuerzas "diabólicas" del "marxismo internacional". Perón lo separa inmediatamente de la dirección de la lucha. Lo reemplazará por Alberto Campos, un dirigente metalúrgico digno de la confianza de todos los temerosos. Cooke está despromovido, pero no se sorprende, pues ya había advertido a Perón· que entre la línea insurreccional Y los blandos no hay unidad posible. "Son dos tendencias con objetivos diferentes", dirá, y se permite arrimar esta aguda cita de Mao: "Estamos contra el dualismo en las direcciones estratégicas y por el golpe dado en una sola dirección". Cooke ha cometido el pecado de dirigir la insurrección armada, de volarle los puestos policiales a Aramburu, de pararle con "las 62" el país a Frondizi, de no dejarse comprar por los dólares petroleros.

En 1960 se va a Cuba. Participa en acciones militares cuando la invasión norteamericana y re-descubre a la guerrilla como método, la misma política irrecuperable de la lucha armada que había ejercido durante los años de la Resistencia y las guerrillas urbana y rural del Ejército Nacional de Liberación (E.L.N.) y el "Uturunco", a fines de 1959. Se encuentra con Ernesto Guevara, mejor dicho, se reencuentra consigo mismo, con la acción creadora que ha percibido y realizado como modelo cierto. Cuba lo ratifica, le prodiga seguridad al pensamiento dándole un marxismo liberado de los anaqueles, vivo, que inserta naturalmente en él peronismo que lo recibe ávido, consciente de su potencialidad transformadora, continuación (y no ruptura) con la naturaleza revolucionaria de la clase obrera. La muerte se lo lleva en 1968. Ha creado una tendencia dentro del peronismo que se define antiburocrática, socialista, profundamente nacional y hermana de todos los expoliados del mundo. Ha puesto al peronismo al día, de acuerdo con la realidad a modificar, y la tendencia revolucionaria crece apoyada en su pensamiento y en las formas de lucha de su vida, con efecto multiplicador irreversible.

Correspondencia Perón versus Cooke


La correspondencia Cooke-Perón se inicia el 12 de agosto de 1956 y finaliza casi diez años después, el 21 de febrero de 1966. Ha sido presentada en dos tomos -hay varias ediciones~ y la compilación es ya de por sí significativa.

La primera parte es Perón-Cooke o viceversa; la segunda es en cambio Cooke casi sin receptor, monologando dramáticamente. Dentro de ese epistolario militante caben todas las audacias del pensamiento político. Es fundamentalmente al principio un diálogo entre dos personalidades conscientes de hacer época, inteligentes, desmedidos hasta la mesura, con la prudente franqueza de quienes saben hacer política.

Desde el vamos se meten con todo: Cooke no baja de las cuarenta páginas en sus informes, planes y polémicas; Perón también -aunque recatado en el esfuerzo-. Hablan, planifican, controlan, critican y ponen en ejecución: se respetan.

Cooke siempre lo admirará como líder, y Perón, tan proclive a las paternalidades no se atreve a ponerse en consejero, aunque en el instante de mayor aspereza, cuando el coloquio se ha roto, lo llamará "Querido Bebe". Existe la racionalidad afectuosa de quienes en los primeros tiempos hacen iguales cosas y la demostración cordial -nunca diplomática- de los varios años posteriores en que estarán ideológicamente distanciados. La "correspondencia" comienza como un ancho sendero que después se bifurca, no en un laberinto borgiano sino en paralelas equidistantes, fijas, irreconciliables. Pues aun desde el principio nada es confuso; dicen todo lo que quieren decir (o lo omiten) para estar finalmente --diríase que con alivio- en absoluto desacuerdo.

Por esas cartas transcurren todos los temas del tembladeral político: problemas de estrategia y táctica, sociología de la revolución, electoralismo, golpismo, metodología, filosofía y teoría de la organización, el partido, la burocracia, la insurrección y el socialismo.

Para dirigir esta misión ha encomendado a Cooke: "Por la presente autorizo al compañero doctor John William Cooke, actualmente preso (en Chile) por cumplir con su deber de peronista, para que asuma mi representación... En él reconozco al único Jefe que tiene mi mandato para presidir a la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero, y sus decisiones tienen el mismo valor que las mías", fechado en Caracas, el 2 de noviembre de 1956.

