domingo, 9 de mayo de 2021

"BARBARIE O SOLIDARIDAD: LAS ALTERNATIVAS ANTE EL SIGLO XXI", ALCIRA ARGUMEDO / HOMENAJE A ALCIRA ARGUMEDO

 

HOMENAJE A ALCIRA ARGUMEDO 


7 de mayo 1940
2 de mayo 2021





Texto destacado 


Volvemos a publicar este esclarecedor texto de Alcira Argumedo para aquellos que aún no lo hayan leído, o para quienes deseen volver a releerlo. Se trata de un exhaustivo y profundo análisis de las ideas, la cultura, la política, la economía; en fin, una verdadera exégesis de la era pasada y de la que viene. Fundamentalmente, la autora se sumerge en la complejidad de nuestra emergencia contemporánea, con una interpretación acabada del paradigma del neo-liberalismo, en el contexto de la denominada globalización del capital

Un planteo y replanteo de la realidad, a la luz de los nuevos desafíos que se presentan, y que sobre todo, nos interpelan a todos, a tomar cada vez más, un protagonismo creciente con conciencia critica, en medio de toda esta asimétrica, gigantesca y sistemática crisis en pleno desarrollo.-

aportes en la crisis.-



Alcira Argumedo
















"Barbarie o Solidaridad: las alternativas ante el siglo XXI"
Mayo 1999





Estamos ante el fin de un siglo y ante el fin de un milenio. Es preciso entonces plantear una visión histórica de mediano y largo plazo, que nos permita marcar la irracionalidad profunda de los proyectos neoliberales y sus dramáticas consecuencias para América Latina, en el contexto del llamado proceso de globalización. Porque, además, no sólo se cierran cronológicamente un siglo y un milenio sino que atravesamos un corte de época, en tanto la profundidad y extensión de las actuales transformaciones clausuran también una Edad de la historia: la Edad Contemporánea. Tomando ese esquema occidental, un poco simplista, de división histórica entre Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, presenciamos la finalización del ciclo iniciado en las últimas décadas del siglo XVIII, donde se conjugan la Revolución Industrial con la Revolución Francesa dando lugar a intensas conmociones y cambios cualitativos, que implican una solución de continuidad con la anterior Edad Moderna, comenzada hacia los siglos XV y XVI.

En grandes rasgos, puede comprobarse que en esos momentos de corte histórico donde nacen respectivamente la Edad Moderna y la Contemporánea, se conjugan diversos procesos sociales, económicos, políticos, militares y culturales de gran complejidad, habilitando o impulsando la emergencia de nuevos instrumentales tecnológicos, capaces de establecer un hito, un punto de inflexión en términos de potencialidades técnicas que, a su vez, permiten acelerar esos procesos produciendo transformaciones cualitativas, cuya magnitud rompe la inercia anterior y marca la apertura de un nuevo ciclo de la historia. Es lo que sucediera con el paulatino pero contundente desarrollo del comercio y el crecimiento de las ciudades en Europa que, frente al cierre del Mediterráneo debido a la invasión otomana y a la caída de Constantinopla, se encuentran ante la necesidad de establecer nuevas rutas comerciales con Oriente; lo cual se une a la secular guerra contra los musulmanes y a la reconquista de la península ibérica; junto a otros procesos impulsados por las nacientes burguesías; que favorecen la revolución tecnológica de los siglos XV y XVI, centrada principalmente en las artes de la navegación y de la guerra y unidas a la imprenta, que será esencial para las tareas de evangelización y las luchas religiosas. Pero estos cambios históricos y estas revoluciones tecnológica siempre plantean una pregunta fundamental, que hoy tiene tanta vigencia como entonces: quiénes son los seres humanos en este mundo. Porque esa revolución tecnológica y ese cambio de época que diera lugar a la expansión hispano-portuguesa, fue acompañada de definiciones acerca de dos de los principales troncos que -a través de diversas mestizaciones y entrecruzamientos entre sí y con la población de origen blanco- conformarán las clases populares de América Latina. Por una parte, se establecía que los negros no tenían alma; es decir, no eran considerados seres humanos; y así, durante tres siglos se los pudo someter a la más aberrante esclavitud por parte de católicos y protestantes, sin ofender a Dios. En segundo lugar, a los indígenas se les reconocería el alma y podían ser evangelizados pero, al mismo tiempo, eran concebidos como "amentes", faltos de razón, un poco tontos; por lo tanto, deben someterse a la encomienda, serán encomendados a grandes propietarios de hombres y tierras, que debían garantizar su evangelización y también una inhumana expoliación: se calcula que en los primeros cien años de la conquista -debido a las guerras, a la ruptura de los equilibrios ecológicos y sociales de las culturas nativas, a las pestes introducidas por los europeos y a una explotación laboral brutalizada- muere cerca del 80% de la población americana originaria. Es el primer genocidio de la cultura occidental en nuestras tierras. Donde las clases dominantes que se constituyen a partir de la conquista, sostendrán en el transcurso de los tres siglos de dominio colonial -con las particularidades propias del Brasil y de las distintas regiones del imperio español- esta diferenciación entre seres humanos, seres menos que humanos y seres simplemente no humanos. Los tiempos no son tan lejanos; en Brasil, los bisabuelos de nuestros hermanos negros de hoy, eran esclavos.

