No cuenten con nosotros.
Es eso, simplemente eso. Que no cuenten con nosotros quienes pretenden proteger sus históricos privilegios de clase, esos que jamás salieron a protestar por nada hasta que les tocaron el bolsillo, los que miran hacia otro lado ante la pobreza y se indignan porque no pueden ahorrar en dólares. Que no cuenten con nosotros, tampoco, los resignados del “mal menor”, esos que deambulan explicándonos el verso del vaso medio lleno, el chamuyo de la correlación de fuerzas. Los que asustan con el riesgo de golpismo, con el fantasma de la derecha, con que el otro -siempre- es peor. Puede ser, pero no cuenten con nosotros para elegir al “menos malo” entre burócratas con turbio pasado como Gerardo Martínez y Hugo Moyano, entre la patota de Jesús Cariglino en Malvinas Argentinas o la de Raúl Othacehé en Merlo, entre el modelo represor de Gildo Insfrán en Formosa o el contaminante de José Luis Gioja en San Juan. No nos anoten si lo que pretenden es defender las ganancias de Barrick Gold y de Monsanto; menos todavía los que ahora elogian a Gendarmería (con su prontuario de crímenes en las provincias) como alternativa a la descontrolada policía, o esos a los que les fascina buscar diferencias entre un ex duhaldista como Gabriel Mariotto y un ex menemista como Miguel Pichetto.
Ojo, que tampoco cuenten con nosotros los que ovacionaron a la Sociedad Rural, los que quieren más policía en las calles (esa que maneja el crimen organizado y la prostitución, que regula el narcotráfico, que aplica “gatillo fácil” en los barrios); los que escuchan obedientes las instrucciones de Héctor Magnetto, los que piden “libertad” con el descaro de haber apoyado a la dictadura. No, no cuenten con nosotros para sonreir ante las bravuconadas del converso de Orlando Barone o del mercenario de Jorge Lanata; que tampoco nos sumen quienes brindan con champagne con Samuel Gelblung, o los que ponen la cara nada más que para salir en los afiches callejeros cada cuatro años, o los que festejan la épica de su mínima existencia como secta.
No, usted tiene razón. No podemos, desde este espacio, ofrecer una alternativa real, una opción revolucionaria, un candidato que nos represente, una organización que nos permita imaginar una transformación desde abajo, sin chantas, sin rosqueros, sin oportunistas. Falta eso, hace años que sentimos esa ausencia. Pero quienes no consumimos el sapo del “mal menor” ni las falsas demagogias de los referentes de Palermo y Recoleta, tenemos derecho a decir que no. Que no marchamos con ellos ni con sus cacerolas de teflón. Que tampoco defendemos a quienes manejan el aparato del punterismo. Que no les creemos a los que ahora estatizan empresas con los mismos argumentos con los que hace una década las privatizaban. Que no aplaudimos a quienes exigen la -legítima- soberanía sobre Malvinas, pero son cómplices (por acción u omisión) de los que reprimen y desalojan de sus tierras a cientos de familias originarias ante el silencio de la prensa oficial y opositora. Que no tenemos nada que ver con los que fumigan a los pibes porque la soja es la gallina de los huevos de oro, que no queremos un futuro con funcionarios que jamás viajan en el Sarmiento, que manipulan la pauta oficial para ganar aliados y acomodar amigos, que reproducen los mismos vicios y mañas de quienes afirman oponerse, que ni se atreven a discutir la necesidad del aborto legal porque sus hijas pertenecen al minoritario país de los privilegios.
Eso, que no cuenten con nosotros.
Editorial Revista Sudestada.
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