Un cordón policial y grupos civiles de seguridad frente a la Catedral.
Imagen: Josefina Nicolini
EL PAIS › HUBO DOS FEMICIDIOS EN MAR DEL PLATA EN ESTOS DIAS. Y, AL FINAL, LA MASIVA MARCHA FUE REPRIMIDA EN LA CATEDRAL
Final con sesenta mil mujeres en las calles
El Encuentro Nacional de Mujeres culminó ayer en Mar del Plata con una masiva marcha de 60 mil mujeres que llegaron de todo el país. Por primera vez en la historia de estas reuniones, la manifestación de cierre fue reprimida.
Por Marta Dillon
Desde Mar del Plata
Sobre el duelo, el Encuentro. Con la memoria inmediata de dos femicidios perpetrados en los últimos dos días, una activista atacada por un grupo de skinheads y la denuncia de una violación a una de las asistentes que dormía en el campus universitario como tantas mujeres que vinieron a Mar del Plata; la marcha de mujeres más grande de la que tenga memoria la ciudad con la convicción, expresada de distintas maneras, inventada desde distintos imaginarios pero confluyendo en lo mismo, de decir basta. Contra la irritación que se sintió en la ciudad frente a la cantidad de mujeres que llegaron sin permiso y que anoche se exhibió en gestos de patrones de vereda que salían a patotear a las manifestantes por sus pintadas, la creatividad de los cantos, el sonido de los tambores, la evidencia de la organización de las mujeres, su persistencia. Anoche sí que fue imposible ignorarlas a las 60 mil que confluyeron desde todo el país para pensarse y pensar de qué manera es posible construir alternativas para asegurar sus derechos y su autonomía. Y el contraste entre su agitación y la violencia que se desplegó a través de distintos hechos y con una represión al final de la marcha parecida a una retaliación da cuenta de un aire de época, de las tensiones que produce en un sistema patriarcal que se hace invisible cuando se lo naturaliza, cuando se insiste en que hay lugares predeterminados para varones y mujeres –y el resto son deformidades a las que a lo sumo hay que tolerar–, que las personas vulnerables imagen en conjunto sus propias respuestas, deseos, límites. Las decenas de miles de asistentes al XXX Encuentro Nacional de Mujeres marcharon anoche para decir “no”. No a la violencia machista, no a la enajenación de los cuerpos cuando se niega el derecho a decidir, no a las inequidades que recortan los derechos de las mujeres. Y también para decir sí a sus decisiones libres y autónomas. No pasaron desapercibidas, el corazón de Mar del Plata estuvo cruzado por las columnas que marcharon juntas hasta llegar al centro y se desplegaron después, cuando las calles se angostaban, por distintas vías para terminar, algunas en la mítica playa Bristol y otras frente a la Catedral, donde los cruces con los militantes católicos apostados ahí, desde donde salieron los vándalos que atacaron a las activistas de Socorristas en red más temprano, terminaron con la detención de una manifestante dentro del templo, gases lacrimógenos y balas de gomas que impactaron en algunos cuerpos para dispersar a la manifestación. Algo completamente inédito en los Encuentros de Mujeres, en los que siempre se sintió la resistencia conservadora pero nunca desplegó la violencia institucional como anoche.
El XXX Encuentro Nacional de Mujeres cierra hoy después de dos días de intensos debates en 65 talleres que abarcan casi todos los temas que atraviesan la vida de las mujeres, lesbianas y trans y otras actividades paralelas que tuvieron su epicentro en la plaza Mitre y que congregaron miles de mujeres para escuchar a feministas latinoamericanas dar cuenta de sus propias trayectorias en la organización feminista popular o para escuchar la experiencia de una combatiente del ejército kurdo que lucha contra el Estado Islámico pero también “contra nuestra propia formación patriarcal, contra nuestras propias prácticas anquilosadas”, como dijo mientras era traducida en simultáneo en una radio abierta al aire libre que sostuvieron una decena de programas feministas que se emiten desde distintos medios alternativos. Pero ese panorama se volvió más oscuro que la noche encapotada de nubes cuando se desató la represión en la puerta de la Catedral, lugar emblemático de cada ciudad donde el ENM encuentra sede para que las encuentreras manifiesten su bronca por el modo en la Iglesia Católica pretende condicionar la vida de todas con su dogma. Al cierre de esta crónica, al menos cinco mujeres jóvenes quedaban retenidas dentro del templo católico hacia donde habían sido arrastradas por la policía. Otras más mostraban los impactos de balas de goma en diferentes partes del cuerpo –una de ellas periodista del suplemento Soy, de este diario–, en algún caso muy cerca del ojo. Nunca en treinta años de Encuentros se había disparado contra las asistentes aun cuando el modo de manifestarse al cierre de éstos siempre tuvo la misma tradición de manifestarse frente a las distintas catedrales. Y nunca tampoco como ahora, se detuvo a un grupo de mujeres dentro de un templo; algo que se parece más a una detención ilegal que a la intención de dispersar una manifestación.
Como si los dos femicidios que se sucedieron mientras decenas de miles de mujeres de todo el país debatían sobre sus trayectorias, sus resistencias, alianzas y vulnerabilidades no hubieran sido violencia suficiente, como si no pudiera leerse de qué modo se actualiza la consigna Ni Una Menos cada día aun desde la impotencia de saber que el conteo de víctimas no se detiene; el clima en la ciudad supuestamente feliz fue hostil durante todo el fin de semana contra quienes asistieron al Encuentro. Se cubrieron los murales que se pintaron para saludar estas tres décadas de Encuentros con pintadas fascistas, salieron a la vereda hombres encabritados contra las manifestantes dispuestos a irse a las manos contra quienes hacían pintadas en la vereda, se atacó a las activistas de Socorristas en Red –un grupo que en todo el país asiste a las mujeres que necesitan abortar y no ecuentran ayuda en los hospitales públicos– al tarde y muy cerca de la plaza feminista con golpes y amenazas con palos. También se recibió la denuncia de una mujer que habría sido violada la noche del sábado aunque no se pudo terminar de chequear esa información, la mujer quedó internada en el hospital zonal.
Sin embargo y como se cantó a lo largo de la marcha que duró tres horas y copó literalmente la ciudad de banderas y cantos antripatriarcales, “a pesar de todo, les hicimos el Encuentro”. Porque las mujeres están empoderadas, porque saben que poner el cuerpo en la calle hace la diferencia y que hay un capital político abierto el 3 de junio que es necesario capitalizar. Por eso ahora la consigna a favor del derecho al aborto se sostuvo pero enmarcada en que la criminalización y la clandestinidad es una forma de violencia hacia las mujeres que igual que en los femicidios puede terminar en muerte, en la muerte sobre todo de mujeres pobres. De esta manera los reclamos confluyen y se renuevan, convergen y se potencian porque la voz es una sola: Basta. Y es a ese basta, como suele suceder con la violencia machista que sostiene el patriarcado, que como todo sistema de dominación necesita tener elementos de coerción para subsistir.
El ENM salió igual fortalecido, nunca como antes hubo tantas mujeres que llegaron por primera vez a encontrarse con otras. Hoy con las conclusiones de los distintos talleres, llegará también la designación de la próxima sede y también la esperada declaración en contra de la represión sufrida anoche, en la que participó, como testigo privilegiado en las escalinatas de la catedral del lado de los católicos, Carlos Pampillón, un dirigente de ultra derecha con estrecha vinculación con el candidato que ganó las Paso, Carlos Arroyo, de Cambiemos.
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