Hacia mediados y fines del siglo XVIII, también confluyen diversos procesos económicos, sociales, políticos, militares y culturales, que favorecen la emergencia de la Revolución Industrial -el telar mecánico, la máquina a vapor, más tarde la electricidad y similares- con vigorosos impactos en la composición de las sociedades, que alimentan, entre otros movimientos, el estallido de la Revolución Francesa. Esta Revolución muestra una gran paradoja: por un lado, se impone una nueva ética solidaria como base de organización de las sociedades -la libertad, la igualdad, la fraternidad (fraternidad reemplazada más tarde como valor por la propiedad, cuando la Revolución se hace hegemónicamente burguesa)- donde la paradoja está en que esos valores de libertad e igualdad, eran al mismo tiempo requisitos técnico-económicos para desplegar los potenciales de la Revolución Industrial, que no podían alcanzarse con trabajo esclavo o servil, con aristocracias de sangre y monarquías absolutas. En ese contexto se irán consolidando las revoluciones democráticas del Occidente central, que también serán altamente restrictivas en el alcance del concepto de lo humano. Por ejemplo, la revolución democrática de los Estados Unidos y su Constitución liberal luego de obtenida la independencia, señala que los hombres son libres, iguales, propietarios, representativos, republicanos, federales; eso sí, los negros son esclavos y los indígenas deberán ser exterminados. Esta definición básica acerca de quiénes son los seres humanos, propia del pensamiento occidental, se reproduce en todas las experiencias democráticas europeas hasta fechas tan cercanas como 1962. Recordemos que la igualdad, la libertad y la democracia eran para los franceses blancos, no para los argelinos o indochinos; eran para los ingleses blancos, no para los hindúes o africanos; para los holandeses, no para los indonesios; para los belgas, no para los congoleños; y así sucesivamente.

En lo referido a la situación que atravesamos y al actual corte de época, debe tenerse en cuenta que el ciclo de la Edad Contemporánea comienza a cerrarse a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. En el período comprendido entre l945 y l973 -tomando este último como un año que condensa complejos procesos sociales, similar a ese l789- se produce lo que podemos llamar la "Revolución Francesa" de los pueblos periféricos del Tercer Mundo. Por primera vez en quinientos años, estos dos tercios de la humanidad considerados seres inferiores por el dominio euroamericano -que hasta entonces habían manifestado su resistencia a través de luchas aisladas- cuestionan los poderes coloniales o neocoloniales y llevan adelante procesos de liberación nacional y social, consolidando bajo diversas formas gobiernos anti-occidentales en China, en Indonesia, en la India, en Vietnam, en Argelia, en Cuba, en distintos países asiáticos, africanos y de América Latina. Promueven nuevos valores de una ética solidaria junto a la libertad y a la igualdad: las autonomías nacionales, la justicia social, la reivindicación de su dignidad, el respeto a las identidades culturales, la cooperación horizontal entre naciones soberanas sobre principios de mutuo beneficio. Son procesos sociales, económicos, políticos, militares y culturales que cuestionan las raíces mismas del dominio occidental y su idea de que la cultura del l5% de la población mundial es la única civilizada, la verdadera "cultura universal", mientras los demás son bárbaros o primitivos. De lo cual se deducía que el "único camino" válido era la subordinación a los dictados y a la expoliación por parte de esas grandes potencias, para poder acceder a la civilización, para "entrar al Primer Mundo". Por el contrario, los nuevos movimientos afirman que lo mas rico y característico de lo humano es precisamente la multiplicidad de lenguas, de creencias, de expresiones artísticas, de concepciones del mundo; donde el respeto a las diferencias debe ser la base de la igualdad y no del desprecio o la discriminación. Crítica contundente de esos nuevos protagonistas del escenario internacional frente a la cultura occidental, que sin duda a lo largo de su historia ha exhibido deslumbrantes manifestaciones, pero también una sistemática veta racista y de desprecio hacia el resto de la humanidad.

