martes, 29 de diciembre de 2015

EL SILENCIO DE LOS OTROS Por Gustavo Cirelli



El silencio de los otros


Por Gustavo Cirelli

La intoxicación (des)informativa a la que fue sometida la sociedad durante años se refleja por estas horas con nitidez pantagruélica. Ahora resulta que las cosas no eran tan así como el club de los periodistas estelares y los medios hegemónicos le indicaron a sus audiencias hasta el hartazgo.

Sólo a modo de ejemplo: cómo olvidar el paso de comedia patético en el que, desde la pantalla de TN, asustaban a los espectadores con el cuco del silencio por la inevitable desaparición de la señal informativa del Grupo Clarín a causa de ese veneno oculto en los pliegues de una ley que terminaría siendo votada por el Congreso nacional, luego de uno de los más amplios debates en diversos foros que se tenga registro. En ese caso, una norma que sepultaría la que regía a la Radiodifusión desde los años en que este país lo gobernaban Videla, sus cómplices civiles y las picanas. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se sancionó y demoró años en aplicarse (algo que nunca llegó a concretarse completamente) debido a las argucias legales que fueron imponiendo los actores dominantes del sistema comunicacional de la Argentina. Los mismos que durante años la pisaron, ahora chillan porque la ley, por caso, les resulta vetusta por no avanzar en aspectos que hacen al dinámico desarrollo de la convergencia tecnológica del último lustro. Una falacia argumentativa como tantas otras.

Sencillo: para cuestionar una ley con el objetivo de modificarla, el primer paso es reconocerla como tal. Y lo que sucedió fue que los pesos pesados ignoraron la norma a la que deberían haberse adecuado. Cabe subrayar, si bien era obvio entonces y lo es hoy, que TN no tuvo, ni tendrá, una franja de clausura como se agitó en los meses previos a la sanción de la LSCA, ni sus periodistas sufrieron, ni sufrirán, una mordaza que les impida decir lo que consideran justo las veces que lo crean necesario. Nunca ocurrió. De eso se trata la libertad de expresión.

Pero con narrativa maniquea, los que parecen haber descubierto la grieta en la historia argentina hace 15 minutos intentan, a los codazos, reinterpretar la realidad ante las mismas audiencias que enfermaron de odio. A saber: si no pasó lo que ellos dijeron que iba a pasar es porque ellos dijeron que iba a pasar lo que no pasó. Genial.

Lo ineludible por fáctico y grosero es que la franja de clausura lució desde la Nochebuena hasta ayer en las oficinas de AFSCA, el ente oficial que debe controlar la aplicación de esa ley. Y la mordaza, como era previsible, no silenció a los periodistas antikirchneristas. No. Ellos, como corresponde al juego democrático, podrán seguir disfrutando de las pautas públicas/oficiales (nacionales, provinciales, municipales) y privadas que les permitan cargar el changuito en el súper sin sobresaltos.

El triunfo electoral de Cambiemos en las elecciones de 22 de noviembre definió que Mauricio Macri será presidente de los argentinos hasta 2019, y que la fuerza que gobernó en el país durante 12 años, el FPV, deberá mascullar sus errores, transitar sin drama una autocrítica necesaria y consolidarse como oposición si es que anhela a regresar en cuatro años. Ni más ni menos que la alternancia que imponen las urnas. Por lo tanto, no es eso lo que está en juego en estas jornadas calientes.

Ante cierta retórica de la moderación pública en la mayoría de los flamantes funcionarios (con notorias excepciones: el ministro Aguad y el caso AFSCA, o la intención de designar por DNU a dos miembros de la Corte) los que exudan resentimiento, -suerte de desorbitada venganza contra colegas, más acorde al despecho por herida narcisista rayana a la impotencia intelectual que al debate crítico, honesto, de ideas contrapuestas) son algunos periodistas o los propios medios tradicionales, y sus sucursales amarillas y cloacales.

