miércoles, 6 de diciembre de 2017

"LA VERDAD ES LO MEJOR QUE NOS PUEDE PASAR" / Entrevista a Adriana, la última nieta en recuperar su identidad



Adriana junto a Estela de Carlotto y sus tías Silvia y Marcela. Atrás, las fotos de sus padres. Imagen: Bernardino Avila






Entrevista a Adriana, hija de Violeta Ortolani y Edgardo Garnier, la última nieta en recuperar su identidad


“La verdad es lo mejor que nos puede pasar”





Reveló que llegó a la pareja que la crió a través de una mujer que tenía un contacto con un comisario y traficaba con bebés. Que pagaron para tenerla. “Fue durísimo sentir que en un momento me transformé en una cosa”, le dijo a PáginaI12.


Entró a la sala del primer piso de la casa de Abuelas de Plaza de Mayo entre aplausos. Se sentó, a un lado estaba su tía Silvia, al otro Estela Carlotto. Miró a lo lejos, a los fotógrafos, camarógrafos, periodistas, amigos y compañeros de sus padres que llenaban la sala. Sonrió, se rió y dijo “guau” por lo bajo. Después suspiró. Estela contó que era la hija de Violeta Graciela Ortolani y Edgardo Roberto Garnier, secuestrados y desaparecidos en diciembre de 1976 y febrero de 1977. Tenía un collar con la letra A, pero durante la conferencia de prensa no se pronunció su nombre. “Adriana”, dijo, cuando se lo preguntaron, casi al finalizar.

Adriana escuchó con las manos entrelazadas con su tía Silvia la historia de sus padres que contó Estela. En los minutos que duró el pequeño relato, cambió risas por emoción. Sonrió cuando mencionaron que su padre tenía un taller de reparaciones que se llamaba “el pollo eléctrico” y acotó “yo tampoco”, ante el dato de que su mamá “no era de salir ni ir a bailar”. Cuando finalizó su presentación en sociedad como “la nieta 126”, bajó a compartir otro rato con su familia, amigos y compañeros de sus padres que habían ido a conocerla. En una pausa de la vorágine que había empezado 24 horas antes, cuando en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad le informaron que era hija de desaparecidos, habló con PáginaI12 y contó algunos detalles de su búsqueda. Reveló que llegó a la pareja que la crió a través de una mujer que tenía un contacto con un comisario y traficaba con bebés. Que pagaron para tenerla. Y que fue duro sentir que en algún momento se transformó en una cosa. Aseguró que las personas que la anotaron como si ella fuera su propia hija no sabían que sus padres estaban desaparecidos, ni que su madre la había parido en cautiverio y luego había sido asesinada y que ella era también una beba secuestrada a la que su familia estaba buscando. Pero contó que en algún momento comenzaron a sospecharlo y decidieron callarse. A sus apropiadores les dice padres de crianza o papá y mamá o viejos. A Violeta y Edgardo también les dice padres. O viejos. . Casi todo es nuevo, las palabras se van acomodando. Quizás otras cambien con el tiempo. 

–¿Cómo fue el momento en que te confirmaron que eras hija de desaparecidos? 

–El lunes a las diez y media me llamaron pero no me dieron la noticia. Me dijeron ´tenés que venir, tenés que venir´. Estaba en un estado de mucha ansiedad, de por sí soy ansiosa, caminaba por las paredes. Iba a ir después del trabajo pero llamé y dije ¿puedo ir ya? Me mostraron documentación, cuestiones de laboratorio, técnicas y de a poquito me fueron contando. Hace un año y medio que vivo con un vacío... que vivía. Porque me había dado negativo un primer análisis. Traté de que ese vacío o dolor que tenía se hiciera compañero, que no jodiera. Me explicaron que se agregaron muestras genéticas de mi abuela materna y ahí dio recontrapositivo. Y acá estoy, no entiendo más nada, me sumergí en esta vorágine de encuentros, de mucho amor. De pensar que fui un bebé no deseado y abandonado a saber que fui deseado y buscado durante 40 años. Estoy plena de felicidad. 

