Códigos de la calle
La represión contra manifestantes en la Avenida 9 de Julio puso en las pantallas de todo el país a un frente de organizaciones sociales con quienes el gobierno no ha tejido acuerdos. La reconstrucción detallada de las negociaciones entre los referentes, funcionarios y policías permite ver cómo se establecen –y se rompen- pactos de convivencia en un corte de calle. Un recorrido por la trayectoria de los líderes de las agrupaciones y algunas claves para entender cómo actúan las diferentes áreas del Estado frente a la protesta social.
No había mate, ni té, ni café. Esto sería rápido, comentaron algunos de los 18 referentes, todos hombres menos dos, que se acomodaron de un lado de la mesa en una oficina del subsuelo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Del otro lado se sentaron Fernando Regio, secretario de Abordaje Territorial, y Leandro Ledinic, Coordinador de Organizaciones Sociales del ministerio de Trabajo, junto con sus asesores. Eran las dos de la tarde del miércoles 28 de junio. Fuera del edificio, sobre la 9 de Julio y la Avenida Belgrano, unos 7 mil militantes de las agrupaciones que conforman el Frente por el Trabajo y la Dignidad Milagro Sala, cantaban contra el gobierno, quemaban gomas e interrumpían el funcionamiento del Metrobús, un símbolo de la gestión de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires.
Los reclamos eran claros, así se lo habían hecho saber a la propia ministra Carolina Stanley en una reunión en el mes de febrero, la única vez que los recibió, hace ya seis meses. Le pedían tarifas diferenciales para las empresas recuperadas y los emprendimientos de las cooperativas. También reclamaban no des-cooperativizar el programa de empleo, o sea, demandaban que se les garantizara el mantenimiento de las cientos de cooperativas que forman el frente, por medio de la vigencia del programa de empleo. Exigían la marcha atrás con las bajas a los pensionados. Y, por último, la declaración de la emergencia alimentaria.
En los primeros 40 minutos de reunión, las dos partes no se movían un casillero de sus posiciones.
—A ver, muchachos, ustedes sabían que movilizábamos; nos estaban esperando en la puerta para negociar, estamos hace casi una hora y nos dicen que no tienen ninguna respuesta. ¿Con qué idea se vinieron ustedes para negociar? Porque en una negociación todos tenemos que ceder una parte. ¿Qué es lo que ustedes están dispuestos a ceder? ¿Cuál es su propuesta? —dijo Coco Garfagnini, referente nacional de la Tupac Amaru.
—Nosotros venimos a escucharlos —respondió Regio.
—Entiendo, pero yo, para que me escuchen me busco un terapeuta. Yo necesito que me resuelvas los problemas con los compañeros.
—Nosotros estamos dispuestos al diálogo y escuchamos.
—Necesitamos respuestas, no que nos escuchen.
En la calle, un carro hidrante de infantería comenzaba a moverse.
***
Los días de movilización, Alejandro Coco Garfagnini sabe a qué hora sale de su casa, pero nunca a qué hora vuelve. El miércoles 28 de junio se fue a las 10 de la mañana y volvió a las 6 del día siguiente.
En las marchas es fácil identificarlo por su vestimenta: siempre va de pantalón y campera de jogging, crocs u ojotas. Fue la cara más visible del la tarde del 28 de junio, cuando la policía reprimió a los manifestantes y todo el país siguió por televisión las imágenes de carros hidrantes, agentes en moto disparando balas de goma y otros repartiendo palazos.
Garfagnini empezó a militar a los 16 años en el peronismo. Entró al mundo sindical de la mano de Saúl Ubaldini, para convertirse, muchos años después, en una de las personas de mayor confianza de Milagro Sala. Garfagnini estuvo vinculado al ministerio de Desarrollo Social entre 2004 y 2015: entró en un plan denominado “Promotores territoriales para el cambio social”, con un contrato precarizado denominado C4, que debía renovar cada diciembre. Así lo hizo hasta el 2015, cuando no se lo quisieron renovar más.
Ese 28 de junio llegó al Ministerio liderando la columna de la Tupac Amaru, la más numerosa. Lo esperaban dirigentes de las otras 17 agrupaciones que conforman el Frente por el Trabajo y la Dignidad Milagro Sala, entre las que están Quebracho, Descamisados, la Federación de Trabajadores por la economía social, Movimiento Nacional de Trabajadores Autogestionados (MNTA), entre otros.
