viernes, 4 de mayo de 2018

¿POR QUÉ SERÁ QUE SUBE EL DOLAR? Por Sebastian Soler



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¿Por qué será que sube el dólar?









La razón de esta corrida, como de la anterior y de la próxima, es el programa económico del gobierno


“La demanda récord de dólares ayer en Argentina sorprendió a todos… Nadie esperaba que el Gobierno tuviera que salir a vender casi U$S 1.500 millones en un día”. (Guillermo Kohan.)


El desconcierto de las autoridades del Banco Central para enfrentar la corrida cambiaria que en cinco días se engulló U$S 4.300 millones de sus reservas sólo rivaliza con el desparpajo de algunos analistas serios para sugerir razones coyunturales ajenas a la política económica de Macri que la expliquen.
Un día después del miércoles negro en que el Banco Central necesitó vender un monto récord de U$S 1.471 millones para retardar, al menos por unas horas, la escalada del dólar, a los especialistas les sobraban excusas razonables para justificar el comportamiento inesperado del mercado cambiario.
Pasa que la tasa de los bonos del tesoro estadounidense superó por dos centésimas la barrera psicológica del 3% incentivando el fly to quality y la apreciación internacional del dólar. Pasa que empezó a regir para los extranjeros un impuesto del 5% sobre el rendimiento de las Lebac y eso sumó presión. Pasa que el boom de los créditos hipotecarios UVA potencia la demanda. Pasa que el debate sobre las tarifas en Diputados compromete la batalla del gobierno contra el déficit. Pasa que la sequía afecta el volumen de las liquidaciones de divisas del sector agrícola. Pasa que la unidad del Peronismo, el fuego amigo y la renuncia de Monzó (sí, literal, la renuncia de Monzó) generan inquietud en los inversores. Aparentemente, es tanto y tan variado lo que pasa que es muy difícil saber por qué pasa.
Algunos de los argumentos menos pintorescos de la lista son atendibles. Por ejemplo, desde el comienzo del año venimos alertando en esta columna que la decisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos de promover un aumento de tasas (no menos de cuatro veces este año) terminaría de trabar la puerta giratoria del endeudamiento externo en dólares. Pero el énfasis sobreactuado sobre los motivos coyunturales pierde elocuencia a medida que la corrida se prolonga y profundiza. Si el impuesto a las Lebac empezó a regir el miércoles, ¿qué buscaban los que compraron los U$S 853 millones que el Banco Central tuvo que vender el jueves o los U$S 1.382 millones que volvió a vender el viernes? ¿Pagar el impuesto cuánto antes?
En realidad, la razón trascendente de esta corrida cambiaria, como de la anterior e, inevitablemente, de la próxima, es el programa económico del gobierno que potencia la restricción externa y la desregulación a ultranza que socava las defensas que podrían morigerarla. Deuda en dólares para financiar déficit en pesos, rebaja de los impuestos a los más ricos que agravan ese déficit, eliminación de todos los controles al ingreso y salida de los capitales especulativos, ofrecimiento de tasas en moneda local fuertemente positivas para atraerlos, apertura comercial unilateral, derogación del requisito de repatriar las divisas de las exportaciones, dolarización de operaciones domésticas.
Los resultados son sencillos de cuantificar. El año pasado la Argentina gobernada por Macri necesitó, redondeando cifras, U$S 8.500 millones para pagar intereses de la deuda externa del gobierno nacional, U$S 8.500 millones para cubrir gastos de turismo y con tarjeta de los argentinos en el exterior, y U$S 8.500 millones para saldar el déficit de la balanza comercial de bienes. Como se puede apreciar, el mejor equipo de los últimos cincuenta años compensa con consistencia aritmética la falta de eficacia económica. A esos U$S 25.500 millones, se le suman –y aquí hace falta una pausa para tomar aire porque el número quita el aliento– los casi U$S 48.000 millones que los argentinos (individuos y empresas) compraron para ahorrar localmente o fugar al exterior.
Son U$S 73.500 millones de dólares que el gobierno tuvo que conseguir en alguna parte. Que no fuera el mundo al que le íbamos a servir de supermercado porque terminamos importando más productos de los que exportamos. Ni tampoco las inversiones directas de empresas extranjeras ávidas por levantar las persianas de las fábricas (cuya capacidad ociosa se mantiene en el 40%) porque sólo sobraron U$S 94 millones después de que a los U$S 2.362 millones que ingresaron por ese concepto se les restaran los U$S 2.278 millones que se fueron como dividendos hacia las casas matrices del exterior. El año pasado el gobierno cubrió la mitad de esa demanda con más deuda externa y la otra mitad con dólares que los extranjeros y los propios argentinos vendieron por pesos para aprovechar, mientras duraran, los retornos extremadamente generosos de las Lebac.
En los primeros tres meses de este año ambos extremos de esa ecuación han empeorado. El déficit comercial acumulado en el trimestre alcanzó los U$S 2.500 millones, mas del doble que en el mismo período del año pasado. También aumentaron las compras brutas de residentes para ahorro, que anualizadas ya superan los U$S 50.000 millones. Mientras tanto se sació la sed de los mercados internacionales por la deuda argentina. Hace más de tres meses que ni el gobierno nacional, ni los gobiernos provinciales, ni las empresas locales logran colocar bonos en moneda extranjera en el exterior. Y se derrumbó el ingreso de capitales golondrina, que promediaba U$S 800 millones por mes en 2017 y ahora apenas supera los U$S 300 millones mensuales.
La acumulación de esos números adversos y la persistencia de su tendencia negativa sólo podían significar una cosa para los tenedores, especialmente los inversores institucionales extranjeros, de instrumentos en pesos como las Lebac, cuyo stock total convertido a dólares sumaba al empezar abril los mismos U$S 61.000 millones que el total de las reservas del Banco Central: las reservas, que son la contrapartida de dichas inversiones, se están convirtiendo cada vez más rápido en el único recurso disponible para satisfacer las múltiples demandas de divisas incentivadas por las políticas del gobierno. Sacaron la cuenta y vendieron.
Al final, no le alcanzó al Banco Central con vender U$S 4.300 de dólares en cinco días, y soportar un deterioro equivalente de sus reservas (10% de pérdida desde marzo), para impedir que el precio del dólar superara los $21. El viernes 20 debió combinarla con una suba drástica de tres puntos de su tasa de política monetaria que cerró en 30,25%, clausurando la fase de contención de tasas que pretendió inaugurar la extravagante conferencia de prensa de Marcos Peña y el equipo económico del 28 de diciembre. El dólar concluyó la semana en $ 20,88.
La próxima corrida, cuando llegue, será distinta. Sus razones no.

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