Se escriben desde el exilio y la cárcel. Lo hacen de prisa, "a la disparada" confiesa Cooke, que siempre será directo, abrumador, inteligente, muy escritor, ansioso por informar, minucioso porque nada quede en la máquina de escribir que tabletea toda la noche junto a la jarra de café y el cigarrillo detenido en la boca. El texto revela dos caracteres (y no intentamos hacer psicología). Perón del primer tomo es un eterno optimista, calmo y entusiasta a la vez, un "realista" que saca conclusiones generales, universaliza la situación y traza la estrategia. Parece estar muy seguro con los "completamente de acuerdo" y "yo pienso como usted" que reitera como una modalidad de actuar a remolque de los hechos, sin asombrarse, señalando siempre identidades sin cerrar ninguna posibilidad. Están organizando la insurrección popular en la Argentina; Perón repite los esquemas de Conducción política: unidad de acción y unidad de concepción. Para él la estrategia es un vasto común denominador: habla del "honor de los generales" - esos mismos que lo echaron-, es evidente que ha dado varias "directivas" distintas -¿a Cooke y a cuántos otros?-, no se sabe si en las elecciones, proscriptivas, para constituyentes de 1957 propicia el voto en blanco, la abstención, o si le cierra del todo la puerta al frondizismo. A Perón parece gustarle el lado rosado de la vida. Habla de armas, sabotaje, y de "quilombificar" al país. Pero de pronto se descuelga con la idea de una huelga obrera general donde "sería menester hacer parar a todos los patrones" (sic), fechada en Caracas el 17 de mayo del 57, o buscando apoyo geopolítico y negando totalmente lo que afirma en el libro que está escribiendo en esos días, Los vendepatrias, al tratar de conseguir el sosten de las inversiones norteamericanas ("creo que si no conseguimos su apoyo, por lo menos conseguiremos que no apoyen a la dictadura", (Caracas, 5 de junio de 1957) para calificar a los Estados Unidos como "gobierno amigo", (Caracas, 11 de junio 1957).

Perón no es severo, con los "neoperonistas", ni con los oportunistas que "usan su nombre". Utiliza a todos: esto se ha repetido mil veces. Deja que el tiempo corra a su favor, esto también se ha dicho. Es un evolucionista ("la dictadura se está autodestruyendo", describe), anda sin apuro, es ambiguo, él ya ,ha dictado cátedra sobre determinismo histórico en su libro La comunidad organizada, de 1951: parece empecinarse en una indefinición constante. Evidencia en esos días sus rasgos mejores, pero es un militante equívoco, afecto a las generalizaciones contradictorias, a la idealización de la armonía, a la idea de la conducción como un conjunto tan indiferenciado que resulta imposible conducir. (Fanon observaría en este rasgo el "marasmo" típico del nacionalista burgués).

El expectativismo no es un defecto en Perón. Se trata de una concepción de la organización, de una idea (imposible) de la insurrección, de una visión del mundo. Y aquí choca con Cooke. Choca frontalmente desde las primeras cartas.

Cooke siempre domina (conoce) el terreno, es concreto, particulariza, reclama precisión táctica, une estrategia y táctica en la política insurreccional, observa el detalle y el conjunto, señala la necesidad de la ofensiva, no cree en la "buena fe" de los equivocados, denuncia el desviacionismo de los traidores, contrasta, pega, es optimista, si, pero indicando carencias ("no tenemos organización "), busca homogeneidad, diferencia. No cree en el determinismo histórico; hay que "crear las condiciones", repite, montar una organización revolucionaria, centralizada y única. Perón lo decepciona: "Si diez grupos trabajan me entiendo con los diez", contesta. Entonces comienza a cambiar de tono las epístolas. Cooke se planta: ¿Perón quiere la insurrección o no la quiere? Y lo aprieta: el general contesta penosamente, no sabe adónde va ni lo que se debe hacer, la carta del 17 de mayo de 1957 (Caracas) es patética. Ni que si, ni que no, antes al contrario. Cooke parece estar avanzando serio y lo cerca.

Desde este momento Cooke informa y Perón responde "muy atinado" y agrega algunas generalidades. La correspondencia se hace tensa y los protagonistas prevén el desenlace. Lo dirá Cooke en una de las piezas más talentosas de la acción revolucionaria en la Argentina: es la carta del 28 de agosto de 1957. Es un extenso y completísimo Informe general y plan de acción. Si Perón lo aprueba es posible tomar el poder. Si se continúa con el manoseo de las indefiniciones, las ambiguiedades y la armonía con los mediocres, la oportunidad se retrasará indefinidamente. Cooke ha planificado, vivido la etapa insurreccional y está en condiciones de observar: " 1) la situación del Movimiento; 2) el reajuste y la reorganización del Movimiento". Actualmente es inorgánico y vulnerable. La estructura debe ser eficiente en cualquier circunstancia. Son condiciones indispensables soldar "la unidad del Movimiento, darle una dirección insospechada de desviacionismo, adecuar sus estructuras a la lucha, encuadrar a todo el Movimiento dentro de ella y crear una disciplina para el trabajo interno y para la conducta externa"; 3) el aspecto estrictamente operativo supone "principios generales" y "dispositivos". Los primeros implican una exigencia general: actuar. Debe estudiarse cómo impulsar la acción, de qué modo organizarla, la correlación de las fuerzas que la acción desarrollará y el estado en que se encuentran estas fuerzas y todo lo específico de la insurrección y de la política insurreccional. La "interconexión" operativa es esencial. Concretamente, sobre los "dispositivos" de la lucha, Cooke propone ocho estructuras que actuarían sobre diversos campos a la vez, centralizada y descentralizadamente: Comando de Exilados, Comandos Clandestinos; Organizaciones Gremiales, Organizaciones políticas semilegales, Organizaciones paralelas, Publicaciones periodísticas, Alianza Libertadora Nacionalista y una División (Central) de Operaciones; 4) los objetivos del plan no pueden ser otros que la Insurrección General. Para ello deben sensibilizarse las organizaciones captando las condiciones objetivas y subjetivas ("el nivel revolucionario popular"), el deteriorado frente del adversario ("descomposición de nuestros enemigos"), y el Momento de la Insurrección, que deberá preparar una continua actividad de provocación y sabotaje sin descuidar tareas de infiltración en las filas militares del gobierno de ocupación.

