A Richard, mi hermano del alma, quien me acercó al voraz y entrañable fuego de Galeano.-
Una tarde otoñal, allá por los '80, fecha
de mi cumpleaños, en la vieja casa de floresta, donde vivía por aquellos años,
tuve mi primer encuentro con la literatura de Galeano. El primer libro con él fue
un regalo… Lo había estado observando para comprarlo la semana anterior y por
esas cuestiones de la vida (no me daban los números…) no lo pude adquirir, quedó pendiente. Seguramente, alguien hablo de mi deseo, y como por arte de magia, allí estaba con él, ese día de abril, entre abrazos y el
jolgorio típico de un año más de vida. Sus tapas eran flexibles, con títulos
grandes y un color sepia que lo abarcaba casi todo, desbordaba la figura
macabra y sarcástica de la ilustración, una estampa acertada de lo que vendría
en el contenido crítico de la obra. Inmediatamente lo abrí y en la primer
pagina la dedicatoria:"Para mi
hermano del alma". Richard. Fue un obsequio único, de esos que
realmente te cambian la vida, de aquellos que te amanecen a auroras inimaginables, que trastocan, sin dudas, de raíz, los obsoletos y anacrónicos
soportes ideológicos que aparecían como absolutos en mí y que no eran más que pre-conceptos de algunas ideas de aquí y otras de allá, en fin, un menjunje raro, como un potaje de distintas variedades de pensamientos entremezclados y muy mal mezclados, en definitiva, nada… Las
Venas abiertas... me sumergieron literalmente en un baño de realidad, que
hasta entonces, intuía, pero, que de no haber sido por ella, por esa atenta y reveladora lectura, hacedora infinita de atinados y sobre todo, certeros instrumentos teóricos, descubridora de ocultos o subrepticios documentos históricos, arquitecta astuta de una visión analítica contra-cultural de nuestra América Latina; de no ser por ella, hubiese terminado, seguramente en un paupérrimo y mediocre conglomerado de vacuas
ideas, apiladas funcionalmente para lavar conciencias. Desde ese asombro del
que no salía, desde allí, Galeano me comprometió a pensar de otra manera…
Recuerdo su lectura detenida, atrapante.
Fascinado, subrayaba el texto (contra toda lógica del buen lector), criticando
párrafos enteros en cuadernos aparte y adosando comentarios propios en
sus márgenes, que ya no aguantaban mas mis cuestionamientos o aprobaciones. Lo leí
con pasión una y dos y tres y diez veces y lo seguiré haciendo así. Es un texto
vital, doloroso, tajante, impiadoso y absolutamente imprescindible para la comprensión
de una cultura revolucionaria. No tenemos idea de la trascendencia de Las Venas abiertas de Galeano en la
profundidad del pensamiento colectivo y popular. Las Venas abiertas, son un
portal de portales, desde donde se puede
atrapar la verdad del pasado histórico y volverla al presente con ojos nuevos y
vigorosos, que no solo aumentan la
mirada, sino que la llevan a otros planos de entendimiento, aquellos que nos
dejan llegar más lejos...
Cada uno elaborará, por supuesto, a su
modo, la propuesta, pero hay algo que nos es común a todos, el deslumbramiento
con que quedamos al leerlo, como una luz de estrellas apagadas, que el gran hacedor ha rescatado, no solo para que sepamos de su existencia, sino para que caminemos hacia ellas: La Utopía.
Ese acto creador y hechizante, no nos es ajeno de ningún modo, porque por él, por ese mismo Evento del demiurgo de historias y verdades, no podemos dejar de conmovernos… Y esa conmoción, no ha cesado aún, y creo, no lo hará jamás!! Como un acerado arado que se hunde, hiriente, pero profuso, él y su palabra, no dejan de provocar terremotos, cataclismos y otros temblores semejantes, que no han dejado de fertilizar(afortunadamente), las aún somnolientas tierras, de este, nuestro irracional, inicuo y capitalista mundo globalizado, en vertiginosa decadencia.
Entonces, Eduardo (dejame llamarte así), este, no es un adiós…
Ese acto creador y hechizante, no nos es ajeno de ningún modo, porque por él, por ese mismo Evento del demiurgo de historias y verdades, no podemos dejar de conmovernos… Y esa conmoción, no ha cesado aún, y creo, no lo hará jamás!! Como un acerado arado que se hunde, hiriente, pero profuso, él y su palabra, no dejan de provocar terremotos, cataclismos y otros temblores semejantes, que no han dejado de fertilizar(afortunadamente), las aún somnolientas tierras, de este, nuestro irracional, inicuo y capitalista mundo globalizado, en vertiginosa decadencia.
Entonces, Eduardo (dejame llamarte así), este, no es un adiós…
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