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“El día en que todo cambió en Clarín”: Bayer ‘recuerda’ a Ernestina Herrera de Noble
El periodista e historiador de las causas populares describió el significado que tuvo para él y muchos colegas el desembarco de la viuda de Noble y sus cómplices en la dirección de Clarín.
El texto que sigue es un fragmento del prólogo que Osvaldo Bayer escribió en 2003 para el libro La Noble Ernestina. El misterio de la mujer más poderosa de la Argentina, del periodista Pablo Llonto. Las palabras del gran historiador de las causas obreras y populares resuenan hoy con mucha fuerza, al conocerse la noticia de la muerte de la viuda de Roberto Noble y leer los obituarios de Clarín donde cínicamente ubican a Ernestina en la categoría de defensora de las libertades democrática, en particular las de prensa y expresión.
Que en este fragmento Bayer no la nombre (a ella ni a Héctor Magnetto), en verdad no es relevante. Los nombres y apellidos que el periodista sí menciona y describe sin equívocos no son más que las caras visibles de aquel momento, ejecutores de una política (no sólo editorial) comandada por quien acaba de fallecer a los 92 años.
“... Hasta que llegó el día en que todo iba a cambiar. La muerte de Noble. Recuerdo cuando entraron Frondizi y Frigerio a su velatorio. Me imaginé algo que iba a ocurrir. Sentí que estábamos ante quienes iban a manejar el diario, por lo menos en ese futuro próximo. Y sí, los que en forma visible pasaron a ese dominio fueron gente del frigerismo. En primer lugar (Oscar) Camilión y Octavio Frigerio, hijo de Rogelio.
Camilión, que estaba desde antes, siempre quiso quitarme el cargo en Política pero se ve que se lo impedía el círculo de Noble. Camilión me había censurado una contratapa donde yo había defendido a los niños desvalidos que en invierno, para no morirse de frío, se refugiaban en las estaciones del subterráneo.
Como siempre que terminaba mis tareas tomaba el último subte que partía de Plaza Constitución iba observando cómo esos pibes menesterosos huían cuando se acercaba la policía interna del subte y se refugiaban en los túneles. Hasta que noté una vez que los uniformados cercaron a los niños y los castigaron despiadadmente a latigazos. Me interpuse y pude leer el nombre del más agresivo de los empleados, que llevaba en la chaqueta: Peduto.
Toda la acción salió escrita al día siguiente. Fue la noticia del día, ya que luego la tomaron la televisión y otros medios. Todos en la redacción me felicitaron, principalmente Francisco Llanos, el periodista uruguayo eterno, que estaba acostumbrado a hacer esas cosas en Crítica. Pero fui llamado por Camilión, quien me trató como a un sirviente diciéndome que yo había comprometido la línea del diario. Por supuesto me retiré sin admitir sus argumentos. Mi nota había sido la defensa de los derechos a de los niños que vivían en la miseria.
Camilión demostró después quién era, cuando aceptó ser ministro de la dictadura de la desaparición de personas.
Vi venir de inmediato las consecuencias. Me quitaron de mi cargo en Política y Fuerzas Armadas y me dieron una ’embajada’, el suplemento cultural. Lo tomé con entusiasmo porque es una veta de mi mayor gusto. Le puse el nombre de ’Clarín, cultura y nación’, nombre que hoy conserva todavía. Mi intención era dar preeminencia por sobre todo a los intelectuales del interior, completamente ignorados hasta entonces.
Mientras tanto, se cambió todo en la redacción, los antiguos jefes perdieron sus puestos y fueron reemplazados por gente que trajeron los nuevos comandantes. Los antiguos fuimos quedando solos. En la redacción entraron miembros del peronismo y se veía muy bien que Frigerio quería intentar una alianza ante el próximo regreso de Perón.
Por supuesto que prestaban importancia a las secciones de noticias y editoriales de manera que por un tiempo pude trabajar con libertad y tranquilidad en el suplemento ’Cultura y Nación’. Hasta que me tocó el turno.
Una tarde, cuando yo cerraba el suplemento en el taller y me despedía, personal recién entrado al diario bajo las órdenes de Octavio Frigerio levantó el plomo de algunas notas mías y las reemplazó por otras que sostenían lo contrario. No permití eso y denuncié el hecho, cosa que Octavio Frigerio tomó con sorna. Pedí que ese me cambiara de sección y que se me nombrara corresponsal viajero. Quería recorrer el país haciendo notas de los pueblos más pequeñois que pululan en nuestro territorio. Aceptaron.
Viajé por todo el país, escribí 26 notas y no publicaron ninguna. Fui entonces a verlo a Octavio Frigerio. Le dije: ’Aprendí la lección, me voy’. Él sonrió amablemente y me respondió: ’Es lo que estábamos esperando’. Terminaban así quince años de periodista en la redacción de Clarín. Fue el 15 de diciembre de 1973 (…) Sé que había comenzado un Clarín distinto al que yo conocí...”.
Lo que siguieron fueron los años de crecimiento exponencial del diario, la “adquisición” de Papel Prensa en sociedad con La Nación, La Razón y el Estado en manos de Videla y Massera, las compras de medios que se iban privatizando en los 80 y con el menemismo, la fusión de Cablevisión y Multicanal gracias al decreto de Néstor Kirchner y muchas, muchísimas cosas más.
[VIDEO] “Estuve en Clarín hasta que Magnetto me echó”
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