Imagen: Leandro Teysseire
Cristina y la reconfiguración de la escena política
Hormigas sueltas
La presentación de la Unidad Ciudadana, la congregación frente a los tribunales de Retiro y el anuncio de su candidatura ratificaron la centralidad de CFK en la política argentina y su capacidad de reconfigurar la escena. Sólo Perón y Alfonsín tuvieron esa aptitud en el lapso de la vida de los argentinos que hoy tienen menos de noventa años. Esto no lo miden las encuestas, pero fue bien leído por quien mejor ha aprovechado de esos instrumentos sociológicos, el consultor presidencial Durán Barba.
La descripción de Durán Barba sobre la potencialidad electoral de CFK, con un piso del 25 por ciento de los votos y un techo del 40, no resuelve los dilemas de unos y otros. ¿Le conviene a Mauricio Macrì la polarización con Cristina? ¿Es lo mejor para quienes no simpatizan con el gobierno que ella sea la abanderada de su oposición? Cualquier respuesta está condicionada por las filias y las fobias de quien la emita y no hay nada más difícil que el análisis objetivo cuando se trata de cuestiones que además de intereses materiales involucran afectos, en el arco que va de la aversión al amor.
Por lo pronto, la movilización de no menos de 60.000 personas y la expectativa que precedió el anuncio de su candidatura junto con la de Jorge Taiana están fuera del alcance de cualquier otra figura política nacional. Lo mismo se reflejó en la transmisión completa del acto por todas las señales de noticias y varios canales de televisión, y en los pormenores previos al cierre de las listas. Durante su gobierno se le reprochó el uso y abuso de la cadena nacional. Ahora ese encadenamiento se reproduce en forma espontánea, porque hay una audiencia ávida de verla y escucharla, aunque eso tampoco permita deducir qué proporción simpatiza con ella. Otro detalle es la abrumadora mayoría de jóvenes que la acompañaron. El promedio de edad de los asistentes está en torno de los 30 años, lo cual habla no sólo de este momento sino de los que están por venir. El mensaje de Cristina, que esta vez no incluyó chistes ni disquisiciones superfluas sobre asuntos laterales, se concentró en la descripción de los efectos devastadores de las políticas oficiales sobre los sectores bajos y medios de la sociedad. Empalmó así con tres mensajes previos:
- el de apertura del último periodo de sesiones ordinarias del Congreso durante su gobierno, el 1º de marzo de 2015, cuando dijo que dejaba un país cómodo para la gente e incómodo para los dirigentes;
- el que pronunció al despedirse, el 9 de diciembre de ese año, ante una multitud sin paralelo en la finalización de un mandato presidencial. Cuando alguien sienta “que aquellos en los que depositó su voto lo traicionaron, tome su bandera y sepa que él es el dirigente de su destino y el constructor de su vida. Eso es lo más grande que le he dado al pueblo argentino: el empoderamiento popular, ciudadano, de las libertades, de los derechos”; y
- el de Comodoro Py el 13 de abril de 2016, donde propuso conformar un gran frente ciudadano integrado y plural cuyo punto de unidad sean “los derechos perdidos, o la felicidad perdida” y “en el cual no se le pregunte a nadie a quién votó” sino “si le está yendo mejor que antes o peor”.
El martes 20 en Arsenal describió la agresión neoliberal contra todos los estamentos de la sociedad y dijo que para la Unidad Ciudadana lo importante no son los dirigentes sino el pueblo al que le han desorganizado la vida, los que sufren la inflación, los tarifazos, el desempleo, el endeudamiento eterno, y lo ejemplificó con las historias de vida de quienes la acompañaron sobre la tarima.
