martes, 9 de abril de 2013

LO QUE INUNDA ES EL SISTEMA...

"Solo el pueblo salvará al pueblo".


"Solo la solidaridad entre los humildes nos hará fuertes para enfrentar la voracidad insaciable de los poderosos".
Evita.-







"¿Sabés lo que la gente quiere? La gente necesita que estés. Que cuando tenga una necesidad, un dolor, una alegría, allí estés. Nada más pero nada menos."

Padre Rodolfo Ricciardelli .- 
Rodolfo Riciardelli fue uno de los fundadores del Movimiento de sacerdotes del Tercer Mundo.




Aquellas dos frases de Evita, seguramente las más representativas de su personalidad revolucionaria, es cierto que fueron dichas en otro contexto político-social, distante en el tiempo, cercano en su actualidad. Con su permiso, las saco de su pasado histórico vigente, y las hago patente en esta, nuestra catástrofe, que ahora, nos atraviesa la vida a todos. Ellas expresan la conciencia que debemos tener sobre nuestra Identidad social y política, sobre nuestros derechos, sobre nuestras necesidades, y en efecto, cómo y con quién  actuar en consecuencia. 

Nada más aciago, nada más infeliz, que esta emergencia que se ha echado como peste entre nosotros para evidenciar el más absoluto divorcio del Estado con la gente. Este quiebre, equivale en la práctica a un auténtico abismo de todo orden que se hunde con  lacerante intensidad en todos los estratos sociales y que mezquinamente demarca una zona de la otra, discriminando a los unos de los otros: los que fueron elegidos para representarnos y los que votamos por ello, los que tomaron el poder para pactar con el establishment y nosotros... Por eso la ausencia del Estado, los dirigentes ausentes, las ausencias de las ausencias... No es que no estén... Están!! Pero de otra manera: Para ellos... Y ahora, en esta contingencia que devora hogares, personas, bienes, valores, su negligente y perversa gestión se nota, se siente, se sufre en la aflicción, el desamparo, la destrucción; en síntesis, en las malditas miserias que la inundación deja. De aquí, que se haga necesario recuperar fuerzas, organizarnos en mitad de la batalla, elaborar nuestras estrategias, y unidos en cada zona, en cada barrio, en cada comunidad, exigir, demandar, reclamar por lo que es nuestro. No esperemos que ellos lo hagan por nosotros, somos nosotros, solo nosotros, nosotros, nadie más que nosotros...Pero, desde esta certeza, abramos caminos, construyamos con los vecinos, con otras barriadas, con quienes podamos, hagamos los puentes necesarios que nos acerquen la vida...

Miles de personas víctimas de la tragedia más grande que La Plata haya tenido en su historia, se debaten ahora entre la vida y la muerte, entre el hambre y la sed, entre la angustia y la depresión; victimas del agua muchos de ellos han perdido sus vidas, sus familiares, sus vecinos, sus casas, o todo... No es necesario narrar lo que las imágenes ya testimonian por sí mismas. Sí es importante que en estos días de desastre y desolación, ellos, los inundados, no queden solos al amparo de su suerte...

No sorprende que las víctimas que sufren como nunca la falta de recursos y de asistencia humana, no cuenten con la ayuda ineludible del Estado, función esencial de su rol y de su pretendida razón de ser como estructura que monopoliza gran parte del poder de la sociedad, de sus bienes, de su patrimonio y su riqueza. Desgraciadamente, este concepto básico de lo estatal, que ya ha venido siendo analizado por su descomposición y desnaturalización primigenia, antes como benefactor, ahora, en este hecho concreto, frente y ante la emergencia de los estragos de la inundación, vuelve a revelarse en todo su "esplendor", como quien rasga el velo que lo cubre y que entonces, de esta forma, desenmascara con crudeza, la verdadera y prolongada crisis de los modelos de gobierno en democracia. La rapiña del poder ha dejado enceguecidos a los gobernantes, funcionarios y dirigentes, que en su burbuja de "realidad" juegan con apostar listas y boletas para entronizarse en el círculo de los privilegiados que viven de la función pública. Pero esta vez, el iceberg ha impactado duro, alertando a los que conscientes de la desgracia ajena, aun seguían su "danzig en el titanic"... 

