miércoles, 29 de abril de 2015

LOS NIÑOS DE LA ESCLAVITUD Por Claudia Rafael













Los niños de la esclavitud


Publicado: 28 Abril 2015


Por Claudia Rafael


(APe).- Fuego, humo, asfixia. Esta vez fueron dos niños de 7 y 10 años los devorados por las llamas en el sótano de la casona de Páez 2796, casi Condarco, en Flores. Enrejada y con puertas tapiadas. Dormían aún, a media mañana, cuando se desató un incendio en el taller textil en el que vivían con sus padres: Amparo Menchaca y Julián Rojas, que siguen internados en el Hospital Alvarez con quemaduras. La utopía con la que llegaron desde Bolivia se extinguió velozmente. Como nueve años atrás ocurrió también para Juana Vilca Quispe, de 25 años, embarazada; Elías Carbajal Quispe, de 10; Rodrigo Quispe Carbajal, de 4; Harry Rodríguez Palma, de 3; Wilfredo Quispe Mendoza, de 15, y Luis Quispe, de 4 años, en la fábrica textil de Luis Viale al 1269.


Son unas 25 cuadras las que hay entre uno y otro taller. Pero la densidad y la brutalidad del fuego fue exactamente la misma. La crueldad con que oprime, desde sus duros zarpazos el sistema que tributa al capital, trasciende los tiempos. Puede modificarse en sus números, en las particularidades de sus efectos, pero padece de la misma y oprobiosa intensidad.

El taller del barrio porteño de Caballito estaba habilitado desde 2001 para cinco personas y como lugar de trabajo. Aunque vivían unas 65 y trabajaban allí 25. “Esa tarde había pocos chicos, porque la mayoría estaba en el colegio. Pudo haber sido una desgracia mayor. Los padres de Harry estaban en la planta baja con Kevin, el otro hijo del matrimonio. No pudieron subir por la escalera y tampoco pudieron entrar por las ventanas del primer piso porque estaban enrejadas”, decía un sobreviviente nueve años atrás. Aquel incendio dejó al desnudo que la clandestinidad de la industria textil que mueve más de 700 millones de dólares al año sólo entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Conurbano requiere de reducir a la esclavitud para rendir. Doce, catorce y dieciséis horas diarias de trabajo, hacinamiento, salarios ínfimos, enfermedades evitables.

En mayo de 2008, un informe publicado en el diario La Nación, revelaba que “en febrero último, dos popes de la industria textil, Ignacio de Mendiguren (Cámara de la Indumentaria) y Víctor Benyacar (Cámara Argentina de Indumentaria de Bebes y Niños), reconocieron que el 78% de la industria textil está en negro”. Clarín, en tanto, publicó en octubre de 2011 que “el 78% de la ropa que se produce en el país se hace con trabajadores fuera del sistema legal. Se lo reveló José Ignacio de Mendiguren, hoy titular de la UIA, cuando era vicepresidente de la Cámara Argentina de la Indumentaria, al entonces ministro de Economía Martín Lousteau, en febrero de 2008. Es decir, entre 150.000 y 200.000 trabajadores. La Defensoría del Pueblo estimó en 12 mil los talleres clandestinos en todo el país y por lo menos 3.500 en la Capital Federal”.

En la vieja casona de Páez 2796, del barrio de Flores, la puerta de ingreso estaba tabicada. La causa penal está caratulada como “incendio seguido de muerte” por el simple hecho de que no existe en ningún Código una figura que exponga para este tipo de muertes una calificación profunda, que vaya a la médula de la perversidad, que defina claramente que se trata de crímenes evitables. Que si murieron dos niños ahora y varios más hace nueve años es porque hay un Estado que consiente. Que pacta. Porque “clandestino” significa “oculto, secreto” y la existencia de este tipo de talleres que prolongan el viejo sistema de la cama caliente es un secreto a voces: obreros esclavizados descansan rotativamente en una cama mientras sus compañeros de infortunio trabajan. Se reemplaza así a la vieja estructura en la que las grandes marcas tenían talleres propios de producción.


Lily Whitesell retrata en “Y aquellos que partieron: retratos del éxodo boliviano” historias como las de Simona Velásquez: “Sus horas de trabajo empezaban a las 8 am y no terminaban hasta la 1 am, siete días a la semana. Al final del día ella y sus seis hijos dormían en un cuarto ubicado atrás de la fábrica, que compartían con otros obreros. Los dedos de Simona se deformaron por el reumatismo y sus hijos empezaron a toser incesantemente por el aire pesado de la fábrica. Cuando se quejó de ello, su jefe le dijo: “No has venido a enfermarte, has venido a trabajar,” y la amenazaron con devolverla a Bolivia. Poco después de que dejó la fábrica, el mayor de sus hijos pasó de su severa tos a la tuberculosis. Nunca se recuperó. A pesar del tratamiento, murió semanas más tarde”.

Kosiuko, Cheeky (casualmente de la familia política de Mauricio Macri), Portsaid, Zara, Ayres y Cara y Cruz han sido denunciadas, investigadas, condenadas. Pero no hay cambios sustanciales. Porque en los márgenes se sigue viviendo y muriendo de la manera más cruel. Los talleristas muertos en un incendio, asfixiados o incinerados, son velozmente reemplazados en una nueva sede del taller que no es nunca clandestino porque se sabe cómo, dónde y para quién trabaja. Porque existen procesos financieros y de mercado que tienen más importancia que la vida humana en estos tiempos en que la gran utopía de los poderosos tiene sonido metálico en los bolsillos.

Los ritmos propios de las grandes marcas imponen tendencia, definen rumbos, tienen la responsabilidad política y social por la existencia de los talleres, pactan con un Estado connivente y cómplice hecho por ellos, para ellos y a su medida. Y esos dos niños de Páez al 2700 fueron la pieza de recambio como hace nueve años los seis de Luis Viale al 1200. Todos ahogados en émulos de un Cromañón que las mayorías olvidarán con celeridad a la hora de calzarse un nuevo jean o una nueva camisa que tenga la etiqueta perfectamente colocada.

Esta vez fue Mauricio Macri, que danzaba furiosa y triunfalmente (junto a Juliana Awada, su esposa y dueña de Cheeky) sobre las tablas del mega complejo Costa Salguero junto a su delfín, Rodríguez Larreta. El mismo que tras la muerte de los dos nenes en Páez al 2700 decía que “lamentablemente, sin una orden de allanamiento emitida por un juez, el gobierno porteño no puede ingresar por la fuerza en este tipo de inmuebles, que desde afuera parecen casas particulares. El inspector golpea y, si nadie le abre, nada puede hacer. Es un tema de difícil solución”.

Aníbal Ibarra, que obscenamente se sigue ofreciendo para conducir la ciudad, no puede ir tranquilo a votar sin temor a un escrache de los padres de Cromañón y hoy ni siquiera pasa la instancia de las internas. A Rodríguez Larreta, al que “si nadie le abre, nada puede hacer”, lo sigue eligiendo más de medio millón de porteños.