–Te enteraste de que podías ser hija de desaparecidos después de que murieron las personas que te criaron. ¿Habías tenido algunas dudas antes? 

–No hubo un quiebre de aguas. Fue paulatino y fueron una serie de indicios que se fueron juntando. Más que nada era un pálpito. Lo primero que se me viene a la cabeza es el lugar donde nací, o donde me registraron: Wilde. Toda mi familia de crianza era de Capital. Yo le preguntaba a mi mamá y ella se ponía nerviosa. Me sonaba raro, porque no conocía Wilde, supuestamente me fueron a tener allá y me trajeron. No tenía fotos del embarazo y ella me hablaba mucho de cómo era yo de chiquita. Pero cuando le preguntaba del parto… ahora ato cabos. Para ella fue heavy. Creo que no fue feliz a pesar de tenerme y a pesar de tener teóricamente una familia normal. 

–¿Y cuándo te enteraste de que podías ser hija de desaparecidos? 

–Cuando fallece mi mamá yo estaba muy enojada con ella. Habíamos discutido antes y ella se cae en la calle. Tiene un coágulo y la operaron de urgencia. Estuvo dos meses agonizando. Fue horrible. Siempre quise complacerla, darle una felicidad que no tenía. A veces me sentía culpable, me dolía. Y cuando se muere me deja vacía, el mundo se me viene abajo, me separé. Estaba muy mal. Mi tía de crianza, la hermana de mi papá, quería decírmelo, porque no compartía la forma que tenían mis viejos de ocultar, pero estaba esperando el momento. Y una vez, hablando con la mejor amiga de mi vieja le dije “a veces se enojaban conmigo y yo no entendía por qué y a veces sentía que era adoptada”. Lo dije como si ser adoptaba fuera algo malo, pero quería decir que a veces era como que me desconocían. Y ella me dice “y si fueras adoptaba ¿qué?”. Yo: “bueno, nada. O sí, todo. Si soy adoptada quiero saber”. Me dijo que no, trató de arreglarlo, pero me quedó la duda. Le conté a una amiga, pero yo era hasta parecida a mi mamá de crianza. Muy parecida. Pero mi amiga me dijo: “¿Y si fueras parecida de casualidad? Yo te acompaño a Abuelas, hacete el ADN”.

–La opción fue enseguida Abuelas, ya pensaban que eras hija de desaparecidos. 

–Soy del 77. Pero primero hablé con mi tía. La llamé por teléfono y se quedó en silencio. Ella quería decírmelo pero no así, no en ese momento. Me lo confirmó y me dijo: “lo que quieras saber contá conmigo”. 

–¿Ella también sabía o suponía que podías ser hija de desaparecidos?

–Mis viejos lo empezaron a sospechar cuando yo tenía 12 o 13 años. Ella me dijo que mi papá sospechaba y que estaba angustiadísimo. Mi mamá había tenido un embarazo que no llegó a término, no sé si le hicieron mal el raspaje pero se le hizo una infección y la tuvieron que vaciar, casi se muere. Se anotaron para adoptar, esperaron doce años. Una vecina del barrio tenía un hermano que era comisario y no sé como se hizo el contacto. Les ofrecieron que si aparecía algún bebé en adopción... bueno, adopción flojita de papeles, pero no sustracción de bebés. Ellos en la desesperación dijeron sí. Un día llamaron por teléfono y le dijeron “ya tenemos eso”. Y ella preguntó ¿rosa o celeste? Para comprarme la ropita. Le dieron la dirección y le cortaron. Me compraron ropa blanca y me fueron a buscar a Wilde, a una clínica, que no sé si existió o era un montaje. Había una partera o una enfermera. Al otro día hicieron los papeles y chau, me anotaron como hija. El mismo comisario le había conseguido un nene a su hermana, era un tema de tráfico de bebés, pero no se imaginaron esto. 

–¿Tu mamá dónde te tuvo?

–Aparentemente en Quilmes, pero eso lo están averiguando. En cautiverio por supuesto. 

