Imagen: Joaquín Salguero
Atenti al corralito
El lunes pasado el título de esta columna fue: “El principio del fin”. Y en eso estamos, porque nada indica, seriamente, que se supere este nuevo descalabro, que más que crisis es un latrocinio gigantesco. Tan grave que resultó gracioso que La Nación del sábado y el domingo dedicara sus principales titulares a NO hablar de eso, sino, como cada vez que se les calienta el horno, ahora de la provincia de Santa Cruz y supuestos negocios de Cristina Kirchner. Como la semana pasada se tiraron contra Scioli con tal de tapar lo que se venía.
Eso habla una vez más de la estupidez de la censura. Jamás triunfó. Como recurso de gobierno nunca dio resultados, ni a los dictadores. Ahora han cerrado el Buenos Aires Herald, la Agencia DYN, desmantelaron y achicaron la agencia oficial Telam, no existe más ni El Gráfico y ahora vuelven a la carga de la manera más vil contra Víctor Hugo Morales y el canal C5N y sus propietarios. Y sigue el manejo también vil de las pautas publicitarias que jamás fueron tan manipuladas. Y otra vez, vaya vaya, ante el silencio de decenas de “republicanos” que hasta hace dos años y pico se rasgaban vestiduras y hoy chito callando.
Por sus cretinadas los conoceréis, se diría en mi barrio.
Y es que buscan, necesitan desesperadamente que no se sepa la verdad del desastre nacional. No es la economía, como abruman charlatanes en la tele. Es la política nomás, envilecida por los negocios y choreos de estos tipos que afanan poniendo caras de yonofui, bien custodiados por los bocazas de teles y cables.
Tan ridículos son los de Cambiemos que hasta el director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel, tuvo que pedir disculpas en la prensa colombiana por el papelón del pabellón argentino en la Feria de Bogotá, adonde se llevó una muestra futbolera antes que literaria. Cosa de la que ningún medio, tinterillo ni charlatán oficialista habló aquí. Pero sí lo escribió con todas las letras la escritora Carolina Sanín, en el diario El Tiempo, de Bogotá: “La gran verruga de la Feria fue el pabellón de Argentina con esa preminencia que da al futbol. Argentina vino y nos puso una cancha de fútbol en todo el corazón de su pabellón, en todo el corazón de la Feria del Libro, y no veo cómo eso no es irrespetuoso con los autores que vinieron. Y es una pena porque la tradicicón literaria y las políticas culturales argentinas han sido ejemplares para América latina. En esta descarada macrización del continente por supuesto que va por delante el fútbol: algo que a todos gusta, que a todos supuestamente nos une, que a todos adormece y en lo que no entran en juego las ideas”.
El título del artículo: “Se les salió el argentino”. Doloroso pero cierto, aunque en mi barrio lo cambiaríamos por: “Se les salió el porteño”. Dicho sea pidiendo disculpas, si necesarias, pero ineludible porque en este tipo de mamarrachos internacionales son muchos millones de compatriotas los que se fastidian por el abuso del gentilicio y la falta de autocríticas.
Que siempre son necesarias, aunque en la política vernácula son tan resistidas. A buena parte del campo nacional y popular no les gusta la autocrítica. Nunca les parece el momento adecuado de reconocer metidas de pata, triunfalismos o haber creído que el bienestar popular y el crecimiendo social eran para siempre. Y ni se diga de lo que no se hizo bien, como la política minera, la ambiental, la implementación de la ley de medios y tanto más.
Por supuesto que de los “cambiemos” nada de eso es esperable. Pero sí sería sano que las autocríticas las hicieran ciertos sectores de la izquierda que hoy tiene tanta presencia televisiva y en las calles. Porque algunos de ellos llamaron a votar a Macri en 2015. Y muchos sin decirlo pero induciendo votos en blanco bastante irresponsables. Ayer magníficos y valientes como feroces antiK, hoy no se los ve (a muchos de sus dirigentes) cargar igual de duros contra el fascismo gobernante. Y es claro que decir esto no es agradable, y nos acusarán de inoportunos, pero todo hay que decirlo si se trata de encontrarnos de una vez en el camino de la recuperación nacional y popular.
Porque a la luz del desastre económico e institucional provocado por este gobierno, todo indica que este país va camino al corralito, como ya sugieren abiertamente algunos. El síntoma más claro, que evoca al horrible diciembre de 2001, son los camiones de caudales que cada noche van a Ezeiza cargados de dólares que embarcan en vuelos sigilosos. Y la patética visión en Aeroparque de un camión ídem junto a cada avión. Hay fotos a montones en las redes, que hoy suplantan, cada día más y mejor, a los diarios y la tele mentirosos.
Ese corralito, como el desfalco generalizado, serían y son potencialmente gravísimos porque, una vez más, el peligro es la violencia. Este gobierno, desde lo más arriba y hasta abajo, pisotea la Constitución y las leyes, desprecia la independencia del Legislativo, utiliza suciamente al Judicial y se aprovecha de las debilidades y vacilaciones de una oposición política y gremial que aun con honorables representantes y dirigentes no logra superar mezquindades y no se une ni con poxipol. Comentario que incluye, desde luego, a la izquierda ultra que juega –sin querer o queriendo– objetivamente en favor de Macri y Cambiemos.
El desmadre económico de esta semana no es un problema de coyuntura, ni es cuestión de teorías económicas como quieren hacerle creer al pueblo decenas de charlatanes en la tele. Estos tipos lo que quieren es que otra vez al pato de la fiesta (de ellos) lo pague el pueblo. Ya otras veces lo intentaron. Y aunque ésta es la que les pintó mejor, fracasaron siempre y van a fracasar ahora.
La reconstrucción será nuestra tarea. Sólo que esta vez, es de esperar, con mejor memoria, más veloces y con mucha más profundidad.
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