Las miserias humanas siguen asesinando el porvenir.



Edición: 2903






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EL GOBIERNO PORTEÑO NO SABE / NO CONTESTA Por Carlos Rodríguez



"Un informe de Protex sobre trata de personas con fines laborales ubica a la Ciudad de Buenos Aires como el segundo distrito del país en el que más ocurre este tipo de hechos ilícitos y que los talleres clandestinos de industria textil se concentran en la zona sur de la ciudad y en el primer cordón industrial del conurbano bonaerense".



En la casa donde funcionaba el taller, en el barrio de Flores, murieron dos chicos de 7 y 10 años.
Imagen: DyN


SOCIEDAD LARRETA DIJO QUE NO HUBO DENUNCIAS POR EL TALLER INCENDIADO, PERO UN DOCUMENTO LO DESMIENTE



SUBNOTAS

El gobierno porteño no sabe/no contesta

Tanto el jefe de Gabinete como Vidal negaron que la Ciudad haya recibido una denuncia por trata en el taller clandestino donde murieron dos chicos. Pero un expediente de noviembre de 2014 del propio gobierno porteño incluye a Páez 2796 como una dirección denunciada.



Por Carlos Rodríguez



Al referirse al incendio ocurrido el lunes en una vivienda del barrio porteño de Flores, en el que murieron dos niños de 7 y 10 años, el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, y la vicejefa de Gobierno, María Eugenia Vidal, aseguraron ayer que ese lugar no había sido inspeccionado por las autoridades porteñas dado que “no estaba denunciado como taller clandestino”. Sin embargo, un documento con membrete del gobierno porteño fechado el 21 de noviembre de 2014 desmiente en forma rotunda a los funcionarios, dado que confirma lo señalado por otras fuentes en el sentido de que el edificio ubicado en Páez 2796 había sido señalado en una presentación realizada por la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex) como un lugar que debía ser inspeccionado, ante la presunción de que allí había gente sometida a trabajo esclavo.

El caso tuvo ayer repercusiones políticas, entre ellas la del ministro de Trabajo, Carlos Tomada, quien aseguró que el gobierno porteño “tiene una clara responsabilidad de inspeccionar los espacios laborales”, en respuesta a lo dicho por Vidal y Larreta. Tomada recalcó que “la inspección laboral es una de las facultades no delegadas de las provincias y lamentablemente ha sido clara la política de la Ciudad de Buenos Aires continuando con lógicas neoliberales como las de desmantelar la inspección del trabajo”.

Tomada sostuvo que “la ciudad quiso desaparecer la inspección laboral fundiéndola en un área general con otras inspecciones, y esa decisión hoy está frenada con una cautelar”. Por eso señaló que las responsabilidades del gobierno de Mauricio Macri “son muy claras, tienen que ver con la habilitación de los lugares, con el control de la seguridad del trabajo y las normas laborales. Creo que este lamentable suceso, que no es el primero, responde a una falta de control y fiscalización”. El jefe de Gabinete nacional, Aníbal Fernández, denunció a su vez que hubo “desidia, falta de control y falta de interés en el control” de parte del gobierno porteño.

Tanto Vidal como Rodríguez Larreta aseguraron que la vivienda de Páez 2796 “no estaba denunciada como taller clandestino”. Esas afirmaciones son desmentidas por el documento al que tuvo acceso este diario, que señala con precisión que al 21 de noviembre pasado “no se registraron inspecciones de higiene y seguridad” en esa dirección y en otros 24 locales, en un expediente “sobre posible trata de personas con fines de explotación laboral”. La denuncia había sido presentada por la Protex, que a su vez la había recibido, en septiembre de 2014, de la Fundación La Alameda; el pedido era sobre un total de 32 locales en los que se señalaba la posibilidad del ilícito.

El legislador porteño Gustavo Vera insistió ayer en que el de Páez 2796 “no es el único taller ilegal”, dado que habría otros cuatro, en la misma cuadra, y un quinto en Terrada 909. Por su parte, el titular de la Protex, Marcelo Colombo, sostuvo que la Ciudad “tiene la capacidad y el deber de hacer inspecciones laborales para establecer situaciones irregulares”, a la vez que confirmó que hasta el momento no había recibido notificación alguna de que se haya hecho una inspección en el lugar del incendio.

Por la noche, cuando le fue presentado por televisión el documento que certifica la existencia de la denuncia sobre la presencia de un taller clandestino en Páez 2796, Rodríguez Larreta aseguró que “el ciento por ciento de las denuncias son investigadas”, pero insistió en que sobre el lugar del incendio “no habían recibido denuncia de los vecinos”.

El funcionario porteño intentó relativizar la veracidad de las denuncias que hace La Alameda y llegó a decir que si hubo una falla fue de la Justicia. El lunes por la noche, en una asamblea de trabajadores textiles convocada por la ONG Simbiosis Cultural, los vecinos de Páez al 2700 señalaron con precisión los lugares donde funcionarían otros talleres clandestinos que tampoco habrían sido inspeccionados por las autoridades del Gobierno de la Ciudad.

El legislador del PRO Francisco Quintana fue el único del oficialismo que admitió la posibilidad de una “falla en la tarea inspectiva” y agregó que lo que debería hacerse, ni bien se recibe una denuncia, es “una inspección o allanamiento para comprobar si tiene asidero”. De todos modos, advirtió que antes de una conclusión definitiva “hay que esperar la respuesta de la Agencia Gubernamental de Control para tener claro posdenuncia qué se ha hecho o no se ha hecho”.

En la Legislatura, diputados de distintos bloques presentaron pedidos de informes sobre la tragedia de la calle Páez. Una de las presentaciones fue hecha por los legisladores José Cruz Campagnoli y Gabriela Cerruti, otro por Claudia Neira, Jorge Aragón y Gustavo Vera, y una tercera por el diputado Marcelo Ramal. “No podemos seguir avalando la negligencia y la desidia del Estado ante esta situación que esclaviza y pone en riesgo a la población más vulnerable”, dijo Campagnoli.

El legislador recordó que “no es la primera vez que el gobierno de Mauricio Macri es acusado de aplicar un mecanismo de protección a los talleres clandestinos para evitar que los mismos puedan ser clausurados”.

Un informe de Protex sobre trata de personas con fines laborales ubica a la Ciudad de Buenos Aires como el segundo distrito del país en el que más ocurre este tipo de hechos ilícitos y que los talleres clandestinos de industria textil se concentran en la zona sur de la ciudad y en el primer cordón industrial del conurbano bonaerense.

El juez federal Rodolfo Canicoba Corral investiga si en el taller textil incendiado se cometió el delito de “trata de personas” y si lo mismo podría ocurrir en otros ubicados en esa zona. Ayer se supo que los niños que murieron en el incendio, y sus padres, no vivían en la calle Páez y que se encontraban allí en forma circunstancial.