Ese período de casi treinta años donde se desarrollan las luchas de liberación nacional y social, marcado por la presencia de grandes líderes como Mao, Tito, Gandhi, Sukarno, Lumumba, Nasser, N¨Krumha, Cabral, Fidel y el Che Guevara, Allende, Velasco Alvarado y tantos otros a quienes masivamente sustentaron las clases populares -junto a los movimientos de protesta estudiantil, de demandas obreras, de derechos civiles para las minorías negras en Europa Occidental o en los Estados Unidos- culminan en el año 1973 golpeando duramente núcleos decisivos del poder de las potencias occidentales, por primera vez en la historia. La derrota norteamericana en Vietnam; el aumento de los precios del crudo y el embargo petrolero impuestos por la OPEP, que comienza a quebrar las bases del desarrollo capitalista basado en energía barata, cuyo golpe final será la revolución islámica de 1979 en Irán; la Conferencia de los Jefes de Estado y Gobierno de los Países No Alineados en Argelia, donde plantean la necesidad de establecer un Nuevo Orden Económico Internacional más equilibrado -para frenar el histórico drenaje de riquezas en sentido Sur-Norte y las secuelas del colonialismo- y de un Nuevo Orden Mundial de la Información y las Comunicaciones que permitiera hacer oír sus voces: algo tan escandaloso que llevaría a los Estados Unidos y a la Inglaterra de Margaret Thatcher a retirarse de la UNESCO denunciando la "dictadura de las mayorías". Porque pretendían neutralizar el peso cuantitativo de los nuevos países independientes en los organismos internacionales, hasta entonces férreamente controlado por ellos. A tales cuestionamientos se unía la presencia en América Latina de gobiernos de orientación popular, que intentaban promover procesos de integración continental -uno de los más serios en términos de una perspectiva de afirmación nacional y en favor de los intereses sociales, sería el Pacto Andino impulsado por Salvador Allende y Velasco Alvarado- en alianza con otros gobiernos que, con mayor o menor grado de radicalidad o de conflictos, estaban hostigando la hegemonía norteamericana en la región.

Esta situación altamente desfavorable para las potencias capitalistas llevará a los Estados Unidos a impulsar una gran restauración conservadora; algo muy semejante a lo que fuera la restauración conservadora de la Santa Alianza entre 1815 y 1848 en el continente europeo, que permite reimplantar las monarquías absolutas afirmando que la Revolución Francesa, los nuevos valores, los cambios políticos, no eran más que un equívoco de la historia; y que una verdad eterna e incuestionada daba fundamento a las formas de dominio del Antiguo Régimen, a las aristocráticas de sangre, a la existencia de seres humanos superiores e inferiores. Con un espíritu similar -aunque aggiornado por las Comisiones Trilaterales y más tarde los tanques de pensamiento neoconservador- juntamente con el retiro norteamericano de Vietnam, a comienzos de los años setenta se despliega esa ola sincrónica de dictaduras militares en América Latina, que complementan las ya existentes en Brasil, Paraguay, Nicaragua, Salvador o Guatemala. Como parte de esa estrategia, caen bajo regímenes militares Uruguay, Bolivia, Chile, Argentina, Perú, Ecuador y otros países, hasta casi completar un esquema altamente represivo y de imposición de un terror político-militar aberrante, como condición inexorable para la implantación de los nuevos modelos económicos que, bajo diversas modalidades, culminan en el actual predominio neoliberal y sus métodos de saqueo. Porque no hubiera sido posible consolidar las políticas económicas del neoliberalismo -que sistemáticamente alimentan un descomunal traslado de recursos públicos y sociales hacia los grandes grupos económico-financieros locales o extranjeros- sin el ejercicio del terrorismo de Estado por parte de esas dictaduras y las secuelas del terror y la desarticulación política y social que afectaron a la mayoría de nuestras naciones.

En ese marco histórico se generan las condiciones que habilitarán la emergencia de la Revolución Científico-Técnica, como respuesta de las potencias centrales para revertir las nuevas relaciones de poder en el campo internacional, que estaban cuestionando su predominio: ya no controlaban el recurso de la energía barata, debido al incremento de los precios del crudo impuesto por la OPEP luego de la nacionalización del petróleo en la mayor parte de las naciones productoras; encontraban graves dificultades para contener el aumento del precio de las materias primas provistas por distintos países del Tercer Mundo; los modelos económicos fordistas, que tendían al pleno empleo con significativos beneficios sociales para los trabajadores, redundaban en un incremento de los salarios reales directos e indirectos, afectando las tasas de ganancia empresaria; el equilibrio en la carrera armamentista y espacial con la Unión Soviética y la derrota en Vietnam, planteaban la necesidad de reforzar los potenciales militares. En tal sentido, la crisis iniciada en 1973 -que se manifiesta agudamente en términos económico-financieros- es consecuencia de este cambio en las relaciones de poder político global, en detrimento de los principales países capitalistas y en particular de los Estados Unidos. Durante el transcurso de la década del setenta, la declinación relativa del poder norteamericano se hace evidente ante la URSS, que en esos momentos era productora y exportadora de petróleo; lo cual le permitirá incrementar sus lazos económicos con la mayoría de las naciones europeas y distintos países de América Latina bajo dictaduras militares y alcanzar una importante presencia en las áreas de influencia de los Estados Unidos: son las derechas europeas encabezadas por Helmuth Kohl o Giscard D¨Estaigne las que se niegan a participar en el boicot de los Juegos Olímpicos de Moscú promovido por los norteamericanos, debido a que el comercio y las inversiones en el bloque socialista son una clave para salir de su crisis; es la dictadura militar argentina la que se niega a participar en el boicot cerealero, también promovido por ellos. Un incremento relativo del poder soviético que culminará con la decisión de invadir Afganistán en l979, el mismo año en que triunfaban la revolución islámica en Irán y los sandinistas en Nicaragua.

