lunes, 17 de octubre de 2016

SUBIDOS A LOS HOMBROS DE LOS GIGANTES




"Ha llegado la Hora de los pueblos"


«Somos enanos, pero subidos a los hombros de los gigantes vemos más lejos que ellos» 

Bernardo de Chartres, siglo XII.-



Por su concepción visionaria e integradora de la política, transcribimos el siguiente texto. Escrito en el exilio del General, en Madrid en el año 1968, es un análisis histórico, político, socio-económico, que caracteriza la sociedad contemporánea a la luz de nuestros recursos estratégicos y la necesidad de emprender definitivamente un proyecto latinoamericano, nacional y popular de liberación. Su lectura-obligada para aquellos que quieran comprender el genio de Perón-nos interpela en nuestros días a afrontar la praxis revolucionaria desde nuestra realidad como pueblos en lucha, en el contexto del dominio del imperialismo y las grandes potencias. No se trata de una narración discursiva para agradar el paladar de la época, o no quedar al margen de los acontecimientos que la marcaban como tal, sino todo lo contrario, el texto apunta a esclarecer, cuestionar e instalar un problema que irremediablemente se plantearía: Cuál es el papel que jugaremos como pueblos organizados, en la crisis del capitalismo que ya emerge? Y que él sintetizaba con su celebre consigna: "El año 2000 nos encontrará unidos o dominados"...

Con todo, la idea de esta publicación, en un aniversario más  del 17 de octubre del '45, es que como lo decían los escolásticos de la edad media, un día nos subamos a los hombros de los gigantes, para que desde ese lugar, nos animemos a construir La Patria Grande, como la anhelaban nuestros Padres, los patriotas que dieron sus vidas por esta sublime causa.



aportes en la crisis.-
Todos los derechos reservados.-



La Hora de los pueblos, J.D. Perón


“La integración continental de la América Latina es indispensable: el año 2000 nos encontrará unidos o dominados, pero esa integración ha de ser obra de nuestros países, sin intervenciones extrañas de ninguna clase, para crear, gracias a un mercado ampliado, sin fronteras, las condiciones más favorables para la utilización del progreso técnico y la expansión económica; para evitar divisiones que puedan ser explotadas; para mejorar el nivel de vida de nuestros 200 millones de habitantes…”. 

J.D.Perón, "La Hora de Los Pueblos".-








"Hay que encarar una vida en común entre nuestros países y una defensa en común" 




"Es indudable que el mundo, superpoblado y superindustrializado, presenta para el futuro un panorama que la humanidad todavía no ha conocido por lo menos en una escala tan extraordinaria. Todos los problemas que hoy se ventilan en el mundo son, en su mayoría, producto de esta superpoblación y superindustrialización, sean problemas de carácter material o sean problemas de carácter espiritual. Es tal la influencia de la superproducción y es de tal magnitud la influencia de la técnica y de esa superproducción, que la humanidad, en todos sus problemas económicos, políticos y sociológicos, se encuentra profundamente influida por esas circunstancias. Si ése es el futuro de la humanidad, es indudable que estos problemas irán progresando y produciendo nuevos y más difíciles problemas emergentes de las circunstancias enunciadas. El segundo problema que plantea la industrialización es la materia prima: valdría decir que en esté mundo que lucha por la comida y por la materia prima, el problema fundamental del futuro es un problema de base y fundamento económicos, y la lucha del futuro será cada vez más económica, en razón de una mayor superpoblación y de una mayor superindustrialización. En consecuencia, analizando nuestros problemas, podríamos decir que el futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud de las reservas que posean: Y ahora, viendo el problema práctica y objetivamente, pensamos cuáles son reservas de alimentos y reservas de materias primas. Las zonas del mundo donde todavía existen las mayores reservas de estos dos elementos fundamentales de la vida humana: el alimento y la materia prima. Es indudable que nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y alimentos del mundo. Esto nos indicaría que el porvenir es nuestro y que en la futura lucha nosotros marchamos con una extraordinaria ventaja a las demás zonas del mundo, que han agotado sus posibilidades de producción alimenticia y de provisión de materias primas o que son ineptas para la producción de estos dos elementos fundamentales de la vida. Si esto, señores, crea realmente el problema de la lucha, es indudable que en esa lucha llevamos nosotros una ventaja inicial, y que en el aseguramiento de un futuro promisorio tenemos halagüeñas esperanzas de disfrutarlo en mayor medida que otros países del mundo. Pero precisamente en estas circunstancias radica nuestro mayor peligro, porque es indudable que la humanidad ha demostrado -a lo largo de la historia de todos los tiempos— que cuando se ha carecido de alimentos o de elementos indispensables para la vida, como serían las materias primas y otros, se ha dispuesto de ellos quitándolos por las buenas o por las malas, vale decir, con habilidosas combinaciones o mediante la fuerza, quiere decir, en buen romance, que nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y superindustrializados, que no disponen de alimentos ni de materia prima, pero que tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras necesidades. Ahí está el problema planteado en sus bases fundamentales, pero también las más objetivas y realistas. Si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista como han sido miles y miles de territorios desde los fenicios hasta nuestros días. No sería una historia nueva la que se escribiría en estas latitudes; sería la historia que ha campeado en todos los tiempos, sobre todos los lugares de la tierra, de manera que ni siquiera llamaría mucho la atención. Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa en común. Si esas circunstancias no son suficientes, o ese hecho no es un factor que gravite desisivamente para nuestra unión no creo que exista ninguna otra circunstancia importante para que la realicemos. Si cuanto he dicho no fuese real, o no fuese cierto, la unión de esta zona del mundo no tendría razón de ser, como no fuera una cuestión más o menos abstracta o idealista.