Por toda respuesta, Perón le asegura que se parece a Napoleón. (Caracas, 1 de setiembre de 1957). El 18 de junio de 1958 le envía desde Ciudad Trujillo una carta crítica y lo despromueve: "Según las cartas que recibo hay un poco de mar de fondo contra usted y Alicia, que no alcanzo a comprender por qué sucede, pero debo tener la franqueza de decírselo, evitando toda reserva mental inaceptable entre nosotros. Creo que ustedes deben abandonar toda acción directa de ejecución y reducirse a la conducción estratégica si no quieren verse envueltos dentro de poco en un galimatías irresoluble". La correspondencia se desinfla, transcurren meses, incluso años, entre una carta y otra. Cooke insistirá, obsesivamente por mantenerlo informado, por arrancarlo de España, criticando los delegados que él ha puesto a la cabeza del Movimiento, analizando el fracaso del "operativo retorno" en 1965. El tono es duro: "Reincido la relación epistolar -unilateral- que venía manteniendo con Ud." (15 de junio de 1962). Perón no contesta; pasan meses, Cooke sigue escribiendo y el general no contesta. "Ud. eligió las direcciones que actúan en la Argentina. Si eligió ciegos, sus razones habrá tenido, que no puedo adivinar; pero, por favor, déles un bastón blanco a cada uno para que no se los lleve por delante el tráfico de la Historia, porque seremos todos los que quedaremos con los huesos rotos". Ha pedido cosas imposibles a la ideología de Perón: "Defina al movimiento como lo que es, como lo único que puede ser: un movimiento de liberación nacional, de extrema izquierda en cuanto se propone sustituir el régimen capitalista por otras formas sociales,· de acuerdo a las características propias de nuestro país" (Marzo 3 de 1962).

Fidel Castro lo invita por medio de Cooke a visitar Cuba: "Fidel lo invita a que se vaya a vivir a Cuba, donde Ud. será acogido como corresponde a la jerarquía de líder del pueblo argentino". Es inútil, Perón no contesta. Cooke finalmente se cansa. Escribió durante diez años y se confiesa derrotado por la tozudez del caudillo que se niega a escuchar: "Mis argumentos -le dice desde La Habana en enero de 1966-, desgraciadamente, no tienen efecto: Ud. procede en forma muy diferente a la que yo preconizo, y a veces en forma totalmente antitética. Ud. es invulnerable a mis razones".




Intransigencia, insurrección y partido

¿Que es lo que diferencia a Cooke? ¿Qué hace original a su pensamiento político? ¿Qué ingrediente básico lo define continuamente como alternativa? Parecería redundante, pero, lo que diferencia a Cooke es su criterio de diferenciación. Cooke considera ya para 1956 agotada la participación de los viejos figurones que siguen sembrando la confusión y el desconcierto. La meditada planificación de la línea insurreccional entraña el desplazamiento natural de los inútiles y de los tránsfugas proclives a todas las maniobras "recuperadoras" del sistema: La "integración" frondizista, el electoralismo, la ilusión golpista y las variantes "participacionistas" de los mariscales blindados posteriores a 1966. Cooke es la Intransigencia, en el movimiento nacional de masas, la prédica práctica para no "alvearizarse", el alerta para que la clase obrera no afloje y se entregue desdentada. "Producido el zarpazo setembrino -dirá para setiembre de 1957- el peronismo sin vacilaciones proclamó la Intransigencia Absoluta como única actitud éticamente admisible. Fue una respuesta a los planes de vasallaje, una negativa a complicarse en la entrega, un desafío a la perversión transitoriamente victoriosa". Pero no todos los peronistas siguen esa línea: ahí están los "blandos", los neoperonistas, los pactistas de turno maniobrando el triste comercio de los votos y las canonjías. Cooke los denuncia, y marca la diferencia. Lo distinto no es una actitud teórica, un gesto meditado en las bibliotecas. Lo original de la línea dura es la práctica, el modelo de la insurrección o, para ser mis precisos, la política insurreccional de masas.

