Fotos: Joaquín Salguero
Pasar el invierno en la calle
Por Sofía Guagnini|
Las muertes de gente que vive en la calle ya suman 6 en todo el país por la ola de frío. En la Ciudad de Buenos Aires aumentó notablemente el número de sin techo por la suba de precios en alquileres y pensiones. Los programas del Estado tienen cada vez menos recursos. Grupos de vecinos solidarios llevan comida en algunas comunas. La voz de los sin techo.
No hace tanto frío y es martes; hoy pasan Claudia, Cintia o alguno de los vecinos de la comuna 9 que se organizaron para prepararle dos veces por semana un plato de comida caliente a las personas que están sin techo. Por eso, “hoy no está tan mal”; Mía puede guardar un poco de energía y no hacer fila en el hogar Puentes de Esperanza, el único para mujeres de su comuna y las de alrededor. “No me voy a quedar viendo si entro o no para que me saquen al día siguiente a la mañana, y en el medio quien sabe si me robaron lo que me quedaba.”
Mía y Paola antes compartían habitación. Hace 15 días que comparten un rincón en el bajo autopista. Están en la calle. Desde el verano fueron y vinieron entre casas tomadas y pensiones. Pero las primeras se volvieron insoportables y las segundas impagables. “Yo ya estuve en la calle, salir es muy difícil con lo que están los alquileres.” El hotel que alquilaban el año pasado por $ 150 la noche, hoy llega a los $ 500. Impagable. “Por alquilar algo más barato para poder comer, terminás en un lugar horrible y violento, y entonces volvés a la calle.”
Cecilia, participante del grupo voluntario vecinal de Flores, recuerda que la recorrida para acercarse a los vecinos en situación de calle el año pasado tomaba alrededor de 1 hora, ya que llegaban a unas 30 personas o núcleos familiares. Este año se tarda casi el doble; son alrededor de 50. “Sumamos a la recorrida gente que está en la calle hace años y nos contacta recién ahora, pero muchas personas son nuevas.”
Entre 2003 y 2016 las cifras de gente sin techo se habían mantenido estables; alrededor de 870. En el CENSO oficial de 2017 se contaron 1.066 personas en situación de calle, un 23% más que el año anterior. “Los cartoneros que vienen de provincia no tienen otra opción que quedarse a dormir toda la semana en las calles acá.” Todos los de la zona acuerdan en que ya no les rinde el trabajo si van y vuelven. Este año, tanto las agrupaciones populares como estatales coinciden que las cifras siguen creciendo. Se estima que en las estadísticas oficiales, que se publicarán en Julio, serán alrededor de 1.800 los sin techo porteños.
El programa Buenos Aires Presente es el que hoy tiene mayor alcance y trato con las personas sin techo. Aunque las cifras de afectados se siguen disparando, la cantidad de personas estables que trabajan, los móviles y los insumos no aumentaron este año. “Salen de Constitución, y para cuando llegaron acá -Flores- con suerte les queda una frazada o una sopa en sobre.” Comenta Mía.
En el medio del “Plan Prevención de Frío”, lanzado todos los años durante el invierno por el ministerio de desarrollo, Walter García, cartonero de 33 años, falleció la semana pasada frente a la sede central del BAP. Sus compañeros declararon que aunque la muerte se produjo alrededor de las 4 de la tarde, el SAME y la policía no llegaron hasta pasadas las siete. Además, dijeron que Walter estaba enfermo hace varios meses, y que no estaba recibiendo acompañamiento de ninguna entidad estatal. El portal “El grito del Sur” se contactó con funcionarios a Subsecretaría de Fortalecimiento Familiar y Comunitario porteño, conducido por Maximiliano Corach, que negaron estar al tanto de la situación. El miedo al invierno en la calle durante la última ola de frío se convirtió en pesadilla más que justificada. Las redes de ayuda solidaria registraron 5 muertes más a lo de largo del país: en La Plata, Viedma, Jujuy, Tucumán y Rosario.
Adela en el Falcon
“Un mes después de que asumió Macri me quedé en la calle; me sacó el subsidio de los medicamentos y la pensión, y aumentó la comida. No podía ni dibujar los billetes para pagar la noche”. Cuenta Adela desde el asiento del Falcon en el que vive desde diciembre de 2015. Intentó volver a alquilar, pero para poder cobrar el Subsidio habitacional le exigen un domicilio en CABA con dos años de residencia “Hace años que vivo acá. No tengo un domicilio porque siempre alquilé un cuarto. Mi primer lugar estable es este Falcon, pero imagínate si me lo van a tomar como dirección”.
A mediados de Junio se reunió la Mesa de diálogo sobre alquileres de viviendas, que funciona desde diciembre del año pasado con el objetivo de brindar potenciales soluciones para reducir la masa inquilina que hoy representa, según el informe de la mesa, el 35,7% de la población de capital federal (alrededor de 1 millón de personas alquilando unas 370 mil propiedades). De la reunión participaron Alejandro Amor, defensor del pueblo de CABA, Juan Maquieyra, presidente del IVC, la legisladora porteña por Unidad Ciudadana Paula Penacca y el legislador porteño por Vamos Juntos Maximiliano Ferraro, entre otros.
La mesa se propuso, entre otros ejes, tratar la problemática histórica de la ciudad rioplatense del déficit habitacional. A un 17% de población considerada en déficit -según el El Observatorio de Derechos Humanos-, se le oponen 341 mil viviendas deshabitadas censadas por el INDEC en el 2010, lo que representa el 24% del parque habitacional de la CABA. Mientras, se siguen construyendo rascacielos, y los negocios inmobiliarios que venden espacio público a constructoras se multiplican todos los años.
Se esperan en septiembre las primeras evaluaciones de las medidas implementadas, pero, para entonces, la estación más fría del año ya va a haber finalizado. “Yo no quiero pasar otro invierno en la calle, es un desgaste enorme.” Dice Paola, entre la frustración y el enojo, después de comentar cómo desde que están sin hogar fue 2 veces al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos para buscar algún acompañamiento estatal: estaba la luz cortada y no atendían.
Tanto Paola y Mía como Adela coinciden en algo: son los grupos de vecinos, aquellos “que pagan impuestos y tienen sus cuatro paredes” y también aquellos que “tienen hasta menos que uno” los que conforman el mejor ejército para ganarle al frío y al miedo. Son los que ven la parte de la historia que siempre se quiere contar con eufemismos y con una mano intentan desenredar las burocracias de los trámites estatales y con la otra terminan de servir el guiso de la noche.
Pero para las chicas del bajo autopista “Las calles están gritando”. Las promesas de campaña se pueden incumplir, los números en las encuestas se pueden dibujar, pero no se puede tapar la ciudad entera con globos de colores. La gente mira. Aunque miren con asco o miedo o compasión; mira, ve. “Eso es lo que importa: ya no nos pueden tapar a todos”.
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