Los fiscales y jueces no aplican al caso Higui el marco jurídico de violencia de género. Este trato judicial tiene el doble resultado de humillarla y avalar el relato de los atacantes, al negar la violación o invisibilizarla. Esta respuesta es potente porque se basa en el prejuicio respecto a que las lesbianas masculinas quieren ser varones. La justicia responde: “Si querés ser un varón, te vamos a tratar como un varón”. Y, entre varones, no hay violación.
Los hechos
Era sábado, día de la madre. Higui estaba de visita en su viejo barrio; pasó por la casa de unas amigas a saludar. Venía de tomar unas cervezas, y se tomó una más hasta que vio a C.R.E., un joven hijo de una conocida, con quien ya antes había tenido “problemas”. Cuando C.R.E. salió al almacén con su sobrino y su cuñado, Higui aprovechó para levantarse e irse.
C.R.E. volvía del almacén enojado, discutiendo con su sobrino F.M., lo empujó y le pegó una piña. Su cuñado, S.R.D., trataba de calmarlo llevándolo para la esquina.
En su camino hacia la salida por un pasillo, Higui y C.R.E. se cruzan. C.R.E. la insulta:
—Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana—La golpea y tira al suelo.
En ese momento, Higui cuenta que le llueven golpes: “era más de uno”. Durante el ataque, cuando C.R.E. rompe su “…pantalón y el bóxer en la zona vaginal, ya no aguanté más las patadas, no sé de donde saqué coraje y saqué la cuchilla que tenía entre medio de mi pecho, ahí atiné a levantar la cuchilla para que me deje y se ve que le di. Fue todo muy rápido.”
Entonces el ataque se detiene, Higui se desvanece, y C.R.E. queda tirado en el suelo, muerto. Higui se asusta y se va un par de metros hacia el fondo de la casa. S.R.D. trata de auxiliar a C.R.E., se saca su remera para comprimir la herida y pide ayuda.
Un detalle
Un detalle. Higui es lesbiana, con una expresión de género no conforme, una expresión de género trans. De varón trans. Le encanta jugar al fútbol, se llama Higui por el afrocolombiano René Higuita. La campaña por su libertad y absolución incluye fotos suyas, dragueada de René Higuita.
Además, Higui es unx chongx de barrio. Es jardinerx, hace changas, y hace rato viene aguantando la violencia lesbotransfóbica en el barrio donde nació. Hace unos años, allí mismo, en un ataque similar recibió por lo menos tres puntazos en la espalda que aún hoy el legista comprueba por sus cicatrices.
Y hace no mucho tiempo prendieron fuego su casa y mataron a su perro. Por menos, Charles Brondson o el Ingeniero Santos hubieran hecho una masacre. Higui solo se mudó de barrio.
El caso judicial
En los casos judiciales, con frecuencia, los hechos están en disputa. Qué sucedió, quién es la o él autor del crimen. Pero en cuanto a lo que sucedió y cómo, en el causa donde Higui es imputada por el homicidio de C.R.E., están de acuerdo todas las partes: la acusación, la defensa, lxs juezxs.
La disputa judicial y social no es sobre los hechos, ni sobre la autoría, o el motivo, sino sobre la identidad de género de Higui. El caso judicial expone de manera esquemática el proceso social y trayectoria de las lesbianas con expresión de género trans masculinas y los varones trans, racializadxs, quienes viven en pobreza.
Los atacantes
La posición de los atacantes es encarnada por el discurso de S.R.D., quien estaba con C.R.E. cuando se encontraron con Higui.
S.R.D. y C.R.E. conocen a Higui de hace muchos años, y saben que es lesbiana.
S.R.D. no niega los insultos, ni que el pantalón de Higui esté roto en sus genitales, y admite la golpiza que le dieron entre él y C.R.E. Lo que S.R.D. niega es que C.R.E. haya intentado violar a Higui: dice que cuando se encontraron Higui lo apuñaló por sorpresa y que la caída y los golpes vinieron después.
La imagen de Higui que propone S.R.D. es potente, porque se apoya en prejuicios sociales profundamente arraigados respecto a que las lesbianas masculinas odian a los varones y son violentas, y si además son negras, andan matando a sangre fría.
La intimidación física por una lesbiana con expresión de género trans masculina fue el argumento que usó en su defensa el asesino de Pepa Gaitán (Córdoba, 2010).
Además, la potencia del argumento sobre la inexistencia del intento de violación se asienta en el prejuicio heterosexual por el cual un varón joven no necesita violar una vieja marimacha.
El Poder Judicial
El poder judicial y la policía tratan a Higui la mayor parte del tiempo como si fuera un varón heterosexual cis.
Higui es detenida en el lugar de los hechos de inmediato, acusada de homicidio, y encarcelada. No se sigue el protocolo para la atención de víctimas de violencia sexual vigente desde hace una década en la provincia de Buenos Aires.
Le dan un tratamiento duro, “de macho”, no la llevan al hospital por sus evidentes heridas en el rostro y cuerpo, la desnudan en la comisaría frente a policías y testigos varones, y otro preso varón le presta ropa para cambiarse cuando incautan la suya.
