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La conjura de los necios
Horacio Rovelli pone de manifiesto que el reinicio de la denominada timba financiera de las LEBAC, constituye una bomba de tiempo para el modelo económico de especulación financiera de la alianza Cambiemos, que ante la ausencia de planificación y organización productiva busca ganar tiempo para hacerse de más y mayores recursos a costa del trabajo y el futuro de la mayoría de los argentinos.
Por Horacio Rovelli*
(para La Tecl@ Eñe)
En su discurso del 2 de abril de 1976 José Alfredo Martínez de Hoz decía que se entraba en un nuevo capítulo de la economía Argentina, que se debía liberar las fuerzas productivas y confiar en nuestra capacidad de innovación.
Domingo Felipe Cavallo sostenía que para que la gente no se pase al dólar había que liberar el mercado cambiario y que de esa manera nadie temía no poder ahorrar en moneda norteamericana, mientras que paralelamente la tasa de interés en pesos era muy superior a la tasa en divisas, pero el sistema de convertibilidad permitía intercambiar un peso por un dólar.
Federico Sturzenegger afirma que la compra y venta de dólares debe ser como un juguete, como si fuera un bien más, mientras cree que fijando metas de inflación en base a la absorción del dinero colocando LEBAC (Letras del Banco Central) a tasas astronómicas, logra controlar los precios.
Aunque ofendan nuestra inteligencia, aunque este demostrado hasta el cansancio que ningún país “regala” su mercado interno, o deja librado al azar el valor de su moneda, o lo que es peor, hacen que sea la cuenta de capital la que determine el tipo de cambio y no, al menos, la cuenta corriente de la Balanza de Pagos. A pesar de lo burdo de sus expresiones que demuestran las severas limitaciones a su pensamiento, desde el golpe militar de 1976 y salvo las honrosas administraciones del primer año de Alfonsín cuando su ministro era Bernardo Grinspun, y los doce años del kirchnerismo, sobre todo cuando su ministro fue Néstor Kirchner, se ejecuta sistemáticamente un plan de enriquecimiento y fuga de capitales para una minoría del país, lo que nos da el penoso privilegio de ser la única Nación del planeta donde residentes de nuestro territorio tienen tantos recursos afuera como lo que se produce anualmente en la Argentina (verdadero objetivo buscado por el liberalismo local).
En la teoría económica existen dos grandes escuelas, la llamada neoclásica, liberal o marginalista (a la que Carlos Marx llamaba “economía vulgar”) que determina la asignación de recursos por el mercado (eufemismo para no decir que lo fijan los grandes formadores de precios de ese mercado), y la keynesiana, que es una apología y propuesta de intervención pública directa en materia de gasto, poniendo en manos de las autoridades públicas, quienes son los que realmente tienen medios y posibilidades de realizar un cálculo más racional y ajustado de la eficiencia marginal del capital, las decisiones de inversión de la economía.
Pero por supuesto la administración de ese Estado debe procurar como decía Perón, “La felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación”. John M. Keynes explica: “Por tanto, en condiciones de laissez faire (mercado libre), quizá sea imposible evitar las fluctuaciones amplias en la ocupación sin un cambio trascendental en la psicología de los mercados de inversión, cambio que no hay razón para esperar que ocurra. En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de la inversión no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares”.
El economista y Presidente del Banco Central de Chile cuando era Presidente Salvador Allende, Dr. Carlos Matus, sostenía: “El mercado es de vista corta, no resuelve bien los problemas de mediano y largo plazo; es ciego al costo ecológico de los procesos económicos; es sordo a las necesidades de los individuos y sólo reconoce las demandas respaldadas con dinero; el hambre sin ingresos no vale; es deficiente para dar cuenta de las llamadas economías externas, es decir cuando hay costos o beneficios indirectos; es incapaz de lograr el equilibrio macroeconómico; opera torpemente cuando en el sistema dominan los monopolios, se cierra la entrada a nuevos competidores y las economías de escala son discontinuas; no puede lidiar contra la falta de patriotismo, la corrupción y la deshonestidad; distribuye mal el ingreso nacional y puede hacer más ricos a los ricos a costa de los pobres, etc.”.
"Macri, que desembarcó en el Estado con un conjunto de CEOs de grandes empresas locales y extranjeras que operan en el país, propone un modelo de negocios para pocos y a costa de la producción y el trabajo nacional, que se representa como el predominio del capital financiero sobre el productivo."
