01 de Diciembre de 2015 |
Cuánto cambio quiere la Argentina
Eduardo Anguita
El anuncio de que no bien asuma el nuevo presidente se terminan las restricciones cambiarias generó un aumento significativo de la carne, el pan, así como de otros productos alimenticios y otros de primera necesidad. No es seguro que Mauricio Macri vaya a terminar con el cepo en los primeros días de gestión pero, sin duda, le conviene más que la inflación sea abultada en noviembre y los primeros días de diciembre. Es una manera de compartir con el gobierno saliente los efectos de una situación crítica que estaba latente y que se potencia con un programa económico de corte liberal como el que sin dudas se viene. Sin embargo y más allá de lo discursivo, es más probable que Macri aplique medidas gradualistas antes que arriesgarse a un shock.
Muchos analistas ponen el acento en que el núcleo de sus ministros y colaboradores está compuesto por economistas de las finanzas y ex gerentes de compañías multinacionales. Están en lo cierto ya que Juan José Aranguren o Isela Constantini (ministro de Energía y presidenta de Aerolíneas Argentinas) hacen ahora su desembarco en la gestión pública y la política partidaria. Pero no puede decirse lo mismo de un elenco de cuadros del PRO como Rogelio Frigerio, Adolfo Sturzenegger o Carlos Melconian, quienes claramente tuvieron participación en los noventas pero que deberían tener el tino suficiente como para saber aprovechar las experiencias de estos años. Si Macri descansa en sus íntimos como Nicolás Caputo o en otros recién incorporados como Alfonso Prat Gay se convertirá en un dato irrelevante. La realidad es que la Argentina no soporta un shock. Primero, el gobierno, con buenos modales, debe lograr que Alejandro Vanoli deje la presidencia del Banco Central. Ya se sabe que la misma Carta Orgánica del organismo deja margen para hacerlo por decreto. Pero, además, muchas decisiones requieren de la votación del directorio y allí también el PRO se va a sentir solo. De los diez directores, al menos la mitad responden al actual gobierno y tienen acuerdo del Senado. La Cámara alta debería rever esos nombres a pedido del eventual nuevo titular del Central, cosa posible pero no hay que olvidar que el Senado tiene clara mayoría peronista, de modo tal que eso significa muñeca, concesiones, negociaciones.
Suponiendo que Sturzenegger logre un directorio afín, no hay reservas suficientes como para afrontar una situación incierta: no se sabe cuánta demanda de particulares podría haber para comprar dólares a valor de mercado. Quizá no tanta ya el que el mercado del blue es pequeño. Pero es tirarse a la pileta. Además, el dólar para particulares es solo uno de los tres problemas de las restricciones cambiarias que rigen desde noviembre de 2011. Hay en este momento importaciones pactadas por entre cuatro y siete mil millones de dólares que no se efectuaron por falta de dólares en el Central. Están acordadas a precio actual (menos de diez pesos), de modo que esas no impactarán en los precios internos de modo directo, pero la formación de precios en la Argentina tiene un alto componente especulativo ¿Qué consumidor sabe si el insumo de un auto fue pagado a 10 o a 14 pesos? El PRO dice que buscará un acuerdo con las empresas para evitar la estampida de precios. Pero acá viene la tercera restricción cambiaria: las multinacionales quieren que termine la prohibición de remitir utilidades a sus casas matrices. Entonces, si se toma esa medida en lo inmediato, además de la demanda de particulares, puede haber salida de dólares por vía de las grandes compañías.
Suponiendo que Sturzenegger llegue al Central relativamente rápido, liberar el dólar de inmediato, parece poner el carro delante del caballo. Además, ¿a cuánto? Ricardo Buryaille, a cargo de Agricultura, podrá articular con quienes retienen soja y así se arriman reservas, dicen entre seis y ocho mil millones. Pero, claro, si solo le quitan un 5% de retenciones a la soja –es decir, bajaría del 35 al 30%- la devaluación para los especuladores tendría que ser suculenta, no se van a conformar con una devaluación del 10 por ciento.