Pero este recurso del petróleo, que en el decenio de los setenta constituyera una importante ventaja relativa para la URSS, se transformará en los ochenta en su talón de Aquiles. Porque el Japón, fuertemente acosado por sus carencias petroleras y poco después los Estados Unidos, aceleran el desarrollo de nuevas tecnologías de avanzada, especialmente en el campo de la teleinformática, la biotecnología y los nuevos materiales, que determinan un salto cualitativo en términos tecnológicos, equivalente al significado de los ferrocarriles frente al transporte tirado por caballos o bueyes. Las tecnologías de punta van a permitir la implementación de un nuevo paradigma productivo, de servicios, de comunicaciones e información y de administración económica y social, que desplaza aceleradamente las tecnologías de la Revolución Industrial; reduce cada vez más los requerimientos energéticos petroleros y de materias primas tradicionales; e impone una disminución promedio cercana al 75% en la participación del tiempo humano de trabajo en las diversas áreas de la producción, los servicios, las finanzas, la comercialización, la administración, las comunicaciones y la información. Asimismo estas tecnologías de punta significan un decisivo avance en el campo militar-espacial, debido a la miniaturización, eficiencia y aceleración de sus componentes esenciales; lo cual transforma a la Revolución Cientifico-Técnica en un sustancial instrumento de poder para revertir las relaciones de fuerzas internacionales, que venían socavando el predominio de los Estados Unidos y los principales países capitalistas.

El triunfo de la propuesta neoliberal de Ronald Reagan al comenzar los ochenta, fortalece la decisión de recuperar la hegemonía absoluta de los Estados Unidos a nivel mundial, a partir de tres lineamientos principales de acción orientados a profundizar la restauración conservadora, inspirada en la década anterior por Nixon-Kissinger y luego la Comisión Trilateral. Sobre la base del monopolio de las nuevas tecnologías, el primer eje de confrontación lleva a la definición de una nueva etapa de Guerra Fría y al lanzamiento de la Guerra de las Galaxias contra la URSS que, en términos de la magnitud de los recursos materiales destinados a su despliegue, puede considerarse una real Tercera Guerra Mundial y será uno de los factores determinantes de la desintegración del poderío soviético a partir de 1989. En lo referido al campo civil, se intentará frenar el creciente predominio económico alcanzado por el Japón en el mercado mundial, mediante una política económica que impulsa la reconversión tecnológica en gran escala de la producción, los servicios, las finanzas, las comunicaciones y la información, favoreciendo a las grandes corporaciones transnacionales -definidas como protagonistas por excelencia en la nueva etapa- mediante una marcada reducción impositiva y de los costos laborales y una desarticulación creciente del Estado de Bienestar, reemplazado por una nueva forma de Estado cuyas principales funciones serán garantizar la acumulación empresaria y la carrera armamentista y espacial. Los descomunales montos requeridos para llevar adelante estas estrategias transforman a los Estados Unidos en un gran polo de atracción de capitales financieros, utilizando para ello el incremento unilateral de las tasas de interés decretado por la Reserva Federal en 1981; y cuya contrapartida será la crisis del endeudamiento externo de América Latina y otros países del Tercer Mundo e incluso del bloque socialista, como Polonia o Hungría. El debilitamiento de la mayor parte de las naciones periféricas -principalmente en América Latina y el continente africano- debido a la crisis producida por el peso de su deuda externa, permitirá consolidar el poder del FMI y el Banco Mundial sobre sus economías y la imposición de diversos mecanismos de expoliación de recursos sociales y públicos, que se inician con la estatización de las deudas privadas y culminan con la privatización de las empresas, los servicios y los principales recursos estratégicos estatales; unidos a otras medidas no menos escandalosas. La hipócritamente denominada "década perdida" en los ochenta es consecuencia de esas políticas; y la especulación financiera de los noventa, al transformarnos en "países emergentes" y privatizados -es decir, en propiedad privada de megacorporaciones económico-financieras "globalizadas"- termina de colocarnos al borde de la catástrofe, como anuncian las crisis financieras en Corea, Malasia, Tailandia, Singapur, Indonesia, Rusia y hasta en el propio Japón. Porque no estamos meramente ante una debacle coyuntural; se trata de una crisis orgánica, de un corte de época histórica, debido al antagonismo profundo entre la lógica de depredación y exclusión social propia de los procesos de globalización neoliberales; y los potenciales y requerimientos planteados por la Revolución Científico-Técnica, que están produciendo un brutal efecto boomerang sobre quienes inicialmente la impulsaron.