Cooke, dos años antes de la aplicación cubana de la guerrilla ya visualiza (y ejecuta) a la insurrección como método. No venimos aquí a condecorar anticipaciones, porque a la ejemplar proyección histórica del Comandante Guevara sólo le cabe ]a admiración creciente. Por otra parte, la gesta guevariana continúa la tradición de San Martín y de todos los revolucionarios no declaracionistas de América hispánica. Lo que intentamos atribuir a Cooke es la resolución idéntica del teorema histórico de América latina, la misma vocación para percibir la realidad como objeto modificable y acto consciente al que el sujeto insurreccional puede forzar. Cooke, en discordancia con el inmovilismo burocrático que frena al peronismo, y también con el mecanicismo que corroe a los satélites del comunismo moscovita, concibe la liberación como una empresa humana consciente donde la negativa intransigente a la absorción por el sistema importa la construcción contestataria de la iniciativa insurreccional que sólo puede consolidarse en el asalto al poder. Crear las condiciones necesarias para tomar el poder significa ratificar la consigna del Che: "El deber de todo revolucionario es hacer la revolución". La liberación no viene de regalo. Y si Cooke propone en 1957 que solamente "una política insurreccional de masas aplicada a las nuevas condiciones cambiará rápidamente el cuadro actual objetivo", es porque sabe que el factor subjetivo introducido en el proceso histórico se transforma en objetividad. Luego, no hay que esperar que las condiciones maduren, hay que crearlas.

Una política insurreccional suscita en el pueblo la conciencia de la necesidad del cambio y, al mismo tiempo, la posibilidad del cambio. Erradica paulatinamente el terror popular al Estado oligárquico mientras vulnera con agitación y hechos el poder del enemigo hasta expresarse como alternativa de poder. Cooke no se expide totalmente por la guerrilla, por el "foquismo", o la elección del ámbito espacial de la lucha en la ciudad o en el campo. Eso sí, reafirma una política insurreccional de agitación, propaganda y hechos que abarque desde la huelga general revolucionaria hasta la organización de los intelectuales estructurando un frente amplio pero diferenciado, global y pensado como guerra del pueblo y con el firme carácter de organización político-militar. No es una vanguardia purista de elegidos ni un grupo de aventureros sino una política insurreccional dimensionada en la lucha de clases, reciprocidad dialéctica de la vanguardia y las masas, guerra popular prolongada y lucha armada como continuación de la política.

Para noviembre de 1960 es categórico: "Cualquier tentativa de realizar una lucha de liberación nacional dentro de los carriles de la pseudo legalidad liberal-burguesa es un contrasentido. Como lo es creer que las fuerzas revolucionarias pueden alinearse en forma estática, sin salir del terreno teórico. O, lo que sería un disparate, hacer alianzas electorales y mangonear votitos para pegar algunos gritos en el parlamento, gritos que nadie escuchará y que, en todo caso, nada remediarán", y siete años más tarde, en la primera Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (O.L.A.S.) agrega: "América está demasiado llena de varones prudentes y administradores prolijos del buen sentido...Está llena de personas sensatas, respetuosas de la respetabilidad, de racionalizadores de la inacción, de payasos solemnes. Y que están muertos como las ideas que exponen con la seguridad magistral de los que jamás ven nada". La crítica va dirigida al oportunismo staliniano, a los burócratas del nacionalismo burgués y a los barítonos de la izquierda verbal. Porque Cooke, presidente de la delegación argentina, evalúa en esta conferencia diez años de experiencia revolucionaria: "La estrategia general sólo puede ser planteada en base a la lucha armada con miras a la confrontación cada vez más generalizada. En cuanto al caso particular de nuestro país, las organizaciones presentes comparten la opinión de que (esta salida) no es excepción, sino todo lo contrario...".

Pero Cooke no es un tremendista que quiere asustar a los incrédulos. El ha tomado varias veces las armas y conoce el riesgo y la incertidumbre de la muerte y del error. "Los revolucionarios no queremos la muerte sino la revolución", confirma. Una revolución para la vida, diría Camus, pero "la vida interesa si somos realmente la parte que afín no entró en la zona de fuego porque no le llegó el momento, y no una vida que la guerra respeta como la de los inválidos, los bufones y tantos otros que están a la retaguardia". Sin embargo la historia hay que empujarla. La revolución es un acto permanente donde no caben el espontaneísmo ni el aventurerismo voluntarista por más heroico que sea. La revolución es también la dura lucha silenciosa, el instante preparatorio, el apronte anónimo que aparentemente se opone al milagro de las soluciones estruendosas. En Córdoba, Cooke pronuncia una conferencia el 4 de diciembre de 1964 y allí puntualiza: "El reformismo burocrático y el tremendismo revolucionario, no son los términos del dilema peronista. Es una falsa disyuntiva", y acusa al impacientismo honesto de los exagerados: "Una línea pseudorevolucionaria busca sólo apoteosis totales, por encima de cualesquiera que sean las condiciones que se den en un momento dado: tampoco concibe la revolución como proceso, la concibe como suceso fulminante, sin que medien los sacrificios y las tareas revolucionarias que no lucen, la acción de miles de militantes".