No se trata de generar un frió análisis "desde el escritorio" y muchísimo menos en esta situación, sino de interpretar la realidad para tener los instrumentos apropiados para su transformación. Por lo tanto, no es la lluvia, ni la tormenta, la artífice central de este drama, no, el responsable directo debemos buscarlo en los más terrenales caminos del capitalismo en ciernes, no en la tempestad sino en el modelo rentista inmobiliario del capitalismo salvaje, en los negociados financieros de las faraónicas obras de cemento que invaden sin piedad todo terreno fértil que esté a su alcance. Las fabulosas ganancias que ello implica, desvanecen(en su lógica) cualquier previsión de orden urbano y humano. Las torres y los grandes complejos edilicios se levantan con la misma gula con que lo hacían en el siglo XIX sus antecesores de la era industrial; cemento y hormigón armado han aniquilado prácticamente todo vestigio sustentable de vida en la ciudad. Donde años atrás había una casa en una esquina, con arboles y jardines, hoy se erigen a fuerza de neoliberalismo puro, gigantescos complejos departamentales y edificaciones inmobiliarias de todo tipo, que ponen en gravísimo riesgo, como ya se ve, la natural filtración y drenaje que la tierra, en los espacios verdes y abiertos realizaba. Alucinados en sus megaemprendimientos a sola ganancia caiga quien caiga y cueste lo que cueste, el gobierno y los municipios han descartado criminalmente cualquier otro proyecto que no sea el de sus bolsillos: manda el modelo, no la gente...

La catástrofe, expresión social de la hipertrofia política del Estado, a su vez reflejo de la calamidad natural, ha provocado el colapso de todo el sistema urbano y ha quebrado las principales redes de producción, provisión de alimentos y de insumos básicos necesarios para vivir. Por lo cual el hambre se presenta como extrema necesidad, añadiendo un problema apremiante, álgido y cuya resolución debe ser imperativa. No han quedado, en la mayoría de los casos, centros de abastecimientos, supermercados, almacenes, negocios barriales, muchos de los inundados permanecen de este modo, y en definitiva, aislados, sin posibilidad de encontrar por sí solos, comida, agua y lo más elemental para su subsistencia. 

La ayuda y la solidaridad del pueblo en su conjunto, de la sociedad, es como siempre ha sido, extraordinaria. Miles de voluntarios se han hecho presentes inmediatamente sin esperar orden alguna y han sumado su incansable trabajo a Instituciones de bien público como Caritas, la Cruz Roja Argentina, la Red Solidaria, ONGs, Clubes de Fútbol, Centros Estudiantiles y barriales, Sociedades de Fomento y Congregaciones religiosas de todos los Cultos. Todo este amplísimo nivel de fuerzas vivas, han salido a dar lo mejor de sí, en pos de aquellos, que hoy por hoy, no tienen a nadie más que los acompañe con su solidaridad activa. 

Un enemigo armado de rayos y centellas, con agua pavorosa, con armas de devastación inesperadas, ha caído en la gran ciudad de las diagonales. La Plata no ha podido esquivar el impetuoso temporal, el sistema que la rige y gobierna la ha inundado... Ese antagónico rival, no ha sido solo la tormenta inclemente del 2 de abril, no, la tormenta impiadosa, brutal, fue sólo una fase en esa guerra abierta que bombardeó la noche. La otra fase: Con el más feroz y hostil oponente, no ha sido sino más que el Estado ausente, ausente de toda presencia inmediata, planificada, humanitaria y racional frente a la gente desamparada. Sólo cuando llegaron las cámaras, cuando la poderosa imagen de los medios mostró “su falta sin aviso”, empezaron a "llover" irónica y agraviantemente, aquellos desvergonzados mensajes de gobernantes, intendentes y funcionarios de vacaciones(¡!). Puestas en escena y otras excentricidades, que no solo no hacen nada, sino que al contrario, perjudican aún más a las víctimas, porque despiertan en su desesperación, expectativas, que en general, luego demoran demasiado o directamente no llegan. La sensiblería oficialista de la calamidad en pantalla, es sin dudas, un espectáculo grotesco y denigrante, que apabulla por su vulgaridad. Por ese travestido cinismo, típico de los sofistas y alcahuetes de "importancia" que merodean el poder.

Si esa verdadera élite, que se presenta como tal, aunque lo quiera disimular, no logra reaccionar, sino despierta de su letargo de decidía e inercia radicalizada, sino acusa recibo ahora, ya!! No habrá vuelta... El hambre, el riesgo sanitario, la furia de los damnificados, puede ser muchísimo peor que la misma inundación, en todo sentido...


Por ultimo, hoy veía una familia pobre, pobrísima, todos unidos contaban como entre vecinos y "sin esos caraduras de los políticos", lograron salvarse y ser sobrevivientes. La mujer que hablaba, el esposo, el hijo más grande, todos, solo querían una cosa: trabajo. Una esperanza en la oscuridad, para los humildes que ya saben, que ellos han sido hermanos en la inundación. Entre todos, ahora solo quieren que aquel antiguo caballero que alguna vez pasó por esas vastas tierras, allende años de Dignidad y Justicia social, aparezca de nuevo. Fue muy importante para ser olvidado. Se lo va a recibir como a un amigo(aún no lo sea). 

Muy dentro de sus corazones, aún lo esperan, lo necesitan para empezar de nuevo...




Raúl Olivares.-
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