No quedará Roca sobre Roca que no sea derribada
El 16 de septiembre el Ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, asistió a la inauguración del Hospital Escuela de Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Negro. Allí tomó la palabra para decir: “esta es la nueva Campaña del Desierto, sin espadas, con educación” ¿Por qué retomar el rol del Estado genocida, en la figura problemática de Julio. A. Roca?
Por Pablo Aranda*
(para La Tecl@ Eñe)
Pa’l rico carne, pa’l pobre palo
(La Patria Liberal - Los Científicos del Palo)
“Profe, capaz que quiere decir que hay que matar la ignorancia, ese es el papel del docente, me parece”. Bien, entonces qué significa matar la ignorancia, pregunto. Silencio. “Que todos pensemos igual”, se escucha desde el fondo. Buen punto. Es decir, establecer, entre otras cosas, el pensamiento único, anular, sin detenernos a entender, las diferencias. Recapitulemos.
El 16 de septiembre el Ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, asistió, en la localidad de Choele Choel, a la inauguración del Hospital Escuela de Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Negro. Allí tomó la palabra para decir: “esta es la nueva Campaña del Desierto, sin espadas, con educación”. Frase que llamó la atención de propios y ajenos. ¿Qué fue y qué pretende ser, en esta rememoración, la Campaña del Desierto?
En 1878 Julio A. Roca fue designado Ministro de Guerra y Marina. La ley 947 le permitió contar con los fondos para realizar la expedición de trasladar la frontera. En 1879 –luego se extendería por 5 años más– comenzó la denominada Campaña del Desierto. Fue un plan sistemático de aniquilación de mapuches, tehuelches y ranqueles; y, a su vez, de apropiación de tierras de la región pampeana y patagónica que ellos habitaban. En esos días se leía en un diario argentino: “Entrega de indios y chinitas a las familias de esta ciudad por medio de la Sociedad de Beneficencia”[1].
¿Por qué retomar el rol del Estado genocida, en la figura problemática, como mínimo, de Roca? Hay un fantasma, siempre recurrente, que en estas expresiones del Ministro vuelve a sobrevolar: el fantasma de la historia oficial. ¿Qué entendemos por esto? La historia, todos lo sabemos, es interpretación. No hay historia objetiva. Es nuestra obligación como educadores poder reconocer el posicionamiento que cada visión histórica ofrece, qué intereses defiende, para desmontar el tejido detrás de la trama. La historia oficial (elitista, antipopular, europeísta y antilatinoamericana) es una versión elaborada del pasado, que predomina en los discursos de los medios de comunicación, en todos los niveles de enseñanza, en nuestras plazas y nuestras calles. En palabras del historiador Norberto Galasso la historia oficial “interpreta y valora los acontecimientos históricos desde un enfoque ideológico liberal-conservador” (2004: 3). Por lo tanto, no es anecdótica la frase de Bullrich, ya que la educación promueve un orden humano, un tipo de mundo, un proyecto de vida. ¿Cuál es el lugar del docente en esta campaña que nos convida el Ministro? ¿Qué docente se propone? Un docente-extirpador de todas las marcas sociales, económicas y culturales, extirpador de las identidades que pueblan las aulas argentinas. Es decir, prácticas que se pueden enunciar como “vení a mi cultura que es mejor”. Prácticas de negación y anulación del otro. No quiero formar parte, Señor Ministro, de esa carpa ni ahí[2].
¿Hay que decirlo? Las clases son encuentros con la otredad. Los educadores no estudiamos para nosotros, estudiamos para compartir el conocimiento, para dar en ese encuentro con el otro. Debemos re-pensar criteriosa y constantemente qué prácticas tienden a la transformación y cuáles a la exclusión, qué prácticas reconocen la otredad y cuáles la anulan. Para, desde allí, re-conocer las identidades plurales de nuestras aulas, que no sólo están, sino, sobre todo, que son en nuestras aulas. La educación debe abrir la posibilidad de ser ante un mundo desigual. No quedará Roca sobre Roca que no sea derribada.
Sante Fe, 5 de octubre de 2016
*Profesor y Licenciado en letras, militante del Movimiento Azurduy, y dentro de esta organización responsable del Espacio Educativo No Formal “Carlos Fuentealba”.
Bibliografía consultada
BAYER, Osvaldo (2010) “Desmonumentar”. Página 12, contratapa, domingo 16 de mayo de 2010. En línea. Fecha de consulta: 22 de septiembre de 2016.
GALASSO, Norberto (2004) De la historia oficial al Revisionismo Rosista: Corrientes historiográficas en la Argentina. Cuadernos para la otra historia. Buenos Aires: Centro Cultural Enrique S. Discépolo. En línea. Fecha de consulta: 22 de septiembre de 2016.
[1] Diario El Nacional, del 31 de diciembre de 1878.
[2] Utilizamos y retocamos los versos de Alejandro Rubio en su libro Autobiografía Podrida, publicado por Eloisa Cartonera en el año 2004. Invitamos a su lectura.
Fuente: http://www.lateclaene.com/
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