Cooke, además, tiene una clara idea de la necesidad de un partido revolucionario. El partido será obrero, independiente y diferenciado del reformismo pactista, donde aflore toda la potencialidad revolucionaria del peronismo. Su petición final debe ser alterar el "sacramento de la propiedad privada" proponiéndose en esta coyuntura hegemonizar el frente nacional antiimperialista. En Cooke el partido no es un imperativo categórico. De igual modo que en el pensamiento de Guevara no aparece un relevamiento explícito de la relación entre partido, vanguardia y masas. No aparece simplemente porque no se trata de una especulación teórica, del sempiterno a priori para regodeo de indecisos. Para Cooke el partido es la política insurreccional; de ahí surgirá porque ya está germinando, haciéndose, construyéndose en los embates y reflujos de la acción cotidiana. No nos corresponde determinar si la idea cookiana del partido se acerca a Lenin, a Rosa Luxemburgo o a Gramsci. (Tal vez se emparente más con los dos últimos). Pero lo que si rechaza es la organización meditada como "docena de revolucionarios profesionales" que salvarán a la República. Nos referimos concretamente a la idea leninista, mejor dicho, a la concepción del ¿qué hacer? dogmáticamente aceptada. De este modo Cooke se acerca a Guevara, a Fanon, a la organización como múltiple expresión de la lucha original del pueblo y producto de la conciencia colectiva real de las masas ascendiendo a tropiezos los escalones de la conciencia posible, sin dogmatismos ni puntos de partida, organización popular revolucionaria que surge y se extiende no alienada a los muestreos de catálogos de los encuestadores de una pretendida dinámica de la historia.

La Razón Burocrática

"Lo burocrático -subraya Cooke en Peronismo y Revolución, su libro más importante- es un estilo en el ejercicio de las funciones o de la influencia. Presupone, por lo pronto, operar con los mismos valores que el adversario, es decir con una visión reformista, superficial, antitética de la revolucionaria". Este esquematismo mental subroga la acción por la inercia cómplice, emblematiza el oportunismo centrista y separa la teoría (cuando la tiene) de la práctica que permitiría realizada. El modo de ser burocrático es el colmo de lo pragmático, y prefiere mullirse en la entelequia de no preguntar jamás, frente al hecho concreto y decisivo ¿quién tiene el poder de decisión, la burguesía o los trabajadores?. Cooke desarrolla la crítica a la Razón Burocrática como modelo irracional de una pretendida "razón", deteniéndose particularmente en los autodenominados "dirigentes sindicales", representantes obreros de mentalidad colonial y burguesa. El burócrata ejecuta su acostumbrada ineficacia incontaminándola de política revolucionaria. Esta sería la "proyección hacia el futuro que debe buscarse en cada táctica, en cada hecho, en cada episodio, para que no se agote por sí mismo". El burócrata es un simple cuantificador de tácticas a las que suma sin transformar en calidad estratégica. El imperio de las ideas dominantes, la ideológica groseramente impuesta por el colonialismo en las condiciones de dependencia y la cosmovisión burguesa liberal en la sociedad argentina de clases le han bajado una línea de pensar, de discernir y actuar, que los hace hipersensibles a las acusaciones de "subversivos", y que le introyecta una versión paternalista sobre la masa de afiliados de su gremio a la que jamás moviliza, pues desdeña a las bases y se arroga autosuficiencia de dirección impoluta. El burócrata es una contradicción de cuenta regresiva. El impulso creciente de la lucha de masas desbrozará por instantes su propia confusión, pero tan sólo se convierte en un reformista que prefiere un orden social distinto al que vive, pues lo sabe injusto pero no lo concientiza, vale decir, no lo concibe como orden perecedero y sustituible: piensa utilizar al Orden para acceder al nuevo orden, odia al desorden y respeta a la ley, y se engancha encandilado en los andariveles de la ficción de la legalidad colonial o en la ilusión del "golpismo". Está postrado, no puede hacer política porque no dispone de una política independiente, "El burócrata --escribe Cooke- quiere que caiga el régimen, pero también quiere durar; espera que la transición se cumpla sin que él abandone el cargo o posición. Se ve como el representante o, a veces, como el benefactor de la masa, pero no como parte de ella; su política es una sucesión de tácticas que él considera que sumadas aritméticamente y extendidas en lo temporal configuran una estrategia".

