Patria o Colonia, 208 años después
Por Victorio Paulón
La misma contradicción que enfrentaron los próceres en 1810
Para Mauricio Macri transcurrió una de las semanas más complicadas desde el comienzo de su mandato. El repudio generalizado a su decisión de volver a endeudar a la Argentina con el Fondo Monetario Internacional está pasando de los comunicados y las palabras a la calle, transformando una decisión política resistida masivamente en el eje de construcción de un frente opositor.
Las contradicciones en el bloque de poder se hacen evidentes. La crisis de 2001 abrió una disputa feroz entre devaluadores y dolarizadores. Los sectores ligados al mercado interno y la producción industrial impusieron la devaluación asimétrica y nuestro país, de la mano de un gobierno popular, transitó una década y media de crecimiento, desendeudamiento, inclusión social, reindustrialización y recuperación de derechos y conquistas. Los que pretendían la dolarización hoy son el núcleo hegemónico de este modelo económico ligado a los bancos, las empresas privatizadas, particularmente del área energética y el mundo financiero.
Aquel no fue un debate abierto de cara a la sociedad. Fue una sorda puja de poder que se terminó definiendo por la masiva irrupción de un pueblo desesperado el 19 y 20 de diciembre de 2001. Siempre las grietas en el poder se ensanchan cuando irrumpen las masas movilizadas buscando la solución de sus problemas concretos.
A lo largo de este tiempo de Cambiemos la presencia de gente protestando fue una constante, casi un componente del paisaje urbano. Pero, a partir de la represión a las protestas del 14 y el 18 de diciembre de 2017, cambió la cantidad por calidad. La ferocidad irracional de una policía desmadrada no pudo escarmentar el convencimiento colectivo sobre la justeza de los reclamos. Este espiral creciente entre represión y resistencia va inclinando paulatinamente el platillo hacia el lado de la resistencia.
El triunfo contundente de los despedidos de la mina de carbón de Rio Turbio en la provincia de Santa Cruz, afiliados a la Asociación de Trabajadores del Estado, es una muestra. Cerca de 400 trabajadores reincorporados. Fruto de una larga lucha de más de cuatro meses, resistiendo en un acampe en las puertas del socavón, en plena estepa patagónica, rodeados de un enorme apoyo popular, incluidas las autoridades locales. Al intendente de 28 de noviembre le costó ir preso su apoyo a la pelea. Una causa amañada que no logró disimular el carácter político de la represalia, que muestra, una vez más, el modus operandi que repite el gobierno en cada conflicto.
La lucha de los metrodelegados del subterráneo porteño se resiste al vergonzoso aumento salarial pactado con la UTA, que sólo representa al 15% de los trabajadores sindicalizados, y que el gobierno pretende imponer a como dé lugar.
La estrategia consiste en la liberación de molinetes, paros rotativos y una profusa propaganda entre los usuarios para explicar las medidas. Esta forma de resistir exasperó al gobierno de tal manera que irrumpió a los escopetazos y palazos contra los trabajadores en el momento que culminaba una de las etapas del plan de lucha. Resultado: 17 detenidos, el secretario adjunto Néstor Segovia internado y el paro por tiempo indefinido hasta que liberaran a los presos. La secuencia lógica de tanto desenfreno culminó, pocas horas después, cuando se normalizó el servicio con la liberación del último detenido. Alto nivel de conciencia colectiva demostraron los trabajadores, y pusieron en la defensa del convenio colectivo toda la energía de su accionar.
Algo parecido está sucediendo con los trabajadores de Luz y Fuerza de Córdoba. El histórico convenio colectivo logrado en los tiempos del Agustín Tosco se ha convertido en una obsesión del ambidiestro gobernador Juan Schiaretti.
De pasado militante, admirador del Gringo Tosco, al igual que su ministro de servicios públicos el conocido Ricardo Chauchi Sosa, empeñados en el presente en ofrendar aquel logro histórico en el altar del ajuste, están soportando críticas muy duras de sus ex compañeros de lucha. Como diría León Gieco: “La memoria pincha hasta sangrar”.
Una vez más los convenios colectivos, que son a los sindicatos lo que la constitución nacional es a la república, no pueden ser fácilmente rebajados porque se trata de una acumulación histórica de luchas y negociaciones.
El derecho a la negociación colectiva fue reivindicado por los maestros en una larga peregrinación que partió desde los puntos más remotos de la geografía y culminó en las puertas del Cabildo, justamente, el 23 de mayo. Más de 300.000 personas a menos de 300 metros de la Casa Rosada hicieron oír sus reclamos. El carácter federal de la protesta que recorrió los cuatro rumbos con actos en las principales cabeceras de las provincias puso en cuestión la legitimidad del ajuste que recién comienza.
La turbulenta Semana de Mayo culminó con la enorme concentración en el Obelisco el propio viernes 25, donde confluyeron centenares de miles de ciudadanos convocados contra la colonizante decisión del gobierno de someter la patria a los designios del más desprestigiado de los organismos financieros internacionales.
No son episodios aislados e inconexos sino las consecuencias de una política económica y social que va generando malestar y angustia en todos los niveles sociales. Desde la negativa a los tarifazos hasta las luchas por la reincorporación de los despedidos sumado a los sindicatos que defienden sus convenios colectivos y el salario real se ha ido gestando una resistencia creciente que reclama centralidad y conducción.
El 22 de agosto se realizará el comité central confederal de la CGT. El silencioso triunvirato que la conduce ha demostrado su impotencia, el reclamo de un plan de lucha sigue creciendo desde abajo hacia arriba. Si la intención de Hugo Yasky de encaminar la CTA hacia la unidad con la CGT logra imponer una conducción más combativa, el cambio será de calidad.
La contracara de la pelea creciente del gobierno con los diversos sectores de la sociedad es la unidad del campo popular en un frente capaz de producir un cambio de rumbo que salve al país de la segura hecatombe.
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