jueves, 27 de junio de 2013

LOS DOS





A Maxi y Dario .

Veintiuno y veinticinco, veintiuno y veinticinco, son sus jóvenes, únicos, extraordinarios años... Los dos nos dejaron todo. Los dos lucharon con veintiuno y veinticinco por sueños que no caben en la imaginación de un mundo mediocre. Imposible encajar tanto amor multiplicado en ideales tan terrenales como ciertos. Los dos se entregaron con veintiuno y veinticinco, inconfundibles, de lleno, por los trabajadores, los desocupados, los excluidos de todo derecho, los olvidados de toda justicia, por todos aquellos que no cuentan para este sistema. Los dos dieron sus vidas hermosas en plenitud revolucionaria, para que otros vean que lo que se asume con el alma y la conciencia, se pone con el cuerpo. Los dos lo pusieron, pusieron el cuerpo a la iniquidad de una vida sin oportunidades y repleta de negaciones de todo tipo. Los dos militaron condicionando la realidad opresiva, de baldío, de abandono para el hambre y la miseria; construyendo los dos (aun distantes, lejos de imaginar su trágico final), cimentando los dos un proyecto ejemplar, desde sus barriadas, desde las carencias más increíbles, transformándolas en casas, bibliotecas, comedores, escuelas, organizando, edificando el poder de la gente común desde abajo, desde un abajo profundo que solo se conoce cuando se lo vive; trabajando con los que sufren, los desposeídos, los que han sido desechados. Los dos demostraron, precisamente, que ese poder, el de la lucha, el de la solidaridad social, el de las utopías, no solo es posible, sino que porque es posible, es imprescindible. Los dos, entonces, crearon conciencia de clase entre los suyos y en la práctica, su militancia fue ya una revolución germinal. Contra eso dispararon aquel día en Avellaneda, porque era eso lo que buscaban silenciar, no fue solo brutalidad policial, no fue solo una prueba de sadismo de la bonaerense, fue un plan concebido y ordenado por el otro poder, desde los gabinetes de la rosada, desde los despachos de Solá, desde los intereses más espurios de la Unión Industrial, en definitiva, una masacre más en el inventario de los mismos facinerosos de aquel diciembre de 2001. Intentaron fusilar eso, dispusieron fusilar su belleza, su impulso, desearon fusilar su dignidad. Eso creyeron... Y asimismo, creyeron que aniquilaban la Esperanza. Estaban convencidos en masacrar para ejemplificar con el terror. Firmemente maquinaron ese envilecido designio... Asesinos de la Vida!! Carniceros!! Mercenarios!! Verdugos!! Ellos, los dos, viven más allá de sus balas homicidas. Ellos, los dos, viven más allá de su crimen atroz. Ellos, los dos, viven, y ustedes, muertos en vida!! Sepulcros abiertos!! Ustedes, algún día verán, como ellos, los dos, vuelven, haciéndose justicia por justicia por más justicia, hasta el fin de esta impunidad y las que les son consecuentes...

Los dos con veintiuno y veinticinco, hoy nos hablan, nos abrazan en cada esquina, en cada calle... Gritan feroces allí, donde el corazón manda en cada compañero. Los dos, ya saben, (porque ellos, los dos, Maxi y Dario, ya saben), que su sangre corre, no se ha detenido, no la han frenado, antagónicamente, su generosa sangre, va por los caudalosos ríos, aquellos que se pierden en la mirada, que "suenan porque agua traen", que brotan y pasan porque son indispensables al cauce de esa hidrografía portentosa de los pueblos en rebelión.

Los dos, ya no son dos. Los dos, son tres, son cuatro, son cinco, son diez, son cien, son mil, son más, muchos más... Esa, es insoslayablemente, su singular, su subjetiva y sublime "venganza"...


aportes en la crisis.-
Todos los derechos reservados.-






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