Las víctimas
Entre las personas seleccionadas por la diputada quilmeña Mayra Mendoza había
- una jubilada que no prende la calefacción porque no puede pagarla,
- dos becarias del Conicet que perdieron sus becas con las que estudiaban el HIV en el conurbano y los problemas de neurociencia y de desarrollo y pobreza;
- una docente de una universidad del conurbano a la que le dieron de baja el presupuesto de programas sociales y extensión universitaria;
- tres estudiantes secundarios que dejaron los estudios por necesidad de trabajar,
- un estudiante que perdió el plan Pro.gre.sar que le permitió cursar ingeniería electrónica,
- un estudiante secundario que teme no continuar porque la madre perdió el trabajo y pagan un alquiler alto,
- la directora de un colegio público desbordado de chicos que llegan de los privados porque no pueden pagar la matrícula ni los uniformes,
- una bibliotecaria a la que ahora la gente no le pide libros sino comida,
- otra que atiende un comedor en el que se duplicó el número de chicos y además vienen las madres con un tupper para alimentar a la familia porque a los maridos les da vergüenza pedir comida,
- el presidente de un club de barrio que no puede pagar las nuevas tarifas,
- dos hijas de detenidos desaparecidos que buscan a su hermano o hermana,
- un comerciante con discapacidad al que no le alcanza para el alquiler,
- una madre de siete hijos a quien le quitaron la pensión,
- la propietaria de un frigorífico que redujo su planta de trabajadores a un tercio porque cayó el consumo y ya no exporta,
- una empresaria de microenvases que hasta ahora pudo resistirse a despedir trabajadores,
- un panadero que debió vender sus máquinas modernas para pagarle a sus empleados y ahora produce en forma artesanal, con lo cual no puede competir,
- una trabajadora del calzado que no logra explicar su problema porque se ahoga en llanto,
- una cooperativa cuya factura de luz saltó de 16 a 70.000 pesos y la de agua de 12 a 45.000, a la cual además le abren la importación,
- dos quinteros bolivianos que trabajan seis días por semana y apenas subsisten con la AUH,
- la mamá de un nene electrodependiente,
- una pareja de discapacitados a la que le suprimieron una de las pensiones que cobraban.
Hubo una sola referencia a la clase obrera: “Esto no les llegó únicamente a los trabajadores, ha llegado también a los científicos, a las clases medias, a los profesionales”.
La diputada nacional Nilda Garré difundió un texto de Perón con el propósito de explicar el formato del acto y el discurso de Cristina. “Yo siempre prefería, en vez de hablar a hombres, hablar a organizaciones. ¿Por qué? Por la misma causa que cuando uno quiere juntar todas las hormigas, no las agarra de a una, sino que va al hormiguero y las agarra allí. Entonces, yo me dediqué a los hormigueros, con cierto provecho […] podemos decir que todo aquello que está organizado, que era captable para el Movimiento Justicialista, ya lo hemos captado. Si siguiéramos ahora con el mismo sistema fracasaríamos, porque lo que queda ya no lo vamos a poder captar así. Ahora hay que empezar como cuando se ha tomado el hormiguero. Ahora hay que empezar a juntar las hormigas sueltas. No hay más remedio, porque lo captable ya lo hemos captado. Ahora tenemos que hacer dos trabajos: primero, no perder lo que ya tenemos, y segundo, tratar de captar lo que no tenemos”. Tal vez para la dirigencia política, la decisión de CFK de desentenderse del tradicional sello del Partido Justicialista se parezca a patear el hormiguero. La frase de Perón sugiere algo distinto.
El fantasma de la B
Este mensaje basado en los golpes de la macrieconomía a las clases subordinadas, coincide con la visión crítica de la sociedad sobre los efectos de las medidas oficiales. Hace tres semanas el Centro Pew difundió una investigación sobre actitudes de la población mundial hacia la economía. El Centro Pew es un think tank no partidario, con sede en Washington, que se especializa en la realización de encuestas en todo el mundo. Ante la pregunta única “La situación económica en su país es buena o mala” el optimismo medido por la encuesta es mayor en los países desarrollados, como muestra el gráfico 1, con un tope del 87 por ciento en Holanda, seguida por Alemania con el 86 y Suecia con el 84 por ciento. El último de ese segmento es Grecia, con apenas 2 por ciento de visión positiva. En los países que la encuesta llama en desarrollo o emergentes, la máxima satisfacción se da en la India, con el 83 por ciento, seguida por Filipinas con el 78 y Senegal con el 76 por ciento. Los últimos tres puestos corresponden a la Argentina (23 por ciento de satisfacción), Venezuela (20 por ciento) y Brasil (15 por ciento). La encuesta también mide cómo evolucionan estas visiones a lo largo de los años. El cuadro 2 muestra los cambios de esas visiones país por país. En Holanda la opinión positiva pasó del 62 por ciento en 2016 al 87 por ciento en este año, con un fuerte salto del 25 por ciento a favor. Sólo en tres países esa percepción empeoró: Corea del Sur, con -1 por ciento, México con -12 por ciento y, última en la lista, la Argentina con -15 por ciento.
