lunes, 24 de marzo de 2014

38, TESTIMONIO DE MEMORIA




A ellos



Cuando pienso treinta y ocho años, siento que el tiempo se hace uno con ellos, él ha sido solo un túnel entre el pasado reciente que se va transmutando en una sola presencia que no puede regresar, ni tocarme, ni besarme más porque lo detuvieron, lo secuestraron, lo desaparecieron. Como a ellos... 

Tantas imágenes atraviesan la muralla de la conciencia que es necesario, imprescindible, aprehenderlas con los ojos del corazón y del alma para que no fuguen, porque el macabro fantasma del olvido tiene esa misión: dejar pasar, naturalizar, encajonar y tapar lo relevante de lo insignificante. Y cada vez que alguna raíz quiere hundirse en la memoria, su martillo se encarga de golpear la verdad hasta desangrarla si puede, el olvido hace esto, de este ancestral oficio sobrevive. Cuando lo ha logrado, cuando ya no hay indicios de lo que pasó y por qué pasó, cómo fue y cómo nos sucedió, cuando el olvido se apodera del presente, "vive" como un príncipe en su corte ordenando con potestad no ver más, sus anteojeras aprietan como la mordaza que se cierne sobre uno, nos inverna pacientemente como los gélidos témpanos que sobrevienen con él... Nos hacemos inmigrantes de nosotros mismos, sin saber, ni siquiera imaginar quiénes somos en realidad.

Yo quiero ser uno con ellos, los que se los llevaron vivos y hoy no están. Conmigo el olvido no pudo, no dejé que se asomara, varias veces me tentó; es más fácil cubrir el horror, el espanto, la tragedia que asumirla. No lo dejé pasar esa frontera que marca la dignidad de lo llano, de lo mediocre, de lo baladí. Lo sigo tiroteando... A fuerza de escopetazos lo mantengo a raya, a veces se levanta conmigo y me acaricia, me seduce... La mejor manera de espantarlo es ser, a pesar de todo, feliz, feliz de ser fiel a uno mismo. 

No puedo dejarme arrasar por la tortura del dolor, no puedo, no debo!! Entonces, es cuando opera esa transformación, única, original: trastocar aquél en vida que reivindica la vida revolucionariamente. 


Es verdad: ellos nos hacen falta!! Los extrañamos, los necesitamos!! Pero, también sé que solo la lucha nos vuelve más compañeros, más hermanos, más íntimos, más presentes en ellos mismos, en aquella zona de lo humano que precisamente por humana, late. Y eso, eso es casi todo lo que una ausencia tremenda puede hacer para convertir las mañanas y las tardes en mateadas conversadas, plenas de sus risas y sus miradas. Las noches, las noches ya no tanto...



Raúl Olivares.-
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