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domingo, 26 de abril de 2015

SOBRE RELATOS Y GRIETAS Por José Pablo Feinmann



"Desde sus orígenes como sistema-mundo hasta el presente, el capitalismo se ha presentado como la realización o la ambición conquistadora (en tanto voluntad de poder) de la totalidad. El colonialismo y el imperialismo son las expresiones de este proyecto. Someter las partes al Todo. Este proyecto interpreta la historia como conflicto. Hay una praxis de sometimiento y una de emancipación. Una praxis de la libertad. Cuando la praxis de la libertad totaliza instaura un nuevo orden totalitario que somete a las restantes partes al Todo que ahora ella encarna. Entonces las otras partes (las que han quedado bajo la sombra del sometimiento) emprenden otra vez la tarea de destotalizar la totalización. La tarea emancipadora. Como vemos, la historia es la lucha del todo contra las partes, de las partes contra el todo y de las partes entre sí. Las grietas, como expresión de las diferencias y de los campos antagónicos, no dejan de abrirse".

Carlos Marx


Sobre relatos y grietas



Por José Pablo Feinmann










Julian Assange se enfurece con los posmodernos: no todo es interpretación, existen los hechos, existe lo fáctico, y sin esa base dura, concreta, no se puede trabajar. Tiene razón y no. Necesitamos hechos. Necesitamos ese primer nivel fáctico. Toda interpretación debe serlo de un hecho indudable. Sólo cuando el diario El País anunció la muerte de Chávez con una foto de un muerto que era otro estuvimos frente a una mentira. La mentira aparece cuando la interpretación del hecho no se apoya en ninguno o lo fabrica para hacerlo. Del hecho no se puede dudar, habrá de ser inobjetable, y habrá que seguir indagando en él para elaborar nuevas interpretaciones. Hay hechos que pueden echar por tierra a varias de ellas. Pero sobre cada nuevo hecho que surja caerán las interpretaciones para hacerlo suyo, llevarlo a su corpus interpretativo, avalar lo que se venía diciendo o darlo vuelta con habilidad, con astucia, de modo que parezca decir lo mismo que antes incorporando lo nuevo. Cualquier hecho nuevo deberá ser llevado a jugar en favor de nuestra interpretación o de otra similar que sostenga nuestro punto de vista, que es –siempre– el de nuestros intereses.


La historia está tramada por muchos intereses. Cada sujeto político es uno. Cada sujeto político se diferencia de uno y de todos. Cuando en el Cours de Ferdinand de Saussure se establece que todo punto del sistema surge en tanto diferencia hay que señalar algo más, que el suizo suele olvidar. Toda diferencia es conflicto. Toda diferencia es antagonismo. Toda diferencia tiene algo que el otro (el diferente de la diferencia) no tiene. Así, cada diferencia introduce una despresencia en la plenitud de la presencia de la otra. Ninguna es presencia totalizadora. Si anulara a las otras diferencias lo sería. Así, los sistemas autoritarios exitosos han eliminado sus diferencias, sus campos políticos antagónicos. Se asumen como presencias absolutas. Liquidaron el poder de las otras diferencias que establecían un agujero, una carencia, una nada, una despresencia en su presencia. Lo Uno es el Todo. Y no tiene rendijas. Este es el poder autoritario y es lo que todo poder ambiciona ser: lo Uno, lo Unico. Esta situación suele darse, pero debe recurrir a la sangre. Si lo Uno es lo Unico, si lo Uno es la absoluta presencia y no hay despresencia que lo hiera es porque ha ganado una guerra en que ha matado a todos los Otros o los ha sometido a su régimen de poder, basado en las armas y en los medios.


Cada relato –al surgir como diferencia de y conflicto con otro– instaura una grieta. El relato es una interpretación. Pero también es más. Es una trama ordenada de interpretaciones que confluyen en una organización de los hechos. El relato se apoya en los hechos para terminar por instituir una ficción que justifica sus intereses. La “realidad” es una lucha de ficciones, cada una de ellas sostiene ser la “verdad”. Y lo es, pero lo es sólo del grupo que la sostiene. La historia es una lucha de verdades parciales. Cada una de ellas ha sido elaborada por una “parcialidad”. Todas ellas, en tanto campos antagónicos, en tanto esferas en conflicto, constituyen una “totalidad”. La totalidad es el juego infinito de las verdades parciales, de aquí que la totalidad nunca cierre, nunca totalice. La totalidad vive en constante destotalización. Sólo totaliza cuando una de las partes se impone como el Todo. Aquí, la tarea de las restantes partes es destotalizar al Todo. El Todo se instala como hegemonía. La parte que consigue totalizar los campos antagónicos de las restantes pasa a ser la parte hegemónica del sistema político. Anula la praxis de las otras. Esa praxis es la libertad de los sujetos militantes. Podemos llamarlas –si lo deseamos– praxis emancipatoria. Si una parte elimina la praxis emancipatoria de todas las otras, sólo resta, como dinámica del Todo, su propia praxis de sometimiento. Cuando los campos antagónicos son eliminados, cuando el conflicto se destruye por el triunfo de uno de sus polos, cuando, entonces, no hay conflicto, no hay antagonismo, no hay historia. Hay un Todo y las partes pueden ser embellecidas en tanto diferencias que dialogan entre ellas o entre dialectos que enuncian enunciados que remiten a ellos mismos, porque ningún dialecto comprende lo que otro enuncia. De esta forma, el Todo establece su dominio armónico e incuestionado. Todo cambia cuando una de las partes crea una praxis diferenciadora en la modalidad del conflicto con el Todo. Aquí se establece una grieta. Una grieta es un conflicto. Una hendidura en la modalidad monolítica del Todo. Una grieta se asume como diferencia-conflicto. Su conflicto es una praxis de negación. Por pequeña que sea la parte tiene el coraje de encarnar una negatividad que niega el Todo. De aquí que las teorías de la estetización de las diferencias (la teoría de las multipolaridades que mantendrían diálogos en tanto partes armónicas, con igual poder) y la exaltación de los dialectos niegan la globalización desigual del capitalismo. Desde sus orígenes como sistema-mundo hasta el presente, el capitalismo se ha presentado como la realización o la ambición conquistadora (en tanto voluntad de poder) de la totalidad. El colonialismo y el imperialismo son las expresiones de este proyecto. Someter las partes al Todo. Este proyecto interpreta la historia como conflicto. Hay una praxis de sometimiento y una de emancipación. Una praxis de la libertad. Cuando la praxis de la libertad totaliza instaura un nuevo orden totalitario que somete a las restantes partes al Todo que ahora ella encarna. Entonces las otras partes (las que han quedado bajo la sombra del sometimiento) emprenden otra vez la tarea de destotalizar la totalización. La tarea emancipadora. Como vemos, la historia es la lucha del todo contra las partes, de las partes contra el todo y de las partes entre sí. Las grietas, como expresión de las diferencias y de los campos antagónicos, no dejan de abrirse. Toda diferencia es negación. En un orden democrático debiera surgir para el diálogo y para completar la carencia que hay en todo Otro, que también es diferencia. Pero el campo de la historia es el de los antagonismos. Toda diferencia surge para expresar la voluntad de poder de un grupo práctico. Surge, así, en tanto negación de todas las otras. Toda diferencia es afirmación de sí misma. Para complicarlo todo digamos que aún hay diferencias en el interior de toda diferencia. ¿O no hablamos de tendencias internas dentro de los partidos políticos? Esas tendencias son todas negaciones de las otras incluso cuando jueguen dentro de un mismo campo, de una misma afirmación. Todo partido político, aún cuando se proponga como un Todo, tiene diferencias, conflictos, antagonismos en su interioridad. Esto significa que aún las partes, que son esos partidos que se organizan como totalidad, laten al ritmo de los conflictos. Los conflictos establecen las grietas. Que son esas rendijas que se abren no bien surge un conflicto, una diferenciación. A su vez, cada diferenciación tiene su propio relato. Su propia interpretación de sí que difiere del relato de la otra diferenciación. Dentro del vértigo de la lucha política suelen amainar o des-integrarse muchos enfrentamientos que solían ser. Aquí se da una mini-totalización. Pero totalización al fin. Si A y Z, enfrentados ayer, destotalizados ayer, se unen hoy contra B, se habrán totalizado, habrán formado un campo común que tiene como objetivo colisionar contra B, ser más fuertes, incluirlo en la nueva totalización o destruirlo, de las una y mil formas que sean posibles imaginar. Sin embargo, postulemos que el arte de llegar al poder y mantenerlo es el de la totalización. Cuanto más totalizo, más poder tengo. ¿O por qué existen los monopolios?