Señores y señoras
Con apreciables reflejos, la Alianza Cambiemos no aguardó de brazos cruzados el acto de Cristina en el Viaducto. Por el contrario, eligió la misma hora para convocar a una concentración frente a los tribunales de Retiro. La consigna fue la lucha contra la corrupción. Con el mismo método que se utilizó el 1º de abril, la convocatoria circuló por internet como una iniciativa de ciudadanos probos que no se engrasan los dedos ni viajan en micro, aunque fue impulsada por el ángel protector de la corrupción macrista, Elisa Carrió. Varios dirigentes y candidatos se hicieron presentes, en medio de una concurrencia de un par de miles de personas. Clase acomodada, visible presencia femenina y consignas virulentas, como en las convocatorias de las cámaras patronales agropecuarias en 2008 o los caceroleos posteriores. Con una diferencia, esta vez acudieron muy pocos jóvenes, por lo cual el promedio superó con comodidad los 50 años. Predominaron los legisladores del PRO (Waldo Wolff, Marcelo Wechsler y Sergio Wisky), los legisladores y candidatos en sus listas (Graciela Ocaña, Marcela Campagnoli, Paula Oliveto, Mariana Zuvic, Fernando Iglesias), abogados de la derecha (el ex consejero de la Magistratura Alejandro Fargosi, el presidente del Colegio de Abogados de la City de Buenos Aires Guillermo Lipera) , el economista liberal José Luis Espert. A diferencia de lo sucedido en abril, nadie del gobierno reivindicó el acto en Comodoro Py, dado que su envergadura fue muy modesta. Los manifestantes tenían la consigna de permanecer allí mientras Cristina no se retirara de Arsenal. De este modo buscaron la pantalla partida en las señales de noticias, como forma de asociar a la ex presidente con tribunales y delitos, tal como hacen en forma permanente algunos columnistas y políticos que claman a los gritos que sea detenida, por una mezcla de odio y temor. En su interesante libro sobre “La política en el siglo XXI”, Durán Barba y su asociado Santiago Nieto desligan a Macrì de ese propósito y afirman que como “defendió que la justicia debía ser independiente, como presidente tenía que ser coherente con sus principios” y no perseguir a Cristina. No sé si esto alguna vez reflejó la realidad, pero en tal caso, Durán Barba perdió la pulseada interna porque hoy la manipulación de jueces, fiscales y consejeros es más escandalosa que nunca antes y no sólo se dirige a proteger a los propios, como el mismo Macrì y su alter ego Gustavo Arribas, sino a poner en la picota a sus adversarios, empezando por CFK.
Casi al unísono dirigentes políticos y medios oficialistas estatuyeron que el formato del acto en Sarandí implicó un triunfo del macrismo, porque acudía a un contacto de proximidad con cada integrante del electorado, en lugar del discurso desde el Olimpo de un palco. Ese sería el sello distintivo de las campañas del PRO, que Cristina habría copiado para reinventarse. Pero la campaña de CFK en 2011 se basó en el contacto con una serie de personas de las cuales según la publicidad derivaba su fuerza. Cristina nombró a varias de ellas, que escucharon su discurso de cierre en el escenario del teatro Coliseo: Jorge, dueño de una fábrica de termos que se recuperó y exporta; el programador de software Federico; Ariel, medalla de oro en las olimpíadas de matemáticas en Holanda y sus compañeros medalla de plata; Jesica, flamante dueña de una casa propia; Atilio, trabajador del astillero reactivado; Cecilia, científica repatriada junto con su esposo alemán; Haydée, la costurera que pudo jubilarse; Elena, la correntina con su casa “supersónica” por la antena de TV digital; y Victoria Montenegro, hija recuperada. La diferencia principal entre ese acto de cierre de 2011 y el de apertura de 2017 es que entonces Cristina mostraba a quienes habían acrecentado derechos y posibilidades por la acción del Estado y ahora se rodea de quienes perdieron esos beneficios por la desprotección de ese Estado que los entrega indefensos a la lógica del mercado. Las listas que se conocieron después del cierre de esta nota debían representar la misma diversidad y rostros nuevos que se vieron en Arsenal.