El movimiento piquetero y de organizaciones sociales nunca fue un bloque uniforme. Pero a fines de 2016, la llamada “Ley de Emergencia Social” –aprobada en diciembre- y su implementación generó una división. En medio de las negociaciones para conformar un Consejo de la Economía Popular y el Salario Social Economía Social y un Registro Nacional de la Economía Popular, aparecieron las diferencias. La Confederación de Trabajadores por la economía Popular (CTEP), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y Barrios de Pie –que llevaban varios meses movilizando por la ley- quedaron de un lado. Mientras que una veintena de agrupaciones formaron el Frente por la Dignidad y el Trabajo Milagro Sala, que tuvo su debut en un plenario en el mes de noviembre de 2016 en la sede de Constitución en la Facultad de Ciencias Sociales. Para diferenciarse del “triunvirato piquetero” –así lo dicen- dijeron que ellos no estaban dispuestos a “cogobernar” con el macrismo.
—Yo fui a la casa de Emilio Pérsico y le manifesté que nosotros no estábamos de acuerdo con esa alianza con el Gobierno. Nosotros planteamos que el problema central era el modelo económico, que no era la transferencia de 20 mil millones de pesos de desarrollo social para la entrega de planes —dijo Garfagnini.
El dirigente piensa que formar un consejo de la economía social en el ámbito del gobierno es un error político, porque es cogobernar y así, las organizaciones sociales se convierten en administradores de la pobreza y en contenedores de una crisis social.
***
Los teléfonos de los dirigentes empezaron a vibrar y sonar. A todos les llegaba el mismo mensaje. Afuera del edificio del Ministerio, la infantería avanzaba por la 9 de julio.
—Che, ¿ustedes están por reprimir? —dijo uno de los dirigentes.
—No no, para nada. Estamos en comunicación con la policía, no vamos a reprimir.
—Hijos de puta ¿van a reprimir? Está gendarmería, hijos de puta, van a reprimir —dijo otro dirigente.
Los dirigentes sociales salieron a los apurones de la reunión, subieron del subsuelo a la planta baja y salieron del edificio. Los funcionarios se quedaron inmóviles de su lado de la mesa.
Una vez afuera, comprobaron que la infantería avanzaba con un carro hidrante. Garfagnini se adelantó y pidió hablar con el jefe del operativo, Juan Carlos Carna, de la comisaría cuarta. No era la primera vez que hablaban cara a cara.
—Nos conocemos todos en la calle y tenemos buena relación. Cuando uno está en la calle movilizando todo el tiempo tiene diálogo con la cana, es algo permanente. Tengo buena onda con varios de los canas. Esa imagen de que somos salvajes y les gritamos ‘puto puto’ a los canas es una construcción de los medios. Siempre cumplimos los acuerdos que quedamos con ellos —dice Garfagnini, en su casa, tres días después.
El dirigente de la Tupac estaba rodeado de otros referentes y militantes. La escena fue registrada por cámaras de televisión y de celulares:
—Ustedes no nos dejan otra alternativa que quedarnos. Acá hay mujeres, hay pibes. ¿Cuál es la idea de la guardia de avanzar contra los compañeros, eh? Es al pedo. Cuántas veces nos hemos hablado nosotros y vos me has dicho pa pa pa.
Los comisarios lo escuchaban, se miraban y hablaban bajito entre ellos.
—Sabés qué pasa —continuó Garfagnini—, ustedes avanzan y nosotros no vamos a permitir que avancen porque tenemos mujeres y pibes. Nos vamos a terminar cagando a palos entre nosotros, me entendés. Y los funcionarios, que ganan 150 lucas, se están cagando de risa de nosotros, me entendés. Entonces arreglemos entre nosotros las cosas como son. Estos son del Newman, me entendés, y ustedes son de los mismos barrios que nosotros. Nos vamos a terminar cagando a palos entre nosotros y ellos se cagan de risa. Entonces nosotros no queremos quilombo, me entendés.
—Nosotros tampoco queremos quilombo. Liberen el metrobús y saquen las gomas —dijo el policía.
—Te apago las gomas, te libero el metro y basta —dice Garfagnini entre aplausos.
—Quedate tranquilo que el resto lo manejo yo —dijo Carna.
Quienes rodeaban al referente de la Tupac aplaudieron. Los referentes comenzaron a dar indicaciones a los manifestantes: la orden era liberar la zona del Metrobús y dispersar las gomas con fuego. El teléfono de Garfagnini volvió a sonar. Era Fernando Regio del ministerio.
—Vengan solo cuatro para seguir negociando.
