sábado, 1 de agosto de 2015

RODOLFO ORTEGA PEÑA / A 41 años de su asesinato por la AAA




A 41 años de la muerte del abogado, militante revolucionario y defensor de presos políticos en manos de la AAA.

Rodolfo Ortega Peña



Nació el 10 de septiembre de 1936. Abogado, historiador, periodista y militante político, fue una de las más altas expresiones de la actividad intelectual vinculada al compromiso político en la década del 70.

En sus comienzos, fue militante de la Federación Juvenil Comunista; a través de la revista partidaria “Mar Dulce” conoció a su maestro Juan José Hernández Arregui, quién lo deslumbró con sus ideas, sobre todo aquella de que “la enseñanza de la historia encubre los intereses de la clase vencedora expuestos como valores eternos de la nación”.

Durante las dictaduras militares de Onganía, Levingston y Lanusse -1966 a 1973- fue abogado de presos políticos y activistas sindicales.

Su ideología política era muy cercana al Peronismo de Base. En noviembre de 1972, formó parte de la comitiva que trajo de regreso a Perón a la Argentina, luego de 17 años de exilio. Como periodista fue uno de los co-directores de la revista “Militancia Peronista para la Liberación”. Una bomba ocasionó serios destrozos en la redacción del semanario, el 9 de octubre de 1973. Seis meses más tarde, el 10 de abril de 1974, por decreto del Poder Ejecutivo, se prohibió la circulación de la mencionada revista en todo el país. Rodolfo, lejos de amilanarse o replegarse a cuarteles de invierno, pasó a dirigir otro medio gráfico contestatario “De Frente con las Bases Peronistas”, que terminó sufriendo el mismo destino: su sede allanada y detenido todo el personal.

Cuando asumió como diputado nacional, el 13 de marzo de 1973, tuvo la valentía de jurar su cargo con la consigna de las organizaciones revolucionarias peronistas, aquella que decía: “La sangre derramada jamás será negociada” e ipso facto se separó del bloque justicialista que negociaba día a día todas las banderas históricas del peronismo y conformó un bloque unipersonal, que denominó “de Base”. Con el único fin, como dijo en esa ocasión: “de ser fiel al mandato popular del peronismo, convencido de que primero está la patria, luego el movimiento y por último los hombres; por lo que trataré muy humildemente de colocar esta banca al servicio del pueblo peronista, de los trabajadores oprimidos y de todos aquellos argentinos que quieren ver una Argentina realmente liberada”. Cuando la mano se puso pesada, ni renunció ni aceptó que le brindaran custodia policial. Ortega Peña también fue historiador (logrando una exhaustiva y completa reivindicación de los caudillos montoneros del siglo XIX) y profesor en la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (UNPBA) durante la gestión del brillante intelectual que fue Rodolfo Puiggrós. Su gran amigo y compañero de militancia y proyectos compartidos, el Dr. Eduardo Luis Duhalde, lo definió con propiedad: “Rodolfo era un peronista visceral y gramsciano convencido”, una manera de decir que en esa complejidad aparente hay lugar para la verdadera sencillez, esa que le permitió poner su inteligencia al servicio de un proceso de transformación de la realidad y no al revés, donde los dogmas y las “verdades absolutas y pre-establecidas” se esfuerzan por adaptar la realidad a sus principios y estos concluyen siendo inofensivos y estériles.

Fue asesinado por la Triple A, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires – Arenales y Carlos Pellegrini -, el 31 de julio de 1974. Tenía 38 años. Lo acompañaba su esposa, Elena Villagra, que sufrió una herida de consideración: una bala le atravesó la boca; pero pudo sobrevivir.

Su velatorio fue en el local central de la Federación Gráfica Bonaerense, entidad en la había sido abogado en los años más duros.

El multitudinario cortejo que llevó sus restos al cementerio de la Chacarita fue acosado, atacado y apaleado por las fuerzas policiales al mando del comisario Alberto Villar y muchos de sus participantes detenidos. Ortega Peña siempre fue un hombre de fuste y principios, defensor a ultranza de las causas populares, de las causas justas.

Al cumplirse 30 años de su trágica muerte, la “Comisión Permanente de Homenaje” a Rodolfo Ortega Peña realizó un sentido acto en su memoria, en la plazoleta ubicada en Carlos Pellegrini, entre Juncal y Cerrito, colocando placas conmemorativas. Esto ocurrió el 31 de julio de 2004. Fue el reconocimiento para un hombre con mayúsculas, un ser ético, maravilloso, que luchó toda la vida contra la injusticia social y que se murió en un día aciago, sin más patrimonio cierto que su biblioteca.









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