Esa teoría que propone una grieta para una entera sociedad es una falacia ideológica. Se construye para arrojar sobre una parte la culpa de la existencia de la grieta. Sin embargo, jamás existe una grieta. Acaso sea posible –para algunos sistemas de pensamiento– postular una grieta fundante y pensar a partir de ella. Si leemos el Manifiesto Comunista veremos que Marx establece la grieta fundante entre burgueses y proletarios. Pero reducir el marxismo a esa simpleza totalitaria sería insultar, ante todo, a Marx y darle la razón a Stalin. La historia es mucho más rica y apasionante que eso.




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viernes, 24 de abril de 2015

100 AÑOS DEL GENOCIDIO ARMENIO: 1 SIGLO DE NEGACIÓN Y OLVIDO

EL GENOCIDIO ARMENIO Por Pablo Salvador Fontana





EL GENOCIDIO ARMENIO

El Genocidio Armenio es el primer ensayo del nazismo y antecedente de lo que se ha dado en llamar “la Solución Final”. El permiso necesario que encontraron muchos gobiernos para ejercer su poder y eliminar a un pueblo que actuaba en oposición a sus intereses.
Como un engranaje perfectamente calculado, el plan implicaba que la masacre jamás fuera reconocida oficialmente ni mucho menos castigada: de ahí, que en la actualidad aún se siga negando desde distintos sectores, tanto en Turquía como a nivel internacional.



Por Pablo Salvador Fontana. *



HISTORIA DEL GENOCIDIO


Dos millones de personas vivían en Armenia Occidental bajo el dominio del Imperio Otomano antes de la Primera Guerra Mundial, mientras que Persia dominaba la región oriental que más tarde sería anexada a Rusia. A pesar de las diferencias étnicas y religiosas (cristianos los armenios y musulmanes los turcos) y de ser un pueblo conquistado que vivía subyugado social, económica y culturalmente, durante 600 años no hubo enfrentamientos armados entre ambos.

Hasta que hacia fines del siglo XIX, impulsados por las ideas progresistas que llegaban de Europa, algunos grupos de armenios comenzaron a dar muestra de querer modificar sus condiciones de vida. Pero Armenia continuaba siendo ese territorio clave, cruce de caminos comerciales entre Oriente y Occidente, motivo por el cual el Imperio no estaba dispuesto a aceptar el desmembramiento. Y, ante las primeras rebeliones, llegaron las primeras respuestas. Dos masacres anunciaron lo que vendría: entre 1894 y 1897 fueron asesinados más de 200 mil armenios, y en 1909 se sumaron 30 mil a la lista.

Cuando estalló la Primera Guerra, en 1914, todo armenio varón y menor de 45 años que habitaba en Turquía fue obligado a enlistarse en las tropas otomanas, ahora controladas por un grupo de universitarios militarizados conocidos como los Jóvenes Turcos (miembros del partido Comité de Unión y Progreso, CUP), para luchar junto a Alemania contra la amenaza zarista.

En el bando enemigo, los armenios rusos formaban parte del ejército del zar y debieron ir al frente europeo. Pero el resultado no fue el esperado. Por un lado estuvo la negativa de los armenios que formaban parte de las tropas del Imperio Otomano a iniciar acciones contra los armenios que habitaban territorio ruso; y por el otro, las acciones subversivas de armenios rusos en territorio otomano desataron la ira turca.

Y la represalia no se hizo esperar: los soldados armenios fueron culpados de traición por su sola nacionalidad, desarmados y enviados a realizar trabajos forzados. Los Jóvenes Turcos habían comenzado su fase antiarmenia. (Imagen: Lideres de los Jóvenes Turcos)

El Comité de Unión y Progreso (CUP) o Ittihad ve Terakkí Jemiyettí, conocido popularmente como los "Jóvenes Turcos". Tres figuras del CUP controlaban el gobierno; Mehmet Talaat, Ministro del Interior en 1915 y Gran Primer Ministro en 1917 (Grand Vizier); Ismael Enver, Ministro de Guerra y Ahmed Jemal, Ministro de Marina y Gobernador Militar de Siria.

Fue así que el 24 de abril de 1914 se formó una Organización Especial (OS) integrada por ex presidiarios entrenados para limpiar de armenios el territorio turco. Se ordenó una deportación masiva hacia la Mesopotamia y el desierto que, durante más de un año, se extendió en las zonas de influencia y en los campesinados alejados de cualquier territorio de conflicto.

Cada armenio contaba con dos días para abandonar su hogar. A los más influyentes, a los más preparados, se los fusilaba directamente, y el resto debía lanzarse hacia una de las tantas caravanas por el desierto en que las que se sucederían las matanzas indiscriminadas, los abusos contra mujeres y niños, el abandono de personas hasta su lenta y agónica muerte por hambre y sed. Hubo en esos éxodos más de 25 campos de concentración, en su mayoría abiertos, y se hundieron en el mar barcos cargados de víctimas.

El desierto se cubrió de cadáveres sin tumba. Hasta que ya casi, no quedó nadie. De dos millones de armenios sobrevivieron menos de 600 mil, y ninguno en territorio otomano.

Los que lograron escapar de la deportación se ocultaron gracias a la ayuda de funcionarios conocidos, amigos o misioneros, y se exiliaron donde pudieron: Siria, el Líbano, Rusia. Y de allí a cualquier parte del mundo.

