La CGT cambia el libreto
Por Carlos Romero
La mayor central obrera dejó la mesa de diálogo con los empresarios y el gobierno. Se había sentado en lugar de ir al paro al que llamaron las dos CTA. Ahora anuncia una movilización y se aleja del rol tibio. Por ahora… Las definiciones en la AFA y la paritiaria de camioneros pueden alterarlo todo.
Algo se está rompiendo. El libreto de promesas incumplidas, amenazas al aire y arreglos bajo cuerda que desde enero de 2016 venían interpretando el gobierno nacional y la CGT parece ir quedando obsoleto. La cúpula cegetista por primera vez patea el tablero que hasta ahora ayudó a sostener con paciencia inédita, en medio del alza inflacionaria, los tarifazos repetidos, la recesión, la espiral del desempleo, la baja de impuestos a las corporaciones y la suba de impuestos a los trabajadores. El trío de secretarios generales, Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña, anunciaron la salida de la central obrera de la mesa de negociación que mantenía con los enviados de Mauricio Macri y los sectores empresarios, y llamaron a una movilización –que se presume será masiva– para el próximo 7 de marzo, además de convocar a un paro general para fines del mismo mes. Una vez conocido el plan de lucha, el clima no tardó en sumar tensión. El estacionero Acuña acusó de “alcahuete” al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y le pidió “que no mienta y se ocupe de trabajar porque ya cobró un sueldo y no hizo nada”. Fue luego de que el funcionario se quejara por el supuesto “uso político” detrás de la medida de fuerza en un año electoral. Ocurre que, según el diagnóstico de Dujovne, la economía argentina está “muchísimo mejor”. En paralelo, en la provincia de Buenos Aires volvió a estallar el conflicto docente: la gobernadora María Eugenia Vidal ofreció un aumento paritario de apenas el 18 % y a pagar en cuatro cuotas. Los maestros lo calificaron de “irrisorio” y lo rechazaron de plano, lo que una vez más dejó en serio riesgo el inicio de las clase
Presión industrial
El detonante para el portazo de la CGT no fue una novedad, sino la acumulación de hechos conocidos, en especial, los vaporosos acuerdos para frenar los despidos que la parte privada nunca cumplió. También aquel bono de fin año, vendido como un alivio para el bolsillo en el cierre de 2016 pero que sólo fue pagado en algunos casos y a cuentagotas. En este escenario de agotamiento y déjà vu, la mayor presión para que la conducción sindical terminara con la pasividad de un diálogo que no dio resultados concretos la pusieron los gremios de la industria, los más golpeados por el parate de la economía. El propio Indec señaló que la actividad en el sector cayó un 4,6 % el año pasado, además de sufrir en ese período la pérdida de 88.015 puestos de trabajo, de acuerdo a los datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
“Se quebró la confianza por no cumplir el acuerdo para que no haya despidos, el diálogo está roto en la medida en que el Gobierno no reaccione”, sostuvo Schmid, uno de los más duros en su postura hacia el oficialismo, quien además subrayó otro punto clave para el enojo de los dirigentes: “La apertura de importaciones perjudica a los argentinos y a la producción nacional”, remarcó. El portuario resumió el efecto letal de este combo en los 400 mil empleos que se esfumaron en poco más de un año.
Daer agregó que resolvieron “no participar más de las mesas del Diálogo para la Producción y el Trabajo mientras siga esta situación crítica con los empresarios”, y detalló que además de marchar el 7 al Ministerio que encabeza Francisco Cabrera, se prepara “un cese de actividades con una movilización de la totalidad de los gremios confederados para la segunda quincena de marzo”, para lo cual ya cuentan con “el apoyo de las organizaciones sociales”.
Después de tantos amagos y pirotecnia verbal, esta vez parece que la cosa va en serio. De todos modos, no pasa desapercibido que un anuncio hecho con más de un mes de anticipación vuelve a darle al Ejecutivo la posibilidad de jugar una carta que descomprima. Si es que desde Balcarce 50 quieren recoger el guante –algo que no está del todo claro– la diferencia con respecto a situaciones anteriores radica en el margen de maniobra: los jefes de la CGT entienden que a sus dirigidos se les acabó la paciencia, y no sólo con el presidente y su equipo, sino también puertas adentro.
Por lo pronto, al igual que lo hizo Dujovne, en el entorno de Jorge Triaca repitieron el argumento de “un paro político”. El ministro de Trabajo en persona trató de ensayar una justificación, en la que terminó diluyendo responsabilidades: “Hay algunos empresarios que no dejan de hacerse los vivos, como pasa con dirigentes gremiales, o dirigentes sociales, o con la política, con los que no valoran el esfuerzo común que estamos haciendo”.