En este sentido, la Revolución Científico-Técnica presenta diversas características y requerimientos vinculados con la emergencia del conocimiento -que supone educación, información, capacidad innovativa, diversos saberes en general- como el recurso estratégico por excelencia, equivalente a lo que fuera el petróleo, la industria pesada, la petroquímica y similares para la Revolución Industrial. Hoy las ramas más dinámicas del mercado mundial son las llamadas conocimiento-intensivo; y se tiende a superar la histórica división entre trabajo manual e intelectual, ya que se calcula que en no más de 10 años el 95% de las tareas normales de una sociedad van a requerir una formación básica equivalente al secundario completo y deja de tener sentido el esfuerzo físico en lo laboral. A su vez, es preciso remarcar que, cuando se señala que los nuevos paradigmas tecnológicos requieren un 75% menos de tiempo de trabajo humano, se está hablando de tiempo de trabajo y no de personas. Esto último es fundamental, en tanto se abren dos grandes alternativas polares hacia el futuro: porque se puede reducir echando al 75% de los trabajadores; o mediante una disminución en gran escala de la jornada laboral -donde se cambia tiempo por calidad del trabajo- acompañada de diversos mecanismos de redistribución de la riqueza social, lo cual requiere otro modelo de sociedad y Estado como condición para un ingreso viable en las coordenadas históricas y tecnológicas del próximo siglo. El anacronismo histórico de la globalización neoliberal, su orientación a contramano de la historia, su objetiva inviabilidad en el mediano plazo, se derivan de estas características y opciones planteadas por la actual Revolución Tecnológica.

La opción neoliberal impulsa un modelo de reconversión tecnológica salvaje -tendiente a expulsar trabajadores bajo diversos mecanismos de precarización, desocupación, subempleo, exclusión, brutal disminución de los salarios reales, incremento de los niveles de pobreza, eliminación de los derechos sociales básicos- que, al combinarse con una lógica de acumulación caracterizada por la acelerada concentración y polarización de la riqueza, está gestando una inmensa masa de población excedente absoluta, supernumeraria, inservible desde la perspectiva de los intereses hegemónicos: no les sirven como mano de obra barata, porque son reemplazados por sistemas automatizados más baratos y eficientes; ni como productores de determinadas materias primas, desplazadas por la composición de los nuevos materiales; ni mucho menos como consumidores, dados sus niveles de miseria e indigencia. No es simplemente una masa de población pobre, se trata de excluidos, de pobreza sin salida, de seres humanos que sobran en este mundo. En la dinámica de la globalización neoliberal, esta masa de hombres y mujeres excedentes está en peores condiciones que los esclavos, los siervos de la gleba o los proletarios de Marx; porque para poder obtener lucro de estas tres grandes categorías históricas de explotados, se necesitaba que estuvieran mínimamente vivos, mínimamente alimentados y mínimamente sanos. Por el contrario, cuando se trata de población sobrante, lo mejor para los grupos dominantes es que desaparezcan, que se mueran; exterminarlos, como hicieran con los pueblos nativos en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda o la Argentina, para enviar a esos territorios su propia población sobrante europea en la etapa madura de la Revolución Industrial, hacia mediados y fines del siglo XIX. Nuevamente se pretende que una parte minoritaria de la humanidad es verdaderamente humana y el resto son menos que humanos; para colmo, cada vez más peligrosos. Así, hemos llegado a la situación explosiva de la cual dan cuenta, entre muchos otros, los datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, donde se demuestra que el 20% más rico de la población mundial concentra más del 85% de las ingresos y la riqueza; mientras la dinámica de la globalización neoliberal determina que el flujo de recursos continúe drenando desde los pobres hacia los ricos y desde el Sur hacia el Norte. El problema adicional es que entre los pobres se produce el 97% de los nacimientos en el mundo y, de continuar estas mismas tendencias, en no más de 10 a 15 años tendremos a un 10% de la población concentrando el 90% de la riqueza terrenal, en tanto un 75% o más de los habitantes quedarían como población excedente, excluida, sobrante, sin posibilidades de futuro y, por consiguiente, barbarizada, obligada a conductas de desesperación que se manifiestan de diferentes maneras.

La realidad muestra que, frente a la globalización de la producción, la comercialización, los servicios, las finanzas, los recursos estratégicos, las comunicaciones y la información, lo que se vive en los territorios es un proceso de feudalización, donde se construyen murallas feudales para defenderse de los nuevos bárbaros. Murallas en sentido Norte-Sur u Occidente-Oriente como en la Europa actual, nuevamente acosada por los musulmanes, los turcos y los eslavos; y también como en los Estados Unidos blancos -que han construido una muralla en términos estrictamente literales en su frontera Sur- ante la presión migratoria de mexicanos y otros morochos de América Latina. Pero asimismo hay una feudalización de las ciudades, tanto en las del Norte como en las del Sur, en sentido ricos-pobres: es posible apreciar este neofeudalismo urbano en Nueva York o en París, como en Buenos Aires, Lima, México, Río o Saö Paulo. La clave es que, si los sectores dominantes pretenden continuar profundizando estas tendencias neoliberales de concentración de la riqueza y exclusión social, en no más de 10 años las sociedades van a dejar de ser vivibles aún para los privilegiados, más allá de la altura de sus muros feudales. Un ejemplo fue Río de Janeiro hace unos años: muchos privilegiados con bellísimos apartamentos en Copacabana mirando el mar, el morro, el sol, un día no pudieron bajar porque estaba el arrasträo; esa invasión de las playas por parte de niños y jóvenes que en otro modelo de sociedad deberían estar estudiando, trabajando, haciendo deportes, dedicándose al arte o a otras actividades creativas; pero que en estos modelos neoliberales, al ser transformados en población excedente absoluta, están condenados a ejercer conductas de desesperación para poder sobrevivir. Ese día los privilegiados no pudieron bajar; pero si las cosas siguen así, más allá de la represión que alguna vez ejercieran sobre los niños esos siniestros Escuadrones de la Muerte, antes de 10 años los suben a buscar.

