miércoles, 28 de agosto de 2013
Lecturas sobre el golpe estadounidense: mi postura
Autor: Yassin Swehat
Fecha: 28/08/2013
En primer lugar, estaría bien que los líderes de opinión dejaran de utilizar la expresión “suenan tambores de guerra” al hablar de las posibilidades de un golpe militar estadounidense, porque lo que suena en Siria desde hace dos años y medio no es precisamente la melodía de una flauta, sino auténticos tambores de guerra y de un salvajismo desatado por el régimen sirio contra sus gobernados en represalia por intentar deshacerse de su estructura que provoca una violencia y un empobrecimiento estructurales. También se agradece a esos que dejen de decir que “Siria será golpeada”, no porque el golpe no vaya a afectar a “Siria”, al margen a qué se refiere el hablante con ello, sino porque Siria lleva siendo golpeada diariamente, con una violencia inconmensurable desde la mañana del 8 de marzo de 1963.
¿La golpearán EEUU y sus aliados occidentales? No lo sé, pero parece lo más probable y puede que esta duda quede resuelta antes de que termine de escribir estas líneas. ¿Qué fuerza tendrá este posible golpe, cuán profundo será y cuáles serán sus objetivos políticos y militares? Creo que se trata de un castigo por haber roto los tranquilizadores acuerdos que el régimen había pactado con EEUU y sus aliados (especialmente Israel), y tiene que ver con la intención de EEUU de conservar su poderío como “policía del mundo” después de las consecutivas convulsiones. Y por tanto, creo que el asunto no tiene nada que ver con sentimientos humanitarios hacia las víctimas de la horrible masacre de Al-Ghoutta, que son más o menos un 1% del total de víctimas en Siria desde marzo de 2011. Sin embargo, no volveré a repetir la estúpida obviedad de que “EEUU solo se mueve por sus intereses, y no por el bien de los pueblos”. Volver a inventar la rueda es una estupidez que carece del disfrute y placer de otras muchas absurdeces.
Por mi parte, rechazo la idea como concepto. Nunca he estado a favor de una intervención estadounidense en Siria. He pedido repetidamente al mundo que afronte sus responsabilidades de cara a la carnicería en Siria. Me refiero con esto a aislar al régimen y romper relaciones con él y asfixiar el aprovisionamiento diario que recibe su aparato de muerte, además de aceptar no solo la responsabilidad humanitaria para con las víctimas de las bandas criminales del régimen, y su ejército aún más criminal, sino también la responsabilidad política de apoyar el amplio movimiento popular por una causa justa, sin importar si el movimiento es/era pacífico o armado. Eso no lo han hecho ni EEUU ni ninguna otra gran potencia, y no olvidaré que todas ellas, en compañía de Rusia y China, han tenido un papel malvado en reavivar al régimen políticamente al encubrir los hechos en nombre de “la búsqueda de una solución política”. Una idea esta que responde exclusivamente a un mercado de intereses que se encuentran, ¡qué sorpresa!, siempre en la necesidad de “preservar el ejército y los aparatos de seguridad”; es decir, el aparato criminal fascista y cruento. Añádanse las ambiguas afirmaciones sobre la “justicia transitoria” que pueden sugerir muchas cosas, pero entre ellas no está el devolver el régimen a sus dueños y castigar a los opresores. EEUU y sus aliados darán el golpe después de una parálisis que ha impedido premeditadamente llevar el expediente sirio a la Corte Penal Internacional, por ejemplo. Dicha parálisis se justificaba con la necesidad de dejar una puerta abierta a negociar con Asad, en vez de perseguirlo internacionalmente. El régimen sirio ha chantajeado a la comunidad internacional continuamente porque sabe que su derrocamiento militar no es posible ni deseable: no es posible una intervención capaz de derrocarlo -o sea un nuevo Iraq-, mientras EEUU intenta escapar de todas las situaciones en las que se encuentra militarmente estancado, y no es deseable porque la comunidad internacional (léase: EEUU) no quiere probar en la práctica la búsqueda de una alternativa en un país como Siria. Derrocar al régimen habría sido posible mediante un apoyo íntegro a los mecanismos de la revolución siria y el cerco al régimen y sus aliados. Eso es lo que no ha hecho ni va a hacer EEUU.