DE LA NEGACIÓN AL HABLA:


Guerra entre pueblos, esgrimieron los turcos. Ataque en legítima defensa. Deportación por cuestiones estratégicas. El genocidio fue negado desde el primer día en que comenzó. Y a lo largo del siglo XX Turquía se encargó de cuidar y mantener su maquinaria del olvido. La intención era clara: borrar las huellas de la existencia armenia, por todas las vías posibles.

A la muerte tangente, real, vino a sumarse entonces la muerte simbólica: aquí no ha ocurrido nada, no hay nada que transmitir. Arando cementerios, deportando a los niños en edad de recordar, imponiendo leyes totalitarias que restringen el acto mismo del habla, el Estado turco quiso llevar el negacionismo al extremo. No dejar rastros.


Lejos, diseminados por Europa, América y Asia, los sobrevivientes, que llevaron con ellos la memoria, callaron. Llevados a comenzar una nueva vida, con sus familias desintegradas, mutiladas, muertas, no tenían a quién contar. Así, el duelo de todo un pueblo nunca pudo ser hecho, porque para eso es necesario decir. Un testigo que hable y uno que esté dispuesto a escuchar. Creer en lo que se escucha y autentificar de esa forma la vivencia. Recién entonces, el duelo podría hacerse efectivo.

VOCES QUE DICEN:


Alejandro Schneider, es doctor en Historia, director del Proyecto Exilio Político Armenio y codirector del Programa de Historia Oral de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Él, lo supo desde un primer momento, de la necesidad de contar, por eso, junto con un grupo de investigadores de la UBA y de la Fundación Luisa Hairabedian, crearon en la Argentina el primer Archivo de Relatos Orales que funcionan en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras.

Un Archivo de la palabra, que rescata para el mundo la memoria de los sobrevivientes del genocidio que llegaron en un exilio forzado a nuestro país. Porque hoy a los 90, 100, y hasta 104 años de edad esos testigos necesitan llevar a cabo la transmisión: son los niños deportados que habían presenciado el horror y que podían y aún pueden, recordar.

Dice Schneider: “Nos interesa preservar la historia y la memoria, la historia oral en particular permite dar voz a quienes no la han tenido. Porque los armenios fueron un pueblo perseguido, torturado, asesinado es que nosotros tenemos que dar a esos sobrevivientes para constituir la historia, dar una respuesta al negacionismo histórico.”

La metodología es analizar historias de vida en base a entrevistas semiabiertas donde el entrevistado cuenta cómo era su infancia, a qué se dedicaban sus padres, cuántos hermanos tenía, en qué barrio vivía, si llegaba a estudiar, cómo era el pueblo, cómo era la relación con los turcos.

Y la más frecuente pregunta de las víctimas cuando alguien se le acerca a preguntar por lo sucedido es: ¡pero usted! ¿por qué tardó tanto en llegar?. Yo quiero ser útil para que se sepa la verdad.

La antropóloga, Lucila Tossounian, explica que “… las sensaciones son múltiples, son relatos muy cargados y hay que estar muy pendientes del otro. Son personas muy grandes que de repente tienen que cortar el relato por el llanto o por la bronca.”

La mayoría de los involucrados en el proyecto son jóvenes descendientes de armenios que al presente bromean por el “ian” que homologa los apellidos y les permite definirse como “la nueva generación”. Esta “nueva generación” no reconocen su armeneidad a través de símbolos y valores tradicionales sino por la búsqueda que les permite reencontrarse con una historia tantas veces negada.

Uno se los grandes interrogantes dejados por las grandes masacres es cómo se puede contar el dolor. Y lo que esta experiencia de los relatos hace es, justamente, mostrar que existen varios caminos. Un camino es el que dice Alexis Papazian, recién recibido de Historiador: “…yo a mis abuelos, que eran sobrevivientes, no los conocí, y mis padres no hablaban del tema, con lo cual nunca sabía bien qué decir sobre el genocidio armenio. Tenía un vacío no sé si de información, pero sí de transmisión familiar. Si ellos pueden contar, es justamente porque esas experiencias se las están transmitiendo a un entrevistador. En el entorno familiar no es siempre tan fácil: la ausencia de transmisión también es una forma de relato; que no me haya enterado también es lo que hace en algún punto que hoy esté acá.”

ARCHIVO


En el Archivo, trabajan doce recopiladores, jóvenes profesionales de Antropología, Sociología, Historia, Filosofía y Derecho que, además de entrevistar sobrevivientes en Buenos Aires, han viajado a San Luís, Córdoba y Montevideo. Toman a la palabra como tesoro invaluable, camino hacia la verdad. La metodología de la Historia Oral pone a la palabra casi en el plano de igualdad con el testimonio escrito. Y hasta ahora, dicen los investigadores que todos los relatos orales coinciden en los incendios de casas, en las violaciones de niños y mujeres, en las caravanas de la muerte por el desierto. Ahí queda saturado el criterio de verdad y se llega a la conclusión de que esto evidentemente existió y que no se puede negar.

Sin embargo, la mitad de los sobrevivientes luego de dar su testimonio, falleció poco tiempo después. ¿Es posible vincular ambos hechos, el testimonio y su muerte?. ¿Es posible pensar que descansan en paz habiendo entregado esa historia que cargaron durante tantas décadas?. En cualquier caso, para los investigadores, el apuro corre en paralelo al trabajo hecho. Entonces, la tarea de recopilación se convierte en una tarea contra reloj. El lema es: “donde halla un sobreviviente, allá vamos”. Porque el propósito principal es el de crear una base de datos con testimonios de personas que en cinco o diez años no van a vivir. Lo que se trata de lograr es la creación de un registro que haga a la memoria, y también que sirva como prueba de lo que sucedió.

LA CAUSA Y LA FUNDACIÓN


Además de todo lo registrado en los Archivos, se encuentra la lucha que comenzó hace algunos años, el escribano Gregorio Hairabedian, cuya familia paterna y materna fue diezmada en el genocidio.

El mismo, inició una “Causa por el Derecho a la Verdad y el Derecho contra el Estado de Turquía”. Fueron años de estudio que hasta incluyeron una lectura exhaustiva de la causa del caso “Rodolfo Walsh”, el proceso efectuado contra Augusto Pinochet por el juez Baltasar Garzón y finalmente lo que sería la señal de largada que tanto estaba esperando: las acciones iniciadas por los familiares de los desaparecidos durante la última dictadura militar argentina una vez abolidas las leyes de Punto Final y Obediencia debida.

Dice Hairabedian: “…encontré que había un paralelo entre las motivaciones que los genocidas tuvieron allá por 1915 y las que tuvieron acá en 1976. Hay una matriz común que es la de extirpar, la de exterminar un pueblo determinado. Eso me hizo pensar que era posible llevar a juicio el exterminio de cientos de miles de personas entre los cuales se encontraban todos mis ancestros, calculados en más de cincuenta personas.”

Luego de una primera resolución negativa que fue apelada, el juez Norberto Oyarbide hizo lugar al pedido del escribano y emitió exhortos a todos los países involucrados en la causa para que abrieran sus archivos y enviaran a la Argentina las pruebas necesarias.

