MACRI: AJUSTE, HERENCIA Y EXPECTATIVAS
Jul 4, 2016 | Argentina, Artículos de opinión |
Por Gisela Brito
El oficialismo corre una carrera contra el tiempo. La tan mentada llegada del “segundo semestre” previsiblemente no traerá el alivio económico prometido por el gobierno de Mauricio Macri. Las cifras oficiales indican que al contrario de la recuperación esperada, la economía entró en recesión luego de acumular tres trimestres de contracción. El ministro Prat Gay admitió que la inflación anual a junio se ubica en 42%, lejos de la meta del 25% fijada inicialmente. Eso puede generar cortocircuitos en un futuro próximo. El componente económico tiene un lugar central en la popularidad de un gobierno. Existe una relación entre la evolución de la intención del voto y la coyuntura económica extensamente estudiada en la investigación electoral. Los electores tienden a premiar con su voto a quienes gobiernan en periodos de bonanza económica, y viceversa. A casi siete meses de haber asumido el poder tanto las variables objetivas (indicadores macroeconómicos, principalmente desempleo e inflación) como subjetivas (percepción de los ciudadanos) que conforman el componente económico de las funciones de popularidad presentan un panorama de complejidad creciente para el oficialismo. Pero no todo son malos augurios para Cambiemos. Existe en una porción importante del electorado un clima de optimismo y expectativas positivas sobre el futuro. ¿Un revival 2.0 del estamos mal pero vamos bien?
Vayamos por partes. Macri inició su mandato con un fuerte caudal de capital político. A pesar de la radicalidad del ajuste económico implementado desde el día uno, los primeros tres meses de gestión el gobierno transitó una exitosa “luna de miel” con el electorado que se tradujo en altísimos índices de aprobación (en torno al 70%) tanto de la gestión como de la figura presidencial. Partiendo de esa base, la estrategia comunicacional se estructuró a dos bandas. En primer lugar, instalar la idea de que la responsabilidad de las políticas de ajuste es atribuible a la situación heredada del gobierno anterior: la “pesada herencia” populista hacía imperioso el “sinceramiento de la economía”. En segundo lugar, el clásico argumento neoliberal: es necesario un sacrificio presente para alcanzar un futuro promisorio donde todos estaremos mejor. Las expectativas se situaron en el “segundo semestre” (que luego se fue retrasando) en el cual comenzarían a notarse los efectos positivos del cambio en el modelo económico. Todas las experiencias políticas recientes (tanto en Europa como en Latinoamérica) demuestran que cuando se implementan políticas económicas de ajuste el futuro prometido nunca llega. No obstante, hoy por hoy las expectativas positivas son el punto más fuerte del oficialismo.
Diversos sondeos de opinión indican que a pesar de que la gran mayoría de los ciudadanos evalúan de manera negativa la situación económica actual, existe en una porción muy importante del electorado un clima de optimismo en el futuro económico. Según Ibarómetro [1], 72,1% cree que la situación del país es mala o muy mala (casi veinte puntos más que en diciembre de 2015), mientras que 54% evalúa de la misma manera su propia situación económica. Las preocupaciones socioeconómicas (inflación, desempleo y pobreza) son el principal tema de preocupación para el 48% de los consultados, superando ampliamente a la inseguridad y la corrupción. A ello se suma un fuerte deterioro de la imagen del gobierno. Entre diciembre y junio la imagen positiva cae de 65,6% a 51,4% (Ibarómetro) y de 71% a 56% (Poliarquía [2]). La imagen negativa creció en el mismo periodo alrededor de veinte puntos, pasando de 25,3% a 45,1% según Ibarómetro y de 25% a 43% según Poliarquía.
Estamos mal pero estaremos mejor. A pesar de la evaluación negativa de la situación actual, hay un clima mayoritariamente optimista respecto al futuro del país y un voto de confianza depositado en el oficialismo. El 58% de los encuestados por Poliarquía y el 50% de Ibarómetro creen que la situación económica mejorará dentro de un año. El 54% está de acuerdo con la afirmación de que “el gobierno ha tomado medidas difíciles pero tendrán resultados positivos más adelante”, y casi el 63% cree que “el gobierno busca una política más honesta y transparente” y “una sociedad con más diálogo y tolerancia”. En cuanto a la “pesada herencia”, el 50% de la población cree que la responsabilidad de la situación económica actual corresponde al gobierno anterior. Para Poliarquía, entre quienes consideran la situación económica actual como “regular” (39% de los encuestados), el 73% lo atribuye a la herencia recibida.
Estos datos indican que en el primer semestre Cambiemos obtuvo resultados positivos en la batalla de expectativas. Consiguió instalar en el imaginario de una parte considerable del electorado el relato que Macri delineó en la apertura del año legislativo: impugnación del proyecto político anterior en el terreno económico y generación de un clima de optimismo y confianza en el futuro. La dificultad central de aquí en adelante radica en que estos dos pivotes de la estrategia comunicacional comparten como debilidad estructural su fecha de caducidad. Sirven para solventar el futuro inmediato pero no son sostenibles en el mediano y largo plazo. No solo de promesas vive el electorado. Tarde o temprano, la responsabilidad de la situación económica dejará de ser atribuida a la gestión anterior y recaerá exclusivamente en el gobierno actual. Tampoco es posible diferir ad infinitum las expectativas de mejora económica. En otras palabras, el gobierno mantiene un alto nivel de confianza pero se trata de una creencia asociada directamente a la expectativa de resultados concretos, es decir frágil. Si los electores no perciben resultados en su cotidianeidad, en el mediano plazo el boomerang puede volverse en contra para el oficialismo. Cambiemos deberá renovar y oxigenar el argumentario con una nueva apuesta política. Para morigerar las previsibles dificultades cuenta con dos puntos a favor: 1) un evidente blindaje mediático que protege al gobierno invisibilizando los efectos sociales del ajuste y los casos de corrupción que tocan a altos funcionarios, y 2) el proceso de erosión y fragmentación interna que atraviesa el kirchnerismo deja a su principal adversario político muy debilitado. El macrismo por ahora juega al solitario. En los próximos meses se librará una batalla abierta entre la subjetividad y el bolsillo. De ello dependerá en parte el futuro político de Cambiemos.
[2] http://www.lanacion.com.ar/1912747-baja-la-aprobacion-a-macri-pero-se-mantiene-el-optimismo
http://www.celag.org/
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