ENTREVISTA: NORBERTO GALASSO | “Soy optimista en cuanto a lo que vendrá”
02/08/2015
Luciana Souza | Desde hace unas semanas, una Unidad Básica del barrio de la Paternal lleva el nombre de Norberto Galasso. El homenaje a esta importante figura del campo popular constituye apenas uno de los tantos reconocimientos que desde diferentes sectores se realizan a este hombre que, en pocos días, cumplirá 79 años.
Luego de ejercer casi cuatro décadas como contador, Galasso se dedicó a enriquecer el pensamiento nacional con un nutrido sistema de obras que recupera a los referentes de mayor influencia en la política y la cultura argentina y latinoamericana. Hace poco terminó una serie de libros para el Ministerio de Cultura de la Nación, en los que releva la obra de ídolos populares, como Julián Centeya, Cátulo Castillo y Leonardo Favio. Ahora, dice, sigue escribiendo y pensando, afectado por el fenómeno del macrismo.
“La influencia principal de Macri es una autora alemana cuya idea fundamental es el individualismo; si cada uno hace algo para estar mejor, todos estamos mejor”, dice, y asegura que ese pensamiento explica buena parte del electorado porteño: “Mi viejo, que tenía su negocio debajo de mi casa, me vinculó con comerciantes del barrio a quienes llevaba la contabilidad. Ser contador es enseñar a evadir impuestos. En 2001 estaban todos de brazos cruzados; habían hipotecado su casa, vendido el auto. Hoy tienen saldo importante en el banco, hacen colas en los negocios. Ellos creen que la cosa cambió porque ellos fueron inteligentes y no se dan cuenta lo que incide la política del Estado”.
–¿Qué políticas destaca de este período histórico encabezado por Néstor y Cristina Kirchner?
–Para quienes vivimos el estallido de 2001, el kirchnerismo fue un cambio notable. Familias enteras viviendo en la calle, colas de jóvenes en las embajadas, una desocupación tremenda, destruido el sistema provisional, la educación. Era difícil pensar que podía venir una recuperación, porque había una crisis muy importante en el sistema político. En ese contexto cayó como un paracaidista Néstor Kirchner y fue capaz de sacarnos del infierno; para ello hizo cosas importantes: depuró la cúpula de las fuerzas armadas y creó las condiciones para juzgar a los represores.
–¿Y en política externa?
–Negoció la deuda y consiguió una quita muy importante que implicó que el 93% fuera renegociado, quedando un sector que venía a especular con la deuda. Al mismo tiempo, le pagó al Fondo Monetario y se lo sacó de encima. Muchos argentinos no sabían que había en el Ministerio de Economía muchas oficinas ocupadas con funcionarios del FMI. Como si fuera un Estado dentro de otro Estado. Se inició una política económica distinta, que permitió ir recuperando industrias, bajando la desocupación y creando importantes avances en el consumo, al principio con planes y luego absorbiendo gran parte de los desocupados. Y se inició un proceso de estatización que incluyó el sistema provisional, Aerolíneas, el correo, la Fábrica militar de aviones, ferrocarriles e YPF.
–Un proceso de liberación nacional…
–Sí. Que como decía Kirchner en sus primeros discursos tenía por objeto desarrollar un capitalismo nacional. Los que actuamos desde una posición de izquierda nacional pensamos que la única solución es el socialismo y tenemos que explicar por qué apoyamos un proyecto que tiene como objeto el desarrollo del capitalismo, como fue el de Perón, que resultó un proceso de liberación nacional y popular que en su desarrollo implicaba una mayor participación del Estado y una menor intervención de los grandes consorcios privados.
–¿Ve al kirchnerismo como continuidad de ese proyecto de Estado?
–En la actualidad, el aparato productivo está muy extranjerizado. Además, lo que pudo haber sido una burguesía nacional al final no fue, se transnacionalizó. A empresas como Techint, Aluar, Bulgheroni o Pescarmona, que venden afuera, les interesa que haya salarios bajos. Y a las pequeñas y medianas industrias les interesa que haya salarios altos porque tiene que vender en el mercado interno, que de todos modos creció mucho con la introducción de programas como la Asignación Universal por Hijo. Esto le pesa a los sectores tradicionalmente reaccionarios. Y quedó muy claro en 2008, con el intento de aumento de las retenciones que provocó una acción destituyente de los sectores oligárquicos, organizada en el monopolio mediático. Hubo otro intento muy importante con el proyecto de ley de distribución de utilidades de las empresas, que no prosperó pero fue un avance extraordinario, impensable para todos.