Al poco tiempo, su hija Luisa Hairabedian se convirtió en su abogada y, cuando las respuestas favorables de los primeros países empezaron a llegar, los dos entendieron que iba ser necesario viajar a Europa para buscar personalmente las pruebas y seguir adelante con el juicio. Entonces iniciaron gestiones con cancilleres, embajadores, abogados y juristas, y lograron despabilar el adormecido sistema jurídico internacional que se empecinaba en olvidar lo ocurrido. Varios documentos provenientes de Estados Unidos, Francia, Alemania y España fueron llegando de a poco.

Sin embargo, el destino tiende sus redes, va trazando el camino sin explicar por qué: a cuatros años de trabajar en el proceso, Luisa murió en un trágico accidente de autos. Y acá es cuando entró a escena Federico Gaitán, su hijo de 23 años, que pasó a convertirse en la voz cantante del juicio y en recopilador de testimonios orales. Para darle aún, un sustento más sólido a su trabajo, abuelo y nieto decidieron crear una Fundación que llevara el nombre de Luisa (“Luisa Hairabedian”) y tuvieron los mismos desafíos que ella tenía en vida. Así, casi sin proponérselo, lograron algo que hasta entonces parecía imposible: sumar a todas las instituciones armenias a la causa, que trascendió la historia de la familia para devenir causa de toda una comunidad.

Las respuestas positivas lentamente comenzaron a llegar, como de Bélgica e Inglaterra, aunque el Vaticano y Rusia aún no han contestado, ya se puede acreditar que en Armenia hubo un delito de “lesa humanidad”. Una vez que se logren reunir todas las pruebas, el juez emitirá un petitorio con el procedimiento a seguir.

Lo que venga de ahora en adelante no será una tarea sencilla, y para comprobarlo alcanza con echar un vistazo a la situación actual del otro lado del océano. Los únicos casos que existen en la Justicia Internacional sobre el genocidio armenio tienen que ver con reclamos patrimoniales o pedidos de resarcimiento económicos de descendientes armenios estadounidenses. Mientras la Unión Europea evalúa el ingreso de Turquía a la mega-alianza económica, ese país continúa rigiéndose bajo una ley cuyo Código Penal establece que la sola mención del genocidio es punible con un castigo que va de los tres a los diez años de cárcel. Los intelectuales armenios siguen siendo perseguidos por su armeneidad, y los poquísimos turcos que se animan a tener una visión opuesta a la del gobierno deben exiliarse, como sucedió con el Premio Nóbel de Literatura, Orhan Pamuk. Con respecto a la causa argentina, el gobierno turco respondió a los exhortos diciendo simplemente que no le correspondía informar ni abrir archivos. Pero, pese a todo, los Hirabedian siguen firmes en su lucha, alentados por los logros que obtuvieron hasta el momento.

Mientras tanto, Turquía continúa con la postura negacionista, y los actuales gobernantes son encubridores, lo cual también los inculpa. Si hubo un delito, se debe mostrar en una instancia judicial, por eso la tarea es obligar a Turquía a ir a un juicio. Y la familia Hirabedian piensa en positivo al respecto, dicen: “…sabemos que vamos a llegar a Europa. Y si no llego yo, llegará mi nieto: nos guían las dos grandes banderas que la humanidad tiene siempre que levantar: la de la verdad y la de la justicia. Porque además sabemos que desde nuestra particularidad armenia estamos también trabajando en la lucha por la verdad y la justicia en cualquier rincón del mundo”.

RELATO SOBRE RELATO


Fue la escritora Claudia Piñeiro, autora del best seller “Las viudas de los jueves”, quien recogió la historia de esta familia para contarla en una obra de teatro. Bajo el título “Un mismo árbol verde”, el núcleo de la trama es el genocidio armenio, corriendo un paralelo con nuestra última dictadura militar. Como ella misma dice, Piñeiro no hizo más que dar forma a hechos que le contaron, porque Luisa Hairabedian era su amiga y, con el proyecto de armar entre ambas el guión de una película, le relataba los dramas que había atravesado su abuela: el sufrimiento por la usurpación y expulsión de su casa familiar, las atrocidades a las que sometían a los deportados, la muerte de cinco de sus hijos por hambre en la caravana con la que atravesó el desierto, la supervivencia en medio del terror, su llegada a la Argentina donde volvería a enfrentarse con el pasado cuando los militares irrumpieran en su casa para secuestrar y torturar a sus nietas.

Relato basado en relato de historias secretas pasadas de generación en generación. Dice Claudia Piñeiro: “Muchas veces sucede que alguien se acerca a un escrito creyendo que la historia que tiene para contar es única y merece ser escrita, como si ponerlo en letras sobre un papel, pasar de lo oral a lo escrito, le diera otra categoría. Pero no siempre esas historias llegan a comprometer la voluntad de la escritura. En este caso, la pasión con que Luisa contaba su historia hizo que la sintiera como propia.”

Por eso, a tres años de la muerte de su amiga, se propuso completar esa tarea proyectada en conjunto a través de “Un mismo árbol verde”, reestrenada en el teatro con el auspicio de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación con la actuación de Marta Bianchi y Noemí Frenkel. Cruce entre realidad y ficción, podría decirse que todo está ahí: los estragos del vínculo madre-hija, el recuerdo del pánico, la iniciativa del juicio político, los militares argentinos irrumpiendo con una violencia que llevó a la metzma (como se nombra en armenio a la abuela) a gritar desesperada: ¡Volvieron los turcos!, mientras la separaban de su nieta.

Lo que revela el profundo temor de que la historia se repita. Como en la Colonia Penitenciaria de Kafka, cuando los seguidores de quien aplicaba la tortura con una máquina de tallar la condena sobre el cuerpo dicen que ya llegarán tiempos en que ellos y su métodos podrán volver a la luz.

Tal vez el haber oído, el no haber inventado sino recibido, lo que hace que Claudia Piñeiro sienta que la historia no es suya. Por eso, hoy en día cede lo que cobra por derechos de autor a la Fundación Hairabedian. Dice la autora: “A pesar de haber hecho un trabajo profesional, yo siento una especie de pudor, no sé si la historia es mía. Tengo una sensación de que en algún punto no me pertenece”.Pero tal vez lo importante no sea eso, sino el propósito. La voluntad. La certeza de que, de una u otra forma, determinadas cosas deben se dichas: los hechos, como las palabras, no tienen dueño. Y en boca de la misma Piñeiro: “Solo la memoria de todos puede evitar nuevos genocidios”.

EL INTELECTUAL VALIENTE


En un territorio donde ciertos tabúes operan como leyes, pocos son los intelectuales que se atreven a hablar. Es que, en Turquía, pronunciar algunas palabras significa estar cometiendo un crimen. No es necesario ir muy atrás en el tiempo para entender los riesgos de emitir una opinión “impropia” en ese país: Hrant Dink, periodista y editor de Agos (el diario para la minoría armenia que se distribuye en esa región), fue acribillado a principios de 2007 en la puerta de su trabajo mientras era sometido a un juicio bajo el cargo de haber denigrado la integridad turca al haber utilizado, presuntamente, la palabra genocidio. 

