TESTIMONIOS
“La letra con sangre entra”. (O léase sino también, "didáctica" del autoritarismo.)
Todos los antagonismos de clase, en plena puja por dominar unos sobre otros, aparecieron develados, la noche del 23 de junio pasado. La fuerza primitiva del Estado cayó en las cabezas de los trabajadores de Santa Cruz, para que la "letra del orden" entre y quede claro quiénes son los gerentes que encarnan el poder, y cuan separados están unos de otros.
El zorro pierde el pelo pero no las mañas”, dice el refrán y en esta ocasión se aplica al gobierno, que ayer reprimió injustificadamente a los trabajadores docentes de la Provincia de Santa Cruz. Quienes luego de 56 días de lucha (a la fecha), llevan adelante un paro en la provincia, soportando todo tipo de coerciones: jurídicas, laborales y de otra índole, por parte del ejecutivo provincial con la connivencia del estado nacional. Los docentes santacruceños están en paro por mejoras salariales, en una zona donde la canasta familiar alcanza un costo muy superior al del resto del país y en donde la lucha obrera cada vez se agudiza más y más, producto de la profundización de la crisis económica y social. La voracidad de las multinacionales del petróleo asentadas allí han llevado a la región, al manejo de su economía en valores que tienen como referencia primordial los precios-dólar, lo que sumado a la intermediación y la sangría por la fuga constante de capitales, para el salvataje de la crisis fenomenal del capitalismo en Europa, provocan un estado de subdesarrollo generalizado, que día a día corroe a grandes sectores de la población del sur de nuestro país. El impacto de la rapiña, dónde se va a sentir más? obviamente en los trabajadores: La canasta familiar provincial ronda los $10.000, el kilo de pan cuesta $12, el kilo de carne $70, un alquiler $3.000, mientras que el salario docente es de $3.520, con un básico de 1.306 pesos.
Los maestros sureños atraviesan, el duro trayecto que va desde la imperiosa necesidad cotidiana a mantenerse en la unidad y enfrentar a un gobernador como Peralta que representa a esos intereses foráneos y sus negociados, (como el de las regalías petroleras y el de la pesca, entre otros), y que no está dispuesto a dialogar para llegar a un acuerdo. Infranqueable y tajante Peralta no hace más que minar constantemente la posibilidad de acceder a paritarias que definan la instancia superadora del conflicto gremial. Ante este escenario, agotadas totalmente las posibilidades con el “Sr. Gobernador”, los educadores santacruceños decidieron en forma conjunta, trasladar el pedido al Ministerio de trabajo, en la persona de su ministro Carlos Tomada. Para ello ordenaron a sus principales dirigentes viajar a esta Capital y profundizar en el centro del poder, sus reclamos, a la vez que, de esta manera, hacer más contundentes sus acciones para instalar el tema en la realidad nacional. Así lo hicieron, tras un larguísimo viaje colocaron una carpa frente al Ministerio laboral. Alrededor de las 23.30. hs. el gobierno K, con la infantería los reprimía salvajemente, con camiones hidrantes, golpizas y detenidos. Esa fue la recepción democrática que les ofrecieron…
La orden fue dada desde las mismas entrañas de la “rosada”, que no quiere tenerlos aquí porque su existencia representa otro riesgo más para la campaña, y además porque desea dar un escarmiento ejemplificador a quienes provienen de una provincia presidencial, con todo lo que ello significa.
No hubo dudas, entrando la madrugada, todo se transformo en un “baño de agua” y palos…
Todo ello fue una vergüenza lacerante y un despropósito absoluto. Pero tampoco fue una sorpresa, siempre está la posibilidad que la pedagogía del oprimido se trastoque en “pedagogía” sobre el oprimido y en este sentido, hay muy buenos “maestros” en el Kirchnerismo.
Vaya entonces mi repudio enérgico para los responsables de esta nueva agresión y mí solidaridad incondicional con las víctimas, que no solo deben aguantar un déspota en la provincia, sino que también lo deben hacer en esta ciudad, con las opresivas “mañas“, que esta vez golpearon donde más duele: en nuestras conciencias .
Raúl Olivares.
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