Las respectivas proporciones demográficas y la magnitud de la concentración y la polarización de la riqueza, indican que si Europa Occidental y los Estados Unidos pretenden continuar con la histórica dinámica de extracción de recursos desde las áreas periféricas, su situación se hace cada vez más similar a la de la etapa anterior al feudalismo, la del Imperio Romano. Hay que recordar que en la caída de Roma confluyeron dos factores principales: en primer lugar, antes del ataque final y de su llegada en masa, los bárbaros se fueron infiltrando poco a poco, penetrando como hormigas en el interior del Imperio; y actualmente hay que pasar por París, Londres o Nueva York, para ver que están allí, han comenzado a penetrar en el Imperio. El segundo factor decisivo fue la decadencia moral de las clases aristocráticas y dirigentes romanas; y es también lo que observamos actualmente en las concepciones hegemónicas del capitalismo en Occidente (así como en Oriente y en el Sur): junto al incremento de la corrupción, el narcotráfico y las mafias de diverso tipo, predomina una ideología que expresa las facetas más pobres de la cultura occidental en todas sus épocas: el lucro, el egoísmo individualista, la competencia desleal, el consumismo, la hipocresía, la carencia de todo sentido solidario, las xenofobias, el racismo. Son los rasgos de una profunda decadencia espiritual. Cuando Bautista Vidal afirma que estamos en manos de mafias y delincuentes, está empleando correctos y rigurosos términos académicos: a modo de ejemplo, 400.000 millones de dólares anuales ingresan a los grupos financieros internacionales a través del lavado de narcodólares -ya sea en los paraísos fiscales o en bancos de los Estados Unidos- y esto es un poder mafioso que alimenta la globalización de las finanzas y sus métodos de especulación y saqueo. En este sentido, no es cierto que la DEA quiera erradicar el narcotráfico; lo que quiere es monopolizarlo: se trata de un mercado de 700.000 millones de dólares anuales y para controlarlo debe desplazar, como en cualquier otro negocio, a sus competidores de los cárteles de Cali, Medellín, Siria, etc.

Y si estos proyectos hegemónicos no son viables por sus consecuencias catastróficas, al mismo tiempo se muestran disfuncionales, en términos estrictamente técnico-económicos y por encima de los valores, frente a los requisitos planteados por el despliegue de la Revolución Científico-Técnica y a las características intrínsecas del nuevo recurso estratégico del conocimiento. Por una parte, a diferencia de los recursos estratégicos de la Revolución Industrial que promovían una tendencia a la concentración -dadas las modalidades de la industria pesada, el petróleo, las economías de escala, etc.- este recurso sólo adquiere sus potencialidades en cuanto está distribuido en el conjunto de la sociedad. Si únicamente es patrimonio de una minoría, no sirve: cuando el 95% de las tareas normales requieren una formación básica equivalente al secundario completo, la sociedad no puede funcionar con una población que carezca de ese nivel. Y como se sabe que el saber es poder, la redistribución del conocimiento supone necesariamente una redistribución del poder social. Por otra parte, las principales fuentes de incorporación, procesamiento, producción, reproducción y distribución de este recurso, también son esencialmente democratizantes. En primer lugar, un sistema educativo primario y secundario de alto nivel de calidad para el conjunto de la población, además de un derecho social es un factor económico indispensable; cumple un papel estructural y requiere inversiones públicas equivalentes a las que en otros momentos se realizaran en carreteras, ferrocarriles o represas hidroeléctricas. La segunda fuente esencial supone una recapacitación laboral de amplio alcance, de la totalidad de la mano de obra, para garantizar un acceso directo o indirecto a la operación de las nuevas tecnologías; ello supone nuevas formas de organización laboral y esencialmente la conformación de equipos de trabajo donde se articulen diversos saberes, ya que al trabajar en cooperación -y especialmente durante una etapa de transición- no es preciso que todos los integrantes dominen esas tecnologías: si algunos del equipo las dominan, todo el grupo tiene acceso. Es el ejemplo de Chiapas con las redes Internet y la capacidad de utilizar con inteligencia determinadas tecnologías de punta para promover los propios fines.