Además el burócrata no percibe que él es parte del régimen que se pretende transformar. El burocratismo es con causa de un material contradictorio: su especificidad como fenómeno es el antagonismo que el peronismo representa como movimiento nacional y proletario hacia el socialismo, y los valladares, torpezas y traiciones que impiden que esa representación se ejerza en los requerimientos organizativos indispensables. El burocratismo es el desnivel que debe barrerse para poner la política a la altura de la política revolucionaria. Esta rémora nociva que cae de arriba-abajo introduciéndose en los intersticios de la conciencia nacional provoca el descenso en el ascenso histórico de la conciencia real hacia la conciencia posible (antiimperialista y socialista) predicando el quietismo y la oscuridad. El "espíritu" burocrático es el estereotipo alienado en la desalienación, el sistema colonial enquistado en el proceso revolucionario. Luego, para avanzar, hay que quitarlo del medio.

Cooke escribe a fines de 1966 con documentos, cifras y datos oficiales sobre la mesa. El golpe militar de junio de 1966 ha extendido y reforzado la infección mental sobre la repetición de las circunstancias históricas. Se cree que 1966 es igual a 1945, que Onganía es igual a Perón, que de nuevo las fuerzas armadas y los sindicatos conducirán al país mediante la "paz" y al anticomunismo hacia el "futuro de grandeza" tantas veces proclamado, "exorcizando los últimos vestigios del liberalismo apátrida que anida subterráneamente carcomiendo las esencias de nuestro destino", etc. etc., y el resto de las ambiciones metafísicas que abundan. Los burócratas son crédulos por antonomasia. Se entusiasman con los entorchados del generalato, se pasean sumisos por los pasillos alfombrados de los ministerios. Se sienten reconocidos; se los reconoce por abyectos, pero ellos lo ignoran.

Piensan que para provocar hechos (1966 es igual a 1945) hay que prosternarse ante los hechos, hacer buena letra, rendirse ante el desbarajuste de la inorganicidad. Cooke ha instado mil veces a montar una organización pero, para disponer de ella, para "colocarse en las mejores condiciones posibles, hay que tener una política". Y los burócratas son apolíticos, predicadores de la mansedumbre, filósofos de la bruma, "ideólogos de la alienación". No atinarán a desprenderse de las hipótesis sin correlato y de las remanidas artimañas de comité: "No se trata de acertar a una tómbola, sino de orientar una praxis multitudinaria", reclama Cooke. Pero el burócrata no relaciona, no concibe al hombre como protagonista de la historia, no advierte detrás de lo aparente la intimidad esencial de los fenómenos. Marcha a remolque, desracionaliza los acontecimientos, la óptica burguesa de la que es prisionero le impide develar la verdad histórica.

El burocratismo enquistado en e] movimiento nacional, encantado por la expectativa, empaquetado en las leyes generales del sistema, se pierde en la improvisación, espera, posterga cualquier ofensiva. Porque superar el oportunismo ("tener una política") significa superar la espontaneidad, ser capaz de mover al movimiento, -"traducir al número en fuerza"-. Es a partir de las insurrecciones populares de 1969 cuando el burocratismo siente tambalear los sillones. Las ilusiones han muerto, 1966 no es 1945, y las masas, la conciencia colectiva de las masas, han desarrollado por encima y debajo de la casta burocrática, a su propia dinámica. Y no cuestionan a un patrón aislado sino a toda la clase capitalista, y a la dictadura militar. La Razón Burocrática ha engendrado su propia crisis: el desarrollo de las condiciones subjetivas y la crisis objetiva de la Argentina capitalista dependiente han cuestionado (incluso) al soporte superestructural de la medianía capituladora. Las masas en las calles han cuestionado a la Razón Burocrática. Y el régimen militar ha perdido todo apoyo, y los burocráticos se han quedado sin la protección de los "arcángeles blindados" que prometieron salvar a la patria del desasosiego.

¿Acaso se diferencian los militares de los burócratas? De ningún modo: los une la misma forma de razonar y sentir. Los une la no-unidad: jamás totalizan, perciben a la realidad fragmentada, separan los hechos del todo, afirman su propia superioridad en las creencias puramente subjetivas desvinculadas de la objetividad. No penetran la realidad: militares y burócratas tienen mucho en común pero sobre todo, la ideología, el idealismo abstracto que suponen producto de condiciones ahistóricas, como una suerte de indeterminación neblinosa. Los militares son, correa de transmisión del Pentágono, los burócratas sindicales, a su vez, son consecuencia de la penetración monopolista. Pero ellos se precian más allá de las derivaciones, reconocen su calidad de integrantes de estratos provenientes de espacios morales o divinos a los que obedecen como imperativos. Por eso se han unido: los conjura una misma visión irracional del mundo solventado por la sinrazón racional de lo irracional del sistema. Son escoláticos de las jerarquías, adoran los mismos mitos espiritualistas; el autoritarismo, la fe y la "patria", pensada como policía o bien cultivada como oscura alquimia preservadora de hiperbólicos valores semánticos ("Lealtad", "Nación", "Fuerzas Armadas", "Armonía", etc.) y otras simbologías inmateriales que evaporan la desapacible realidad de un país postrado por los monopolios imperialistas, la oligarquía terrateniente y burguesía "asociada".

