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Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres".
Juan 8, 31-32
"Cuando hay un sacerdote condenado, justifica su silencio diciendo que no suele emitir juicio ni comentario alguno sobre la actuación de la Justicia civil en casos en los que están involucrados miembros del clero. Pero el silencio siempre es una forma de lenguaje, es una forma de decisión y de posición personal o de gobierno. El silencio nunca es neutro, siempre nos posiciona al norte o al sur, al este o al oeste. ¿Por qué el silencio piadoso e imprudente de la jerarquía ante casos tan evidente? ¿Qué saben los sacerdotes pedófilos de los obispos de la conferencia episcopal, que la institución corporativamente prefiere con su silencio quedar como cómplice? ¿Qué hay en el subsuelo de este silencio? ¿Será un silencio consensuado? ¿Será un silencio negociado? ¿Qué precio tiene este silencio? ¿Será por temor a que iluminen los agujeros negros de la Iglesia? Siempre la institución con los recursos de los fieles termina pagando estudios jurídicos caros para defender a curas que han abusado de menores."
Adrián Vitali, ex sacerdote en entrevista del diario pagina /12.
No habrá otro camino más que el de la
verdad, si es que realmente queremos eliminar este innegable flagelo social que
necesita también del valor para romper con el silencio como arma del poder para
someter, tapar y perpetuarse en estructuras institucionales, que en la órbita
del Estado, han sido proyectadas ideológicamente para establecer y consolidar
el status quo
de todos los tiempos,
a través de la legitimación de una "suprema autoridad",
que se ejerce como tal con su prerrogativa de magisterio, su derecho de
enseñanza y su capacidad de educación de generación en generación. Esta
condición, inherente a la constitución histórica de la Iglesia, desde que Constantino la
oficializó como religión y fe del antiguo Imperio Romano y
posteriormente, en los distintos modos de producción, siempre rigiendo los
destinos de cada una de las diferentes sociedades, permanece inalterable en su
esencia de potestad al estilo monárquico.
Cuando
las corrientes progresistas contemporáneas, quisieron erradicar definitivamente
este status de su existencia, para transformarla con "la
opción preferencial por los pobres", como programa de práctica
radical evangélica, con el Concilio Vaticano II o con
lineamientos teológicos pastorales como los de Medellín y Puebla,
fue combatida y perseguida por todos los poderes e intereses del capitalismo en
su conjunto, especialmente los del conservadurismo ultramontano,
acérrimo defensor vaticano, y el neoliberalismo, este último, como “el
modelo” neo-colonial, que surgía en esta etapa de la llamada "globalización" del
capital. Aquella otra visión y praxis eclesiástica, pos-conciliar,
persiste y lucha sin embargo, por cambiarla en la fidelidad a su único y trascendente Proyecto
liberador, el del Evangelio de Jesús de Nazaret; sin el cual, su
Iglesia, no tiene razón de ser en el mundo y en
consecuencia, sólo sirve a los propósitos de ese poder que la desnaturaliza,
haciéndola fuente de todos las anomalías propias de los Institutos de este
Orden. Entonces, cuando silencia sus crímenes más aberrantes, como el
de la pedofilia, de igual manera, está ejerciendo una
estrategia, una metodología más de gobierno, de las que la impunidad le otorga,
en el marco del régimen del cual es sustento y se nutre a la vez.
La divinización pomposa, la espiritualización desmedida de la doctrina, asume características primordiales en la edificación de esa autoridad que exalta lo sagrado como exclusivamente propio, exaltándose de esta manera, ella misma y arrogándose así, el monopolio no sólo de la fe, lo religioso, lo cultural, sino también y fundamentalmente, el de la vida privada, de forma tal, que su cátedra penetra los actos más íntimos de los pueblos y de las personas. Este excepcional panóptico de disciplinamiento social, según su propio dogma le es inherente, sin el cual "su misión” como preceptora universal, no podría aplicarse. Es en esta concepción de lo sagrado, donde se origina el abuso como una extensión necesaria del mismo. El cual, no es otra forma más que arbitrariedad encubierta de falsa piedad la que se produce como conducta aberrante, que se va erigiendo en los ámbitos en donde todo está controlado por ese paternalismo dominante, entre los unos y los otros.
Prácticamente toda la dogmática tradicional de la Iglesia se fundamenta en el dualismo como doctrina que afirma la existencia inequívoca de dos principios supremos, con entidad propia, autosuficientes, irreductibles y antagónicos: el bien y el mal, cada uno de los cuales en su evolución dialéctica conforman toda la realidad desde la misma creación. Es muy importante tener en cuenta esta cosmovisión filosófica, porque es ella la que provee los instrumentos a una teología determinante sobre la noción e imagen de un Dios concreto y su opuesto necesario. Y desde esa lógica, hacia los restantes criterios que se desprenden de ella; ser ideal y ser real, materia y espíritu, naturaleza y gracia divina y cada uno de ellos en planos diferentes del conocimiento, como por ejemplo, razón y fe. El dualismo teológico o cosmogonía, considera asimismo, en su cuerpo doctrinal los argumentos que explican los principios de bendición y maldición, gracia y pecado, que son angulares en la justificación de un sistema de explotadores y explotados, de ricos y pobres, de santos y pecadores.
