El negocio privado detrás de Vaca Muerta
Por Débora Ascencio
Una de las promesas incumplidas del gobierno nacional son las inversiones. Los planes para promoverlas en diversas ramas de la economía -a partir de “acuerdos” entre el Estado, los sindicatos y las empresas- se conocieron recientemente. Para el sector energético, se establece como un logro el compromiso de inversión de 10.000 millones de dólares en Vaca Muerta. Sin embargo, un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) demuestra que los privados participan porque el Estado sale como garante del negocio (poniendo a YPF como reaseguro) y que se apalancan en el salto tecnológico desarrollado durante la gestión anterior. Junto con las inversiones se esconde la baja de los costos vía flexibilización de los convenios colectivos de trabajo.
Desde el año 2012, YPF ha impulsado la exploración en Vaca Muerta, en un largo proceso de aprendizaje y asunción el riesgo empresario con el Estado a la cabeza. Las empresas privadas que pretendan en la actualidad desarrollar actividades allí, cuentan con el conocimiento y el salto tecnológico desarrollado previamente por la empresa petrolera nacional. Si bien el desarrollo de la producción no convencional en Argentina se inició en el yacimiento Loma Campana (en la formación Vaca Muerta) en 2010, la explotación masiva comenzó a partir de 2012, de la mano de la nacionalización de la compañía. Nuevamente, frente al mito neoliberal del libre mercado, aparece la estratégica intervención del Estado en la expansión de la producción de crudo y el salto tecnológico desarrollado por YPF.
Las operadoras privadas que obtienen ventajas de la enorme reducción del costo pozo resultado de la incorporación de tecnología y nuevos métodos de trabajo por parte de la empresa bajo control estatal. Entre los principales avances obtenidos, el informe de CEPA destaca que el costo de perforación de un pozo en Vaca Muerta pasó de alrededor de 40 millones de dólares en la fase experimental a menos de 10 millones de dólares en la actualidad. Si se considera la etapa de explotación masiva, el costo pasó de los 16,6 millones de dólares en 2014 a menos de 10 millones en 2016. Por otra parte, la curva demuestra que el descenso de los costos resulta progresivo, lo que indica que YPF acelera la curva de aprendizaje para encontrar la tecnología más. En 2014, la empresa gastaba 16,6 millones de dólares y tardaba 41 días para colocar un pozo horizontal de entre 10 y 12 fracturas. Un año más tarde, se desembolsaban 14,8 millones de dólares con plazo de perforación de 38 días. En la actualidad, YPF logró reducir el tiempo de perforación de pozos horizontales a 25,5 días con el costo mencionado de 9,9 millones de dólares.
Además del uso de la fractura hidráulica (que es condición necesaria para producir gas o petróleo en Vaca Muerta), se incorporaron dos técnicas específicas que mejoraron sensiblemente la productividad y los tiempos: la técnica de perforación horizontal (ver en la Figura 1 la mayor área de contacto que se obtiene con respecto a la perforación vertical) y la perforación en serie tipo factoría (ver el incremento de la productividad en el gráfico 2)
Como empresa operadora, la participación de YPF sobre la inversión total de hidrocarburos no convencionales creció sensiblemente: si en 2012 participaba con el 50%, en 2013 aumenta a 57% y en 2014 a 74%. Ahora bien, en 2015 se mantiene elevada pero a partir de se inicia una caída de la participación de YPF en no convencionales, siendo las proyecciones para 2017 sólo 56%, aumentando en los últimos 2 años de las inversiones de empresas privadas en el sector.
Así, los anuncios recientes de empresas interesadas en la explotación de los yacimientos se montan sobre la inversión inicial (y mucho más riesgosa) realizada por YPF otorgándole enormes beneficios a los privados. La formación Vaca Muerta ya había sido descubierta hace años pero no se explotaba porque era “antieconómico” (por el elevado costo de la tecnología para extraerlo sumado a una menor necesidad de gas). Sólo después de la inversión inicial y mejora de la productividad por parte de YPF, se empiezan a volcar las demás inversiones en la formación.
Los beneficios “ocultos”: la flexibilización laboral.
El informe de CEPA, además de indagar en el impacto de la innovación tecnológica realizada por YPF durante la gestión anterior, detalla los enormes beneficios obtenidos por los inversores privados a raíz de dos elementos centrales: el precio del gas en boca de pozo y la reciente “modificación” del CCT petrolero.
Puntualizando en el segundo aspecto, resulta inevitable aludir a las declaraciones del Presidente sobre la necesidad de rediscutir los convenios colectivos y “adecuarlos” a esta “nueva etapa”. No sólo la enorme cantidad de despidos en el sector petrolero se justificó por la baja del precio del petróleo (aunque no del gas), sino que conllevó al avance en una modificación del convenio colectivo petrolero en pos de mantener los puestos de trabajo del sector. En concreto, las llegada de inversiones privadas acarrea una reducción del costo laboral de las petroleras y la flexibilización en los contratos laborales.
Todo lo expuesto permite reflexionar sobre dos elementos fundamentales. Primero, en el discurso oficial, la tan mentada llegada de inversiones a la Argentina responde al “aumento de la confianza” y la “apertura hacia el mundo”. El viejo slogan neoliberal del libre mercado. Sin embargo, los datos demuestran que la intervención del Estado en un sector estratégico como es la explotación de hidrocarburos no convencionales resultó fundamental; tanto por la asunción del riesgo empresario (algo que los privados con su lógica de rentabilidad a corto plazo no estaban dispuestos a hacer), como para la incorporación de innovaciones tecnológicas en la explotación (mejorando notoriamente la productividad). Segundo, el informe invita a reflexionar sobre qué tipo de inversiones queremos en la Argentina. Los privados, a diferencia del Estado, perciben el salario como un costo de producción. La caída de la inversión (exitosa) del Estado a través de YPF, sumado al aumento relativo de las inversiones privadas, trae como contracara un requisito ineludible: la flexibilización de los convenios colectivos de trabajo y la caída del salario real.
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