Varias personas asisten a una vigilia en la plaza de San Marco, en Venecia, recordando a las víctimas.
Imagen: EFE
EL MUNDO › ENTREVISTA A CLAUDIO LO JACONO, EXPERTO EN EL ISLAM, DE LA UNIVERSIDAD DE NAPOLES L’ORIENTALE
“Esta es una guerra asimétrica”
El analista sostiene que es imposible evitar atentados de pequeñas células, ya que es difícil golpear a una organización como el Estado Islámico. Sugiere un cambio de la política internacional de Occidente.
Por Elena Llorente
Página/12 En Italia / Desde Roma
Entender lo que está pasando hoy en Europa, en particular en Francia, con los atentados y amenazas de los jihadistas del Estado Islámico, no es simple ni siquiera para los que viven en el Viejo Continente. En Italia, cuando se acerca el Jubileo que el papa Francisco inaugurará el 8 de diciembre, la preocupación aumenta. Muchos se preguntan de dónde salieron estos extremistas islámicos, por qué quieren arrasar Europa, cuál es el riesgo real para los europeos, y sobre todo se preguntan si la guerra lanzada por Francia y a la que aparentemente daría ayuda toda la Unión Europea, es la solución. Claudio Lo Jacono, profesor durante varias décadas de Historia del Cercano Islam en la Universidad de Nápoles L’Orientale –una de las más prestigiosas universidades italianas especializadas en el mundo musulmán–, actual director de la revista Oriente Moderno y del Instituto para el Oriente C. A. Nallino de Roma, respondió a estas preguntas en una entrevista con Página/12.
–Como experto en historia y cultura islámica, ¿cuál es según usted la explicación histórica pero también sociopolítica del surgimiento del Estado Islámico y del terrorismo asociado a él?
–El origen hay que buscarlo en las decisiones de Estados Unidos luego del derrocamiento del gobierno de Saddam Hussein en 2003. La máxima autoridad de las fuerzas de ocupación, Paul Bremer, decidió disolver el ejército iraquí en bloque, cerca de 400.000 soldados y oficiales quedaron en la calle. Y luego disolvió el partido Baaz que sostenía a Hussein. Este cambio de ruta creó cientos de miles de desocupados. Se hicieron manifestaciones pidiendo ser reintegrados porque no todo el ejército había estado bajo las órdenes ideológicas de Hussein. El problema no se resolvió como se esperaba y esto creó una masa enorme de descontentos y desocupados que dieron voz lentamente a un sentimiento de descontento hacia el Occidente. El fundamentalismo, que es el caldo de cultivo del jihadismo, es hostil a Occidente por muchos motivos, pero sobre todo por la política que desde hace decenios ha puesto a Occidente contra el mundo islámico. Occidente tiende a exportar su propia democracia, su modo de vivir, tiende a condicionar las elecciones económicas del mundo musulmán. Y entonces, cerca del 5 por ciento del mundo musulmán ha comenzado a nutrir sentimientos de odio hacia Occidente, prepotente y en vía de expansión ideológica gracias a la globalización económica y cultural. Se calcula que los musulmanes son alrededor de 1200 millones en el mundo. Ese 5 por ciento representa unos 60 millones de personas, pero sólo unas 50.000/100.000 se cree, han elegido el enfrentamiento armado, es decir la vía jihadista.
–¿Cuánto ha influido en todo esto el pasado de dominación inglesa o francesa que han tenido muchos países musulmanes como Siria o el mismo Irak?
–Por cierto, imperios como el francés y el británico en el curso del siglo XIX y XX, crearon un fuerte sentimiento nacionalista en aquellos que no querían ser gobernados ni asimilados por Occidente, especialmente desde que el mundo árabe descubrió el petróleo. Después de la Primera Guerra Mundial se hicieron los primeros descubrimientos de petróleo en Irak y también en la península arábiga y Argelia, una materia prima que para Occidente era fundamental.
–¿Por qué según usted, el jihadismo ha decidido atacar Francia en primer lugar? ¿Francia tuvo peores relaciones con el mundo musulmán que Gran Bretaña?
–El primer objetivo fue Estados Unidos, no hay que olvidar el atentado a las Torres Gemelas y al Pentágono. También hubo un atentado en el subte de Londres y en la estación de Atocha en Madrid. Gran Bretaña y Francia son actualmente los países que tienen la mayor comunidad musulmana en Europa, de tres o cuatro generaciones, a causa de sus imperios. Se han integrado bien. Pero siempre hay algún hijo que reacciona contra la forma en la que los musulmanes se han integrado en esos países. Italia ocupó Libia por mucho tiempo; Francia ha estado muy presente en el norte de Africa y también de modo muy condicionante, en la zona sirio-libanesa. Los bombardeos que han sido efectuados recientemente por Francia contra el Estado Islámico han provocado la decisión de castigarla por su actividad bélica.
