Daniel Zamudio, atacado y torturado brutalmente por el odio xenofobo. Murió en Chile, el 27 de marzo de 2012 (iba a cumplir 25 años). |
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“Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.
Jean Paul Sartre.
Desde que el género Homo (homohabilis/homorudolfensis) puso su sello en el planeta, la vida y la formas de vivirla han tenido tantos
cambios como los necesarios para el proceso de adaptación. La diferencia entre
otras especies respecto de la nuestra está en su hominización o evolución desde
su condición de homínido hasta la aparición del homo sapiens
sapiens (El hombre que sabe que sabe).
Aquel que tiene la capacidad no solo de razonar, sino que también se piensa. Reflexiona sobre sí,
planifica, posee una superlativa modalidad de conocerse a sí mismo. Ese ser,
ese mismo homo, somos hoy, con las variantes propias que nos condicionan material y
socialmente. Es decir que lo que somos como hombres es lo que hemos hecho de
nosotros mismos como sociedad. Hay un continua e imperceptible lucha dialéctica entre
el ser como individuo y el ser social que lo forma y transforma continuamente.
Pero la identidad de ese sujeto único, incomparable y
hasta indispensable, no es un conjunto aventurado de cualidades
interpuestas por los dioses o la generación espontánea, la identidad es un
valor intrínseco de lo que es cada uno como persona, porque ese homo ya deja de ser solo un "producto" de
su género, para asimismo, convertirse en un individuo especial y
especifico, con una existencia propia, singular, intransferible y
trascendente.
Somos humanos, somos personas, somos distintos, somos iguales.
En nuestra entidad genética
y social se encuentra esa capacidad, ese don que nos constituye con valores y
deseos esenciales que son el individuo en sí, aquel que es solo por el hecho mismo de serlo, más allá de lo que el medio haya hecho de él y de
cómo lo programaron para ser formalmente: lo determinado.
La libertad, decía Sartre, es ese pequeño movimiento que todos tenemos para ejercer en un instante dado de la vida, para no devolver necesariamente lo que se hizo de nosotros, sino, para hacer algo decisivo y distinto de ello por nosotros mismos, contrariamente a lo que el
sistema prevé y a lo que rigurosamente fuimos determinados por este. En ese sentido, elegimos y tenemos la
responsabilidad de esa elección, pese a todo lo que nos rodea, pese a quien
le pese, elegimos ser y en consecuencia somos ese ser que decidimos y no otro. En
este giro del hombre en torno a su
libertad, está no solo la grandeza de su naturaleza, sino también y
de manera especial, sus derechos inalienables, los que acorde con este significado, no son de nadie más que
de uno y en sentido genérico, al mismo tiempo, comunes a todos. Entonces
es necesario plantear el derecho y la vocación del ser humano a optar
y vivir en consecuencia, como una conquista de la misma humanidad, cada vez que
asume el respeto por la persona en su integridad.
Sin
embargo parece ser que hay muchos que aun no lo entienden, o bien lo entienden
y propenden a
proyectos ideológicos pétreos que actúan consciente y socialmente contra
la misma dignidad humana. ¿Qué hace que
alguien piense y obre de esta manera? ¿Por qué la discriminación y el
odio hacia aquellos que no son como
uno? Obviamente no hay una respuesta sino múltiples
cuestionamientos que nos llevan a la verdad. Somos seres complejos y esa
complejidad se multiplica muchísimo más cuando empezamos el largo y
sinuoso proceso de socialización. Si el modelo que nos educa y nos forma no infunde principios de valorización y consideración
por nuestros semejantes, en la medida de esa vara intolerante y acrítica nace indefectiblemente
la ignorancia, la insensibilidad y el fanatismo más primitivo que dan origen a
las conductas ególatras y narcisistas, entre ellas, la
xenofobia, la homofobia y otras tantas. La
xenofobia, configurada como justificación para el rechazo y la segregación,
es entonces ya una ideología, un cuerpo de ideas sustentadas en
supuestas certezas adquiridas, basadas en el prejuicio de todo orden, el
cultural, histórico, político, religioso, jurídico, nacional,
etc. Y que en definitiva, nos habla de una estructura mental aprehendida, que
baja al individuo desde la misma sociedad, la que a su vez ha sido conformada
por esa otra superestructura, el Estado, que
significa precisamente, lo cultural, lo ideológico lo
religioso, lo jurídico puesto en función de los intereses de clase. No
escapa a este análisis, entonces, que la xenofobia es la resultante final
de un meticuloso disciplinamiento social, que funciona estimulando,
acicateando, los recelos, temores y miedos más básicos de
nuestra condición, con el objeto de su utilización, sea esta
política, religiosa, cultural o bien todas ellas al mismo tiempo.
La xenofobia esta a un paso milimétrico del racismo
y es una profunda inmersión en las aguas tenebrosas de los mares más
negros de nuestra ascendencia. Nos catapulta de manera inmediata a la era de
los antepasados, al gregarismo, a la horda...
Homofobia: No es el miedo, sino el odio...
Si existe una estratificación de este orden en los estamentos
primigenios de lo colectivo, es el miedo irracional o la aversión, el desprecio
sin fundamento real a lo que es considerado como extraño, "como fuera de uno",
enemigo creado solo por desconfianza como "cuestión de piel", que
tiende a fijar una creación generalmente fantasiosa o mítica del otro, considerado no solo
distinto, sino "raro", "anómalo", "inconcebible". De esta noción, de lo que se percibe
como "anormal" y "denigrante", su sentimiento primordial no
es el miedo, sino el odio. La homofobia como trastorno de la personalidad,
tiene un intenso deseo de eliminación de aquello que se ve como el objeto que
la estimula: el otro diferente. Subyace en su configuración la necesidad de
manifestar en la práctica este rechazo, por eso la homofobia se expresa
socialmente, de maneras organizadas, en asociaciones y alternativamente como
ejercicio de poder político partidario. Nuevamente el presente análisis, nos
conduce a las causas y a las diversas vertientes culturales que se crean y
recrean en relación a este fenómeno, son ellas las que en un desarrollo
histórico concreto, moldean las condiciones para suscitarlas, corporizándolas en
los individuos. Hay un permanente intercambio entre lo social y lo particular,
entre lo oficial y lo privado que reproducen estos comportamientos, son la
necesaria asociación y comunicación de unos y otros, para la justificación y
confirmación de sus actitudes. De tal manera, que se pueda efectivamente, licenciar
la criminalización, la impunidad y la naturalización del odio como modo de vida.
Luchar contra estas ideologías y manifestaciones,
atacando los gérmenes que provocan su instalación social y
posterior praxis, es imperativo. Si dejamos que avancen, habremos
preferido no hacer nada con aquello que hicieron de nosotros, o lo que es igual, no
construiremos nuestra personalidad libre y responsablemente, sino como por
mandato nos impusieron.
Raúl Olivares.-
Todos los derechos reservados.-
IMPORTANTE:
Hoy alrededor de 80 países en el mundo criminalizan la homosexualidad y condenan los actos sexuales entre personas del mismo sexo con penas de prisión; nueve de estos países (Afganistán, Mauritania, Nigeria, Pakistán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes yYemen) mantienen para estos casos la pena de muerte. La discriminación basada en la orientación sexual y en la identidad de género no está oficialmente reconocida por los estados miembros de las Naciones Unidas (a pesar de que organismos de derechos humanos como el Comité de Derechos Humanos han condenado repetidamente la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género).
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