OPINIÓN
Nada en común
Por Adriana Clemente
El crecimiento de la pobreza, que estimamos en alrededor de 10% desde diciembre del 2015 a la actualidad, no es una externalidad, es decir algo que ocurre por efecto de otras medidas y resulta un efecto no deseado. Sino que un alto índice de pobreza es algo inherente al modelo actual y por lo tanto hay medidas específicas que fueron en esa dirección. La destrucción de empleo en sectores menos especializados como el de la construcción a partir de parar (literalmente) la obra pública, el desmantelamiento de regulaciones para actividades que actúan a destajo en medios urbanos y rurales; la quita de subsidio a la energía que empobrece a sectores medios, históricos dadores de trabajo a otros estamentos de servicios y oficios.
El modelo de concentración de riqueza que propone Cambiemos, necesita primero una política shock que discipline a la sociedad y genere las condiciones para aceptar los cambios que son restrictivos y de ajuste, es decir impopulares. Luego a largo plazo el modelo debe poder convivir con una clase media empobrecida pero “productiva” en coexistencia con lo que en la lógica del gobierno actual se definen como “inempleables”. Para estos últimos, sí se debe instrumentar el subsidio ya que es más barato tenerlos en los umbrales de la sobrevivencia que propiciar una sociedad centrada en la movilidad social.
La fórmula del ajuste está en la memoria del pueblo argentino, aunque de modo inexplicable casi la mitad de la sociedad argentina haya entrado en una especie de amnesia (con ayuda mediática), respecto al tipo de representación social que el apellido Macri podía asumir para el conjunto de la sociedad.
¿Cuál es la diferencia en el tratamiento de la pobreza entre un modelo u otro? Ambos dan subsidios que cubren a los niños cuyos padres están fuera del mercado formal de trabajo (AUH), ambos mantienen una red de contención en cabeza de organizaciones sociales que administran alimentos (comedores comunitarios) y en algunos casos, los menos, de los movimientos sociales que administran programas de subsidio al desempleo (Argentina Trabaja). La gestión actual se jacta de haber aumentado los popularmente llamados planes sociales, sin reconocer que ese crecimiento es un pésimo indicador de la economía, ya que en este caso se sustituye empleo por ayuda social.
Algún distraído dirá que los planes sociales existen en uno y otro modelo, ¿entonces en qué radica la diferencia entre uno y otro modelo de atención a la pobreza? La diferencia es que el gobierno de Néstor y de Cristina Kirchner (2003/2015) abordaron la pobreza en clave de la mejor tradición justicialista, es decir, como un problema que la sociedad debe procesar de modo conjunto y a partir de la convergencia de por lo menos dos vectores. Uno conceptual que opera bajo la convicción del derecho al bienestar, con alguna independencia de la capacidad de competencia de las personas en mercado de trabajo. De ahí, el despliegue de un espectro de políticas (educación, salud, vivienda social) que atendían necesidades que iban desde el acceso a una prótesis, la mejora de la vivienda y su entorno, hasta el fomento de capacidades artísticas (orquestas juveniles) y deportivas.
El otro vector es material y refiere a que la lógica reparadora y compensadora del subsidio (directo e indirecto) para los más pobres operará en un contexto de crecimiento económico, creación de nuevos puestos de trabajo y oferta accesible de capacitación en todos los niveles y ramas educativas. Ambos vectores, el conceptual y el material representan la apuesta a la movilidad social ascendente como clave del modelo.
Por el contrario, el modelo de Cambiemos no es de desarrollo, sino de crecimiento económico. Eso significa que puede cerrar con la gente afuera, y sobre todo con los pobres afuera. Sociedades como la de Brasil, antes y después de Lula y Dilma, saben bien que se puede tener crecimiento económico sin desarrollo. La desigualdad obscena que mata a los pobres y embrutece a los ricos.
Por más que el ingeniero Mauricio Macri y su gabinete se lamenten frente a los micrófonos por el crecimiento de la pobreza, basta con ver indicadores claves para confirmar que para el modelo social y económico que representan, la pobreza es un “mal necesario” de ahí su crecimiento exponencial. La asignación presupuestaria, sus prioridades y la subejecución de sectores claves; así como el desmantelamiento de todos los soportes socio educativos y sanitarios que actuaban en sinergia con la AUH, se combina de forma explosiva con la destrucción de empleo formal, la crisis de consumo y un contexto inflacionario que para el sector de los alimentos, principal gasto de los más pobres, es hiperinflacionario.
Definitivamente son modelos diferentes e irreconciliables. Ellos consolidaran el 28% de pobres en el 2016 y nosotros según las mediciones más confiables establecemos el 19%, guarismo que aun alto en 12 años siempre tuvo tendencia decreciente. Ellos empezaran a batallar con la baja de la edad de imputabilidad, mientras nosotros somos testigos del rápido deterioro de las condiciones de vida de los niños y jóvenes en los barrios. Ellos hablarán de reparación histórica de unos pocos, mientras nosotros vemos cuadros dramáticos, protagonizados por jubilados en las farmacias de las periferias. En fin, entre un modelo y otro, entre ellos y nosotros en lo que refiere a tratamiento de la pobreza, no hay nada en común y eso no es una cuestión personal.
* Directora del CEC. Sociales (FCSs/UBA).
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