lunes, 2 de abril de 2018

DE AQUEL EXITISMO BELICISTA A ESTA LÁGRIMAS POR LOS SOLDADOS CAÍDOS Sergio Wischñevsky




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ENTENDIENDO LAS NOTICIAS



De aquel exitismo belicista a estas lágrimas por los soldados caídos


Sergio Wischñevsky



El exitismo y el nacionalismo cruzan la guerra y el fútbol, hoy como ayer. El duelo que comienza a terminar con la identificación de 90 soldados caídos en Malvinas en el año de un mundial trae al presente un combo que se repite. A 36 años de la Guerra de Malvinas, los condimentos de la cultura popular que permitieron la manipulación de masas por parte de los militares siguen vigentes en plena democracia. Mientras la política Cambiemos cede mucho más que soberanía al Reino Unido, eso no se recuerda hoy.





Un testimonio del dolor que aún persiste: las conmovedoras imágenes de los 200 familiares que pudieron visitar en suelo malvinense por primera vez las 90 tumbas con nombres y apellidos de los soldados caídos durante la guerra de 1982, ahora identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. La guerra duró 75 días, el duelo por los muertos lleva 36 años y, al decir de sus familias, recién comienza a cerrarse con las identificaciones.

El afán desmedido de éxito, es una de las marcas de nuestra cultura masiva: de hecho la palabra exitismo es considerada un localismo de Argentina, Uruguay, Boliva y Chile por la Real Academia Española. Por eso estamos tan dispuestos a idolatrar sin barreras a todo aquello que nos prometa acercarnos a esa tierra prometida que nunca llega. La contracara de este singular rasgo es la fría crueldad con la que solemos tratar a quienes creemos que nos han defraudado, la indiferencia brutal a la que podemos someter a quienes les hemos confiado esa ilusión y nos devolvieron la imagen de lo que realmente somos, nunca le perdonaremos al espejo ser el portador de la noticia de que no somos lo que creemos ser.



Cuando el 2 de abril de 1982, el Comunicado de la Junta Militar anunció que las islas Malvinas habían sido tomadas, una ola de entusiasmo popular brotó de lo más profundo de las entrañas del pueblo argentino. Claro que no fue unánime, casi nada lo es, pero su extensión y magnitud obró casi como una unanimidad. Los militares que se jactaban de haber derrotado a la “subversión marxista” tenían serios problemas para justificar su permanencia en el poder. La economía daba signos de creciente descontrol, y el malestar social se expresaba cada vez más abiertamente. Su punto máximo fue el 30 de marzo con una movilización masiva y desafiante a Plaza de Mayo. Solo tres días después llegó el anuncio de la recuperación de las islas y una nueva historia pareció abrirse.





En cada hogar, en cada lugar de trabajo, en los bares, en las escuelas, en todos los medios de comunicación, en el colectivo, en la calle; cada argentino se transformó en un estratega militar que hablaba de aviones y portaviones como si se tratara de fútbol o de la novela de la tarde. Desde los medios masivos las noticias llegaban en cascada para confirmar que otra vez el espíritu sanmartiniano, el coraje gaucho que expulsó a los ingleses en 1806 con aceite hirviendo, y en 1810 a los españoles, estaba de regreso. La prometida grandeza argenta le sacó pecho a los imperios y en los subtes y en los teatros se gritaba: “el que no salta es un inglés”.

El dictador Leopoldo Fortunato Galtieri se dio el gusto de hablar desde el balcón de la Casa Rosada, nada menos, y puso en estado de delirio a una apreciable multitud cuando soltó: “Si quieren venir que vengan, presentaremos batalla”. El vapuleado nacionalismo argentino tuvo su canto de cisne. Y claro, se agrandó, un nutrido grupo comenzó a cantar: “Tero, tero, tero, tero, tero, tero, tero, tero, hoy le toca a los ingleses y mañana a los chilenos”.

La marcha de las Malvinas sonó sin cesar, un variado abanico de propagandas nacionalistas no paró de poner leña en el fuego del triunfalismo. El punto más álgido de esta campaña se concretó el 8 de mayo, cuando se emitió un programa de TV conducido por los populares Cacho Fontana y Pinky (Lidia Satragno), que con el fin de recaudar fondos para la guerra estuvo por 24 horas ininterrumpidas al aire. Por allí desfilaron los más famosos miembros de la farándula argentina, quienes con lágrimas en los ojos donaron dinero, se postularon para lo que se los necesite. Maradona hizo un cheque por cien millones de pesos, Mirtha Legrand se ofreció a ir a las islas para levantar la moral de la tropa, Susana Giménez donó sus joyas más preciadas, sin pausa pasaron también intelectuales, políticos, militares y empresarios. Pero la gente común también dejó su testimonio y sus joyas, aunque solo fuera un humilde anillo heredado, o la cadenita de una abuela. El mismo gesto de la entrega que el general San Martín recibió antes de cruzar los Andes. Miles de toneladas de alimentos y abrigos fueron regalados para que los soldados puedan sobrellevar el duro frio malvinense.

Y de pronto llegó la realidad.


El 14 de junio por cadena nacional se propagó el Comunicado 166, el de la rendición, el que le explicó a la población que la tecnología británica era superior, el que dice que EEUU se alió con los ingleses, el comunicado que volvió a la tierra a los argentinos. Dolió porque se había querido volar muy alto y el golpe fue duro. La dictadura preparó muy bien ese momento.



AUDIO RADIO NACIONAL DEL COMUNICADO DE LA RENDICIÓN






El mundial de España había comenzado el día anterior, el partido inaugural lo jugó la selección argentina porque era la campeona del Mundial 78, y a esos campeones se les sumaba el mejor jugador del mundo: Diego Armando Maradona. Ya se podía poner el exitismo en otro lado. Pero, además, el 11 de junio vino por 31 horas al país el Papa Juan Pablo II, era la primera vez que venía un sumo pontífice a la Argentina, y vino a hablarnos de Paz, vino a pacificarnos. El mundial no fue lo esperado y la dictadura empezó su camino de salida. Hoy hablamos de Malvinas, pero los triunfos de Boca y River del fin de semana, marcan la agenda mediática tanto como marcará la agenda política el nacionalismo mundialista de mitad de año.


El golpe fue duro y vergonzoso y costó mucho volver a hablar de esos temas. Pero los chicos de la guerra empezaron a volver, eran las grandes víctimas, pero también el espejo en el que nadie quería mirarse. Se los recibió con indiferencia, hasta con cierta hostilidad. Y así volvieron a ser víctimas. En la guerra murieron 649 argentinos: 323 durante el hundimiento del crucero General Belgrano y 326 en el archipiélago. Pero según la Asociación Combatientes de Malvinas por los Derechos Humanos un número superior a 500 ex combatientes se quitó la vida en estos 36 años transcurridos. No supimos contenerlos. No sabemos contenernos. Malvinas desde hace 36 años es mucho más que una cuestión de soberanía. Es también lo que pasó en esa guerra.




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