El régimen sirio, con su maquiavelismo, está acostumbrado a rehabilitarse internacionalmente tras cada “cerco” por la razón que sea, y lo que ha hecho la comunidad internacional durante dos años y medio no ha sido más que dejar abierta una puerta a la rehabilitación a cambio de esto o lo otro. ¿Ha habido algún “esto” relacionado con los derechos y libertades de los sirios? Pregunten a los iraquíes por Nuri al-Maliki, y a los afganos por Hamid Karzai, y pregunten también por sus nuevos presidentes, cuyo nombre no conozco aún.
Aparte de eso, invito a los que están emocionados con el posible golpe estadounidense, ya sean analistas o líderes de opinión, a evitarse el peligro de un nuevo revés causado por unas expectativas creadas antes de tiempo: las continuas declaraciones de los responsables occidentales afirman que el golpe, si se da, no pretende derrocar al régimen, ni provocar un efecto determinante sobre el equilibrio de fuerzas sobre el terreno, sino que es simplemente un golpe de castigo por no cumplir lo acordado sobre las armas químicas, nada más. Puede que también sea para intentar acelerar la situación política, y he aquí la mayor paradoja: el futuro puede decirnos que el golpe militar que reciba el régimen fue la primera piedra en su camino hacia la política (entendida como repugnante Realpolitik ).
Alguno pueden preguntarse: ¿adoptarías una postura diferente si el golpe fuera para derrocar al régimen? La respuesta es un no rotundo. En primer lugar porque derrocar al régimen desde el aire es imposible, y derrocarlo por tierra es casi imposible técnicamente, e imposible políticamente. Incluso aunque sucediera, ello no sería una victoria para la revolución, sino que nos encontraríamos en un escenario diametralmente opuesto. Pero pensar y teorizar sobre estas posibilidades que ni siquiera están sobre la mesa, es absurdo.
Comprendo profundamente el entusiasmo de muchos sirios ante la posibilidad de que la máquina de matar del régimen sufra un golpe militar, porque los aviones, la artillería y los misiles balísticos han hecho de la muerte el principal titular, y a veces el único en la rutina de muchas zonas de Siria. Pero este entusiasmo es tan doloroso como excesivamente optimista: no hay probabilidades de que la capacidad del régimen de matar sea diezmada de forma tangible. Tal vez el golpe “reformatorio” provoque la pérdida de sus capacidades aéreas y de lanzamiento de misiles, y ello irá, temporalmente, en interés de las zonas que se escapan al control del régimen en el norte. Pero ¿qué pasará en el resto de zonas de Siria? Sea el golpe que sea, y sea lo fuerte que sea, no logrará detener los aparatos de la matanza: las armas individuales, la artillería ligera y media… ¿Qué pasará en los lugares que se encuentran entre zonas bajo influencia del régimen? ¿Alguien duda de que serán testigos de masacres atroces? No digo esto para caer en la trampa de que no se debe poner al régimen como objetivo por miedo a la represión al estilo de “sabéis que es un salvaje, ¿por qué lo provocáis?”. Solo pretendo mostrar que la idea de un golpe militar no salvará, numéricamente, a los civiles de la sed del régimen.