La administración pública es totalmente distinta a lo planteado por los devotos del Mercado. La política económica, en el sentido amplio de la palabra, es el conjunto de estrategias y acciones que formulan los gobiernos para orientar, influir y/o conducir la economía de los países, y como toda estrategia debe responder a un plan global, esto es, grandes objetivos y las distintas medidas que se deben adoptar para cumplir con esos objetivos. No existe Estado sin fijar metas, que son en sí mismas la esencia del diseño del proceso de planificación de un gobierno, ya que al orientar su gestión le permiten alcanzar sus objetivos. Son parte también de la compleja inter- relación de las políticas públicas como instrumentos para alcanzar los fines.
En cambio Macri, que desembarcó en el Estado con un conjunto de CEOs de grandes empresas locales y extranjeras que operan en el país, propone un modelo de negocios para pocos y a costa de la producción y el trabajo nacional, que se representa como el predominio del capital financiero sobre el productivo, que, como lo advierte Roberto Lavagna, genera siempre el mismo resultado, la crisis por corrida cambiaria cuando el nivel de endeudamiento, de déficit fiscal y comercial, tornan imposible que continúe el dislate propuesto.
El modelo macrista genera un país para pocos que copia lo peor de los países desarrollados, con fuerte caída del PIB, lo que arrastra menor recaudación fiscal y que se agrava porque al dejar fijar los precios por las grandes empresas productoras, comercializadoras y financieras, lo que hace es que se apropien de una renta extraordinaria a costa de la población, el enriquecimiento de unos pocos es pagados por todo el pueblo argentino.
Macri y los sectores dominantes de la Argentina conforman una sociedad donde la marginación, la pobreza, la ignorancia y el miedo, les permite a ellos que se subordinen y asocien como socios menores al gran capital internacional, y la sociedad se modele a su gusto y semejanza. Eso explica el “alegre” endeudamiento, la destrucción del sistema previsional para beneficiar a una minoría a costa de la mayoría de los jubilados y pensionados del país, la desprotección al mercado interno, las nuevas normas de flexibilización laboral, el “blanqueo” de capitales, la extranjerización de la tierra, los nuevos sistemas de obras públicas con participación del capital privado, etc. etc.
Pero el costo es una economía concentrada, que le deja los principales resortes de la producción y distribución a las grandes empresas (cada vez más extranjeras), que van a crecer integrándose al resto de su cadena internacional, pero que va a excluir por su propio accionar a la producción local, esencialmente las pymes y las economías regionales, dado que van a invertir en los sectores más redituables con que cuenta la Argentina.
Ese tipo de producción de enclave implica crecimiento para el sector elegido que observando las empresas y sectores referidos podemos apreciar cuales son, pero no hay respuesta de consideración para el resto de las actividades, más allá de un limitado multiplicador por la necesidad de trabajos e insumos locales.
El problema es que esos enclaves (los sectores más ricos de la producción agropecuaria, minera-petrolera y financiera) son incapaces de generar trabajo y producción hacia el resto del sistema económico, por ende se concentra y se centralizan los capitales, los plazos se acortan al no tener más futuro que el futuro inmediato, hoy asegurado por las tasas de las LEBAC que en su amplia mayoría se coloca a 35 días y que es una verdadera bomba de tiempo, al sumar a fines de noviembre de 2016 al equivalente a U$s 45.000 millones (igual suma que el total de la base monetaria que es la cantidad de dinero emitido por el BCRA).
Es más, el gobierno es víctima de su impericia y sólo fue acelerando los plazos de su estrangulamiento, ahora agravado por la posibilidad cierta que los EEUU suban su tasa de interés provocando la llamada vuelta a la calidad, con lo que la presión a que no se reinviertan en LEBAC es cada vez mayor.
El plan de Martínez de Hoz, recauchutado por los ministros Lorenzo Sigaut y Roberto Alemán, duró siete años desembocando en la crisis de la deuda y de las Malvinas. El de Cavallo y la convertibilidad duró diez años y terminó expulsado por las jornadas del 18 y 19 de diciembre de 2001, el que se vayan todos, y provocando una crisis de exclusión social y de pobreza como no se tenía registro.
Nuestra tarea debe ser decir la verdad, demostrar tras cada medida, tras cada propuesta del gobierno de Macri su necedad, y que el resultado va a ser el quiebre de la economía nacional, la pérdida de trabajo y la destrucción de nuestra riqueza. Esa verdad nos permite ver, y con el conocimiento, desenmascarar a los que conjuran contra el pueblo de nuestra patria, primer y obligado paso para frenar al liberalismo y fortalecer nuestra posición, sabiendo que la fortaleza de Macri es directamente proporcional a nuestra debilidad, y ésta a su vez, hija de nuestra ignorancia.
Buenos Aires, 23 de noviembre de 2016
*Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía. Miembro de EPPA (Economía Política para la Argentina)
http://www.lateclaene.com/
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