Por fuera del conflicto en sí, también se gatillaron hechos laterales cargados de peso específico: se supo que el Papa Francisco recibirá en Roma a la cúpula cegetista, en tanto que el juez Claudio Bonadio, en otra decisión que va en sintonía con las necesidades de agenda del PRO, citó a declarar a Cristina Fernández por la causa Los Sauces el mismo día de la marcha sindical.
El facto paritarias
El porqué de la reactivación en la central obrera no se agota en el malestar que sube desde las bases por los acuerdos rotos, sino que responde además al paquete de nuevos ajustes que planea ir aplicando el macrismo a lo largo de 2017, donde el incremento en la tarifa de los servicios es uno entre tantos ítems. Como en el pasado inmediato, las negociaciones paritarias son el tablero donde la conflictividad tomará más cuerpo, luego de que el gobierno anunciara que a los trabajadores del Estado no les va a ofrecer más del 17 o el 18 % en que, según pronostican los economistas del PRO, va a ubicarse la inflación anual. El rechazo de los gremios no se hizo esperar, con los maestros a la cabeza, sobre todo porque el mencionado caso bonaerense se enmarca en la decisión tomada por el presidente Macri y el ministro Esteban Bullrich de no abrir la paritaria nacional y delegar la negociación en cada gobierno provincial.
La CGT y la CTA de los Trabajadores ya manifestaron que “respaldan a los sindicatos docentes nacionales en su reclamo de convocatoria a paritarias”. En el comunicado que emitieron en conjunto, advirtieron que “la no convocatoria viola el Art. 10 la Ley de Financiamiento Educativo” y que “retrotraería a los trabajadores de la educación a la situación vivida en los 90 donde se produjo una anarquía salarial”.
La dureza mostrada por el macrismo en este punto no configura un caso aislado. En Cambiemos vienen jugando fuerte para terminar con el modelo de paritarias tal cual se conoce hasta ahora. La salida de la negociación con los docentes a nivel país es un caso testigo. El objetivo de máxima es regresar a los acuerdos por empresa o aplicar esquemas intermedios, como las “cláusulas de productividad” que la Rosada consiguió con los gremios petroleros para la explotación de Vaca Muerta. En la ecuación oficialista, bajar salarios y otros aspectos de lo que llaman “costo laboral” es la condición imprescindible para atraer las inversiones que brillan por su ausencia.
No por nada la CGT llamó a la movilización del 7 bajo la consigna “en defensa del trabajo y la producción nacional, paritarias libres, convenios colectivos de trabajo, del sistema previsional y de salud, de la educación, en contra de la flexibilización y del aumento indiscriminado de tarifas”.
En cuanto al paro de la segunda quincena, se habla de un cese de actividades de 12 horas, posiblemente el 30 de marzo. La fecha evoca a la huelga que en 1982 encabezó Saúl Ubaldini en rechazo a la dictadura cívico-militar. Lo que sí está confirmado es un tema clave: la Unión Tranviarios Automotor (UTA) garantizó que los gremios del transporte se van a adherir, al igual que los maquinistas de La Fraternidad.
Si bien el tope de recomposición salarial impuesto por el oficialismo sólo alcanza formalmente al empleo público, es esperable que establezca una referencia a la baja para todo el mercado. “No hay límite ni techo para los ajustes salariales. En el sector público intervenimos porque tenemos que cuidar los objetivos fiscales. También hay sectores mixtos donde son paritarios los privados y el Gobierno: por ejemplo los bancos”, señaló el funcionario.
La referencia no fue casual. El macrismo está involucrado en un tironeo judicial con el gremio bancario, que exige cobrar el acuerdo al que arribaron con las cámaras del sector pero que la cartera de Trabajo se niega a homologar. Incluso, Triaca aseguró que apelará el fallo de Cámara que le dio la derecha a Sergio Palazzo, titular de La Bancaria.
Palazzo integra la Corriente Federal de los Trabajadores, una de las líneas internas de la CGT, claramente refractaria a las políticas oficiales y que por eso celebró la marcha y el paro lanzados por el triunvirato. El plan de lucha también va en línea con el reclamo que venían haciendo desde las dos CTA. “Llegamos al punto en que el movimiento sindical ya no va tener margen para seguir jugando a las escondidas”, le había dicho a Nuestras Voces Hugo Yasky, de la CTA de los Trabajadores, que avanza en un proceso de reunificación con la central que encabeza Pablo Micheli.
El Momo solitario
El jueves pasado, poco antes de que la CGT diera a conocer las medidas de fuerza, el presidente Macri había dicho que “el Gobierno está dispuesto a pagar en términos de salario la inflación porque si no el déficit público va a ser peor”. Fue desde Santa Fe, donde el presidente inauguró viviendas para los afectados por las inundaciones de 2016. Además de las autoridades locales, al jefe de Estado lo acompañó el incombustible Gerónimo “Momo” Venegas, del gremio de los peones rurales. Por el momento, no hay otros dirigentes sindicales que quieran salir en la foto.
@soycarlosromero
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