El Nóbel de Literatura Orhan Pamuk, por su parte, debe vivir actualmente en el exilio por haber respondido en una nota periodística que: “30 mil Kurdos y un millón de armenios murieron en estas tierras”. Y aunque ni Pamuk ni Dink pronunciaron jamás la terrible palabra, el temeroso gobierno turco debe enfrentarse hoy, a un intelectual que no sólo lo dijo en una columna del Agos sino que lo repite cada vez que puede. “Lo ocurrido entre 1915 y 1917 no puede ser llamado de otro modo que como un genocidio”

Taner Ackham, sociólogo e historiador turco que viene investigando el tema desde hace más de quince años. También es Profesor del Centro de Estudios sobre Holocaustos y Genocidios de la Universidad de Minnesota en Estado Unidos y del Instituto Internacional de Estudios sobre Genocidios y Derechos Humanos de la Universidad de Toronto en Canadá. 

Ackham ya había sido condenado bajo el artículo 301 en 1976. Pero fue específicamente por el caso Dink que volvió a tener problemas legales en Turquía. Antes de la muerte de su colega, él había escrito una columna en su defensa en la que decía que Dink nunca utilizó la palabra genocidio. El no se involucraba en esa discusiones. Si alguien le preguntaba, sólo decía: “Pueden llamarlo como quieran. Yo sé lo que sucedió con mi gente”. Entonces, dice Ackham: si decir genocidio es un delito y el que lo dice merece ser perseguido, Hrandt Dink debe ser tachado de esa lista. Yo soy el que comúnmente utilizo la palabra genocidio en mis artículos en Agos porque creo que lo que ocurrió en 1915 y 1917 debe ser llamado de esa forma. Espero que este artículo sea utilizado como una prueba de mi culpabilidad”.

Obviamente, Taner Ackham se jugó la vida al escribir esas palabras. El clima de linchamiento generalizado no lo amedrentó, ni lo hizo una vez asesinado Dink. Con ese temple que adquieren quienes se mueven en el camino de verdad, en una entrevista telefónica Ackham despersonaliza la causa en su contra considerándolo “un caso contra un individuo que no tiene implicancias prácticas –de hecho puedo caminar libremente por Turquía hasta que sea dictada la sentencia-, pero sí políticas. Hay un sector muy conservador en Turquía que no está interesado en que el país ingrese a la Unión Europea y este tipo de cosas sirve para que eso no ocurra. Ellos son los que quieren radicalizar a la opinión pública en este aspecto”.


Desde ese mismo punto de vista, se mantiene escéptico con respecto a un futuro reconocimiento del genocidio por parte del gobierno turco. “Están tan alejados de reconocerlo que ni siquiera ocupa un lugar en sus agendas. Son firmes en su negación y se pudieron mantener en esa postura porque recién ahora puede ser un problema para diplomáticos o interesados en ingresar a la UE. Y precisamente el hecho de que ahora sea un problema para ese proyecto es lo que lleva a los sectores conservadores a reafirmar aún más su postura negacionista”.


Con respecto al lugar que ocupan los intelectuales para que la situación cambie, Ackham es claro a la hora de marcar lo que lo diferencia de la tendencia generalizada: “Los intelectuales turcos no tienen una posición clara en este tema. Es más creo que ni siquiera les preocupa”, plantea con una inspiración triste y finaliza diciendo: “Generalmente centran la discusión del genocidio alrededor del problema de la libertad de expresión porque creen que, una vez que se pueda hablar del tema, el problema estará resuelto. Pero yo estudio el tema desde hace más de 15 años y he escrito un libro como “A Shameful Act”, que fue publicado en Turquía y agotó una primera edición, porque creo que son cosas como ésas las que contribuyen a que se aprenda sobre este genocidio”.

LA MISMA COSA


La famosa frase de T.W. Adorno: “cómo escribir poesía después de Auschwitz”, es trasladable a otros horrores y a otras imposibilidades de dar cuenta por medio del lenguaje. Pero lo que plantea Adorno no es una aseveración sino una pregunta: “¿Cómo hacerlo?”.
Fue la escritora, Claudia Piñeiro, autora del best seller “Las viudas de los jueves”, quien recogió la historia de una familia tras el genocidio, para contarla en una obra de teatro, bajo el título “Un mismo árbol verde”. El núcleo de la trama es el genocidio armenio, haciendo un paralelo con nuestra última dictadura militar.


Dice la autora: “Será por eso que, se trate de la Shoah, del genocidio armenio o de los exterminios realizados por al dictadura militar en argentina, nos encontramos todo el tiempo con escritores, filósofos, ensayistas y hasta poetas intentando encontrar esa palabras que den cuenta de los hechos que no dejan de ser siempre la misma cosa. Y digo cosa a propósito, para señalar esa dificultad, la de encontrar las palabras justas que logren nombrar lo tremendo, lo aberrante, lo incomprensible de ciertos crímenes perpetrados en las mismas sociedades en las que vivimos”. 

Continúa diciendo: “El nombre de la obra, por ejemplo: ¿Por qué “Un mismo árbol verde?”. A veces, los pueblos o las personas creen decir lo mismo y sin embargo hablan de cosas diferentes. Hay ciertas palabras que no nombran lo mismo, teniendo en cuenta la historia personal, las vivencias, las realidades de quienes las pronuncian. El hambre, ¿puede ser lo mismo para el que pasó hambre en una guerra o en un destierro, para quien está en los límites intolerables de la pobreza, que para alguien que cuando siente hambre va a la heladera y se sacia?. Quienes tenemos qué comer ¿podemos saber exactamente lo que nombra la palabra “hambre” cuando la pronuncia otro? O “tortura”, o “humillación”, o “justicia”. 

El título habla de eso, según Piñeiro, del valor relativo de las palabras. Encontrarlas, encontrar las respuestas al cómo que plantea Adormo, es una tarea difícil que puede llevar a resultados no del todo satisfactorios. 


Y finaliza diciendo que: “A esta altura, aprendimos que la memoria es un valor superior que justifica ciertos errores que podamos cometer al intentar describir el horror. El único valor que puede ayudarnos a no repetir siempre la misma historia”.


* Profesor de Historia



BIBLIOGRAFIA: 

Hobsbawm, Eric, “El siglo XX”, Crítica. 
Barruti, Soledad y Gorodischer, Violeta, Página 12, edición del 15.4.07. /Radar.


http://www.portalplanetasedna.com.ar/armenio.htm







A UN SIGLO DEL PRIMER GENOCIDIO MODERNO



Las deportaciones forzadas de armenios al inicio de la Primera Guerra Mundial dieron comienzo al genocidio.



