miércoles, 26 de agosto de 2015

QUÉ ES Y PARA QUÉ SIRVE EL PARLASUR Por Federico Vázquez





POLÍTICA REGIONAL

Qué es y para qué sirve el Parlasur

En octubre, por primera vez los ciudadanos en Argentina votarán diputados al Parlasur. La pobreza periodística y la operación política de bajo vuelo convierten en una proeza informarse de qué se trata esta institución. Sin embargo, el Parlasur es un salto clave en la muchas veces declamada pero poco practicada integración regional.




Es como si el repertorio de argumentos para hacer una operación política estuviera limitado por ley: una vez cerradas las listas para diputados al Parlasur, medios y políticos opositores volvieron con la idea de que elegir por vía directa a los representantes del Mercosur era una artimaña para conseguir fueros a granel.

Exactamente lo mismo que habían dicho a fines de 2014, cuando el Congreso Nacional aprobó la ley 27.120 que modificó el Código Electoral y estableció que con las elecciones generales de octubre también se vote en forma directa a 43 diputados para el Parlasur. La diferencia era que el 29 de diciembre de 2014 todavía se especulaba con que Cristina Kirchner podía estar en la boleta. Esa posibilidad se evaporó al conocerse las listas, lo que no impidió que la operación siga su curso.

Más allá de eso, también es absurdo pensar que el Parlasur puede funcionar como un mágico paraíso de fueros: sus diputados tienen los mismos beneficios y obligaciones que ya existen en cada uno de sus países. Y en el caso de la Argentina, la ley 25.320 (sancionada por el gobierno de la Alianza en el año 2000, después del escándalo de los sobornos en el Senado) deja en claro que la inmunidad parlamentaria se limita a preservar de la detención física, pero no del curso de la imputación ni, desde ya, de la condena.

Despejada la inverosímil duda de que se esté creando un organismo internacional para dar cobertura e impunidad a delitos cometidos por políticos argentinos, intentemos ver de qué se trata el Parlasur y para qué puede ser útil.

Primer dato básico: el Parlasur funciona desde el 2007, tiene sede en Montevideo y lo componen los países miembros del Mercosur (Brasil, Argentina, Venezuela, Paraguay y Uruguay).

Durante estos ocho años, el Parlasur fue poco más que un órgano consultivo y simbólico. La razón principal es que sus diputados son elegidos por los parlamentos de cada uno de los países y no por los ciudadanos. Ergo, las decisiones que puedan tomar están acotadas, ya que no tienen origen en la soberanía popular en forma directa.

En un principio cada país tenía la misma cantidad de miembros (18), algo que no preocupaba a nadie, en tanto el órgano no poseía un peso político relevante.

Con el tiempo, después de muchas negociaciones, se llegó a un acuerdo en el Mercosur para lograr una “representación atenuada” entre todos sus socios. Esto significa que cada país tendrá un peso vinculado a su volumen electoral, pero sin que ninguno pueda alcanzar una mayoría absoluta por sí sólo. De esa combinación salió entonces que Brasil tenga 75 diputados, la Argentina 43, Venezuela 33 y Paraguay y Uruguay 18 cada uno. 

Ese acuerdo permitió iniciar el camino para el segundo y decisivo paso: que los propios ciudadanos del Mercosur voten a sus representantes al Parlasur.

En el 2013 Paraguay, que volvía a los foros regionales después del quiebre democrático que expulsó a Lugo del gobierno, picó en punta y eligió a sus 18 miembros en elección directa. Argentina será el segundo país, cuando en octubre elija a sus 43 diputados.

Esta dinámica sin duda acelerará el proceso, imponiendo al resto de los países una agenda electoral menos flexible. Brasil anunció que hará lo propio en las próximas elecciones generales de 2018 y Uruguay en el 2019. La fecha en Venezuela es una incógnita, pero una vez que Argentina y Brasil tenga su representación directa, seguramente buscará ajustarse a la norma general.

Lo más interesante y menos comentado del futuro Parlasur es que, por primera vez, la integración regional va a dejar de ser un asunto exclusivo de las cancillerías y los Presidentes, y tendrá un espacio político conformado por la voluntad de los ciudadanos.

Ese cambio, cambia todo. Porque, entre otras cosas, va a permitir que por primera vez se dejen de ver los asuntos de la integración desde las perspectivas nacionales (Lo que quiere “Brasil”, lo que quiere “Argentina”, lo que quiere “Uruguay” y así) para pasar a un debate donde afloren los acuerdos y diferencias ideológicas. Por ejemplo, en el futuro Parlasur, sería muy lógico que las bancas del Frente para la Victoria voten en sintonía con las del PT de Brasil o el Frente Amplio Uruguayo. Y, al mismo tiempo, las del PRO hagan lo mismo con el Partido Blanco o Colorado de Uruguay o el PSDB brasileño.

Es decir, va a existir un órgano político regional donde el debate se parezca mucho más al debate político que existe en cada uno de los países y no a negociaciones vaporosas y tecnicismos totalmente ajenos para los ciudadanos de a pie.

Algo más. Así como hace años se conoce la sintonía que existe entre los presidentes progresistas, cada vez más se conocen los contactos entre los líderes políticos de la oposición. En general, eso es leído como “intromisiones”, o alianzas por conveniencia. Ahora existirá un espacio para que germine una política regional a la luz del día y donde las alianzas y cercanías tengan un origen y un resultado electoral.

Como todo, el Parlasur está lejos de ser una panacea ni de resolver los escollos gigantes que tiene el proceso de integración.
Pero después de tantos “gestos”, ideas y venidas y tiempos muertos, el avance en la elección directa de los diputados regionales es un hecho concreto, palpable y auspicioso para el proyecto integrador. En octubre, Argentina da un paso clave en ese objetivo.



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