Hay indudablemente un correlato entre los perseguidores -los plumas del oficio- y la elaboración que hace tiempo se viene instalado por parte de la intelligentsia biempensante y republicana de estos días que estigmatiza al gobierno que dejó la Casa Rosada el 10 de diciembre cuando el reloj marcó la medianoche, como bien indica la flamante tradición de la Patria cautelar, que determina la duración de los mandatos presidenciales desde el despacho de un juez. Entonces: la fuerza política, el FPV, que fue derrotada en las urnas, y en particular su líder, Cristina Fernández de Kirchner, son narrados como una régimen autoritario, ciertamente sui generis, ya que fueron a elecciones varias veces, ganaron unas y perdieron otras; o debieron gobernar un año sin presupuesto porque la oposición cuando tuvo mayoría parlamentaria no se los aprobó, o también quisieron impulsar una fallida reforma judicial que tuvieron que desistir porque el sector más conservador del Poder Judicial se los impidió. Así podrían enumerarse distintas experiencias de la gestión kirchnerista, que ahora tratan de asimilar con el oprobio del autoritarismo más rancio. Se podía estar de acuerdo o no con tonos, estilos y prioridades antes, como se puede estar de acuerdo con tonos, estilos y prioridades, ahora. Lo peligroso es consagrar, en esa nueva narrativa político-mediática que se ha comenzado a escribir, que el kirchnerismo surgió del huevo de una serpiente.

El empresario sojero Gustavo Grobocopatel definió en la Revista Veintitrés: "Tengo muchos amigos muy inteligentes que les creen (a los K). Verlos razonar y cómo pierden el sentido común me ayuda a entender la historia de la humanidad. ¿Por qué existió Hitler? ¿Por qué existió Stalin? ¿Por qué una sociedad como la alemana, tan culta y refinada, creó a Hitler?" Sí. Leyó bien.

A los intelectuales orgánicos de los regímenes estalinistas o nazis se los consideró, con sobrada razón, colaboracionista de un estado criminal, y por ende fueron perseguidos y juzgados. Seres despreciables a los que, como muy mínimo, habría que escrachar públicamente.

Y esa analogía simbólica, composición absurda y perturbada de la realidad, tiene quien la escriba: la tapa de ayer del diario Muy, del Grupo Clarín, quedará en las profundidades más oscuras de los anales de un oficio en crisis.

Cuando la sociedad estaba conmocionada por una insólita fuga de los condenados por el Triple Crimen de la efedrina, los electoralmente funcionales hermanos Lanatta y Schillati, que rajaron del penal de máxima seguridad de General Alvear por la puerta de la prisión, en Muy ilustraron la nota central de tapa con otras cinco fotos: las de Cynthia García, Roberto Caballero, Carlos Barragán, Luciano Galende y Eduardo Aliverti, todos ellos periodistas, acompañado por el título "Relato Karo", en un derroche de originalidad. Más allá de la subjetividad sobre qué es noticiable y qué no lo es, desde Muy/Clarín optaron por cuestionar los contratos de los periodistas que se desempeñaron hasta ahora en Radio Nacional y no una inverosímil fuga penitenciaria.

En ese punto se desprenden un par de cuestiones. La primera es una ironía: los mencionados no quedan muy bien parados si se compara sus salarios con los de otros conductores radiales que están entre las otras radios más escuchadas del país: han ganado menos que sus competidores. No es un dato menor, ni para pasar por alto, que la Radio Pública se haya reposicionado en rating.

Por otro lado, llama la atención que se destaque algo que no sucederá. La denuncia es sobre presuntos sueldos que no cobrarán porque eran montos por contratos previstos para el año próximo, y es público que muchas de esas voces ya fueron silenciadas de los micrófonos de la AM 870. Esta suerte de escrache trucho exhibe en verdad la caza de brujas que se echó a rodar desde algunos sectores. Habrá que estar atentos si es sólo por efectos colaterales del cambio en la gestión de los medios públicos y, por ende, una modificación en estilo y en la línea editorial-lo que resulta habitual acorde a la experiencia de otros cambios de gobierno-; o si detrás de tales decisiones algún trasnochado más papista que el Papa, digamos, alucina con la instalación de listas negras.

Hace tres años, este presente persecutorio se redactó por otras vías: en noviembre de 2012 fueron 35 páginas de una denuncia criminal que los abogados del Grupo Clarín impulsaron por "incitación a la violencia" contra Caballero, periodistas de 678 y Fútbol para todos, y contra el intervenido titular de la AFSCA, Martín Sabbatella.

Tiempo Argentino lo denunció y tras el escándalo, Héctor Magnetto y sus abogados desistieron de continuar con la demanda penal por un presunto delito que contemplaba penas de tres a seis años de cárcel.

Hoy Sabbatella fue desplazado a empujones del AFSCA; el silencio en la tevé se impuso sobre 678, y Caballero, entre otros, ya no tiene aire en radio.

No existe el olvido.

Sólo les llevó algo más de tiempo. 


iNFO|news



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