Un frente nacional
La semana pasada, la asamblea general de la OEA rechazó al candidato de Ernesto Sanz para integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Carlos Horacio de Casas, un abogado de banqueros cuyo vínculo con los derechos humanos fue del otro lado del mostrador, como abogado de confianza de un represor. Macrì envió la propuesta a la OEA sin ninguna consulta previa con los organismos de Derechos Humanos. Por eso ignoraba que De Casas también se había pronunciado en contra de la libertad de expresión y de los derechos de la diversidad sexual. Había tres cargos y seis candidatos. El mendocino cosechó repudios en serie, dentro y fuera del país, y entró quinto, con apenas 11 votos. Ojalá sirviera de lección.
Ese candidato imposible tiene un hermano, cuya orientación política no puede ser más alejada. Mario de Casas llegó a Buenos Aires como colaborador del vicepresidente Julio Cobos pero cuando este defeccionó permaneció varios años a cargo del ente regulador de la energía. En un trabajo recién distribuido realiza un análisis gramsciano de la actual situación política y sostiene que la unión ciudadana propuesta por Cristina debe convertirse en el núcleo dinámico de un frente nacional “en el marco de la contradicción fundamental que envuelve a los argentinos desde hace más de doscientos años: la lucha inconclusa entre la entidad Nación-sectores populares por un lado, y la alianza oligárquico-imperialista por el otro”. Ese frente “expresaría el tránsito del individualismo liberal a una sociedad solidaria” y sería “el nuevo bloque histórico que disputaría la hegemonía al que hoy se expresa políticamente en la alianza gobernante”.
Con sus invocaciones platónicas del tipo “Juntos podemos” o “Unidos somos más”, el macrismo “clasista y futbolero –de palco techado, no de la popular– supone que la lucha de clases es una cuestión ‘actitudinal’ y no un fenómeno propio de toda sociedad con explotadores y explotados”. Lo sepa o no, la alianza gobernante acude a la definición platónica del llamado Estado de Justicia, según el cual cada clase realiza sus funciones en conformidad con su destino para servir a la armonía del todo. Ignora que la lucha de clases es “el movimiento mismo de la historia. Recordemos que no la inventó ni la impulsó el marxismo, que se convirtió –sí– en su reflejo consciente cuando Marx demostró que la existencia de determinadas clases está ligada a niveles dados de desarrollo técnico y organización del trabajo”. De Casas entiende que es necesario explicar el camino de liberación iniciado en 2003 y teorizar la situación estructural activadora de la contradicción fundamental en este momento histórico, “pues la expresión ideológica reaccionaria de la cultura hegemónica obscurece el proceso iniciado hace quince años y le pone fuertes obstáculos para dar cuenta de sí mismo, ganar nuevas conciencias y mantener el respaldo político necesario hasta alcanzar sus objetivos”. La teoría paternalista y estamentaria de “equilibrio de clases”, se ofrece como “garantía de desarticulación de los desbordes transformadores surgidos de las bases del movimiento nacional renacido en 2003: esta asfixia ideológica no sólo lo debilitó programáticamente, sino que contribuyó a aislar entre sí a sus componentes principales hasta llegar a enfrentamientos circunstancialmente irreversibles al carecer de un discurso unificador”.
La batalla ideológica tiene lugar hasta ahora en el campo que eligió el adversario: la “corrupción”; y ha llevado a los sectores populares a “asumir una posición defensiva que facilitó el resurgimiento de la idea nada ingenua de ‘racionalizar’ el movimiento, el cual, sin un andamiaje teórico, corre el riesgo de deslizarse hacia cualquier variante del neoliberalismo hegemónico. Así las cosas, adquiere revitalizada vigencia la firmeza de Yrigoyen cuando se negaba a definir a la Unión Cívica Radical como “partido” diferenciado por un “programa”, e insistía en preservar el carácter totalizador de la Causa frente al Régimen.
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