***
La discusión sobre la protesta y sus métodos se reactualiza en Argentina en forma semanal. Para la antropóloga Julieta Quirós, que investiga a las organizaciones sociales y sus métodos de protesta, la nueva “voz oficial” –gobierno, medios y sectores sociales que apoyan a la gestión Cambiemos- han reeditado y nutrido en el último período la imagen demonizada de los que protestan, poniendo el foco en ‘los métodos’ de la protesta o sus efectos colaterales. “Esa operación de demonización e irracionalización de la protesta es condición de posibilidad para la represión”, dice.
—Si la cana empieza a reprimir, se empieza a armar quilombo, la gente empieza a correr para todos lados en forma de estampida, y se puede generar una tragedia, hasta muertos. Nuestro objetivo es cuidar a nuestros compañeros.
Garfagnini explica que lo de las gomas encendidas sirve para eso: para ponerle un freno a la policía y ganar tiempo.
—En primera fila yo pongo a los más duros, los de Quebracho y algunos compañeros de la Tupac. ¿Por qué? Es simple, yo confío en la palabra de la cana; pero yo tengo 10 mil tipos ahí: mujeres embarazadas, pibes discapacitados. Entonces, si la cana avanza yo los tengo que parar, no porque me quiero cagar a trompadas, nadie se quiere cagar a trompadas con la cana. Los tengo que parar porque tengo que ganar tiempo para que el resto de los compañeros pueda salir.
En las movilizaciones, los militantes de Quebracho suelen marchar con las caras tapadas y palos en las manos. Germán, su referente, aún conserva la marca de la bala que le dispararon en el puente Pueyrredón, el día que la policía terminó con la vida de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Para él, la cara tapada y los palos son una herramienta defensiva cuando se atraviesan momentos de “represión en los barrios y la persecución hacia quienes protestas”. Dice que este momento tiene características similares con el año 2001.
Quebracho ya no está liderada por quien fuera su cara más visible, Fernando Esteche. La organización continúa con un trabajo territorial que incluye comedores populares a lo largo y ancho del país, en zonas relegadas de las provincias de Chaco o Salta.
—Nosotros decidimos, desde hace muchísimos años, crear una estructura de seguridad para defendernos de las agresiones de la policía, que también va con la cara tapada cuando reprime –dice Germán-. Por otro lado, la cara tapada también es un homenaje a Kosteki y Santillán, que estaban con capuchas y palos.
Germán también aclara que durante los últimos años han participado de muchas manifestaciones a cara descubierta, pero que desde que asumió el gobierno de Cambiemos tuvieron que volver al mismo dispositivo “por una cuestión de protección”.
—Nosotros jamás apoyamos al gobierno kirchnerista. Aníbal Fernández y Felipe Solá eran nuestros enemigos por haber sido voceros de la represión en 2001. El primer apoyo explícito que tuvimos fue apoyar a Scioli en el balotaje. Antes mantuvimos la independencia electoral.
***
Un par de minutos después del llamado de Fernando Regio, Coco Garfagnini, Germán de “Quebracho”, Fernando Gómez de “Descamisados” y Eduardo Monti de “La Federación de Trabajadores por la Economía Social” entraron por al ministerio por la calle Lima. Volvieron a darse las manos. Esta vez, también los esperaba Carlos María Pedrini, secretario de Gestión y Articulación Institucional, mano derecha de la ministra Carolina Stanley. También pensaron que eso era una buena señal.
El “rango” del funcionario es clave para desactivar un piquete o conflicto y acortar los plazos de negociación. La antropológa Julieta Quirós lo sintetiza así: cuando se produce un piquete se apunta sólo a quienes se movilizan pero no al Estado. El “por qué” del piquete no puede ser unilateral. El Estado participa cuando privilegia la indiferencia, el “bicicleteo” o habilita espacios meramente formales que no comportan diálogos genuidos. Por ejemplo, cuando envía a negociar a funcionarios de tercera línea que sólo proporcionan respuestas técnicas a problemas que requieren decisiones que atañen a los rangos políticos.
A las 16:30 el Metrobús ya estaba liberado y las gomas apagadas. Pero, como en toda negociación, igual se tomaron recaudos. En la Avenida 9 de julio las fuerzas de seguridad seguían formando un cordón humano, al igual que los manifestantes. Estaban enfrentados.
—Chequeen que la cana no reprima. Yo ya liberé el Metrobus y acordé —dijo Garfagnini apenas entró.
—Quedate tranquilo, yo tengo contacto directo con la cana, quedate tranquilo. Entremos así charlamos —respondió Pedrini.