Otra inyección de dólares sería el blanqueo de capitales. Una herramienta que al gobierno de Cristina no le reportó nada. Además, el blanqueo es un feo mensaje para el propósito de Macri de ser celoso con el narcotráfico, que maneja mucho dinero. Quienes quieran regresar parte de los miles de millones de dólares que salieron del circuito oficial también deberán sentir que pisan un terreno mejor que el del gobierno anterior. Más dólares pueden llegar por vía del FMI y de los swaps chinos, pero todo ese menú que permita estabilizar el precio del dólar que Macri espera, lleva tiempo. Es decir, es más fácil que se ponga en marcha un programa del estilo de lo propuesto por Miguel Bein o por Martín Redrado (economistas vinculados a Daniel Scioli y Sergio Massa respectivamente) que el shock.
Esto es solo uno de los temas, pero muy importante porque cualquier estampida inflacionaria pone a la Argentina de frente a la caída del salario real y a la inflación. La pregunta es: ¿es razonable esperar un crecimiento del PBI y de retroceso del alza de precios para 2016? Un grupo de economistas de la Unión Industrial Argentina elabora un informe semanal que envía a sus suscriptores (Contexto) y en la edición del 25 de noviembre, evalúan los impactos de dos escenarios posibles. Uno de "devaluación contenida" (A) con 25-30% de depreciación del peso en los primeros meses y otro de "shock" (B) con una depreciación del 40-45 por ciento. En el escenario A, la inflación proyectada para 2016 sería de 30-33%, mientras que en el B llegaría a 40-45 por ciento. En A, la caída del PBI sería del 1,5% mientras que en B sería de 3 por ciento. El desempleo treparía en A a 9% y en B a 11 por ciento. El informe no es parte de ninguna campaña de miedo sino que tiene por destinatarios a empresarios y consultores que operan en el sector industrial.
La reciente designación de Martín Etchegoyen, hombre de la UIA, al frente de la Secretaría de Industria es una de las muestras de la sintonía que pretende Macri con la central industrial. Pero no todo es tan sencillo: el peso de Arcor y Techint en la UIA son muy grandes y la salida de escena del presidente del comité nacional de la UCR, Ernesto Sanz, está vinculada a las tensiones entre Techint y Macri. Desde hace años, Sanz es el mejor vínculo entre Paolo Rocca (CEO de Techint) y la política. Algo no funcionó en el vínculo entre Rocca y Macri. A su vez, Arcor tiene ya el presidente de la UIA, Adrián Kaufmann, y también hicieron lobby para colocar al titular de la cartera de Trabajo, el ex Arcor Jorge Lawson.
Como muestra de las tensiones dentro de la UIA, el domingo en La Cornisa, Sergio Massa dijo que Arcor le sacó la pauta de publicidad a un periodista de América por hacer una referencia a esa empresa. Luis Majul se quedó callado, quizá no sabía de quién hablaba. Lo que sí es público es que Massa tiene fuertes vínculos con el sector de empresarios agrupados en el sector más industrialista, más asociado a las pymes, que tiene como referente histórico a José Ignacio De Mendiguren. Arcor, Techint y Clarín forman la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA), lo que dio en llamarse en estos meses el "círculo rojo".
Pero las internas empresarias tienen un sentido episódico de cara a lo que podrían significar las tensiones sociales en caso de que Macri no avance con mucha cautela en la aplicación de sus planes. La dirigencia cegetista, aun dividida, con dificultades de legitimidad en muchos de sus dirigentes, podría reavivarse y recuperar protagonismo en caso de ponerse en práctica un programa de ajuste con efectos sociales inmediatos.
Hasta hoy, podría decirse que Macri prioriza la política por sobre la economía y que da señales de querer ganar legitimidad en el ejercicio del gobierno, con un Congreso en el que no tendrá mayoría, con una Corte Suprema que ya le marcó la cancha y con un radicalismo aliado que no termina de encontrar un lugar en la sociedad ni tampoco en el gobierno. Es más fácil que Macri encuentre interlocución con Daniel Scioli, los gobernadores peronistas y hasta el Frente Renovador de Sergio Massa que con los empresarios y los radicales.
Conforme pasen los días, parece que el interés de mostrar a La Cámpora como un mal tendrá más olor a mensaje de campaña y el futuro gobierno se centre en los dos temas de fondo: primero, cómo poner en marcha el plan económico y, segundo, cómo establecer el diálogo con el peronismo. «
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