Los fiscales y jueces no aplican al caso el marco jurídico de violencia de género, le dan prisión preventiva efectiva. Este trato judicial tiene el doble resultado de humillar a Higui y avalar el relato de los atacantes, ya sea en el sentido de negar la violación o invisibilizarla.
Esta respuesta judicial es potente, porque se basa en el prejuicio respecto a que las lesbianas masculinas quieren ser varones. La justicia responde a Higui: “Si querés ser un varón, te vamos a tratar como un varón”. Y entre varones no hay violación.
Luego, lxs fiscales y juezxs evalúan el argumento de que Higui haya matado a C.R.E. en defensa propia, pero lo descartan. Que C.R.E. haya golpeado e intentado violar a Higui no es motivo suficiente para haberlo matado.
Las lesbianas y feministas
En los casi 9 meses que pasaron desde la detención de Higui, su defensa fue abrazada cada vez con mayor intensidad por el movimiento de lesbianas y feministas de todo el país. Sostuvieron una urgente campaña por su liberación y absolución.
Esta campaña tiene muchos ejes, aunque es posible identificar como idea estructurante que el hecho de que C.R.E. haya golpeado e intentado violar a Higui, sí es motivo suficiente para haberlo matado.
Constituye un desafío porque alimenta la fantasía heterosexual de que las lesbianas vamos a salir a matar varones. Esta fantasía a la vez es magnificada en el caso, por el hecho que Higui mata a C.R.E. en los actos iniciales de ejecución de la violación, realmente ejerce una defensa, su defensa es efectiva, y abre el espectro de lo preventivo.
Más controvertido aún es el planteo respecto a qué puede defenderse usando violencia letal. Las acciones de C.R.E. y S.R.D. contra Higui combinan violencia física, psicológica y sexual, y se enmarcan dentro de un crimen de odio llamado violación translesbofóbica, un “delito de odio en el que una persona es violada debido a su orientación sexual o de género percibida, buscando que como consecuencia de la violación se “corrija” la orientación de la persona o se consiga que “actúen” de manera más conforme a su género”. (Comisión IDH, 2015)
Lo más relevante en este sentido es la frase que le dice C.R.E. a Higui en el ataque: “Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana”. Pero incluso si ese dicho no hubiera existido, los demás datos del caso son consistentes con este enfoque.
Conclusión
El imaginario que construye a varones cis heterosexuales como víctimas de lesbianas negras masculinas, no tiene correlato con la realidad. Pero sí tiene un correlato judicial.
En los casos donde las personas atacadas son mujeres heterosexuales, amas de casa, madres, la CSJN y otros tribunales reconocen y consagran el derecho a la legítima defensa, incluso el uso de fuerza letal contra el agresor/es, ya sea durante un ataque o después; ya sea un ataque sexual o no.
En estos casos, los tribunales sostienen que una violación comienza en los insultos y agresiones, y no en la conducta sexual directa. Asimismo, que es legítimo defenderse de una violación desde su inicio, no es necesario esperar a estar toda golpeada y abusada (Guido, CCPF, 2014). Y que en estas situaciones, es legítimo matar al agresor (Leiva, CSJN, 2009).
Si Higui fuera una mujer heterosexual, ama de casa, madre, no hubiera pasado tiempo en prisión, o ya habría sido sobreseída. Paradójicamente, si Higui fuera un varón heterosexual cis y argumentara que otro un varón (gay) quiso violarlo y por eso lo mató, se consideraría justificado.
Pero es una lesbiana negra, masculina, que defiende su libertad sexual.
Hoy Higui está en libertad. La Cámara de Apelaciones y Garantías de San Martín acaba de dejar a Higui en libertad por medio de una excarcelación extraordinaria.
Pero sigue procesada por el delito de homicidio. Esto evidencia que aún no han siquiera comenzado a considerarse por los tribunales los estándares vigentes de derechos humanos que son obligados.
Post data
El 8 de octubre de 2016, Lucía Perez, una adolescente de 16 años, es secuestrada, violada y asesinada, brutalmente por dos varones, en Mar del Plata. A uno de ellos le había comprado “droga” el día anterior.
El 11 de octubre, Marcela Crelz, 54 años, es degollada por su madre de 70 años. Vivía en Isidro Casanova, atrás de la casa de su madre, junto a su mujer, médica.
El 14 de octubre, tres femicidios: María Magdalena Ramírez, asesinada por su amante en Córdoba. Marilyn Méndez, 3 meses de embarazo, acuchillada por su ex pareja en Santiago del Estero. María Elisa Acuña, 63 años, asesinada a “hachazos” por su marido de 74, en Los Hornos. Ella era infiel. Él se suicidó.
Ese día, el 14 de octubre, #NiUnaMenos convocó al Paro Mundial de Mujeres.
El 16 de octubre, Higui de Jesús, 42 años, lesbiana, jardinera, sin hijos, mata de una puñalada en el pecho a uno de los dos varones que intentó violarla, en San Miguel.
En total, fueron 39 femicidios en octubre de 2016. Uno cada 19 horas. Quizá podrían haber sido 40, si Higui no se hubiera defendido.
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