Señores: es indudable que desde el primer momento nosotros pensamos en esto; analizamos las circunstancias y observamos que, desde 1810 hasta nuestros días, nunca han faltado distintos intentos para agrupar esta zona del Continente en una unión de distintos tipos. Los primeros surgieron en Chile, ya en los días iniciales de las revoluciones emancipadoras de la Argentina, de Chile, del Perú. Todos ellos fracasaron por distintas circunstancias.


Es indudable que, de realizarse aquello en ese tiempo, hubiese sido una cosa extraordinaria. Desgraciadamente, no todos entendieron el problema, y cuando Chile propuso eso aquí en Buenos Aires, en los primeros días de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno fue el que se opuso a toda unión con Chile. Es decir, que estaba en el gobierno mismo, y en la gente prominente del gobierno, la idea de hacer fracasar esa unión, fracasó por culpa de la Junta de Buenos Aires.


Llegamos a nuestros tiempos.


Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado, por lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y sincera para que esta unión pueda realizarse en el Continente.

Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso tambien que es de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes del año 2000, y llegar un poco en mejores condiciones que aquella que nos podrá deparar el destino mientras nosotros seamos yunque que aguanta los golpes y no seamos alguna vez martillo; que también demos algún golpe por nuestra cuenta.

Es por esa razón que ya en 1946, al hacer las primeras apreciaciones de carácter estratégico y político internacional, comenzamos a pensar en ese grave problema de nuestro tiempo. Quizá en la política internacional que nos interesa, es el más grave y el más trascendente; más trascendente quizá que lo que pueda ocurrir en la guerra mundial, que lo que pueda ocurrir en Europa, o lo que pueda ocurrir en el Asia o en el Extremo Oriente; porque éste es un problema nuestro, y los otros son problemas del mundo en el cual vivimos, pero que están suficientemente alejados de nosotros. Creo también que en la solución de este grave y trascendente problema cuentan los pueblos más que los hombres y los gobiernos.

Es por eso que, cuando hicimos las primeras apreciaciones, analizamos si esto podría realizarse a través de las cancillerías actuantes como en el siglo XVIII, en una buena comida, con lucidos discursos, pero que terminan al terminar la comida inoperantes e intrascendentes, como han sido todas las acciones de las cancillerías de esta parte del mundo desde hace casi un siglo hasta nuestros días; o si habría que actuar más efectivamente,influyendo no a los gobiernos, que aquí se cambian como se cambian las camisas, sino influyendo a los pueblos que son los permanentes, porque los hombres pasan y los gobiernos se suceden, pero los pueblos quedan. Hemos observado, por otra parte, que el éxito, quizá el único éxito extraordinario del comunismo, consiste en que ellos no trabajan con los gobiernos, sino con los pueblos, porque ellos están encaminados a una obra permanente y no a una obra circunstancial. Y si en el orden internacional quiere realizarse algo trascendente, hay que darle carácter permanente, porque mientras sea circunstancial, en el orden de la política internacional no tendrá ninguna importancia."



La Hora de los pueblos, J.D. Perón, cap. IV, Integración Latinoamericana.-











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