Estas situaciones demuestran que no se trata solo de una tormenta y del cambio climático, sino que se trata de un crimen social, donde se pone evidencia el rol del Estado, que bajo el reglas del mercado y la injerencia de los capitalistas, pasa más por garantizar el derecho al negocio de unos pocos urbanizadores, que a realizar las obras que proteja la vida y los hogares de millones de trabajadores.
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