EL MUNDOHOY SE CONMEMORA EL CENTENARIO DEL PLAN DE EXTERMINIO EN CONTRA DEL PUEBLO ARMENIO





A un siglo del primer genocidio moderno

El creciente número de organizaciones de derechos humanos e intelectuales turcos que critican la política de su país respecto de la cuestión armenia permite proyectar a futuro el inicio de un entendimiento entre ambos pueblos.



Apenas veintidós países reconocen de forma oficial, al día de hoy, el genocidio de la mitad de la población armenia perpetrado por Turquía, entonces el Imperio Otomano, entre 1915 y 1917. Con una serie de actos en todo el mundo, Armenia y su gran diáspora mundial recordarán al millón y medio de muertos durante la campaña de exterminio. El estado turco niega que las muertes hayan sido a causa de un plan sistemático, y dice que tuvieron lugar en el marco de la Primera Guerra Mundial. Nueve de cada diez turcos dicen que no hay razones para disculparse con Armenia. Sin embargo, el creciente número de organizaciones de derechos humanos e intelectuales turcos que critican la política de su país respecto de la cuestión armenia permite proyectar el inicio de un entendimiento entre ambos pueblos.

Argentina es uno de los países que reconocieron oficialmente el genocidio armenio, con la promulgación en 2007 de la ley 26.199, a través de la cual se declara el 24 de abril como Día de la Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos. El reconocimiento llegó tras una fuerte campaña informativa que llevó adelante la diáspora argentina, calculada en alrededor de 100.000 personas, la más importante de todos los países hispanoparlantes.

“Desde hace algún tiempo nos acercamos a dar charlas en los colegios, ya que nos interesa que el esclarecimiento de los hechos llegue a los docentes y a los alumnos”, destacó el presidente del Centro Armenio de la República Argentina, Alberto Djeredjian. “El tema del genocidio ya no se circunscribe a un círculo de personas que están interiorizadas naturalmente, ya sea por su vocación, sensibilidad o pertenencia al grupo. Pero para este centenario, pretendemos que la información llegue más allá de aquellos grupos que están ya tienen bien en claro lo que ocurrió. Y si bien siempre hay mucho más por hacer, creo que con las actividades que llevó a cabo la comunidad, una parte sustancial de nuestro objetivo se concretó”, expresó el presidente.

Los actos de conmemoración de la comunidad armenia comenzaron el pasado martes con un ciclo de actividades que incluyó conciertos, lecturas, muestras fotográficas y proyecciones de películas, mientras que el cierre, previsto para el miércoles que viene, será con un acto central el Luna Park.

El genocidio coincidió con la desintegración del Imperio Otomano. Tras la independencia de Rumania, Serbia y Montenegro, a fin de impedir que los armenios se sumen a la ola separatista, el Imperio Otomano decidió deportar a grandes sectores de dicha población, desde lo que hoy es la República de Armenia, hacia la zona que actualmente ocupa el suroeste de Turquía y partes de siria e Irak. Esa decisión fue el punto de partida a la matanza. El punto de inflexión fue la derrota del Ejército otomano ante Rusia en el Cáucaso en diciembre de 1914. Las autoridades turcas acusaron directamente a los armenios de colaborar con el enemigo, por lo que el 24 de junio de 1915, ordenaron la detención de 235 armenios en Estambul (entonces Constantinopla), cifra que en los siguientes días ascendió a 600. Finalmente, el gobierno otomano determinó la deportación de toda la población armenia. La marcha forzada a través de miles de kilómetros de zonas desérticas provocó la muerte de la mayor parte de los deportados.

Turquía esgrimió la teoría de los “dos demonios” para justificar las matanzas, sostiene uno de los miembros de la Comisión de Conmemoración del Genocidio Armenio local, Jorge Dolmadjian. “Antes era la negación absoluta. Los turcos decían que las muertes simplemente no sucedieron. Hoy plantean que las muertes fueron en el marco de la Gran Guerra, ya que la población armenia se había rebelado y también murieron turcos. Emulan la teoría de los dos demonios que en algún momento se argumentó en nuestro país”, explicó a Página/12.

Dolmadjian aseguró que se el Estado turco apunta a una política de tergiversación y banalización de la historia, que busca a mostrar una imagen más humanizada y comprensiva de los hechos. “Se omite hablar de planificación, de premeditación, de órdenes emanadas de las máximas autoridades del Imperio, de los juicios contra los criminales que fueron anulados. En fin, de las responsabilidades que tuvieron y no se quieren hacer cargo”, dijo.

Según un estudio realizado este año por el Center for Economic and Foreign Policy Studies, un centro de investigación social turco, solamente el 9,1 por ciento de la población turca cree que su gobierno debería disculparse con el armenio y admitir que lo sucedido fue un genocidio. “Habrá que buscar, no obstante y siempre, puentes quizá frágiles todavía de sociedad a sociedad, entre armenios y turcos, para encontrar alguna ventana de oportunidad para que Turquía, como un todo, reconozca el genocidio infligido a más de un millón y medio de armenios,” señaló a este diario Juan Gabriel Tokatlian, especialista en relaciones internacionales de la Universidad Di Tella.

En esta misma línea, Dolmadjian destacó “el crecimiento en Turquía del número de movimientos de derechos humanos y de académicos e intelectuales que discuten el genocidio, aún a costa de correr ciertos riesgos”. El caso más emblemático fue el del periodista turco Hrant Dink, quien en 2005 fue condenado por “insultar la identidad turca” en un artículo sobre la diáspora armenia y un tiempo después asesinado a tiros en la calle por un joven fanático turco. “Consideramos fundamental que la sociedad turca tenga el coraje de revisar la historia oficial e interpele las conductas que tanto el Estado como la sociedad civil han tenido en relación con el genocidio. Confiamos que esa intervención obligará a modificar las políticas de negación y abrirá una etapa de diálogo más profunda que aborde el tema de la reparación”, reflexionó Dolmadjian.

El negacionismo traspasa las fronteras de Turquía, tal como refleja el escaso número de países que reconocen el genocidio armenio. Israel y Estados Unidos, por caso, no lo hacen por razones geopolíticas: Turquía es un miembro clave de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que alberga bases de misiles de largo alcance en ese país, cuyas cabezas nucleares apuntan tanto a Teherán como a Moscú. No obstante, Alemania –que también forma parte de la alianza militar– reconocerá a partir de hoy el término genocidio, tras la aprobación de una declaración parlamentaria.

Informe: Gustavo Gerrtner.


http://www.pagina12.com.ar/


GENOCIDIO ARMENIO: 100 AÑOS DE NEGACIÓN Y OLVIDO


100 años

1915 - 24 de abril - 2015


Más de 1.500.000 armenios exterminados por el Estado Turco.



"¿Quién habla hoy en día del exterminio de los armenios?”

Hitler a sus oficiales, para justificar el genocidio Polaco en 1939.-



Conmemoran los 98 años del genocidio armeniohttp://www.rpp.com.pe




Enlaces relacionados:


Genocidio Armenio

www.genocidioarmenio.org





Video Genocidio Armenio 1915-1918 /1920-1923