–¿Para que te entregaran hubo plata de por medio?

–Sí. La amiga de mi mamá me dijo que mis viejos vendieron todo para conseguirme. Fue duro eso, sentir que en un momento me transformé en una cosa. Eso fue durísimo. 

–¿Durante tu infancia y adolescencia sabías algo sobre los desaparecidos? 

–Supe cuando fui más grande, como a los quince. En mi casa trataban de evitar el tema. Creo que ya empezaron a dudar. Por ejemplo, con la película La Historia Oficial mi vieja no quería saber nada. Después fui atando cabos. Yo la vi de grande y dije “con razón”.

–¿Cómo fue el encuentro con tus familiares?

–Fue fuerte. Primero conocí a mi prima. Después a tres amigos de mi papá. Hoy (por el martes) a mis tías y falta mi abuela. Sentí que me conocían de toda la vida . Y sentí la búsqueda, los 40 años, es un montón, es una vida. Por eso cuando me dijeron “tomate tu tiempo, cuando quieras los conocés” dije “Ya ¿cuánto tiempo más vamos a esperar?”. 

–¿Qué sabes de tus papás, qué te llamó la atención de lo que te contaron hasta ahora?

–Que eran buena gente, que tenían ideales, que eran valientes y que puedo estar orgulloso de eso. Y que hacían una linda pareja, que estaban súper enamorados, que fui deseada, vi una foto del casamiento. Me da mucha tristeza que su historia no pudo continuar. Me acuerdo de mis padres de crianza, de sus fotos y momentos y pienso que ellos disfrutaron lo que mis padres biológicos no, lo que a mis viejos les fue truncado.

–¿Y de sus secuestros? 

–A mi mamá la secuestraron el 14 de diciembre de 1976 con ocho meses de embarazo. Tenía fecha para el 20 de enero de 1977. A punto de parir la secuestran, parece que la torturaron. Mi papá estaba desesperado. Todavía me estoy desasnando. Se había ido a ver a su familia a Concepción del Uruguay para decirle que iba a buscar a su mujer y su hijo. No le importaba nada. Eso fue re lindo y re triste. Fue a buscar hasta en los cuarteles. Quería sacarme a mí y lo chuparon a él también. Fue un horror. Pero a pesar de esa tristeza, es lo que dije en la conferencia, no pudieron, el amor le ganó al odio. El amor es más fuerte que el odio. 

–Tus padres de crianza te mintieron durante un montón de tiempo. Capaz es prematuro hablarlo ahora, pero ¿te das cuenta de eso?

–Si. Al principio sentí bronca, bronca, bronca. Por la mentira. Lo sabía toda la familia y lo tenían que callar y yo me sentía una boluda enorme. Eso me jodió un montón. Pero creo que mis viejos lo padecieron, no fue gratis. 

–¿Y ahora cómo te sentís?

–Estoy feliz. Feliz y plena. Y con mucho miedo, pero un miedo lindo. Es decir, a lo que me depara... aunque todo lo que me depare va a ser mejor. Pero conocer a tanta gente y organizarme... Tengo familia por todo el país. Y hay muchos amigos que conocían a mis viejos y que hoy me abrazaron como si nos conociéramos de toda la vida. Son de sangre y no de sangre, pero son la historia que me hubiera tocado vivir. 

–Dijiste en la conferencia que hacías esto también por otras personas que pueden estar dudando.

–Les digo que se manden, que ni lo piensen, porque la verdad es lo mejor que les puede pasar, que nos puede pasar. Que se pongan en el lugar de esa familia que hace 40 años los está esperando. En mi caso digo que es maravilloso, porque te esperan con una alegría y una felicidad que no se puede describir con palabras. La tenés que sentir. Hoy siento que mi autoestima está muy entera, que desborda, antes estaba medio apachurrada, medio triste, como una plantita que había que regar bastante. Ojalá que mi historia pueda ayudar. Lo que nos pasó fue un horror. No tiene comparación la maldad que hubo en el país. Que no ocurra nunca más. No nos lo merecemos como personas ni como país.



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