domingo, 31 de enero de 2016

GENOCIDIO Y NEGACIONISMO / LAS CONSECUENCIAS EN EL PRESENTE Por Beatriz Sznaider




› LAS IMPLICANCIAS DE LAS DECLARACIONES DE DARIO LOPERFIDO


OPINIÓN


Genocidio y negacionismo

Las consecuencias en el presente


Por Beatriz Sznaider *



Precisar el número de víctimas en eventos que por sus características y magnitud llevan al ocultamiento o destrucción de pruebas testimoniales y documentales puede ser una tarea digna, si no alimenta el germen de cierto negacionismo. ¿Cuántas personas murieron en el atentado a las Torres Gemelas? ¿Cuántas en Colombia o en México por la acción de grupos estatales, paraestatales o del crimen organizado? Esto por nombrar, solamente, conflictos que reverberan con más intensidad en nuestro país, mientras sabemos nada y preferimos pensar menos sobre la destrucción de vidas que generan “lejanos” golpes de Estado, guerras civiles, limpiezas étnicas y religiosas en otros continentes.

Es altamente probable que en la Argentina no haya habido 30 mil desaparecidos por el terrorismo de Estado. En realidad nunca sabremos cuál fue la cifra final. Los responsables de ese “agujero negro” no somos los familiares de las víctimas, ni los militantes de los derechos humanos ni el periodismo, ni los partidos políticos, ni la Justicia. Los responsables de ese “hueco traumático” son los integrantes de las Fuerzas Armadas y sus aliados civiles que, prolongando la agonía de la pérdida, no tuvieron siquiera el valor de reconocer sus crímenes y hacer público qué hicieron con los cuerpos de nuestros familiares.

Sólo a título personal afirmo que hubiese cambiado los años de detención que le dictó la Justicia argentina a los cómplices de la desaparición de mi hermano, Jorge Víctor Sznaider, secuestrado en 1979 a los 19 años, junto a cinco jóvenes más, a cambio de saber cuál fue su destino final.

El señor Lopérfido intenta establecer una controversia falaz respecto de si la sociedad argentina fue o es más violenta que otras sociedades: “red herring”, argumento distractivo o un contrasentido que busca socavar la importancia de la lucha por los derechos humanos en la Argentina. Parece plantear que finalmente, si lo que pasó en nuestro país es más o menos igual a lo que ocurrió u ocurre en tantos otros, para qué o por qué darle un estatuto que no se le otorga más allá de nuestras fronteras. En el límite, parece dejar planteado que si los desaparecidos no fueron 30 mil y, además, también mueren personas por violencia política en otros lugares del mundo, el esfuerzo por sostener su memoria no sería legítimo.

Pero en realidad no creo que a Lopérfido le interese si los desaparecidos fueron 30 mil. Lo que lo agita, quizás, es la insistencia de gran parte de la sociedad argentina para traer al presente el significado del terrorismo de Estado; de sus proyecciones sobre el hoy. Pareciera que junto con la causa, quieren “encerrar” la participación y acallar la polémica o los disensos frente a las insensibilidades que nos acechan todos los días.

También aparece el argumento de una historia de la democracia escrita por o para los Montoneros. Poner en primer plano el rol reciente de integrantes o simpatizantes de organizaciones armadas de los años 70 que sobrevivieron es dejar de lado que desde hace más de 30 años, la democracia, con todas sus deudas, es el resultado de la convicción y el esfuerzo de la mayoría de la sociedad.

Como telón de fondo, reaparece la “teoría de los dos demonios”. Sobre las muertes ocurridas a partir de atentados o enfrentamientos gestados por las organizaciones armadas, digo que cada muerte es una tragedia. Y me siento humanamente identificada con el dolor de esos familiares. Pero en el nivel de la justicia y de la historia existe una condición permanente del Estado que trasciende el tiempo de sus gobernantes y que no se equipara con la responsabilidad y el tratamiento que desde la justicia y la historia se les debe otorgar a grupos civiles autónomos. Por eso diferenciamos la acción sistemática del terrorismo de Estado, de los actos de violencia llevados a cabo por las organizaciones armadas.

Las debilidades, errores o defecciones pasadas, no vuelven virtuosas las torpezas presentes. Hay mucho para hacer, sin destruir. Hay mucho para restañar, sin pensar que se puede hacer de cualquier manera. En las áreas de derechos humanos los profesionales y trabajadores formados durante la última década no son responsables de la coyuntura, pero sí de haberse capacitado para actuar en casos de gran complejidad y que atañen tanto al terrorismo de Estado de los 70-80, como a las nuevas violaciones de derechos individuales y sociales.

Como decía Borges, la patria es más que la suma inconcebible de sus generaciones. Necesitamos más grandeza e inteligencia que afectación y gerenciamiento.




* Hermana de Jorge Víctor Sznaider.



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