La valoración de
estas concepciones, como un pétreo paradigma religioso, se
multiplican aún más en otros planos de la fe, cuando se
desenvuelven similarmente, otras doctrinas como los de la Indulgencia, que
exime, libra de las penas temporales, que se deberían purgar en
esta o la otra vida y que por lo tanto configuran un
privilegio de impunidad en el contexto Iglesia-mundo, tan cercano, tan próximo a nuestro tema. Además, se
deben considerar del mismo modo, perspectivas que nacen de
la teoría católica del pecado original, desde
la cual se desprende una visión sobre
el mismo, sobre el sufrimiento, la mortificación, la culpa y otros
aspectos de las llamadas verdades de la fe, que exacerbadas y
llevadas hasta sus últimas consecuencias, han sido siempre más un instrumento
de opresión y sumisión que cualquier
otra cosa. A todo esto, debemos añadir las escuelas y movimientos que
sentaron las bases de La Doctrina Católica de la
Fe, afirmando los
distintos dogmas y creencias, en los múltiples Concilios Ecuménicos, desde Nicea I en adelante, que regirían la vida de la Iglesia en forma
definitiva. Estas mismas interpretaciones de la ortodoxia, fueron decisivas en tiempos de paganismo y de las sucesivas posturas heterodoxas, que surgirían indefectiblemente a lo largo de la historia, las llamadas herejías. La apología del cristianismo tuvo sus principales exponentes, hoy Doctores de la Fe, en los pensadores de La Patrística, el Tradicionalismo, la
neo-escolástica, desarrollada por
Tomás de Aquino, comúnmente denominada Tomismo y
que a partir del pontificado de León XIII, pasará a ser
cimiento filosófico-teologal de la Iglesia hasta nuestros días, en donde
el neo-tomismo junto a otras de sus variantes, asume ese protagonismo medular como columna vertebral de la Iglesia en
materia de fe, la que se volcará inevitable, en su práctica social y educativa.
El claustro, el encierro, adosan una de las funciones claves en este proceso. Aislados en esas verdaderas fortalezas medievales o circunscritos a una delegación de responsabilidad pedagógica, que le ha sido otorgada y que también la ha constituido en su rol de educadora por excelencia, bajo las reglas que ella misma ha creado y que le son propias para formar vigilando, es ahí donde se arraiga y se fortalece un vínculo propio e intenso, que en estas formas de organización, genera las condiciones propicias para la aparición de patrones de conductas y hábitos que asociados a lo sexual, son proclives paulatinamente a volverse ocultos y compulsivos; canalizados u orientados primordialmente hacia niños, concluyendo en el abuso deshonesto liso y llano.
El claustro, el encierro, adosan una de las funciones claves en este proceso. Aislados en esas verdaderas fortalezas medievales o circunscritos a una delegación de responsabilidad pedagógica, que le ha sido otorgada y que también la ha constituido en su rol de educadora por excelencia, bajo las reglas que ella misma ha creado y que le son propias para formar vigilando, es ahí donde se arraiga y se fortalece un vínculo propio e intenso, que en estas formas de organización, genera las condiciones propicias para la aparición de patrones de conductas y hábitos que asociados a lo sexual, son proclives paulatinamente a volverse ocultos y compulsivos; canalizados u orientados primordialmente hacia niños, concluyendo en el abuso deshonesto liso y llano.
Es demasiado, demasiado poder... Pero si realmente
queremos dilucidar la matriz de esta Iglesia, en donde se
han incubado y albergado
tan desgraciadamente, curas pedófilos, debemos conocerla
a ella, así como está pergeñada desde dentro, desde su
interior como lo que es en definitiva, no lo que intenta mostrar en su apariencia pública y convencional, como Santa Sede de la Verdad revelada, con todo su boato ostentado y espiritualizado, sino en su hechura sistemática.
La pedofilia es
una enfermedad, una parafilia* como es denominada actualmente por la psiquiatría,
es un delito agravado en estos casos por ese
vínculo del que hablábamos, no puede ser tratado de otra manera, si la Iglesia
lo silencia es idénticamente coautora y cómplice de
ellos.
Como
plantea el fragmento de la entrevista de Pagina
12*, también nos cuestionamos ¿Cuál
será el subsuelo de ese silencio? Y por qué ese silencio es
consensuado por los pedófilos y la Institución de poder
eclesial, desde el papado hacia otros niveles de mando? Precisamente
la clave de acercamiento a esta respuesta, estaría en la conformación de la
Iglesia como un Estado más, una superestructura de clase cimentada
y consolidada como maquinaria de sometimiento y a la postre un Imperio. Y no
cualquier Imperio, como se ha detallado...
Un imperio... Nada más ajeno, nada más contrario al Jesús Histórico, ese "campesino judío del mediterráneo" - en palabras de John D. Crossan - revolucionario, itinerante, sin posesiones de ningún tipo, sin templos, sin verticalismos ni jerarquías, más que las basadas en el servicio por amor. Sin nada de ello, pero libre y pobre, que es como quería y quiere a su Iglesia. En esa esperanza cierta, el que suscribe, alienta a perseverar en esa lucha para que La Nave levante velas y cambie su rumbo, donde soplen otros vientos, nuevos vientos como aquellos que sacudieron a nuestros padres conciliares y al mismo mundo, allá por octubre de 1962, hace ya 50 años...
Y por supuesto, animamos a todos a tener conciencia crítica de esta realidad, combatiéndola a través de la verdad, del dialogo, de la difusión y cuando sea necesario, de su denuncia ante la justicia.
Raúl Olivares.-
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Más información
www.rimaweb.com.ar/violencias/asistenc…
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www.redmaltratoinfantil.org
Fuentes Consultadas:
* http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-202362-2012-09-01.html
* http://es.wikipedia.org/wiki/Pedofilia
* http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=23833&id_seccion=27
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