Militares y burócratas van prendidos de la mano. Idéntica axiología neutra los comulga. En ambos, la ideología colonial-burguesa dominante ha perpetrado su Razón y las maneras de su "racionalidad: inmovilismo, ahistoricidad, tecnocracia, "apoliticismo" (cuando se trata de sacar al país adelante y politicismo para hundido), "errores garrafal es e interpretaciones panalógicas, que responden a "formas mistificadas en que la realidad social se proyecta en la conciencia de las clases dominantes y de allí irradia a otras clases y sectores por medio dé los mecanismos culturales de la educación y de la propaganda", apunta certeramente Cooke.

Por último, el analogismo anacrónico que hace homologar a los burócratas sindicales: "1966 es igual a 1945": ¿no está basado en una ponencia antiliberal, en la actitud "realista" de no desaprovechar el instante de esa "revolución salvadora" que seria purista no recibir, pues se trata de una dádiva? ¿Por qué rechazada, entonces? La pregunta parece tener sentido, pues confirma al "realismo", a la política pragmática de la Razón Burocrática a la que la revolución es una fatalidad ajena a la historia. Realismo es hacer nada; realismo es quedarse en paz porque las cosas buenas vendrán por sí solas. Con este esquema de inacción perpetua, ¿para qué preocuparse? Luego todo lo que sea empujar el curso del tiempo es utopía: el socialismo está plenamente injustificado, la lucha de clases es una aventura irresponsable, pues el burócrata, escribe Cooke, "afirma que el peronismo no debe ser 'clasista', porque confunde la composición policlasista del Movimiento con su ideología, considerando que existen ideologías policlasistas o neutras. No puede entender que, en un frente de lucha, con el policlasismo estamos todos de acuerdo, pero que la ideología sólo puede ser o la revolucionaria del proletariado o la burguesa".

El burócrata, la Razón Burocrática, separa (une mal). Al burócrata le está vedado razonar que la lucha del frente nacional es policlasista pero que la ideología de la revolución nacional es socialista, pues la libertad nacional no se detiene hasta la libertad del hombre. Separar socialismo y nación es cerrar los ojos al proceso objetivo, a las contradicciones inevitables y a la negación de las contradicciones. El burócrata sigue sin ver; pero de la práctica de las bases populares está naciendo la teoría que niega la irracionalidad atolondrada y nociva de la Razón irracional de la mentalidad colonial burocrática.

El peronismo pensado y (realizado) como negatividad, y el socialismo.

La propuesta cookiana redefine al peronismo negativamente. Hablamos de "negatividad" como proceso de opuestos unificados, verdad probable que sólo la afirmación de su otredad completa. El rastreo del fenómeno peronista a través de las apariencias mistificadoras es la conciencia de su identidad contradictoria, e implica un ajuste que lo conciba dinámicamente, operando como sujeto y a la vez objeto de su contingencia. La lógica dialéctica del pensamiento cookiano deriva de la tensión del experimento que analiza y es a su vez la concepción de la praxis como imperativo absoluto, idea comprensiva de un método que totaliza el todo concreto que transforma.

El peronismo es un proceso objetivo-subjetivo que se preserva a sí mismo a través de diferentes modos de negaciones y de "negaciones de negaciones". Simultáneamente, las negaciones constituyen la afirmación de su porvenir nacional revolucionario: El peronismo es "negado" por la burocracia. El peronismo "niega" al sistema. , El peronismo "se niega" a sí mismo.

Sobre el peronismo negado ya hablamos recién. Se trata de los "recuperados" que han bajado la guardia por traición declarada y por la bruma ideológica que los trastorna. Es el mundillo de los tránsfugas violados por los espadones "salvadores de la patria" y por los ocasionales "integracionistas": "El peronismo tiene los enemigos que se merece; lo que no se merece, en cambio, son sus amigos", escribe Cooke. El régimen ha ensayado (y ensaya) alternativa y conjuntamente las variables represivas. En un momento apela como en 1956 y 1972 a la dilución física de los combatientes; en otro, empleará "astucias zalameras" con dirigentes corruptibles intentando desorientar a las masas, dejando semioculto para las oportunidades propicias el despotismo esencial que desdibuja el velo de la ficticia jurídica burguesa. La oligarquía diluye o recupera, mata o envilece; son dos formas operativas: "El acero y el abrazo asfixiante de la amistad fingida, dice Cooke, son igualmente expresiones del empavorecimiento del régimen..." La mentalidad burocrática es proclive a ese "cariño taimado", y se entrega a la complicidad venal que niega al peronismo como sujeto y lo transforma en objeto instrumentado para la contrarrevolución y el engaño. El equívoco ideológico es el primer signo de esta corruptela, y en esto Cooke es categórico: "Los antisemitas y pro-occidentales que se meten en nuestros actos para lanzar consignas de la edad de piedra (y) los dirigentes que suelen repetirlas a su modo, constituyen una negación del peronismo ".