–Usted ha nombrado los atentados contra la Torres Gemelas, Londres y Madrid. Pero se trata de dos momentos históricos distintos. Antes estaba Al Qaida, ahora los jihadistas. ¿Son iguales en su opinión?
–Al Qaida y Daesh (Estado Islámico en árabe) son los dos movimientos jihadistas. Pero en este momento, Al Qaida está en contraste con el Estado Islámico. Después de la muerte de Osama Bin Laden a mano de los estadounidenses, Al Qaida ha estado dirigida por el egipcio Ayman al Zawahiri y está orientada a no hacer atentados contra Occidente porque quiere concentrarse en la lucha política en el mundo árabe. Primero derroquemos a nuestros enemigos internos, dicen, luego volveremos sobre el tema internacional, porque no nos conviene tener muchos enemigos para enfrentar al mismo tiempo. El Estado Islámico en cambio está convencido de que debe luchar en todos los frentes, ya sea contra los enemigos internos –el gobierno de Irak y Siria por ejemplo–, como contra Europa y los Estados Unidos.
–Algunos dicen que los terroristas se esconden entre los migrantes que han llegado por millares a Europa en los últimos meses...
–Los inmigrantes no vienen para hacer atentados. Obviamente puede haber algún caso aislado entre ellos. Pero la mayoría es pobre gente que está buscando sobrevivir, escapan de la guerra y del hambre. Pensar que en una barcaza de esas que cruzan el Mediterráneo con inmigrantes se puedan transportar armas o bombas, no es posible. Estas son cosas que encuentran en Europa. El mercado de las armas es muy floreciente. Una ametralladora Kalashnikov, como esas que usaron en los atentados de París, ya no son construidas mayormente por Rusia. Hay una fábrica por ejemplo en Pakistán. Y no cuestan ni siquiera mucho, unos 500 dólares. Además está el mercado libre de las armas que florece al margen de las religiones y de las ideologías. Los terroristas que están en Europa son europeos musulmanes de segunda o tercera generación, gente cuyos padres o abuelos han trabajado pacíficamente aquí.
–¿Cuál es el riesgo para Italia y otros países europeos?
–Es imposible evitar atentados de pequeñas células. No quiero ser alarmista pero un atentado puede ocurrir hoy en Roma o Madrid o Berlín. Nadie puede garantizar que no vayan a ocurrir. Evidentemente Francia y Reino Unido están en la mira de los terroristas en primer lugar. Pero Italia ocupó Libia por mucho tiempo, una ocupación para nada pacífica y que tuvo momentos muy duros durante el fascismo. Los Estados Unidos son vistos como los inspiradores del modo de pensar occidental y prepotente, al menos en los últimos 60 años.
–¿La solución es la guerra a la que está invitando Francia?
–Es difícil para mí dar una respuesta. Seguramente la reacción serán acciones militares. Pero golpear una organización como el Estado Islámico es muy difícil. Es una guerra asimétrica, como las llamaba el Che Guevara. Es difícil luchar contra las organizaciones que no mueven mucha gente, que son clandestinas, que se esconden en el gran mar de musulmanes que nada tienen que ver. Habrá bombardeos pero no creo que de por sí puedan resolver el problema, a no ser que se haga una guerra terrestre que llevaría a muchas muertes y que ni EE.UU., ni Francia ni el Reino Unido quieren hacer. Yo personalmente creo más en una respuesta que puede producirse a largo plazo, es decir, un cambio de la política internacional del Occidente. En parte ha sido hecho porque Occidente ha depurado bastante su racismo y su prepotencia colonialista, aunque todavía exista el colonialismo económico. Cambiar la política exterior significa cambiar el cerebro. Esa sí sería la respuesta definitiva. No se puede combatir a un terrorista que reclama por las injusticias en el mundo si se sigue siendo injusto. Encontrar una línea de política justa, tanto económica como cultural, seria la línea justa. Pero estos son cambios muy lentos, que pueden insumir generaciones.
–¿Y si se prohibiera la venta de armas?
–Ciertamente. Pero me parece bastante utópico. La cantidad de armas en el mundo es tal que un poco se podría disminuir el problema pero no acabar inmediatamente. Me parece una bella idea pero impracticable. Quiero reiterar que el jihadismo es una parte minoritaria del fundamentalismo que a su vez es una parte minoritaria del mundo islámico. El jihadismo puede ser derrotado pero se lo debe hacer no sólo con una política mejor, sino con acciones puntuales más estudiadas. No creo que los bombardeos lleven a nada. Habrá muchos civiles inocentes muertos. Y eso producirá nuevos terroristas. Hay que apuntar muy bien hacia este problema, no disparar al montón porque eso costaría la vida de muchos inocentes. Y eso no hace ganar la guerra.
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