Caminaron diez metros hasta el hall. Ahí escucharon: pum pum pum.
—Hijos de puta están reprimiendo —gritó uno de los dirigentes.
Corrieron hacia fuera.
—Había una decisión política previa de reprimir pase lo que pase. Esa decisión fue del Gobierno. Y los que negociaban con nosotros quedaron como idiotas, o son cómplices y fueron actores que jugaron a distraernos —dice Garfagnini— Siempre me busca la cana para hablar y nunca tuve ningún quilombo. Inclusive, en muchos conflictos, la propia policía fue la que trabajó para que nos reciban los funcionarios y poder destrabar los conflictos. Tenemos códigos de la calle. Pero después hay decisiones políticas.
***
Al comisario Carna y al oficial de infantería Lacoste, les llegó la orden. Hay que reprimir. Se los dijeron por la radio. La infantería avanzó junto a los camiones hidrantes.
Fernanda Pereyra, la abogada de Quebracho, se acercó a Carna y le imploró que no reprimieran:
—Deciles, Carna, modula.
Pereyra le pidió diez minutos así sus compañeros tenían tiempo de despejar la zona e irse. Carna, mirando para abajo, le dijo que no podía.
Los manifestantes comenzaron a correr por la calle Moreno. Mujeres, chicos, madres embarazadas, corrían para no ser alcanzados por las balas de goma. Quienes eran capturados por los policías recibieron bastonazos y terminaron con las caras llenas de sangre. Policías de civil redujeron a varios militantes y le estamparon la cara contra el cordón. Además de los carros hidrantes llegaron, por las calles laterales, las motos. Un grupo de manifestantes ofreció resistencia: tiraron piedras, prendieron fuego tachos de basura con fuego para ganar tiempo y proteger así a los compañeros que corrían para escapar.
Cinco militantes quedaron detenidos en la comisaría 30 por unas horas bajo la carátula de “intimidación publica y resistencia a la autoridad”. Otro también es detenido en esa misma comisaría pero trasladado con heridas graves al Hospital Argerich. Dos menores, uno de 14 y otro de 17, fueron demorados en el Instituto Inchausti y tres fueron llevados de urgencia al Hospital Finocchietto con heridas de bala de goma.
***
—Nos hemos movilizado en reiteradas oportunidades, y siempre de la misma manera. Acá hubo una cacería ideológica planificada —dijo, tres días después, por teléfono, Fernando Gómez, referente de “Descamisados”, una de las organizaciones que forman el Frente.
Nacida en 2008 durante la denominada “crisis con el campo”, cuando las patronales agrarias cortaron rutas en todo el país, la Desca, como la llaman sus militantes, surgió “con la voluntad de construir una identidad” que les “diera una disputa por el sentido histórico del peronismo”. Con presencia en todas las provincias y en 50 distritos de la provincia de Buenos Aires, la organización hace un trabajo territorial intenso. Tiene además un colectivo de medios llamado “Oveja Negra”: más de treinta medios alternativos entre revistas, radios, experiencias audiovisuales, y tres escuelas populares de medios. Sus referentes tuvieron algunos cargos menores dentro del gobierno anterior: formaron parte de la escuela superior de gobierno, que dependía de la Jefatura de Gabinete.
Un caso similar, en cuanto al vínculo con el gobierno de Cristina Fernández, es el de Eduardo “El Negro” Montes, referente de la Federación de Trabajadores para la Economía Social. Era empleado en el ministerio de Trabajo en el 2012, en la Subsecretaría de Promoción Social de Economía, que dependía de la Secretaría de empleo de la Nación. Tenía un contrato precarizado denominado “PNUD” y le facturaba al ministerio. Fue cesanteado cuando asumió la gestión Cambiemos.
Montes es un trabajador de la Gráfica Patricios, una de las pioneras en empresas recuperadas en el año 2003. Hoy, el establecimiento del barrio de Barracas tiene, además, un colegio secundario de reinserción, al cual asisten 600 jóvenes desde entre 17 y 21 años que quieren terminar sus estudios. La Federación, que nació en agosto de 2015, nuclea alrededor de diez cooperativas, todos trabajadores en medios de producción.
Garfagnini, Gómez y Montes fueron apuntados en diferentes notas periodísticas como los “ex funcionarios K” que lideraron el piquete de la 9 Julio. Lo real es que los tres, que representan a trabajadores informales, precarizados o de la economía social, desempeñaron funciones en el gobierno anterior por medio de vínculos precarizados, similares a los que las administraciones del Estado utilizan para contratar a personal de distinto rango.
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