–¿Qué rol juegan los trabajadores en este proceso?
–Como decía Perón, la columna vertebral del movimiento nacional es la clase trabajadora. En otros países tienen características distintas, pero aquí hay un tema espinoso para tocar que es la relación del gobierno con la clase trabajadora. Después de romper con el Gobierno, las actitudes de Moyano fueron desastrosas. Pero creo que habría que reconocer que hubo responsabilidad de ambas partes. Moyano fue una figura importante contra el menemismo. Con el MTA fue, junto con las Madres de Plaza de Mayo, la gran defensa del campo nacional frente a la traición de gran parte de la dirigencia del peronismo. Creo que de algún modo habría que haber llegado a un acuerdo. A muchos no les gusta lo que voy a decir, pero Néstor hubiera manejado el conflicto de otra manera. A partir de charlas que tuve con varios referentes como Smith, Plaini y el mismo Facundo Moyano, avizoraba la posibilidad de un gremialismo distinto. Y creo que de algún modo habría que haberles hecho entender que el país se parte, como se parte siempre en dos, y ellos tienen que estar claramente unidos, evitar la dispersión de la clase trabajadora, desentenderse de personajes como Barrionuevo y llegar a un acuerdo. Esto fue perjudicial para el Gobierno.
–En sus libros se ocupó del peronismo y de sus principales referentes. ¿Cómo caracteriza, hoy, la situación del movimiento?
–En la época de Menem yo pensé que el peronismo estaba terminado. La dirigencia, con excepciones como Germán Abdala, acompañó el copamiento del peronismo por parte de los grandes grupos económicos. Claro que el peronismo no es un partido de clases: hay, como hubo siempre, sectores empresarios en el peronismo, sectores de la Iglesia y del Ejército. Es un movimiento amplio. Pero cuando los grupos económicos como Pérez Companc, Techint, Bulgheroni o Fortabat, que crecieron durante la dictadura, se meten en el movimiento, se pierden las banderas peronistas. Esos son los grupos que coparon el gobierno de Menem con el neoliberalismo decadente. El socialismo también se desvirtuó de su espíritu original (esto lo vemos con lo que sucede en Santa Fe). Y la izquierda nacional tiene responsabilidad en esto, porque fue incapaz de construir políticamente una herramienta. En esto me incluyo, a pesar de que hay mucha gente que me dice que soy un peronista no asumido. El peronismo es propio de un momento histórico muy especial, donde la mayor parte de la dirigencia opositora es un desastre, como en 1945 y como en 2001. Tiene que ir más allá, profundizar, afectando a la propiedad privada.
–¿Cómo ve los próximos años?
–Yo creo que las elecciones se van a ganar. Se avanzó mucho: se desconfía de la prensa hegemónica, nos latinoamericanizamos. En mi juventud, nos preocupábamos por lo que pasaba en Europa, nunca escuché a nadie hablar de lo que sucedía en Bolivia o Ecuador.
Empezamos a mirar a Córdoba, a Tucumán, para ver a la Argentina real, que hace años intervino el imperio británico para formar esa cabeza monstruosa que es la provincia de Buenos Aires, con ese cuerpo raquítico, que vendría a ser el resto del país. Soy muy optimista, aunque también observo que el campo nacional tiene sus debilidades. Entre los jóvenes hay unas ganas terribles de que la Argentina cambie, pero no noto unas ganas tremendas de agarrar a Jauretche. Y eso es un déficit. En las facultades estos textos circulan poco. Todo el mundo indica un cambio. Grecia es evidencia de esto. La aparición del Papa. Estamos en un momento de cambio donde ya nadie defiende el capitalismo en su plenitud. Se vuelve a leer a Keynes y aparecen premios nobeles como Stiglitz que apoyan procesos como el de Argentina, que da ejemplo al mundo ante los buitres. Todo esto nunca lo vimos (yo lo vengo a ver un poco tarde). La mayor parte del pueblo argentino obtuvo una experiencia muy importante con el kirchnerismo, por eso soy optimista.
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