La tercer fuente de este recurso estratégico son las universidades articuladas con los sistemas científicos y tecnológicos, porque allí se procesa el conocimiento en su más alto nivel de calidad y en toda la gama de los saberes. Lo cual obliga a un replanteo en profundidad acerca del papel de las universidades; porque el modelo de Universidad -sus funciones esenciales y la determinación de quiénes serán los beneficiarios principales de su actividad, la formación de los cuadros universitarios, el tipo de conocimiento que se transmite, la orientación de las investigaciones y otros aspectos que definen los grandes lineamientos del modelo de universidad- está intrínsecamente relacionado con el modelo global de sociedad: político, socio-económico y cultural, predominante en una determinada etapa de la historia. A modo de ejemplo, en la Argentina se ha conformado un modelo socioeconómico global que llamamos "la Argentina privada": por una parte, hay un 15% de la población privilegiada, que tiene altos niveles de educación privada, universidades privadas, salud privada, seguridad social privada, espacios de recreación privados, televisión codificada privada, teléfonos privados y así sucesivamente; utilizando el término privado en sentido neoliberal, de apropiación. Por otra, el 80% o el 85% restante se encuentra crecientemente privado de educación, privado de salud, privado de seguridad social, privado de viviendas, privado de trabajo, privado de teléfonos, privado de espacios de recreación y así sucesivamente, en el sentido privado de privación, de carencia. Esto se vincula intrínsecamente con el modelo de Universidad que se pretende imponer y se hace evidente a partir de datos muy simples. Tomando el campo de la Arquitectura, nuestro país tiene un déficit cercano a los tres millones de viviendas en los estratos sociales de menores ingresos; por lo tanto, si el modelo político global está dispuesto a cubrir ese déficit, reconociendo el derecho a una vivienda digna como un derecho esencial de todos y cada uno de los ciudadanos, tendría que formar muchos más arquitectos que los que tiene; pero si la idea es que solamente se van a construir shoppings, countries o viviendas de lujo, sobran más del 85% de los arquitectos que forman las universidades. Algo similar sucede con los médicos, odontólogos, ingenieros, biólogos, físicos, sociólogos, antropólogos, comunicadores sociales y demás disciplinas duras o blandas.

A su vez, el tipo de conocimiento requerido por la Revolución Científico-Técnica ha cambiado substancialmente; y así como se han vuelto anacrónicas las calificaciones laborales de la cinta de montaje del taylorismo frente a los nuevos requisitos de polivalencia funcional; también se muestra anacrónica la "taylorización" del conocimiento, la división entre disciplinas como compartimentos estancos, la hiperespecialización en determinados temas, ignorando el contexto global en el cual tales temas cobran su sentido más ajustado. La formación que ahora se necesita son cabezas transdisciplinarias, capaces de articular la información estratégica de los diversos campos, de manejar encuadres complejos y abarcadores, que después se especializan o toman determinadas problemáticas en profundidad. Pero como este tipo de formación supone incorporar un amplio espectro de conocimientos, el modo de lograrla es a través del pensamiento colectivo, el trabajo en equipo, la cooperación, el intercambio de ideas. Es decir, una formación sustentada en valores de una ética solidaria, donde el egoísmo individualista, la competencia, esa lucha de todos contra todos que promueve el neoliberalismo, son altamente disfuncionales y nocivos para la producción del nuevo tipo de conocimiento: generan universitarios e investigadores que rápidamente se vuelven obsoletos. La ruptura en el tipo de conocimiento es tal que quienes trabajan en matemáticas del caos o fractales -la avanzada de las matemáticas y otras áreas de las ciencias duras- plantean la necesidad de incluir en la formación de los matemáticos unos dos años de literatura; porque la literatura obliga a un desarrollo casi inconsciente de la imaginación que luego permite tener una actitud creativa, ingeniosa, capaz de formular cuestiones desde ópticas diferentes, con mayor sensibilidad y capacidad crítica. Incluso muchas grandes empresas están descubriendo que les sirven más como ejecutivos los filósofos o historiadores -que tienen una formación capaz de brindar miradas más abarcadoras- que los hiperespecializados economistas neoliberales doctorados en Harvard o en Chicago.

Pero debe tenerse en cuenta que el conocimiento no es neutro; y que las universidades no deben actuar como si fueran élites iluminadas, como las únicas poseedoras de la verdad. Es el caso de dirigentes agrarios y sociales o de simples trabajadores, que pueden no haber terminado la escuela primaria; pero el conocimiento, los saberes prácticos, la sabiduría que ellos poseen, tienen un inmenso valor. Se trata por lo tanto de establecer las bases de una articulación entre diferentes tipos de conocimientos y saberes que deben ser complementados, mutuamente enriquecidos a través del diálogo, el respeto, el intercambio y la experiencia en común. Este intercambio de conocimientos académicos y sociales es esencial para redefinir el papel de las universidades en los procesos de reconstrucción económica, social y cultural. Especialmente en esta etapa, dado que las universidades y los sistemas de ciencia y tecnología son los únicos espacios en América Latina donde se concentra la masa crítica del recurso estratégico del conocimiento. A ello se une como ventaja adicional su capacidad potencial para dar respuestas integrales -desde estrategias comprensivas y multidisciplinarias- a procesos de recuperación económica y social en las distintas regiones donde se encuentran situadas. Tienen además una gran agilidad potencial para el intercambio de experiencias y conocimientos a nivel nacional y son los instrumentos más dinámicos para impulsar un proceso de integración continental autónoma, federativa y basada en relaciones horizontales, pluralistas y democráticas. Son los nuevos yacimientos de petróleo con que cuenta este continente para ingresar en la nueva Edad de la historia, partiendo de la definición de que todos los latinoamericanos tienen alma, son integralmente humanos y capaces de hacerse cargo de su propio destino. Porque si bien ninguno de nuestros países cuenta con los recursos materiales y humanos imprescindibles para desarrollar tecnologías de avanzada, el conjunto de las universidades y sistemas científico-técnicos de América Latina sí los tiene.

