Lo importante es la familia
Por Mario Wainfeld
La reforma por decreto de la ley de Blanqueo impositivo es consistente con la ideología del presidente Mauricio Macri pero sorprende por su impudicia. Se metió mano a un proyecto oficialista, debatido en el Congreso, generosamente condimentado con las alabanzas al debate y a la búsqueda de consensos que fue moda en la temporada 2016.
Ampliar las franquicias a parientes de funcionarios contraviene los (laxos, convengamos) límites que regló el Congreso. Un blanqueo es, para comenzar, una exención del pago de impuestos adeudados. Y para seguir, una amnistía respecto de eventuales delitos como evasión impositiva o lavado de dinero.
La gracia presidencial, que incluye al papá Franco Macri y a la famiglia, es similar por sus consecuencias a una amnistía que solo el Parlamento puede dictar, conforme a la Constitución.
Macri lanza esa medida en una coyuntura relativamente adversa, a sabiendas de que lo enfrentarán parte de sus aliados de Cambiemos y aun los opositores más transigentes o abdicantes.
Un puñado de dirigentes radicales, con pruritos históricos, osó cuestionar. El Frente Renovador, cuya táctica lo mueve al cuadrante opositor sin ambages, puso el grito en el cielo.
El Poder Judicial es compañero de ruta de Cambiemos, mayormente. Pero no es un bloque homogéneo. Cuesta creer que todos los magistrados estén dispuestos a avalar una jugada ilegal desde el vamos e inconstitucional si se hurga a fondo.
Solo la desesperación del oficialismo ante investigaciones que avanzan a ritmo lentísimo, puede explicar el riesgo que toma Macri.
Su pulsión para quebrar lo convenido y legislado debería alertar a quienes están ahora mismo discutiendo nuevas leyes.
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El Olimpia de Platino semanal en la disciplina “macrismo explícito” fue otorgado al empresario Enrique Pescarmona por sus afirmaciones sobre las chicas que dejan preñar para cobrar unos mangos… etcétera. Ahorramos la cita completa, que presuponemos conocida por quienes leen este diario.
Es desagradable repetir tamañas guarradas, cuya única “virtud” es sincerar el pensamiento íntimo de la clase dominante. La responsabilidad social empresaria, su respeto por el otro, su sensibilidad democrática quedan expuestos.
Esa clase es la privilegiada por las políticas públicas y la que nutre el elenco gubernamental. La densidad de su pensamiento, sus calidades humanísticas quedan bien reflejadas.
El jurado otorgó la medalla por unanimidad aunque consignando que el blanqueo familiar hubiera merecido algún premio que no se concede porque los funcionarios del gobierno, con el presidente a la cabeza, tienen “ventaja deportiva” sobre los demás.
El jurado lamentó que en estos días haya guardado silencio el empresario quebrado y aforista Javier González Fraga, un competidor cabal que siempre levanta la vara. Se consignó en actas que “si González Fraga no existiera, habría que inventarlo”.
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