Como última cuestión, debo decir que el golpe viene de aquellos que han cercado a la revolución siria con una ferocidad que excede, en ocasiones, su cerco al régimen, y le han impedido obtener armas. Vendrá de esos mismos que, cuando apoyaron con migajas, participaron en la desintegración y la división, no para apoyar a la revolución siria, sino para esterilizar sus capacidades e imponerse al régimen y a la revolución, como líderes de la situación en Siria. No dudo de que un punto de partida importante para las posibilidades de un golpe se encuentra en el aumento de la presencia e influencia de los grupo yihadistas en el país, especialmente en el norte, grupos que han encontrado un lugar vacío y han podido, haciendo uso de sus redes propias para armarse y financiarse, ocupar el lugar que no pudieron ocupar las fuerzas de la revolución debido al cerco de Occidente y el hecho de estar privadas de armamento y equipos. El próximo paso de un golpe “reformatorio” contra el régimen -un paso que puede retrasarse o no, pero que llegará según creo- es mandar aviones no tripulados (Drones) a las zonas donde se encuentra el Estado Islámico de Iraq y Siria, para seguir con la demente y criminal guerra “contra el terrorismo” y cuyos efectos vemos en Yemen, Afganistán y Pakistán en forma de masacres diarias contra los civiles. Nada impide, en un futuro, que veamos una coordinación securitaria y militar entre el ejército estadounidense y el sirio resultante de la “solución política” propuesta, y no con el ESL precisamente, sino con el ejército del régimen actual, después de poner un poco de maquillaje y volver a repetir posturas provocadoras contra el “terrorismo”.
¿El Estado Islámico de Iraq y Siria y sus semejantes son terroristas? Claro. Y se trata de un gran problema al que se enfrentan los sirios, pero solucionarlo no exige masacres cometidas por aviones en los que no se perderá el sueldo del piloto, especialmente porque quien los envía no es menos terrorista y aumenta sus capacidades de matar y destruir.
También comprendo que mi opinión no guste a muchos amigos, y comprendo que la consideren, Dios no lo quiera, “de rechazo” (como pretende describirse el régimen: de resistencia y de rechazo a EEUU y sus políticas [1]). No es así, y he intentado por todos los medios aclararlo. No obstante, prefiero soportar que se vea así antes de callarme mis convicciones, que en cualquier caso no son importantes.
Dos cosas que me gustaría añadir:
Mi postura, contraria a la intervención estadounidense y que duda de su eficacia y que cree que será peor, no significa en absoluto que yo tenga una causa compartida con la mayoría de aquellos que se han despertado ante la situación en Siria, tras más de dos años y medio de silencio sepulcral ante las masacres del carnicero criminal, para declararse en contra de “la intervención exterior” (como si la intervención exterior no hubiera sido continua por parte de Rusia, Irán, Hezbollah y otras milicias iraquíes en beneficio del régimen durante más de dos años y medio) y para difundir su veneno contra la revolución siria y su gente. Esos hipócritas desgraciados, que no han pronunciado ni una sola frase de condena contra el asesinato de un solo niño por parte del régimen “de rechazo”, que hacen manifestaciones y se concentran estos días, son peores que los shabbiha.
Me hace gracia también oír las estupideces que repiten algunos de los antes mencionados sobre que la revolución nacional debe unirse al régimen contra la “ocupación exterior”. No tengo ninguna causa común con el régimen ni su gente y partidarios, ni hoy, ni mañana, ni dentro de mil años. Nunca olvidaré, ni perdonare (mi olvido y mi perdón no tienen ningún valor, pero es lo que tengo), ni me apenaré por ninguna desgracia que le suceda al régimen (que no venga ningún idiota y diga que el golpe va contra el Estado y no el régimen, porque ¿de qué Estado habla?).
Lo segundo y más importante es que la revolución siria, con el golpe militar o sin él, o incluso a pesar de él, para mí es la causa más justa en el mundo, porque es mi causa y la de mi gente. Así ha sido y así seguirá siendo, a pesar de todos los shabbiha de la Tierra y sus colaboradores, y de los shabbiha del Cielo y sus banderas negras. Es la causa de gente que se hartó de vivir bajo el yugo de la dictadura, y del empobrecimiento crónico por parte de la dinastía del maldito, y que han ofrecido para lograrlo más de cien mil víctimas, cientos de miles de heridos e inválidos, millones de desplazados y miles de municipios, barrios y calles destrozadas y desangeladas. Esa es una convicción mayor que la del golpe militar, y más grande que EEUU, y que el mundo entero.
[1] En esta carta se establece una leve diferencia entre "de rechazo" y "antiimperialista.
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