De este modo, los potenciales de la Revolución Científico-Técnica, el carácter del recurso del conocimiento y sus fuentes de producción y reproducción -que son requisitos inexorables para diseñar los nuevos esquemas productivos y de servicios, en inteligente combinación con otros tipos de tecnologías y recursos, de acuerdo con los objetivos trazados- obligan a impulsar procesos de amplia democratización política, socioeconómica y cultural. Porque no es posible democratizar la educación, la recalificación laboral y el ingreso a las universidades y a los

sistemas de ciencia y técnica, sin democratizar los otros espacios de la vida social: la salud, la distribución del ingreso, la vivienda y el hábitat, las comunicaciones y la información, el bienestar general. Lo cual mostraría una vez más la irracionalidad del neoliberalismo: dado que, al deteriorar los sistemas educativos primarios y secundarios; al anular la posibilidad de una efectiva recalificación laboral ante el crecimiento del desempleo, el subempleo, la precarización y la exclusión social de los trabajadores (en la Argentina actualmente cerca del 75% de la mano de obra está descalificada para operar con las tecnologías de avanzada); al acosar a las universidades y desarticular los sistemas de ciencia y tecnología, como lo están haciendo en la Argentina con la Comisión Nacional de Energía Atómica y otros importantes institutos de investigación, lo cual también está sucediendo el Brasil; el modelo neoliberal se transforma en una propuesta semejante a la de envenenar el ganado, tirar salitre sobre las tierras fértiles, derramar el contenido de los pozos de petróleo sobre los ríos o el mar; dinamitar las represas hidroeléctricas y similares. Es decir, se trata de un proyecto global orientado a destruir los recursos estructurales indispensables para entrar en una nueva etapa de la historia. No estamos entonces ante el único camino posible; estamos ante una dinámica de poder de una profunda irresponsabilidad social y nacional, que se mueve únicamente por la lógica del lucro, las ganancias extraordinarias y la especulación; y que es imprescindible revertir porque está llevando a nuestros países hacia una verdadera catástrofe.

El problema fundamental es cómo se construye un poder político-social y cultural; un poder de afirmación nacional y social y de integración continental autónoma, que permita revertir estas tendencias. Cómo llevar adelante una batalla contra la cooptación de políticos, universitarios e intelectuales orgánicos, característica de las estrategias neoliberales; de esos antiguos cuadros progresistas, socialistas, nacional-populares, que se han "modernizado" y adoptado la idea de que "la globalización neoliberal es el único camino", acompañando el discurso monocorde de una parte mayor de las dirigencias políticas y de los principales medios de comunicación de masas. En este sentido, así como Maquiavelo frente a la mutación -a la celeridad de las transformaciones que presenciaba en los comienzos del siglo XVI, cuya magnitud daba cuenta de los inicios de la Edad Moderna- apeló a la propia historia romana en sus escitos sobre Los Discursos de Tito Livio, como base para diseñar alternativas hacia el futuro; nosotros debemos apelar a las grandes tradiciones populares de América Latina. Recuperar las bases de ese debate acerca de quiénes son los seres verdaderamente humanos, los ciudadanos en estas tierras; aquéllos capaces de construir democracias integrales -políticas, sociales, económicas y culturales- y de aportar a una unidad continental autónoma, como respuesta a los desafíos planteados entonces por los inicios de la Edad Contemporánea. Porque en esas ideas de democracias avanzadas y de integración continental, están las claves de nuestras alternativas frente al porvenir. Es admirable la actualidad que tienen hoy las ideas de Artigas, de Petión, de Hidalgo y Morelos, de Dorrego, de Bolívar y San Martín, entre tantos otros líderes de la emancipación; y en especial, las concepciones educativas de un Simón Rodríguez, ante los requisitos del conocimiento impuestos por la Revolución Científico-Técnica. Artigas y los sistemas flexibles de producción o las redes teleinformáticas; Simón Rodríguez y la formación de mentes creativas y libres a través de la educación; Bolívar y San Martín en la construcción de una unidad federativa y autónoma de todo el continente, para ingresar con dignidad y ser protagonistas de nuestro propio destino en las coordenadas del siglo XXI. Porque allí están las raíces de los nuevos modelos de sociedad, basados en una democratización de todos los espacios de la vida social, que en la actualidad conforman la condición inexorable -en términos fríamente técnico-económicos- para desplegar los potenciales de la Revolución Científico-Técnica en esta nueva Edad de la Historia. 



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