El peronismo "niega" al sistema, es incompatible con las estructuras del régimen. Esta imposibilidad de concordancia proviene del carácter potencialmente revolucionario que el movimiento recrea, de la objetividad que posee como reflejo de los sectores desposeídos luchando por la justicia social en el contorno declinante del capitalismo dependiente. Las "direcciones" pactarán, los burócratas van a capitular, pero el movimiento no puede dejar de ser "la expresión de la crisis general del sistema burgués argentino, pues representa a las clases sociales cuyas reivindicaciones no pueden lograrse en el marco del institucionalismo actual". Detrás de las genuflexiones de los "dirigentes" está la presencia real de las masas a las que no conforman el refomismo ni las renegociaciones de la dependencia con los amos de la vieja república. Los desbordarán. La contradicción; la persistente negación relativa irrumpe entre la dirección y las bases: "El peronismo, jaquea al régimen -subraya Cooke- pero no tiene fuerza para suplantarlo". Niega y se niega a la vez; la conciencia real del pueblo niega al sistema ("es incompatible") pero la conciencia posible ("el paso de la rebeldía a la revolución") no adviene, y la posibilidad se niega, y de nuevo se cae en el marasmo y la improvisación, en el espontaneísmo y la arbitrariedad.

Entonces el peronismo detenta el poder de negarse para sobrevivir, de negarse para encabezar la revolución. Esta teoría es sin duda la más valiente del discurso cookiano. Sin sectarismo, contemplando dialécticamente la suerte revolucionaria del país, incorporando del marxismo la filosofía y del peronismo la experiencia y la conciencia histórica del pueblo, Cooke elabora la tesis de la "superación" del peronismo. Para Cooke la "antinomia peronismo-antiperonismo es la forma concreta en que se da la lucha de clases en este período de nuestro devenir". Pero la afirmación debemos apreciarla como Cooke enseña, dinámicamente. Si el peronismo conquista para si una conducción revolucionaria, en esta etapa no puede proponerse otra alternativa que la realización de una comunidad no clasista. Si no puede lograrlo, las masas comenzarán a demostrar en forma cada vez más distintiva las contradicciones entre los intereses vitales del proletariado y una ideología nacional-burguesa conciliadora que pretende "armonizar" ilusiones irreconciliables. No se trata, como suponen los impacientes de la izquierda verbal, de un abandono del peronismo, sino de su negación progresiva. "El peronismo -escribe Cooke- podrá desaparecer cuando deje de expresar reivindicaciones nacionales y populares y otro movimiento lo revele con ventaja; o cuando él mismo evolucione hacia algún tipo nuevo de nucleamiento que lo supere dialécticamente, es decir, sin negarlo sino integrándolo en una nueva síntesis". Esta negación superadora importa la puesta al día de metodologías y consignas.

"Yo creo -aseguraba Cooke en junio de 1962- que el peronismo, que será el conductor de la liberación argentina, será socialista". Un peronismo socialista, entonces, que se adjudique el honor de ser negado por los traidores, que niegue al régimen por incompatibilidad objetiva con la barbarie burguesa y que se niegue a sí mismo elevándose cada vez más alto para alterar al sistema, conduciendo al frente nacional antiimperialista con la hegemonía de los hombres que trabajan.

El pensamiento de John William Cooke enciende y encenderá mayores esperanzas de victoria. Los vaivenes y reflujos pasarán como mutilaciones inevitables. La revolución argentina está madura cuando encuentra en Cooke al militante y al teórico que ratifica su propia praxis guiando el camino y acompañando la marcha. La experiencia, de Cooke resume la experiencia irreversible del pueblo, cada vez más libre de mistificaciones reformistas, cada vez más consciente y confiado en su propio accionar fortalecido.



(1) Utilizamos todos los escritos de que disponemos sobre Cooke. Principalmente lo publicado: la Correspondencia con Perón; sus libros "Peronismo y Revolución", "Apuntes para la militancia". "Peronismo e integración", "La lucha por la liberación nacional" y decenas de artículos aparecidos en diarios y revistas, así como cartas, conferencias e informes fotocopiados.





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